Si usted es uno de los que hoy puede decir que tiene trabajo, cuídelo y cuídese. Puede darse por bien servido, porque este 1º de Mayo, Día Internacional del Trabajo, el mundo afronta por segundo año la más grande crisis sanitaria, económica y social del último siglo, con cientos de miles de muertes, contagiados, nuevos desempleados y más pobres por todo el planeta.
De los estragos de la pandemia del COVID-19 nadie se salva, pero, en efecto, a unos les ha ido peor que a otros. Sobre todo, los más pobres y vulnerables, las mujeres, los jóvenes y los migrantes, han soportado los efectos causados por la parálisis de la economía global, el cierre de toda clase de negocios y empresas, el despido masivo de empleados, el cierre de escuelas y colegios, y el confinamiento prolongado afectó severamente muchas actividades de la llamada economía informal.
Las cifras globales de pérdidas de empleos en 2020 son dramáticas: entre 99 y 124 millones de personas perdieron sus puestos de trabajo, 22 millones de ellos en América Latina; y 2.4 millones de éstos, en Colombia.
Y como si fuera poco, en nuestro país, los datos recientes no son nada alentadores. El DANE estableció ayer que la población desempleada en Colombia para marzo de 2021 fue de 3,4 millones de personas (14.2%), esto es, 468.000 personas más respecto de las cifras de 2020, cuando fue de 2,9 millones, y la pandemia comenzaba a hacer estragos.
Y como empleo es sinónimo de ingresos, ante mayor desempleo, mayor pobreza monetaria. Y no podría ser distinto, pero sí más grave: la pandemia llevó a un aumento de 6,8 puntos porcentuales de pobreza monetaria (cuando el ingreso es de 331.688 al mes) en Colombia, con lo que ascendió a 42,5% en 2020, es decir, 21 millones de personas están en esa condición. La pobreza extrema (ingresos por 145.004 por mes) ascendió a 15,1%, lo que quiere decir que hubo un incremento de 5,5 puntos, según el DANE.
Mal de muchos, consuelo de…
Los graves efectos económicos y sociales provocados por la pandemia no son iguales en todo el mundo, pero sí dejan ver las asimetrías y las desigualdades entre los países más ricos, los de ingresos medios y los más pobres.
En el más reciente informe semestral del Banco Mundial, “Volver a Crecer”, elaborado por la Oficina del Economista Jefe Regional en Washington, la región de América Latina ha sido una de las más afectadas en términos económicos y sociales.
La caída estimada del Producto Interno Bruto (PIB) de la región superó tanto la de las economías avanzadas como la de todas las demás áreas en desarrollo. Salvo en un par de casos, los resultados en este frente han sido sistemáticamente negativos. Algunos países del Caribe experimentaron una mayor caída de la actividad económica, debido a su fuerte dependencia del turismo.
Las tasas de desempleo aumentaron, en algunos casos, de manera significativa. Las tasas de pobreza también se han disparado, aunque las transferencias sociales, en algunos países, a gran escala, contribuyeron a amortiguar el impacto social de la crisis.
En el caso de Colombia, por ejemplo, pese al impacto negativo total, los programas sociales que se implementaron en 2020, entre otros, el ingreso solidario, el apoyo al empleo formal y la devolución del IVA a los más pobres, lograron que se redujera el número de personas que entrarían en esa condición de no haberse hecho nada, con recursos entregados por más de 30 billones.
«Si no se hubieran implementado esas ayudas, la pobreza monetaria en 2020 no hubiera sido de 42,5%, sino del 46,1%. Es decir, 3,6 puntos porcentuales más”, dijo Juan Daniel Oviedo, director del DANE. Ese porcentaje equivale a casi 2.5 millones de personas.
Lo que no permite mejorar esos indicadores y, por el contrario, dificulta las soluciones en el mediano y largo plazo, son los altos índices de informalidad en Colombia, donde cifras oficiales estiman que cerca del 55 por ciento de las personas en edad de trabajar está en la informalidad, sin cotizar a pensión y menos a salud.
Por sectores, las mujeres siguieron siendo las peor libradas respecto del desempleo en Colombia. De cada puestos de trabajo que lograron conseguir los hombres, una mujer lo perdió; y por cada hombre que lo perdió, dos mujeres quedaron cesantes.
