Mujeres: una deuda impagable

Cada 8 de marzo, con más promesas que realidades, la comunidad internacional celebra el Día Internacional de la Mujer, y en este 2021, como ha sucedido en las últimas décadas, sólo existen razones para reconocer que, como sociedad, hemos logrado muy poco a la hora de reconocerles y garantizarles sus derechos y oportunidades. Desde las guerras hasta las pandemias, las mujeres han estado en la primera línea, no sólo de atención, sino de vulneración de sus más mínimas condiciones laborales, sanitarias, económicas, sociales, políticas y culturales. El COVID-19 llegó para empeorarlas y América Latina, con Colombia incluida, sufrirá un retroceso social de décadas.

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Hace unas semanas, de pie, el mundo observó cómo un robot tocaba con guantes la superficie de Marte, el planeta rojo. Se trabaja del amartizaje de Perseverance y una mujer, la colombiana Diana Trujillo fue la encargada de narrar en vivo y en directo semejante conquista. Es decir, una mujer al frente de una misión que históricamente ha estado delegada a los hombres. ¿Será que el mundo está cambiando?

 

Si de mujeres se trata, la respuesta es sí y no. Sí, porque efectivamente, la equidad de género ha venido ganando espacio en muchos ámbitos de la vida personal y profesional de las mujeres. Y no, pues es evidente que se mantienen vigentes las desigualdades, exclusiones, violencias y discriminaciones contra ellas, pese a los esfuerzos y los compromisos adquiridos, sin éxito, durante décadas.

 

Así que hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, no hay motivos de celebración y, como antes, la tarea pendiente sigue siendo la sensibilización de todos respecto de los derechos, capacidades, transformaciones y oportunidades en igualdad de condiciones que deben tener las mujeres, sin distingo de clase, raza o religión, como condición única para avanzar hacia un mundo más humano, equitativo, sostenible, en paz y con reconciliación.

 

Para lograrlo, de la mano de las mujeres, habrá que revertir esas inaceptables realidades: de cerca de 2.700 millones de mujeres en el mundo, solo el 47% de ellas están empleadas, menos del 50% puede decidir utilizar métodos anticonceptivos o negarse a tener relaciones íntimas; el 75% hacen el papel de padres solteros y aún son sometidas al matrimonio infantil y mutilación genital, según el informe de ONU Mujeres de 2020, que recoge graves estadísticas y muestra que, a pesar de los avances en algunos ámbitos como la educación, el progreso se ha estancado en los últimos 25 años y será mucho peor por efectos de la pandemia del COVID-19.

 

“Veinticinco (25) años después de la adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, el progreso hacia la igualdad de poder y los mismos derechos para las mujeres sigue siendo difícil de alcanzar. Ningún país ha logrado la igualdad de género y la crisis del COVID-19 amenaza con erosionar los limitados logros que se han alcanzado”, aseguró el Secretario General de la ONU, António Guterres, en la presentación del informe en enero pasado.

 

Las cifras de la vergüenza masculina

 

No sólo los informes de la ONU dan cuenta de las vergonzosas asimetrías entre hombres y mujeres en casi todas las escalas, menos, y más grave aún, en la del servicio doméstico, donde las mujeres siguen llevando del bulto. La radiografía es similar en América Latina y el Caribe, donde Colombia también entrega una deshonrosa cifra de inequidad con las mujeres. Veamos:

 

La ONU, en su informe de 2020, reúne 100 datos estadísticos sobre seis temas relacionados a la igualdad de género: población y familias; salud; educación; empoderamiento económico y propiedad de activos; poder y toma de decisiones; y violencia contra la mujer y la niña, así como el impacto del COVID-19.

 

Los resultados no son de machos: Un 20% de las mujeres entre 20 y 24 años se casaron antes o a los 18 años. Un 9,2% de las mujeres entre 45 y 49 años nunca tuvieron hijos. Las mujeres tienen una media de esperanza de vida de 18,3 años después de los 65, en comparación con 15,6 de los hombres. En 20 años se ha logrado reducir en un 27% el embarazo adolescente. Solo un 48% de las mujeres tiene acceso o utiliza internet, comparado con el 58% de los hombres. Solo el 65% de las mujeres tienen acceso a servicios financieros, comparadas con el 72% de los hombres. Solo 20 mujeres son jefas de Estado o de Gobierno. Un 40% de los jueces del mundo son mujeres. Solo un 13% de los policías del mundo son mujeres. Un 58% de los asesinatos cometidos contra mujeres son perpetrados por sus parejas o familiares. El 80% de los asesinatos de parejas íntimas son cometidos por hombres.

 

Las mujeres en todo el mundo cada día dedican aproximadamente una media de tres veces más horas al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres (4,2 horas en comparación con 1,7). En el norte de África y Asia occidental, la brecha de género es aún mayor, y las mujeres invierten siete veces más tiempo que los hombres en estas actividades.

