Los devastadores efectos de la pandemia en la salud y la economía mundial han centrado la atención en la forma en que los gobiernos pretenden resolver, por fases, las distintas etapas de un fenómeno de salud pública aún desconocido, impredecible, pero letal: el coronavirus.
A casi seis meses de haber aparecido en el mapa, en la provincia de Wuhan (China), el COVID-19 no sólo paralizó la economía, sino que puso a prueba los sistemas sanitarios, sin distinción, en todo el mundo. Las primeras medidas fueron de choque, pues el objetivo era evitar el mayor número de muertos, contener los contagios, preparar los sistemas de salud y diseñar protocolos de atención en torno a los sectores más afectados por la pandemia que, en últimas, han sido todos.
Sin un panorama aún claro, con muchos interrogantes sin resolver desde el punto de vista epidemiológico, pues no hay todavía una vacuna contra el virus; con liderazgos globales fragmentados, descontentos sociales en aumento y pérdidas económicas incuantificables, las ciudades se enfrentan ahora a una etapa trascendental: preparar la recuperación y mitigar los daños ocasionados por el COVID-19.
Así como no hay una vacuna, menos habrá una receta única que se pueda aplicar a las ciudades, entendidas como ecosistemas. Esto es, los territorios no son edificios, vías, parques, autos, viviendas, sino un complejo tejido donde los seres vivos interactúan con su entorno.
De ahí la importancia de analizar cómo se han preparado algunas de las metrópolis en América Latina y Canadá para enfrentar el COVID-19.
A instancias del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de su Red de Ciudades, Territorios Sostenibles participó en el foro virtual “Coordinación entre diferentes niveles de gobierno: el rol clave de la gobernanza metropolitana en la gestión de la crisis por el COVID-19”, al que concurrieron el director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, Juan David Palacio; Diego Valenzuela, intendente del Partido Tres de Febrero, Argentina; Mila Costa, directora general de la Agencia de Desarrollo de la Región Metropolitana de Belo Horizonte; y Enid Slack, directora del Instituto de Finanzas y Gobernanza Municipal de la Universidad de Toronto.
Entendiendo las particularidades de los territorios y los fenómenos de conurbación en las áreas metropolitanas de todo el mundo, una de las grandes conclusiones del conversatorio es que son las ciudades el escenario ideal para enfrentar, no sólo la pandemia, sino todos los fenómenos ambientales, económicos, políticos y sociales que están relacionados con la sostenibilidad del planeta.
¿Pero cómo hacerlo? Trabajando juntos, a distintas escalas, construyendo consensos y abriendo espacios de diálogo que permitan tomar decisiones más horizontales y definir planes de corto, mediano y largo plazo. En otras palabras, consolidando una Gobernanza metropolitana.
En el Valle de Aburrá (Colombia), por ejemplo, los 10 municipios integrados al Área Metropolitana han logrado en los últimos años construir un modelo de articulación institucional con la academia, los gremios, los empresarios y la ciudadanía, y desatar procesos integrales para la sostenibilidad, no sólo desde el punto de vista de la competitividad y productividad, sino en la regeneración de los ecosistemas, la protección de la biodiversidad, la movilidad sostenible, la producción limpia y, sobre todo, de la calidad del aire.
El director Juan David Palacio compartió las experiencias acumuladas en torno a la pandemia y mostró hechos sobresalientes en la aplicación de la tecnología para controlar la propagación del virus. Haber desarrollado una aplicación (Medellín me cuida) fue fundamental para construir mapas de calor y hacer seguimiento epidemiológico, así como para activar de forma gradual la actividad productiva en los 10 municipios del Valle de Aburrá.
Se creó un Consejo Metropolitano de Desarrollo Económico y se vienen aplicando protocolos consensuados con los distintos actores, en especial con las empresas, para el uso del transporte público (capacidad máxima del 35 por ciento en los sistemas públicos), la habilitación de ciclorrutas en zonas de alto tráfico, así como sistemas de alertas tempranas en materia de contagios. La reactivación de grandes obras de infraestructura ha sido central en la generación y preservación de empleo.
Valenzuela habló de los buenos resultados obtenidos en la provincia de Buenos Aires, pero llamó la atención sobre las grietas aún vigentes de la gobernanza metropolitana por razones políticas, pues cada dos años hay elecciones.
La pandemia dejó al descubierto esas tensiones y eso provocó, de alguna forma, una indisciplina social que hizo más difícil la toma de decisiones colectivas. Destacó la acción conjunta de los gobiernos locales en la atención de las urgencias de alimentación y la disposición rápida de los testeos del COVID-19.
Mila Costa, de Belo Horizonte, mostró en detalle los problemas de articulación en Brasil y aseguró que hoy más que nunca es necesario reexaminar el modelo de gobernanza en su país, dado que la politización de la crisis es un gran desafío para América Latina. “La pandemia resaltó las necesidades de la planificación responsable”.
La doctora Slack, de Toronto, no dudó en asegurar que las zonas metropolitanas son la clave para la recuperación económica pos-pandemia, pues será en las ciudades donde se visibilicen las acciones de cambio que deberemos enfrentar como sociedad.
La gobernanza metropolitana, dijo, es factor crítico para la provisión de varios de los servicios que las ciudades deben brindarles a sus ciudadanos, a sus entornos ambientales y a su biodiversidad. “No hay una receta única, pero sí instrumentos comunes: trabajar juntos, dialogar a múltiples escalas, articular de abajo hacia arriba de la institucionalidad y empoderar a los ciudadanos”.
Los expertos coincidieron en que es la asociatividad un camino seguro y duradero para enfrentar la “nueva normalidad”.
Una normalidad que no puede tener el rostro pre-pandemia, sino el alma, el cuerpo y el corazón de una nueva ciudad, la de la solidaridad y la cooperación.