En 2020, las mujeres en Colombia perdieron 1. 4 millones de trabajo, debido a la pandemia, según el Dane. Esto significa que, la población ocupada de las mujeres pasó de 9.22 millones, según registros de 2019, a 7.79 millones.
El documento del Banco Mundial asegura que hay razones de peso para creer que la crisis del Covid-19 tendrá un impacto duradero sobre la actividad económica en el corto plazo y de cómo se atienda la emergencia en la pos pandemia dependerá el grado de recuperación y generación de empleo.
De hecho, el análisis del BM demuestra que en toda la región de América Latina y el Caribe una muerte por COVID-19 comunicada de forma oficial se asocia con 1,85 muertes adicionales con respecto de un año “normal”. Esta cifra es considerablemente superior a las 1,27 muertes adicionales estimadas para los países que no forman parte de la región.
Un punto que preocupa a los organismos internacionales y agencias de cooperación es que durante la mayor parte de 2020, la población infantil permaneció alejada de los centros de enseñanza en toda la región, y es posible que parte de ella no regrese nunca a las aulas.
El distanciamiento físico y la demanda laboral deprimida han reducido drásticamente el empleo y las mujeres se han visto afectadas de manera desproporcionada. Los niveles de deuda pública también han aumentado y es posible que muchas empresas no puedan cumplir con las obligaciones contraídas con acreedores y proveedores.
Menos educación y experiencia laboral se traducirán en una reducción de los ingresos en el futuro; al mismo tiempo, el exceso de deuda podría crear tensiones en el sector financiero y frenar la recuperación.
De hecho, Colombia afronta en estos momentos una tensión social de graves consecuencias, producto de la presentación ante el Congreso de una reforma tributaria que, según los expertos, golpea a los más pobres y a la clase media, dos sectores muy golpeados por el coronavirus.
El Gobierno busca recaudar cerca de 24 billones de pesos y evitar que el déficit fiscal, que asciende a unos 90 billones, no sólo acabe con los programas sociales, sino que el país pierda su grado de inversión que otorgan las calificadoras de riesgo y los costos de los créditos multilaterales se disparen al mismo tiempo.
Qué hacer para salir de la encrucijada
No existe una única receta, pero los expertos han logrado llegar a un consenso sobre cuáles son los mínimos requeridos para restablecer el orden y, por qué no, mejorar muchas de las condiciones que había antes de la pandemia.
Así, mientras la hostelería y los servicios personales sufren los efectos a largo plazo, las tecnologías de la información, las finanzas y la logística podrían cobrar un nuevo impulso. “Si los sectores que se expanden son más productivos que los que se contraen, la productividad agregada debería aumentar a medida que la economía regresa al pleno empleo”, señala el BM.
Los expertos del Banco Mundial examinaron los impactos que podría tener la crisis sobre las tasas de pobreza de la región de América Latina, donde los umbrales se han fijado en 5.50 dólares de ingresos por persona y día. Esta cifra se mide en precios de Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) para tener en cuenta las diferencias en el costo de vida entre los países.
La participación de hogares que viven con menos de esos 5.50 dólares por persona y día habría aumentado del 22%, en 2019, a 26,5 % en 2020, si no fuera por las medidas de emergencia adoptadas en respuesta a la crisis. Si se tienen en cuenta dichas medidas, en 2020 la tasa de pobreza de la región podría haber caído hasta el 21,9%.
Si no se hubieran tomado medidas de mitigación, la crisis del Covid-19 habría aumentado el número de personas pobres en América Latina y el Caribe en 28 millones, con respecto de 2019.
La ruta, entonces, es que los gobiernos deberán tener en cuenta que las medidas de apoyo a los ingresos, las campañas de información pública, las campañas de pruebas de detección y vacunación, y las restricciones a los viajes internacionales tuvieron un impacto positivo, mientras que otras medidas más draconianas no tuvieron ningún impacto.
Según la estimación más reciente, el PIB de la región será un 2,6 % más bajo a finales de 2021 que a finales de 2019. En términos per cápita, la caída es aún mayor, ya que alcanza el 4,5 %.
Mujeres y jóvenes, los más afectados
Los sectores más golpeados por esas caídas fueron los de las mujeres y de los jóvenes. Este sesgo de género puede no ser visible cuando se analiza el número absoluto de puestos de trabajo perdidos, pero se hace evidente cuando la pérdida se mide con respecto de los niveles de empleo previos a la crisis, advierte el BM.
