La Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) entregó, el pasado miércoles 31 de mayo, el Reporte de Sostenibilidad 2022. Este es un informe que se realiza anualmente teniendo como referencia los estándares de la metodología Global Reporting Initiative (GRI), y da cuenta de los compromisos, estrategias y aportes que asume la Universidad, en este caso, los correspondientes al año pasado.
Durante el último lustro, la UPB ha dado importantes y certeros pasos en materia de sostenibilidad logrando la Certificación Multicampus Carbono Neutro y Basura Cero, las dos con recertificaciones durante los últimos años.
En el citado informe la Universidad deja en claro “un compromiso tangible en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se materializa en los aportes de las publicaciones científicas y en el despliegue de nuestro Plan de Desarrollo Institucional de cara a las metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. En particular, para 2022, el 48,65% de las publicaciones tienen una relación directa con el ODS 3. Salud y Bienestar y el 13,51% con el ODS 9. Industria, Innovación e Infraestructura. Igualmente, podemos decir con orgullo que, de los 8 ODS priorizados por la Institución, realizamos aportes directos a cerca del 50% de las metas definidas en esta agenda estratégica global”.
Para Ana María Osorio, coordinadora Nacional de Sostenibilidad de la UPB, la universidad apuesta por una sostenibilidad integral que salga de los campus y tenga impacto social.
¿Cuál es el balance de este Reporte de Sostenibilidad 2022 y cómo llega UPB a ser un referente en esta materia?
El reporte de sostenibilidad es una entrega que se le hace a los grupos de interés de manera anual. Siempre hacemos de manera previa una consulta a esos grupos de interés. Les preguntamos qué quieren saber de la Universidad y nosotros logramos materializar sus intereses en un reporte que se entrega de manera anual y que, de alguna manera, permite que se compile toda la información de lo que hizo la universidad durante el año 2022 y el recorrido que venimos haciendo en los temas de sostenibilidad.
Es un reporte que se hace con una metodología internacional que permite que nos podamos comparar con otras universidades y otras organizaciones que también vienen trabajando en estos temas y que, sin duda, nos permite seguir trabajando en los temas de sostenibilidad, mostrar nuestro interés en función de la Certificación Carbono Neutro, Basura Cero y consolidarnos como un referente en asuntos de sostenibilidad a nivel de América Latina.
¿Qué destaca de este Reporte?
Hay varios asuntos. En primera instancia, la Universidad hizo una apuesta por cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Nosotros tenemos 17 objetivos, pero priorizamos como Institución 8 de ellos. Hay una cosa muy interesante que rescatamos y es que por primera vez cogimos esos 8 objetivos y revisamos específicamente a cuáles metas les íbamos a apuntar.
Entonces, pasamos de una apuesta macro, que de pronto puede ser muy ambiciosa, a una apuesta más decidida, puntual y clara, que son las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se pueden ver en el Reporte de Sostenibilidad. En el portal de la universidad está el documento y ahí aparecen esas metas a las que nosotros le estamos apuntando, muy enfocadas en lo que hacemos en educación, en salud, en temas de huella hídrica, de huella de carbono, en investigación. Y lo segundo es la apuesta que seguimos desarrollando por lo que denominamos la sostenibilidad integral. Es decir, garantizar que los asuntos económicos sigan siendo relevantes para que la Universidad perdure en el tiempo y que ese relacionamiento con los grupos de interés tenga impacto social.
¿Cómo ve que se puede empezar a llegar a un público más amplio y no solo al académico para generar cambios en lo ambiental?
