Parte de la grandeza de Mahatma Gandhi (1869-1948, Nueva Delhi) es haber sido un hombre no sólo para su tiempo, sino para todos los tiempos de la humanidad. Su profunda espiritualidad la convirtió en un potente instrumento de transformación política, social, cultural, económica y, por supuesto, ambiental, elementos todos relacionados con los fenómenos que hoy tienen al planeta en la más profunda crisis climática y de sostenibilidad de su historia.
En contraposición al espíritu de Gandhi sobre su movimiento de la No-violencia, ahora la humanidad sufre las consecuencias de todas las violencias contra la naturaleza, en especial, por la desconexión entre la inteligencia del hombre con su cerebro, el amor, la empatía y la compasión hacia los demás seres de la tierra, una especie de ruptura entre el conocimiento y la espiritualidad de la que hace poco hablaba Jane Goodall, la dama de los primates, en su charla sobre los efectos de la pandemia del COVID-19 y las consecuencias del cambio climático.
Hoy, 2 de octubre, Día de la No-violencia, fecha del nacimiento de Gandhi, resulta una inmejorable oportunidad para recuperar los invaluables aportes que el líder hindú dejó plasmados en los tres pilares que soportan su filosofía por la desobediencia pacífica y la No-violencia.
Esos cimientos son el amor, la comprensión y el respeto, ejes de la verdadera filosofía de la Noviolencia, pues Gandhi decía que “la no violencia, que es la cualidad del corazón, no puede venir de un recurso del cerebro”, pues “tus creencias se convierten en tus pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras, tus palabras se convierten en tus acciones, tus acciones se convierten en tus hábitos, tus hábitos se convierten en tus valores y tus valores se convierten en tu destino”.
Dentro de su amplio portafolio de reflexiones profundas y frases inspiradoras, una podría contener la visión de Gandhi sobre la naturaleza y los ecosistemas: “la Tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos los hombres, pero no para satisfacer la codicia de algunos hombres”.
Y cuando le preguntaron alguna vez sobre cuáles eran los factores que destruyen al ser humano, respondió: “la política sin principios, el placer sin compromiso, la riqueza sin trabajo, la sabiduría sin carácter, los negocios sin moral, la ciencia sin humanidad y la oración sin caridad”.
¿Acaso no es esto lo que hoy está sucediendo contra nuestra Casa Común? No cabe duda. Pero es necesario ahondar en las enseñanzas de Gandhi para encontrar mejores soluciones a las amenazas que levitan sobre el planeta y ser consistentes con otra de sus reflexiones: “tu mente debe ser como un lugar con muchas ventanas siempre abiertas, deja que entre el aire, pero no dejes que nadie se lleve el viento”.
Gandhi: de Darwin a Von Humboldt
Sin decirlo ni menos reclamarlo para él, Mahatma Gandhi fue un auténtico ambientalista social. Algunos científicos y activistas son los que ahora critican el modelo de desarrollo económico basado en un crecimiento que supera los límites planetarios y genera desigualdad social e injusticia ambiental, elementos centrales en la lucha que dio Gandhi contra el poder británico.
En su visión de la No-violencia estaba implícita la reafirmación espiritual interior y el sentimiento de ser parte de algo mayor, su idea acerca de una economía basada en la autosuficiencia (no el desperdicio), la descentralización política (no el autoritarismo y el centralismo), la simplicidad voluntaria (colaborativa) y la compasión (espiritualidad y empatía).
En otras palabras, una ecología política, pero en palabras del Papa Francisco una ecología integra, donde el hombre no es el centro de la Creación, sino uno más dentro del ecosistema de la vida en el planeta. Una mezcla fascinante entre los principios de Darwin sobre la evolución de las especies y los descubrimientos de Alexander von Humboldt sobre la estrecha relación entre naturaleza y humanidad. La No-violencia es, precisamente, el respeto por esa ecología integral de la que habla el Papa y nos dejó Gandhi.
