En Mercaderes las tardes finalizan con soles rojos y las montañas dibujadas en el horizonte. Parecen la estampa perfecta para el final de cualquier película. Desde las partes altas de la población se puede ver el río Patía serpenteante, como regando el valle de vida.
Este municipio del Cauca, en el límite con el departamento de Nariño, ha padecido los embates de la violencia desde hace décadas. Pero hoy sus pobladores, en especial las mujeres, cuentan con una iniciativa que apoya su labor: ‘Autonomía económica de las mujeres rurales del Cauca’.
Este proyecto, que es un laboratorio social para la inclusión social y la productividad rural sostenible que promociona la equidad de género, financiado por la Unión Europea y operado por la alianza institucional entre la Caja de Compensación Familiar del Cauca (Comfacauca) y la Fundación Alpina se desarrolla en cinco municipios (Mercaderes, Balboa, Sucre, Rosas y Argelia) del departamento y en su primera fase logró que las participantes aumentaran sus ingresos en un 110%.
Rubiela Meneses tiene 53 años, nació en la zona rural de Mercaderes. Se crió con siete hermanos y hoy, vive en el municipio con su esposo Gilmer y su hijo Luis Felipe, que es universitario. Ella inicia su jornada a las 4:30 de la mañana y termina sus labores después de que el sol bermejo caiga sobre las montañas dibujadas en esa estampa que traza el horizonte.

Rubiela hace parte de la segunda fase del proyecto ‘Autonomía económica de las mujeres rurales del Cauca’, que se enfoca en contribuir al empoderamiento económico y social; y ya beneficia a más de 400 mujeres campesinas con el fortalecimiento de agro negocios.
“Las mujeres rurales tenemos que batallar con el machismo del campo, porque muchos creen que debemos ser calladas pero somos batalladoras, trabajadoras y podemos capacitarnos”, dice Rubiela.
Ella, años atrás intentó diversificar en proyectos que se estancaron y murieron por la falta de asistencia técnica. Ahora, con el acompañamiento del personal de la Fundación Alpina, sus esfuerzos se enfocaron en unos estanques para piscicultura y cultivar verduras que comenzó a vender en el pueblo. Sin embargo, su visión de negocio no se queda ahí.
“Recibimos charlas con psicológicos, técnicos y facilitadores que nos enseñan cómo hacer las actividades del campo. Nosotros siempre trabajamos con las uñas porque cuando sembramos todo está muy caro, pero cuando sacamos los productos todo está muy barato. Por eso mi hijo estudia ingeniería agropecuaria para que también nos guíen en proyectos productivos que demuestren que sin campo no hay ciudad”, agrega Rubiela.

Según la Fundación Alpina, en Colombia el 61% de los productores rurales son pequeños, el 6% pertenecen a una asociación y solo el 24% reportan haber recibido asistencia técnica.
“Identificamos y afrontamos retos del desarrollo rural en Colombia con la participación activa de diferentes actores: comunidades, sector público, academia, empresas, organismos internacionales, entre otros. Más allá de los proyectos nuestro gran propósito es transformar la vida de las familias del sector rural y nuestra labor en el Cauca nos ha permitido ver grandes capacidades en las mujeres que esperamos seguir fortaleciendo”, expresa Camila Aguilar, directora Ejecutiva de la Fundación Alpina.
Con un horizonte a dos años, el proyecto de acompañamiento se esperara siga dando frutos. Rubiela tiene todas las esperanzas puestas en que, mejorando en el aprendizaje de la mano de los tutores, en unos años, por qué no, poder tener su propio negocio.
