Educación y sostenibilidad social. Reflexiones desde la pandemia

El presente artículo tiene como propósito reflexionar sobre los retos que enfrenta la educación en el escenario de pandemia y su incidencia en la sostenibilidad social presente y futura. Palabras clave: ecología integral, sostenibilidad social, ecosistema educativo, pandemia.

En escenarios como el actual se necesita pensar en términos de integralidad, como ya lo anticipaba Felix Guatari (1989), en el texto de “Las tres ecologías”, hace más de treinta años nos decía: “Aunque recientemente hayan iniciado una toma de conciencia parcial de los peligros más llamativos que amenazan el entorno natural de nuestras sociedades, en general se limitan a abordar el campo de la contaminación industrial, pero exclusivamente desde una perspectiva tecnocrática, cuando en realidad sólo una articulación ético-política que yo llamo ecosofía entre los tres registros ecológicos, el del medio ambiente, el de las relaciones sociales y el de la subjetividad humana, sería susceptible de clarificar convenientemente estas cuestiones”. Y a renglón seguido de forma lucida continuaba advirtiendo, “El problema es saber de qué forma se va a vivir de aquí en adelante sobre este planeta, en el contexto de la aceleración de las mutaciones técnico-científicas y del considerable crecimiento demográfico.”

 

Resulta entonces pertinente integrar la sostenibilidad social en las tramas discursivas actuales, en las que cuando se habla de sostenibilidad casi siempre en el imaginario colectivo es referida a la relación con la naturaleza, dejando de un lado las relaciones sociales y culturales, integración más que necesaria en un país que vive un recrudecimiento de su violencia. Y en veces se deja por fuera también el complejo mundo de los sujetos y la vida cotidiana, constituidos ellos en gran parte por la mediación que se hace desde el sistema educativo institucional.

 

La Encíclica Laudato Si, también contribuye en la discusión dedicando su capítulo cuarto a una ecología integral, en una visión compatible con la propuesta de Guattari, aunque puedan parecer lejanas por las apartadas posturas ideológicas entre el pensador francés militante de la izquierda, y la tradicional iglesia católica, lo que demuestra es la capacidad que tiene de integración el pensamiento ecológico.

 

En esta última se dice, “Dado que todo está íntimamente relacionado, y que los problemas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial, propongo que nos detengamos ahora a pensar en los distintos aspectos de una ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales”. En resumen, ella comprende la ecología ambiental, económica y social; la ecología cultural; y la ecología de la vida cotidiana. En referencia a la ecología social la encíclica enfatiza que ella implica necesariamente la salud de las instituciones de una sociedad, son éstas desde diversos niveles que tienen incidencia en el ambiente y en la calidad de vida humana.

 

Entonces, en la perspectiva de la ecología integral ¿de qué hablamos cuando hablamos de sostenibilidad social?

 

Aunque existen varias conceptualizaciones, la RAE en su diccionario ya contempla el término de sostenibilidad social, como aquella que “busca fomentar las relaciones entre los individuos y el uso colectivo de lo común conjugando crecimiento económico y respeto ambiental con bienestar social, fomentando el mantenimiento y la creación de empleo, protegiendo la seguridad y la salud de las personas, asegurando la reducción de la pobreza y las desigualdades, y evitando las situaciones de exclusión social.” De allí que las instituciones y el ecosistema educativo destaquen al momento de pensar en la sostenibilidad social. Teniendo presente la definición anterior entre muchas razones que se pueden encontrar en el escenario de pandemia, encontramos las siguientes:

 

-Por lo que el acceso a la educación significa en términos de equidad e inclusión social.

En cuestión de semanas, se ha cambiado la manera en la que los estudiantes aprenden, y justo estas transformaciones nos dan un vistazo a las fallas en materia de equidad que sigue presentando nuestro sistema educativo. La mayoría de las instituciones educativas, tanto de educación básica, media y superior están encontrando soluciones provisionales para seguir enseñando, donde la calidad del aprendizaje depende en gran medida del acceso a las herramientas digitales y conectividad. Antes de la pandemia, el internet y la tecnología eran considerados esenciales para el desarrollo del sector de la educación, lo que en la actualidad se hace aún más evidente.

 

Un artículo de la revista Semana (2020), en razón de la conmemoración del día del Internet, exponía según los datos más recientes ofrecidos por MinTic, en Colombia cerca de 21,7 millones de personas cuentan con acceso a internet, frente a 23,8 millones que están en las zonas más apartadas y carecen de conectividad. Además, un reciente informe del instituto británico Cable.co.uk, ubica a Colombia en el puesto 131 en velocidad de internet, con un ancho de banda promedio de 3,4 megas, mientras que la velocidad promedio real en una ciudad como Taiwán es de 85 megas.

