El 2020, año de la Pandemia de la COVID, volvimos a saber cuán frágiles somos y lo esencial que resulta sabernos una especie que debe avanzar unida con propósitos comunes. El 2020 fue un año extraño y complejo, pero también un año de reflexión sobre la casa común y la necesidad de cuidar la familia, los amigos, los océanos, los bosques, los ríos, lagunas, acuíferos y quebradas, los ecosistemas todos; lo importante que es cuidar lo otro, al otro, a los otros, no importa cuán lejos vivan y también nos ha re-cordado que tenemos una responsabilidad con los que habrán de habitar este mundo, que debemos ser buenos antepasados. Que lo fundamental ha estado subvalorado.

 

Parar es una forma de decir que queremos seguir viajando, pero que es preciso detenerse un momento porque falta gente, faltan cosas, falta aire, falta planear, falta claridad de para dónde vamos, con quién vamos y cómo vamos. Paramos porque necesitamos conversar sobre cómo vamos a seguir. Conversar sin sorderas, escuchando. Conversar sinceramente se llama Dialogar. Somos nuestras conversaciones, por eso dialogar permite y exige construir Acuerdos, los de la casa común, los de la humanidad elemental, los de la justicia esencial, los que recargan la esperanza para seguir y los que animan a volver a trabajar, a estudiar, a emprender, a confiar, a soñar y a seguir cantando.

 

2020 es y será un año memorable porque hemos aprendido que la eco-nomía es mucho más que eso de lo que hablan los economistas, hemos aprendido que es algo mucho más próximo a nuestra vida y que es algo más próximo a la naturaleza que al PIB y las ecuaciones. El pasado año pudimos comprender que la eco-nomía tiene que ver con la Justicia, con la posibilidad de acceder a los servicios públicos esenciales como el agua, el Internet, el saneamiento y la energía, tiene que ver con el derecho y el deber del trabajo, con el tamaño y la calidad de una vivienda que permita vivir con alegría y dignidad, con campos donde los campesinos vivan tranquilos, protegidos y seguros; con ciudades que tengan parques y calles abundantes donde se pueda jugar, conversar, elevar cometas, caminar y respirar sin miedo.

 

El 2020 nos permitió re-entender la importancia de seguir construyendo un mundo de derechos efectivos y de ciudadanos conscientes y responsables de sus deberes porque hemos realmente entendido que los Derechos nos hacen más Sostenibles, más viables como humanidad y como sociedad y que los sistemas de salud, agua, comunicación y educación, deben ser además de universales, de calidad, afectivos y efectivos. En 2020 entendimos que los violinistas, los maestros, las enfermeras, los tenderos y los médicos son fundamentales. Sentimos que es mejor una calle tranquila y espaciosa que una calle ruidosa y atiborrada. 2020 nos permitió entender lo importante que es cuidar a los niños, a los jóvenes, a los mayores, a todos y todas las personas. Necesitamos más maestros que entiendan la oportunidad, el deber y la responsabilidad de trabajar para que todos – ni uno menos- los estudiantes, sean cada día más felices y más solidarios. El año que acaba de terminar, nos mostró que las ciencias «básicas», son una creación humana esencial de invaluable importancia para resolver problemas vitales del presente y para ayudarnos a avizorar y prepararnos para aquellos que nos depara el incierto futuro.

 

El año de la COVID-19, fue un año de enormes aprendizajes, dificultades, logros y retos. Es necesario expresar enorme gratitud a cada hijo, cada madre, cada hermano, cada amigo, cada abuelo y a todos esos seres que  abrieron su corazón y su mente para alimentar la esperanza y buscar soluciones a los problemas comunes. Fue además un año donde se disminuyeron los niveles de CO2 en la atmósfera, pero además, resurgieron y florecieron valores humanos y sociales como la solidaridad y el cuidado a los otros, se fortalecieron muchos sistemas comunitarios, se vivificaron sistemas locales de producción y comercio. Florecieron muchísimos emprendimientos y con ellos las almas de quienes los impulsaron. 2020 nos permitió leer más y consumir menos, re-descubrir los barrios y veredas en los que habitamos, lo importante que son nuestros vecinos, lo importante que es nuestra casa, lo difícil que es mantenerla funcionando en buenas condiciones; nos  permitió conocer gente que sabía hacer cosas necesarias y preciosas y generar redes de co-operación e intercambio, que en muchos casos, superaron con creces los tratados internacionales de libre comercio. Gratitud infinita a los que  ayudaron a que la virtualidad fuera cada vez más real, útil y cercana, a los tejedores y tejedoras de todos los pueblos y veredas, que sacaron sus máquinas de escribir con hilo y fabricaron millones de tapabocas multicolores. Gratitud a quienes mantuvieron sus cocinas calientes y a quienes, – más allá de la necesidad-,  salieron con sus bicis a recorrer las calles atendiendo en su domicilio a las gentes necesitadas y atemorizadas.

 

En esos tiempos inciertos, pudimos ver, escuchar, oler, contemplar y sentir con más fuerza, la esencia y la importancia de la naturaleza. Desde los ámbitos de la ciudad, se hizo más evidente que ese mundo que sentimos distante y al que llamábamos «lo rural», estuvo más cerca y presente de lo que imaginábamos. Ese tiempo extraño de Pandemia, nos permitió recordar que el agua que usamos proviene de lluvias impulsadas por lejanos vientos, de ríos y quebradas que nacen en lo alto de páramos y montañas encumbrados o en la profundidad de suelos y rocas acuíferas. Reconocimos con mayor conciencia, que las zanahorias y las lentejas vienen de una tierra con olor a manos campesinas. Que eso que llamamos la Naturaleza, está allá, aquí, ahora y está repleta de significados, misterios, murmullos y sensaciones.

 

En el 2020, extrañamos la emoción que nos producían los sonidos del bosque, los paisajes de septiembre y las cometas de agosto, las turbulencias del arroyo, los niños jugando felices en los parques, un paseo en bicicleta, los carnavales que celebran la vida, o las hojas que danzan caprichosas con el aire en movimiento.

 

En medio de todo esto, 2020 nos trajo momentos coloridos, memes y relatos memorables, historias  que contaremos y pintaremos de mil formas distintas, reuniones sin límite, emociones que serán re-creadas en películas, canciones y obras de teatro y que nos producirán nuevas emociones. 2020 es una Historia real y a la vez un sueño repleto de actividad psíquica y naturaleza creativa.

 

Es pues necesario un reposo que permita escuchar las voces que surgen sólo del silencio y siempre es conveniente una buena vista, ojalá con brisa, que nos permita comprender y sentir que, aún en medio de las más difíciles, extrañas y complejas circunstancias, la vida es una maravillosa aventura y el más misterioso de los milagros.