Venimos desarrollando una metodología de medición del impacto de las investigaciones en el Reporte de Sostenibilidad que vamos a entregar a nuestro grupo de interés. Se ha consignado cómo las publicaciones científicas aportan a los ODS, cómo los software, las patentes y demás productos científicos e investigativos aportan al complemento de los ODS, pero venimos desarrollando una metodología para que esa investigación sea con propósito, que permita cerrar brechas sociales, que permita insertarse en los territorios para poder cerrar esas brechas, que permita leer los territorios. Entonces es muy interesante porque no es una publicación para el investigador, sino para la solución de esos problemas sociales y ambientales. Entonces, nada de eso funciona si no se mide, si no diseñamos unos indicadores que permitan hacer esa medición y que permitan, de manera predeterminada, que esas investigaciones generen impacto. Lo importante es no que haya un impacto por casualidad, sino que desde que se están planeando las investigaciones se tenga ya la premisa de cerrar esas brechas sociales.
Venimos avanzando en ese asunto con investigación y este año empezamos a fortalecer la medición del impacto de toda la Universidad, de los currículos, de lo que pasa en las aulas, de lo que pasa en los campus. Recordemos que no solamente es el campus de Medellín, sino que tenemos presencia a nivel nacional, tenemos la Clínica Universitaria Bolivariana. Entonces la idea es que no demos por sentado que la Universidad transforma el territorio, sino que empecemos a medir esa transformación y garanticemos a perpetuidad que lo podemos hacer.
¿Cómo se dio el cambio para que la Universidad Pontificia Bolivariana ahora sea un referente ambiental?
En principio, porque identificamos que el rol de las universidades en general no puede seguir siendo pasivo y en el que simplemente garantizamos la transferencia
de conocimiento y damos por sentado que eso ya por sí solo transforma al territorio.
Identificamos que podíamos seguir siendo y haciendo universidad, pero también garantizando que los campus aportaran de manera decidida; que se volvieran carbono neutro, que lográramos ser basura cero, que pudiéramos desde el currículo empezar a hablar de sostenibilidad.
Es decir, que insertáramos por ejemplo una cátedra de sostenibilidad para cualquier formación en pregrado y posgrado, que las investigaciones aportaran al cumplimiento de esa hoja de ruta y que pudiéramos seguir desarrollando lo que hacemos, pero con un propósito adicional.
Investigación, carreras, doctorados tienen todas las universidades, pero ese compromiso de cara a los retos sociales fue el que quisimos asumir en el momento que sale la Encíclica Laudato Si, que es un llamado al cuidado de nuestra casa común y que nos permite abanderarnos no solamente de los procesos de formación y de transformación a través de la educación, sino también de poner en marcha programas y estrategias que permitan generar esos impactos. Es no quedarnos simplemente en el rol de una universidad que provee transferencia de conocimiento, sino cómo logramos también incidir en la disminución de esas brechas sociales.
¿Qué le sigue o qué se viene después de estos logros y cómo se está trabajando para lograr esas metas?
Tenemos unas metas que están alineadas con los propósitos nacionales y globales, digamos en temas de carbono neutralidad, queremos reducir nuestras emisiones en un 51% a 2030, queremos alcanzar el neto cero a 2050. Estamos alineados con la meta de país y, por supuesto, con la meta regional. Antioquia, a través de su declaratoria de emergencia climática, se ha puesto unas metas y nos ha puesto unos retos también a las organizaciones e instituciones que estamos en el territorio. Por eso venimos desarrollando programas y proyectos que implican disponer recursos tecnológicos, económicos y humanos para que esto pueda desarrollarse. Sabemos que no se agota en la agenda 2030, es decir que en 2030 vamos a revisar qué fue lo que hicimos pero que la hoja de ruta continúa, nosotros nos estamos preparando para los 100 años de la Universidad (dentro de tres años) en función de cómo hemos logrado la transformación de los territorios en dónde hacemos presencia, en dónde estamos ubicados. Eso implica que el Sistema Multicampus, es decir, la estrategia que tenemos hoy además en Bucaramanga, Palmira y Montería se fortalezca. Además, que la labor de la Clínica Universitaria Bolivariana de la mano de la Escuela de Ciencias de la Salud también permita la disminución de esos impactos y por supuesto una apuesta clara y decidida por disminuir el cambio climático que es uno de los frentes más importantes de trabajo. Eso se va a materializar no solamente en nuestro ejemplo siendo carbono neutro, sino también en lograr transferir ese conocimiento a otras instituciones, universidades y demás organizaciones para que también logren ese propósito.