 

La situación empeora cuando se trata del campo, un artículo de la Universidad Javeriana (2020) referencia que el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) indica que solo alrededor de un 26% de los estudiantes en zonas rurales tienen conectividad frente a un 89% en zonas urbanas. Si bien las clases virtuales en tabletas personales pueden ser la norma en ciudades con nivel tecnológico como Hong Kong, muchos estudiantes en economías como las nuestras, incluso por el número de personas en casa no disponen libremente de dispositivos electrónicos, lo cual solventan enviando sus labores a través de WhatsApp o correo electrónico. Desigualdades que, a pesar de existir con anterioridad al cierre de los establecimientos educativos, ahora se han visto amplificadas, este asunto en el actual contexto es tan relevante que se ha discutido si la conectividad debería ser un bien público, un ejemplo cercano fue la decisión de Argentina esta misma semana, declarando los servicios de internet y de telefonía celular como servicios públicos esenciales.

 

Adicionalmente son pocos los docentes preparados en metodología de enseñanza en la distancia. Eso requiere de nuevas capacidades para los docentes. Un mundo para el cual los maestros no están actualizados en su mayoría. Todo lo anterior presenta un enorme desafío de equidad educativa porque las instituciones educativas que pueden ofrecer una experiencia académica virtual completa, con estudiantes que cuentan con dispositivos electrónicos y acceso a la conectividad con calidad, profesores que saben cómo diseñar lecciones en línea funcionales y una cultura basada en el aprendizaje remoto, no son muchas. Por otro lado, lo positivo es que ha puesto el tema en boca de todos los gobiernos en el mundo, empresas, gremios y familia, como una oportunidad para reflexionar acerca de la enseñanza y una oportunidad para introducir cambios significativos.

 

-Por la importancia de la interacción social e integración al lenguaje común.

A toda acción le sigue una reacción, y después de un estado de contingencia como la pandemia en el cual se afronta la hiperconectividad y el distanciamiento físico, es probable que exista un movimiento social en sentido contrario, y ese es recuperar los espacios físicos de encuentro y valorar la interacción humana.

 

En el mundo cada vez hay más pantallas de por medio, las pantallas son relativamente baratas, y reducen costos de personal, por ejemplo, donde había un cajero, como las de los almacenes de grandes superficies, donde existía un auxiliar en un aeropuerto, muy probablemente hoy nos encontremos con una pantalla. Este es el tema de un artículo del New York Times (2019), bastante comentado en redes, titulado “La interacción humana es un lujo en la era de las pantallas”.

 

El artículo exponía como “Conforme aparecen más pantallas en las vidas de las personas pobres, las pantallas están desapareciendo de las vidas de los ricos. Cuanto más adinerado eres, más gastas para no tener pantallas cerca de ti”. Explicaba que mientras los grandes ejecutivos del software de Silicon Valley enviaban a sus hijos a estudiar en ambientes educativos que desarrollaran los postulados de la Escuela Waldorf, que promete una educación casi libre de pantallas, por otro lado, se esforzaban mucho para que las escuelas públicas en Estados Unidos adoptaran programas que exigieran una laptop por estudiante, con el argumento de que los prepararía más para su futuro basado en las pantallas. Pero así no es como los magnates de las tecnologías que construyen ese futuro basado en pantallas están criando a sus propios hijos. Concluyendo: “Así que mientras los niños adinerados están creciendo con menos tiempo frente a las pantallas, los niños pobres están creciendo con más. La comodidad que alguien siente al interactuar con otras personas podría convertirse en un nuevo marcador de clase”.

 

La pandemia se ha convertido en un catalizador para que las instituciones educativas de todo el mundo busquen soluciones innovadoras en un período de tiempo relativamente corto, los espacios educativos son fundamentales para el aprendizaje, porque los aprendizajes son más significativos cuando se construyen en grupos, y desarrollan habilidades como las capacidades de actuar colaborativamente y comunicar. De otro lado, la educación es transmisora de cultura y de valores y por lo tanto el docente difícilmente podrá ser substituido de forma total, como insinúan ciertas corrientes inclinándose a pensar que la tecnología todo lo puede.