De ahí esa de otras frases memorables del líder hindú: “nadie me puede hacer daño sin mi permiso”. O esta: “lo que estamos haciendo contra los bosques del mundo, no es sino un reflejo de lo que estamos haciendo contra nosotros mismos, los unos a los otros”. La antítesis de la No-violencia.
Suficiente ilustración, diría yo.
La resistencia no violenta
Así como el término ahimsa hace referencia a la intención de no dañar a otros seres y se traduce como Noviolencia, la palabra satyagraha significa “adherirse a la verdad con determinación”, esto es, la resistencia según Gandhi.
Pero la Noviolencia no es un mero rechazo moralista de la violencia, sino la expresión natural del amor incondicional que se expresa en todos los órdenes de la vida, más allá de las visiones antropocénicas de la naturaleza.
La raíz de su simplicidad voluntaria
El que tenga aún dudas sobre la invaluable visión ecologista y ambiental de Gandhi tendría que entender su concepto sobre la simplicidad voluntaria que él proyecto.
Hoy, cuando el planeta necesita 1.6 veces más de lo que tiene para suplir las necesidades de la población mundial y, al mismo tiempo, desperdicia una tercera parte del total de los alimentos que produce, la simplicidad voluntaria de Gandhi es una potente herramienta de acción política en el ámbito ecológico.
Uno de sus principios, asteya, consistía en hacer uso austero de los recursos para que otros no sufrieran escasez. Su conexión espiritual con la naturaleza le permitía ser consciente de sus límites y poner sus acciones el pro del bienestar general.
El programa constructivo
Justicia, verdad y no violencia eran preceptos innegociables para Gandhi. Su programa constructivo para India rechazaba el colonialismo inglés y proponía una alternativa política, económica y social en la que lo individual estuviera al servicio de lo comunitario. Fomentaba una economía basada en las antiguas industrias locales y artesanales.
Gandhi estaba convencido de que sólo se podía conseguir una buena calidad de vida en pequeñas comunidades o pueblos sostenibles, usando recursos renovables, con una agricultura respetuosa del medio ambiente y cultivos diversificados, con una alimentación saludable, higiene, ingresos. Eran enclaves inclusivos, en los que el poder y la toma de decisiones se descentralizaban.
El líder hindú decía que la dependencia económica mermaba la independencia política. Hablaba de un autogobierno que, a diferencia de la revolución marxista, se enfocaba en el bienestar de todas las personas, ricas y pobres, producto del amor incondicional que Gandhi sentía por todos los seres vivos.
Ha sido famosa una de las experiencias vividas por Gandhi, cuando en 1951, durante una visita a la pequeña aldea de Pochampally para mediar en la resolución de conflictos relacionados con la distribución de tierras, apeló al amor mutuo y dijo: “si tenéis seis hijos, consideradme el séptimo de ellos y dadme la parte correspondiente de las tierras para que quienes no disponen de ella puedan mantener a sus familias”. Tras un silencio expectante, varios terratenientes anunciaron donaciones, que superaron con creces las necesidades de las personas sin tierra de la aldea.
De esa experiencia, la misma que vivió muchas veces y en todas partes de India, se asegura que salió otra de sus mejores frases: “sé el cambio que quieres ver en el mundo”.
La filosofía gandhiana sobre la sociedad, la política y la acción humana se puede enmarcar en un pensamiento ecosistémico para el que todos los seres somos interdependientes.
Así las cosas, los ejes del pensamiento de Gandhi, en términos de biodiversidad y defensa de la vida en todas sus expresiones, son la transición ecológica, el empeño en desaprender las causas de las opresiones y deshacerlas, el desarrollo de alternativas humanizadas, la simplicidad radical voluntaria, la permacultura, la comida sana y local, la soberanía alimentaria, los sistemas de producción y distribución de energía comunitarios, las economías del regalo, la igualdad económica, la desmilitarización, la conexión con el mundo natural, el cultivo de la dimensión espiritual, el desarrollo de nuevos procesos de grupo y de toma de decisiones más productivos”.
En otras palabras, las del propio Gandhi: “el día en que el poder del amor anule el amor al poder, el mundo conocerá la paz”.
Suficiente ilustración.