¿Logrará Tokio2020 ocupar uno de los tres cajones del podio de la sostenibilidad en unos Juegos Olímpicos? Le será difícil, porque no obstante haberse prohibido la presencia de público y, en consecuencia, evitado cientos de miles de viajes por aire y por tierra, la demanda de tecnología, redes sociales, transmisiones por streaming, videoconferencias y demás plataformas digitales, tendrá efectos aún no calculados sobre la huella de carbono global.
Y no es para menos. Los consumos de energía y, por ende, de emisiones de gases de efecto invernadero provocados por los encierros masivos durante la pandemia, aumentarán dramáticamente en desarrollo de los Juegos Olímpicos.
Un hecho puede ayudarnos a entender los efectos. En reciente publicación de Resources, Conservation & Recycling (RCR), un grupo de investigadores se dio a la tarea de medir la huella de carbono de internet y de algunos de las plataformas digitales de mayor demanda global.
Los investigadores le siguieron el rastro al impacto de cada gigabyte de datos usados para navegar en la red, disfrutar juegos online, hacer video streaming a través de plataformas como Netflix y videoconferencias por Zoom, todas ellos instrumentos vitales en el día a día de los Olímpicos, no sólo en las sedes, sino en millones de sitios alrededor del planeta.
La huella global de internet y el almacenamiento de información y transmisión, según el estudio de RCR, producen 97 millones de toneladas de dióxido de carbono anualmente, casi 11 millones de toneladas más que las producidas por Colombia en 2019.
Además de medir la huella de carbono, el estudio estableció que el tráfico de internet requiere el agua necesaria para llenar más de 1 millón de piscinas olímpicas por año y demanda una cantidad de tierra equivalente a la superficie combinada de tres mega-ciudades: Ciudad de México, Rio de Janeiro y New York.
Sin embargo, la huella en carbono, agua y tierra del uso de internet no es la misma en todos los países y depende de las fuentes de electricidad y la eficiencia en su uso. La huella de carbono del uso va de 28 a 63 gramos de carbono por cada gigabyte, de 0,1 a 35 litros en cuanto al agua y de 0,7 a 20 centímetros cuadrados por gigabyte, calcula RCR.
Así, además del acondicionamiento de la Villa Olímpica, donde están alojados no menos de 15 mil atletas de todo el mundo, con rigurosas normas de bioseguridad, restricciones para el desplazamiento, control sanitario permanente y pruebas contra el COVID19, aumento del personal médico inicialmente previsto, los organizadores de los Juegos Olímpicos están enfrentando ahora nuevos desafíos para controlar, además, los intensos cambios de temperatura que se están dando en las distintas sedes, donde se registran olas de calor de hasta 35 grados centígrados a la sombra.
Esa circunstancia ha obligado a aumentar dramáticamente el uso de aire acondicionado y los deportistas vienen demandando mayores consumos de bebidas hidratantes y agua embotellada, además de muchas más horas de demanda de energía eléctrica, pese a que Tokyo2020 dispuso de cientos de paneles solares para tal fin.
A mediados de 2020, los organizadores presentaron ante el Comité Olímpico Internacional (COI) sus planes de manejo ambiental y los Principios de Sostenibilidad que rigen las justas, dentro de los cuales se estimaba alcanzar una huella ecológica cercana a los 2.7 millones de toneladas de CO2 y poner a Tokyo2020 como los Juegos más verdes de la historia olímpica.
Una vez se agudizó y extendió la pandemia del coronavirus, el Comité de los Juegos no sólo decidió prohibir la presencia de espectadores extranjeros y foráneos, sino que ajustó sus metas y a comienzos de julio pasado aseguró que los Juegos estaban diseñados para superar la neutralidad de carbono.
Su afirmación se sustentaba en que, con la participación de más de 200 empresas locales, el Gobierno Metropolitano de Tokio y la Prefectura de Saitama, habían recogido créditos de carbono equivalentes a 4,38 millones de toneladas de emisiones de CO2, lo que superaba con creces la huella estimada inicialmente en 2,73 millones de toneladas de CO2.
Cómo medir los impactos ambientales de unos Olímpicos
Aunque no existe aún un ente independiente e idóneo para medir la huella ecológica que producen unos Juegos Olímpicos, la revista Nature publicó un estudio sobre los impactos ambientales de las últimas 16 olimpiadas y los resultados no son alentadores.
En el documento actualizado por los organizadores de Tokyo2020, dentro del capítulo de sostenibilidad, se estipulan cinco temas principales: Cambio climático, Gestión de recursos, Medio ambiente natural y biodiversidad, Derechos humanos, trabajo y prácticas empresariales justas y Participación, cooperación y comunicación.
El informe detalla las iniciativas y los resultados esperados en materia de sostenibilidad, así:
1. El 100% de la electricidad utilizada durante los Juegos debe proceder de fuentes renovables, con un suministro directo de energía proporcionado por el socio Olímpico y Paralímpico ENEOS, y mediante certificados de energía verde comercializables.