¿Cómo ve a los jóvenes que empiezan a enfrentarse con estas realidades en la universidad?
La labor de los jóvenes es determinante porque siempre nos han preguntado cómo hacer para incorporarlos en esta dinámica de sostenibilidad, cómo llegarles, cómo sensibilizarlos. Nos ha pasado todo lo contrario, que son ellos al final los que son veedores de este asunto en los campus universitarios.
Ellos son quienes abanderan, de alguna manera, la conversación. Están pendientes de lo que se comercializa en los restaurantes, de cómo nosotros estamos trabajando para que el campus tenga infraestructura física y tecnológica, pero también infraestructura verde, espacios de conversación; de que pongamos sobre la mesa los temas de género, de salud mental, porque los asuntos de sostenibilidad también están atravesados por esos temas.
Entonces, nosotros ahí tenemos una población muy activa que nos está preguntando, que nos está cuestionando, que está movilizando la conversación desde ese lugar y para nosotros es un reto porque no tenemos que estar diciéndoles a ellos “aprenda sobre este tema o tome una cátedra de sostenibilidad”, sino que estamos hoy respondiendo a esas necesidades que se nos plantean y eso para nosotros es fundamental porque la conversación deja de ser un monólogo y se vuelve un diálogo. Nosotros hoy no estamos impartiéndole a nadie un conocimiento forzado, sino que estamos permitiendo ese diálogo en clave de sostenibilidad.
¿Cómo se da ese trabajo articulado con otras universidades e instituciones para lograr esos objetivos comunes?
La Universidad Pontificia Bolivariana lidera, desde 2019, una mesa que se llama G8 Sostenibilidad, que es integrada por las universidades que primero recibieron la acreditación de alta calidad, públicas y privadas. Este año se integró el ITM, y la mesa se llama G8+, donde están la Universidad Nacional, la Universidad de Antioquia, la Universidad de Medellín, el CES, la Universidad EIA, EAFIT, la Corporación Universitaria de Lasallista y, por supuesto, la UPB. Ahora se integra el ITM. Es una mesa que nos ha permitido transferir conocimiento, que nos ha permitido identificar cuáles son los puntos críticos de trabajo, que nos ha permitido trabajar conjuntamente,
llevamos tres años haciendo la semana por la sostenibilidad del G8, nos ha permitido aliarnos con el sector público y privado, tenemos alianzas con la Gobernación de Antioquia, con Camacol y digamos con otros gremios para transferir ese conocimiento en clave de sostenibilidad y estamos convencidos de que el trabajo no se puede agotar en la región, sino que tenemos que empezar a trabajar también con otras universidades en otros lugares del país, al final la sostenibilidad se logra así, todos estamos trabajando de manera conjunta y si la transformación se hace de manera conjunta.
¿Y cuál es el principal obstáculo que hay superar para acercarse o llegar a esas metas?
Bueno, hay un asunto de conciliación de cultura de sostenibilidad, el asunto cultural, el asunto de los datos, el asunto de medirnos, es un reto.
Hoy existen muchas métricas a nivel internacional, pero tal vez ninguna que dinamice lo que hacemos en las universidades, nosotros somos por supuesto organizaciones, pero nos comportamos diferente a las empresas manufactureras y de servicios, entonces uno de los retos es cómo logramos medirnos y cómo logramos después de esas mediciones trazarnos esas metas que respondan a la dinámica de lo que es una universidad, docencia, investigación y transferencia, entonces es uno de los retos bien interesantes, pero también es una de las cosas en las que hoy estamos trabajando, cómo definir nuestra métrica y nuestros indicadores para que lo que hagamos logre transformar esos indicadores de gestión, número de estudiantes, número de programas y empecemos a entregar indicadores de impacto, comunidades transformadas y cumplimiento a los objetivos de desarrollo sostenible.