 

El reto del futuro consiste en armonizar la inteligencia artificial de los ordenadores, cada vez con mayores capacidades lógicas, con las capacidades cognitivas, sociales, emocionales y los valores de los humanos.

 

Porque como nunca antes todo el ecosistema educativo deba adaptarse a la incertidumbre de un nuevo mundo.

Siguiendo una reflexión de Yuval Noah Harari (2018) en el texto “21 lecciones para el siglo XXI”, por ejemplo, en el año 1020 la gente no sabía muchas cosas acerca del futuro, pero estaba convencida de que las características básicas de la sociedad no cambiarían hacia el 1050, por lo tanto, las personas seguirían plantando la cosecha y criando ovejas, en consecuencia, seguirían enseñando a sus hijos a plantar o a tejer. Por el contrario, nosotros en el año 2020, no tenemos idea de cómo será nuestra sociedad en el 2050, por lo tanto, no sabemos qué hará la gente para ganarse la vida, de allí que muchas de las cosas que hoy aprenden los jóvenes serán irrelevantes en 2050. En este sentido un informe de Dell Technologies, señala que el 85 % de los trabajos en 2030 en los que entrarán la generación Z o centennials -nacidos entre 1994 y 2010- y Alpha -nacidos después de 2010- aún no se han inventado. En medio de esta crisis, nos preguntamos ¿para qué deben prepararse los estudiantes en el futuro?

 

Existe una dicho que reza, “si quieres conocer el futuro, presta atención a los jóvenes”. Muchos sociólogos creen que la generación centennials tiene en sus manos el cambio sustancial que el mundo ha esperado durante tanto tiempo, al menos así lo indica el nuevo libro “1218 Centennials”, que reúne un trabajo de investigación de la agencia de publicidad BBDO y la Universidad Jorge Tadeo Lozano (2020). En ella se deja constancia de las razones por las que dejan de creer en el sistema educativo, se están preguntando si vale la pena estudiar una carrera de 4 años, porque al tener tanta información y facilidades por internet, creen que la educación está sobrevaluada. En un futuro no se tratará de qué tanto conocimiento tiene el trabajador, sino qué tanta capacidad crítica y argumentativa presentan para resolver un problema.

 

No se puede negar que en este gran experimento global y en tiempo real que ha desatado la pandemia, hace también una oportunidad para recordarnos las habilidades que nuestros estudiantes necesitan justo en crisis como esta, tales como la toma de decisiones informada, resolución creativa de problemas y, sobre todo, adaptabilidad y resiliencia que deben integrarse en nuestros sistemas educativos (World Economic Forum). En ese mismo sentido refiere Harari (2018) que existen voces de pedagogos expertos que indican que las escuelas deberían dedicarse a enseñar las cuatro “ces”: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad; habilidades que por el momento ningún currículo oficial ha adoptado como centrales dentro de los planes de estudio.

 

Recreación del ecosistema educativo siguiendo la teoría ecológica de Bronfenbrenner

Para concluir, el ecosistema educativo, al que se hará referencia específica en otro artículo, es y seguirá siendo por algún tiempo más, una pieza clave del desarrollo humano, el logro de la equidad e inclusión social, la estructuración de redes relacionales y comunicacionales para los sujetos; y espacios de innovación educativa de cara a un futuro incierto. De nuestras respuestas colectivas y sistémicas a las perturbaciones introducidas por el Covid19, depende fortalecer las condiciones que contribuyan en materia de sostenibilidad social.

 

Artículos referenciados:
https://www.javeriana.edu.co/pesquisa/tag/conectividad/
https://www.lanacion.com.ar/economia/congelan-tarifas-telefonia-cable-internet-declaran-servicios-nid2427873?fbclid=IwAR2Z6fqcj0OYYWHxpBXTl1YBJPLzrru06rsISxz95E7f_V2cnwmXYAlKbMQ

Guía para reconocer y entender a los centennials


https://www.semana.com/tecnologia/articulo/cuantas-personas-tienen-acceso-a-internet-en-colombia/672031
https://sostenibilidad.semana.com/impacto/articulo/este-sabado-la-humanidad-habra-consumido-los-recursos-del-planeta-para-este-ano/54370?fbclid=IwAR0itwgo8CH_hB-QAiVPv399nIeSX9z0dcTCRzLg25CbqFtgAALO5SRltEk
https://www.weforum.org/agenda/2020/03/3-ways-coronavirus-is-reshaping-education-and-what-changes-might-be-here-to-stay/

 

Mónica Santa.
Mónica Santa.

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