 

En 2020, solo el 47% de las mujeres en edad de trabajar participaron en el mercado laboral, en comparación con el 74% de los hombres, una brecha de género que se ha mantenido relativamente constante desde 1995. En Asia meridional y occidental, y África septentrional, el número es aún menor, con menos del 30% de mujeres participando en el mercado laboral.

 

Las mujeres también representan más del 70% de los trabajadores en el sector de la salud, por lo que se enfrentan a mayores riesgos de infección que los hombres en el lugar de trabajo, lo que las convierte en la zona más frágil de todo el sistema sanitario y económico global como consecuencia de la pandemia.

 

Durante el confinamiento por el COVID-19, muchas mujeres y niñas se han aislado en entornos inseguros donde corren un mayor riesgo de sufrir violencia a manos de su pareja. Alrededor de un tercio de las mujeres en todo el mundo han sufrido violencia física y/o sexual por parte de sus parejas; y el 18% ha experimentado este tipo de violencia en los últimos 12 meses.

 

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Es evidente que el desarrollo de las grandes ciudades va a una velocidad inversamente proporcional al acceso de las mujeres a sus beneficios. Foto: Hernán Vanegas.

En los casos más extremos, la violencia contra la mujer es letal: a nivel mundial, se estima que 137 mujeres son asesinadas diariamente por su pareja o un miembro de la familia. Si bien la mutilación genital femenina se está volviendo menos común en algunos países, al menos 200 millones de niñas y mujeres vivas en la actualidad han sido sometidas a esta forma específica de violencia en África y el Medio Oriente.

 

El estudio subraya avances sustanciales en el logro de la educación primaria universal, y las niñas y los niños participan por igual en la educación primaria en la mayoría de las regiones. Las niñas, una vez que tienen acceso a la escuela, suelen tener mejores resultados que los niños en términos de rendimiento académico, aunque no se conocen aún los efectos que el COVID-19 tendrá sobre ambos.

 

En la educación terciaria, las mujeres superan en número a los hombres y la matriculación está aumentando más rápidamente entre las mujeres que entre los hombres. Sin embargo, las mujeres siguen estando infrarrepresentadas en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas y representan solo un poco más del 35% de los graduados en estas áreas. En las áreas de investigación y el desarrollo científico representan menos de un tercio de los investigadores del mundo.

 

Ser mujer en América Latina

 

Aunque la crisis por la pandemia impactó más negativamente la región en torno a la ocupación y en las condiciones laborales de las mujeres en América Latina y el Caribe, los resultados pre-COVID19 no eran los mejores para esta parte del Continente.

 

Los retrocesos por la crisis sanitaria y económica será de más de una década en los avances logrados en materia de participación laboral, según el informe de la CEPAL, “La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad 2020”.

 

Según el documento, la tasa de participación laboral de las mujeres se situó en 46% en 2020, mientras que la de los hombres en 69% (en 2019, fue de 52% y 73,6%, respectivamente).

 

Además, la tasa de desocupación de las mujeres llegó al 12% en 2020, porcentaje que se eleva al 22,2% si se asume la misma tasa de participación laboral de las mujeres de 2019. En 2020, explica el estudio, se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza laboral, quienes, por tener que atender las demandas de cuidados en sus hogares, no retomaron la búsqueda de empleo.

 

La caída del producto interno bruto (PIB) regional (-7,7% en 2020) y el impacto de la crisis en el empleo afectaron negativamente los ingresos de los hogares. Según la CEPAL, alrededor de 118 millones de mujeres latinoamericanas entraron en situación de pobreza, 23 millones más que en 2019.

 

La Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcenas, lo dijo con claridad: Las mujeres son parte crucial de la primera línea de respuesta a la pandemia y dé como se atiendan sus necesidades dependerá el futuro de todos”.

 

En América Latina, un 73,2% de las personas empleadas en el sector de la salud son mujeres, pero laboran bajo condiciones de trabajo extremas y se exponen al mayor riesgo de contagio. Acá persiste la discriminación salarial, pues los ingresos laborales de las mujeres que trabajan en el ámbito de la salud son un 23,7% inferiores a los de los hombres del mismo sector, según la CEPAL.

 

Mal paga al que bien le sirve

El estudio en mención advierte que el trabajo doméstico remunerado, que se caracteriza por una alta precarización y por la imposibilidad de ser realizado de forma remota, ha sido uno de los sectores más golpeados por la crisis. En 2019, previo a la pandemia, alrededor de 13 millones de personas se dedicaban al trabajo doméstico remunerado (de los cuales el 91,5% eran mujeres).

 

En total, este sector empleaba a un 11,1% de las mujeres ocupadas en la región. No obstante, en el segundo trimestre de 2020 los niveles de ocupación en el trabajo doméstico remunerado cayeron en Brasil (-24.7), Chile (-46.3) Colombia (-44.4), Costa Rica (-45.5), México (-33.2) y Paraguay (-15.5).

