Se dice que la naturaleza siempre regresa por lo que le pertenece. Y ahora lo hará de nuevo. Serán las comunidades indígenas de ocho pueblos de todo el mundo los que entreguen sus conocimientos y saberes sobre cómo han logrado conservar sus tradiciones y proteger sus sistemas alimentarios contra el cambio climático como parte del programa de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Alianza de Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT).
Se trata de un estudio de colaboración en el que se examinaron los sistemas alimentarios indígenas en la Amazonia, el Sahel, el Himalaya, las Islas del Pacífico y el Ártico, con el objetivo de documentar la capacidad única de estos pueblos para conservar la biodiversidad y fomentar la resiliencia de la seguridad alimentaria.
En el documento de análisis se identificaron cientos de especies vegetales y animales de las que dependen esos pueblos indígenas y cómo hacen para generar alimentos de forma sostenible y mejorar la biodiversidad, pese a las inminentes y crecientes amenazas sobre su sobrevivencia, debido a factores climáticos, pero también por acción de grupos ajenos a su propia historia.
La FAO reconoce que los pueblos indígenas “son innovadores dinámicos y siempre lo han sido, aprendiendo unos de otros y desarrollando un enfoque sistémico basado en la observación”.
El informe, titulado “Sistemas alimentarios de los pueblos indígenas: perspectivas relativas a la sostenibilidad y la resiliencia desde la primera línea del cambio ” , estima que son cerca de 500 millones de personas en más de 90 países se definen a sí mismas como indígenas, con conocimientos tradicionales únicos que ofrecen valiosas oportunidades para lograr la seguridad alimentaria y preservar la bioseguridad. El análisis demuestra que dichos sistemas están entre los más sostenibles del mundo en términos de eficiencia, ausencia de desperdicios, modelo estacional y reciprocidad.
El mundo en un solo plato de biodiversidad
El informe de la FAO y de sus socios en la investigación se presenta en momentos en que la comunidad internacional ha puesto de nuevo sus ojos sobre las experiencias y conocimientos de los pueblos indígenas y de las comunidades locales en torno a la conservación de la naturaleza y la protección de la biodiversidad, ejes clave contra el calentamiento y la variabilidad climáticas.
Hace dos semanas, por ejemplo, la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) aprobó la realización de una nueva investigación sobre saberes indígenas y locales como motores directos en la lucha contra el cambio climático y sus conexiones con el agua, la energía, la alimentación, la salud y la calidad del aire.
No sólo los organismos internacionales y los paneles de expertos sobre cambio climático han insistido en la necesidad de incorporar los saberes ancestrales a los programas y proyectos de investigación científica, sino que las propias comunidades indígenas, campesinas, afros y raizales siguen reclamando la protección de sus costumbres y dinámicas culturales como instrumentos de conservación de los ecosistemas.
Y las razones sobran, pues estos grupos generan cientos de productos alimenticios derivados del medio ambiente sin agotar los recursos naturales y logran altos niveles de autosuficiencia.
En el estudio de la FAO, por ejemplo, se asegura que en las Islas Salomón, los melanesios combinan la agroforestería, la recolección de alimentos silvestres y la pesca para cubrir el 70 % de sus necesidades alimentarias con lo que generan.
En la región ártica de Finlandia, mediante la pesca, la caza y el pastoreo, el pueblo inari sámi genera el 75 % de las proteínas que consume.
No obstante sus valiosos aportes, estos sistemas corren grandes riesgos, debido al cambio climático y a la expansión de diversas actividades industriales y comerciales, advierte la FAO.
Qué aportan los pueblos indígenas de Colombia
Los sistemas alimentarios de los pueblos indígenas analizados por el grupo asociado a la FAO incluyen los del pueblo baka, en Camerún, el inari sámi, en Finlandia, los khasi, bhotia y anwal, en la India, el melanesio, en las Islas Salomón, el kel tamasheq, en Malí, los pueblos tikuna, cocama y yagua, en Colombia, y los maya ch’orti’, en Guatemala.
El resguardo tikuna, cocama y yagua (Aticoya) reúne a 23 comunidades asentadas a lo largo de los ríos, caños y lagos de una parte del trapecio amazónico, en Puerto Nariño. Es una comunidad pluriétnica y como resguardo comparten la organización territorial y política asignada por el Estado, pero como pueblos conservan cada uno su identidad cultural (aunque los cocamas están en riesgo de perder su lengua materna).
“A pesar de haber sobrevivido durante siglos, es probable que los sistemas agroalimentarios de los pueblos indígenas desaparezcan en los próximos años, debido a una serie de factores que amenazan su futuro”, dijo Juan Lucas Restrepo, director de la Alianza de Bioversity International y el CIAT.
“Los investigadores deben escucharlos y aprender de ellos para prestar apoyo a sus esfuerzos por mantener los conocimientos ancestrales”, agregó, pues estos sistemas variados y únicos combinan distintas técnicas para generar alimentos, como la caza, la recolección, la pesca, el pastoreo y el cultivo migratorio.
Las prácticas móviles, como el nomadismo, son esenciales para vincular las actividades de generación y producción de alimentos a los ciclos naturales de manera resiliente. Estas tradiciones, desarrolladas a lo largo de milenios, permiten que los hábitats se recuperen y que los ecosistemas se repongan y proporcionen alimentos frescos, nutritivos y diversos.
“Su carácter adaptativo es el elemento principal que hace que estos sistemas alimentarios sean resilientes. Los pueblos indígenas adaptan sus actividades de generación y consumo de alimentos al modelo estacional y a los ciclos naturales que se observan en los ecosistemas que los rodean, y no al revés, como hace la mayoría de las demás sociedades”, dice uno de los apartes del informe de la FAO.
Producir conservando, conservar produciendo
Por conducto del Centro de conocimiento mundial sobre los sistemas alimentarios de los pueblos indígenas, la FAO sigue trabajando con 18 organizaciones de pueblos indígenas y centros de investigación para generar conocimientos conjuntamente y aportar pruebas de la singularidad de los pueblos indígenas a la hora de generar alimentos de forma sostenible, resiliente y protegiendo la biodiversidad, mediante sistemas alimentarios complejos, con lo que demuestra que producir alimentos sin destruir el medio ambiente es posible e imparte una enseñanza para todos.
En la publicación se señalaron los principales factores internos y externos que afectan a los sistemas alimentarios de los pueblos indígenas y que repercuten en sus perspectivas futuras y en su continuidad como gestores de ecosistemas intactos y como administradores de tierras que contienen el 80% de la biodiversidad que queda.
Se hace necesario, entonces, que las interacciones entre los sistemas tradicionales y científicos de conocimiento sean más eficaces y creativas. Solo así se logrará la transformación de los sistemas agroalimentarios que el mundo necesita.
“En el contexto actual de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), los pueblos indígenas que pueden confiar en sus sistemas alimentarios tradicionales para generar alimentos lo están pasando mejor que otras comunidades que dependen del mercado para cubrir sus necesidades alimentarias. Muchísimo mejor”, aseguró la FAO.
La investigación fue coordinada por la Unidad de Pueblos Indígenas de la FAO y un comité científico compuesto por expertos indígenas y no indígenas de la Alianza de Bioversity International y el CIAT, la Universidad de Massey, el Consorcio Indígena para la Agrobiodiversidad y la Soberanía Alimentaria, el Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo, la Secretaría de la Alianza para las Montañas, el Centro de conocimiento pastoril y las divisiones técnicas de la FAO, incluida la de Pesca.