Este mayor impacto, agrega, coincide con una mayor participación de mujeres que trabajan en el comercio minorista y los servicios personales, dos sectores directamente afectados por el distanciamiento físico.
Además, con el cierre de los centros de enseñanza durante varios meses, es posible que las mujeres hayan asumido una parte aún mayor de las responsabilidades en el hogar, especialmente en los países con normas sociales más patriarcales.
La tasa de desocupación regional se ubicó en 10,7% al cierre de 2020, lo que representa un incremento de 2,6 puntos porcentuales respecto del valor registrado en 2019 (8,1%). La caída generalizada del empleo y la salida de la fuerza de trabajo ha afectado con mayor intensidad a mujeres, trabajadoras y trabajadores informales, jóvenes y migrantes.
El último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estimó que en 2020 la tasa de pobreza extrema en América Latina se situó en 12,5% y la tasa de pobreza alcanzó el 33,7% de la población.
Ello supone que el total de personas pobres ascendió a 209 millones a finales de 2020, 22 millones de personas más que el año anterior. De ese total, 78 millones de personas se encontraron en situación de pobreza extrema, 8 millones más que en 2019.
Así mismo, los gobiernos implementaron 263 medidas de protección social de emergencia en 2020. Estas alcanzaron al 49,4% de la población, aproximadamente 84 millones de hogares o 326 millones de personas. Sin esas medidas, la incidencia de la pobreza extrema habría alcanzado el 15,8% y la pobreza el 37,2% de la población.
El desempleo durante largos periodos erosiona las cualificaciones y puede socavar los hábitos de trabajo. La menor calidad de los puestos de trabajo que obtuvieron muchas de las personas que recuperaron el empleo puede, a su vez, estar asociada con una menor productividad general.
Asimismo, la mayor reducción del empleo de las mujeres, en términos relativos, deshace algunos de los avances hacia la igualdad de género que América Latina y el Caribe había logrado en las últimas décadas. Nada de ello presagia buenas perspectivas a largo plazo para la región. La media en la región es similar: uno de cada cinco empleos generados es para las mujeres, mientras por cada despido en los hombres, se dan tres en las mujeres.
Hay todo por hacer
En el contexto de esos indicadores, el Banco Mundial y la CEPAL coinciden en que a pesar de los pronósticos de crecimiento, si todo marcha razonablemente bien, las perspectivas siguen siendo muy inciertas y una serie de resultados diferentes son posibles.
En caso de que las condiciones financieras se endurezcan drásticamente y las autoridades no sean capaces de controlar las tensiones financieras y los incumplimientos generalizados, se podrían producir crisis financieras, que posiblemente causaría una reducción de los ingresos en todo el mundo durante otros 12 meses.
Los encargados de la formulación de políticas deberán equilibrar la relajación de las medidas de apoyo fiscal y asegurar la sostenibilidad fiscal cuidadosamente para evitar el retiro prematuro de las medidas de respaldo que se necesitan. Quizás en algunos casos, se requiera el alivio de la deuda para que los países más afectados puedan ayudar a sus poblaciones más vulnerables durante la crisis.
Un esfuerzo integral en materia de políticas puede ayudar a anular algunos de los daños a largo plazo de la pandemia. Este puede incluir, específicamente, medidas que tengan un costo fiscal limitado, como mejorar la gobernanza y el clima para los negocios, fortalecer la eficacia del gasto en capital humano y físico, y fomentar la flexibilidad económica.
Un esfuerzo extenso de un gran número de países para aumentar la inversión y la educación y reducir la brecha entre las tasas de participación laboral masculina y femenina podría revertir los impactos adversos de la pandemia en el potencial de crecimiento.
Una medida con un posible gran impacto será priorizar la inversión en proyectos de infraestructura ecológica con una elevada rentabilidad económica. Promover la adopción de tecnologías ambientalmente sostenibles puede respaldar un mayor crecimiento mitigando al mismo tiempo los efectos del cambio climático.
Siempre que los efectos distributivos de las políticas ecológicas se gestionen y los proyectos se elijan cuidadosamente, los paquetes de estímulo que incluyan proyectos en los que se tiene en cuenta el medio ambiente podrán aportar beneficios creando empleo y aumentando la productividad.
Retos que se vuelven oportunidades y éstas en ecuaciones sostenibles, con las 3P: Personas, Planeta y Prosperidad.