 

Según el documento, un 56,9% de las mujeres en América Latina y un 54,3% en el Caribe se encuentran ocupadas en sectores en los que se prevé un mayor efecto negativo en términos del empleo y los ingresos por causa de la pandemia. Uno de ellos es el sector del turismo, donde 61,5% de los puestos de trabajo están ocupados por mujeres, y sufrió una contracción importante, pues una de cada 10 mujeres ocupadas se concentra en este sector.

 

De ahí que la CEPAL recomiende a los gobiernos de la región avanzar en un nuevo pacto fiscal que promueva la igualdad de género y que evite la profundización de los niveles de pobreza de las mujeres, la sobrecarga de trabajo no remunerado y la reducción del financiamiento de políticas de igualdad.

 

La pandemia del COVID-19 afectó de mayor manera a muchas mujeres, que no sólo tuvieron que seguir haciendo el papel de madres y cuidadoras, sino también de maestras de escuela, debido al cierre y el confinamiento. Foto: Hernán Vanegas.

 

El drama de las mujeres migrantes

La CEPAL estima que la pobreza rural también se verá afectada, aunque no hay estimaciones específicas, por ahora, por zonas urbanas ni rurales. Se espera que, como las economías rurales dependen en gran medida del sector agrícola, el cambio en la pobreza rural sea menor que a nivel nacional.

 

Debido a la pandemia, la ya difícil situación de muchas personas en contextos de movilidad humana se agravó. Muchas mujeres migrantes están en la primera línea haciendo frente a la pandemia y, por lo tanto, son las más afectadas por sus impactos, tanto en términos de su salud (menores niveles de cobertura de salud y peores condiciones de vida) como a los impactos económicos (precariedad laboral, pérdida de ingresos) y sociales.

 

En América Latina, las mujeres representan el 50,8% de las personas migrantes, siendo la pobreza, la falta de empleos, la violencia y las distintas manifestaciones de la desigualdad de género las principales razones por las que se marchan de sus países de origen. En el país de destino, esas mujeres están sobrerrepresentadas en algunas ocupaciones, entre otras, por su mayor nivel de precariedad laboral, menores salarios y menor protección social.

 

Según estimaciones de la OIT, del total de personas trabajadoras del hogar remuneradas en la región, un 17,2% son migrantes y, en su gran mayoría, son mujeres.

 

En el caso de las trabajadoras del hogar remuneradas hay un aumento de la carga de trabajo y en la mayoría de los países enfrentan la ausencia o el incumplimiento de la legislación/regulación laboral vigente en la materia y falta de valoración social de este tipo de trabajo. En este contexto, las trabajadoras migrantes tienen mayores niveles de vulnerabilidad que las trabajadoras locales, lo que las expone más a situaciones de discriminación y violencia.

 

Y en Colombia, qué

 

Aunque los efectos de la pandemia sobre las mujeres en Colombia aún no están cuantificados por edades ni ámbitos profesionales, las cifras de desempleo entregadas por el Departamento Nacional de Estadística (DANE) para 2020 son muestra de las graves consecuencias sobre el género femenino.

 

El desempleo de las mujeres entre enero y diciembre de 2020 fue de 20,4 %, mientras que en hombres fue de 12,7 %, esto es, un 60.6% más alta entre uno y otro, según el DANE.

 

La brecha de género entre hombres y mujeres aumentó en 2020 casi ocho puntos porcentuales. Entre el 20.4 % de desempleo femenino y el 12.7 % del masculino hay una diferencia de 7.7 puntos. Solo en diciembre, 945.000 colombianos dejaron de trabajar, de los cuales 645.000 fueron mujeres.

 

Las actividades artísticas, entretenimiento, recreación y otras actividades de servicios fueron las que más contribuyeron a ese deterioro. Los 301.000 empleos que se perdieron en esa actividad fueron de mujeres. Unos 167.00 de esos puestos de trabajo estaban en el sector de los servicios domésticos, es decir, mujeres.

 

Otra razón por la cual se pudieron dar cifras tan altas en el desempleo femenino está relacionada con las clases virtuales, en las que las mujeres cumplieron doble rol: de mamá y de profesora. La función del cuidado de los hijos y el hogar ha sido, de forma permanente, responsabilidad de las mujeres, otra prueba de la inequidad histórica.

 

Una prueba, triste por demás, de que este 8 de marzo es poco lo que hay por celebrar y, en cambio, mucho por hacer. Pero por las mujeres, no contra ellas. O mejor, dejar que las mujeres tengan la oportunidad de liderar el mundo y nos lleven hacia lo más alto de la nueva historia de la humanidad. Tal vez no a Marte, pero sí a ese mundo que está ayudando a descubrir una gran mujer: Diana Trujillo.

 

Perseverance es la palabra justa para hoy.

 

Luis Fernando Ospina.
Luis Fernando Ospina.

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