2. Se recogieron 24.5 toneladas de residuos plásticos reciclables que se utilizaron en la construcción de los 98 podios de la ceremonia de la victoria que se utilizarán durante los Juegos.
3. El plástico se recogió con la colaboración de la población de Japón, que donó plásticos domésticos usados para su reciclaje, así como a través de cajas de recogida en aproximadamente 2.000 grandes comercios y 113 escuelas y otras organizaciones.
4. Reducción del consumo de recursos gracias a los esfuerzos por simplificar las operaciones de los Juegos tras el aplazamiento, un enfoque que servirá de modelo para futuros Juegos.
5. Se recogieron cerca de 80 toneladas de reciclaje de tecnología que produjeron 32 kilogramos de oro, 3.492 kilogramos de plata y cerca de 2.200 kilogramos de bronce para elaborar cerca de 5.000 medallas.
Aun así y reconociendo el inmenso esfuerzo de los organizadores para proteger el planeta, los efectos de la pandemia y los coletazos que comienza a dejar la reactivación económica global tendrán incidencia directa en los balances ambientales de Tokyo2020.
¿De qué tamaño serán? No lo sabremos pronto, pero los antecedentes no son positivos.
Desde 2010, según el estudio publicado en Nature, estos mega-eventos no han parado de dar la espalda al verde, pese a que la sostenibilidad representa uno de los tres pilares de la Agenda Olímpica desarrollada bajo el amparo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sus ODS 2030.
Los sectores más críticos de las enormes inversiones y gastos publicitarios de las Justas advierten que de lo que se trata en últimas de un esfuerzo del COI por mantenerse dentro del camino de la sostenibilidad desde 2000, cuando la ONU declaró que el deporte “es otro importante facilitador del desarrollo sostenible”.
No obstante, la falta de un mecanismo de medición coherente de los impactos de los Juegos Olímpicos sobre la sostenibilidad hace imposible conocer con certeza si realmente están siguiendo un camino u otro y de ahí la importancia para el debate el estudio de referencia en Nature.
Tokyo no va a estar en el podio de la sostenibilidad
En esencia, el documento analiza 16 ediciones de los Olímpicos de verano e invierno, desde Albertville 1992 hasta Tokio2020, a partir de tres dimensiones: tener una huella ecológica y material limitada, mejorar la justicia social y demostrar la eficiencia económica. La escala de medición va de 0 a 100.
Los autores lograron establecer una perspectiva para los Juegos Olímpicos Tokio2020 con ayuda de las previsiones lanzadas por la ciudad. Según su evaluación, estos Juegos puntúan en la zona naranja, con 40 puntos, por debajo esa media establecida en 48.
Los resultados mostraron que la sostenibilidad de los Juegos Olímpicos de 1992 a 2020 podría considerarse como media, ya que el puntaje obtenido es de 48. Los puntajes medios para cada una de las tres dimensiones caen dentro de un rango estrecho de 44 en la dimensión ecológica, a 47 en la dimensión económica y 51 en la dimensión social, según el estudio.
El documento destaca la paradoja de que “aunque los Juegos de Invierno de Vancouver en 2010 fueron los primeros en ser proclamados Juegos Sostenibles (puntaje de 39 en la escala) fueron los de 1992 a 2008 mucho más verdes, con una puntuación media de sostenibilidad de 53 puntos, una diferencia estadísticamente significativa.
Los Juegos de Salt Lake City de 2002, los Albertville de 1992 y Barcelona del mismo año, fueron los más sostenibles, pero ninguno de ellos alcanzó la zona verde, limitada por un puntaje de 75, pues solo consiguieron 75, 69 y 56 puntos respectivamente.
Esos registros llevaron a que los expertos que realizaron el estudio aseguraran que “la retórica de la sostenibilidad no se corresponde con los resultados reales de la sostenibilidad, aunque existe cierto margen para realizar unos Juegos Olímpicos más sostenibles”.
Para lograrlo, se deben de seguir una serie de cambios que pueden simplificarse en “tres acciones” a corto plazo: la primera, reducir considerablemente el tamaño del evento. Esto disminuirá la demanda de recursos y la huella de ecológica y material de la nueva infraestructura, al tiempo que disminuyen las emisiones de carbono de los desplazamientos.
Segundo, dicen, celebrar los Juegos siempre en las mismas ciudades podría reducir la perturbación social, el coste económico y la huella ecológica al mínimo, al disponer de unas infraestructuras que se pueden reciclar con el paso de los años.
Y por último, es necesario un cambio de gobernanza de la sostenibilidad a través de un organismo independiente que vele por el cumplimiento de los objetivos de sostenibilidad.
“Hacer que los Juegos Olímpicos sean más sostenibles requeriría un cambio significativo en el actual modelo de negocio. El COI no está dispuesto a hacerlo, también porque se enfrenta a la resistencia de las partes interesadas (como las federaciones deportivas), concluye el estudio.
Por lo pronto, Hiroshi Koniyama, presidente de la Comisión de Planificación Urbana y Sostenibilidad de Tokio2020, dijo al comienzo de esta semana que “seguimos enfrentados a los retos de mantener un planeta y una sociedad frágiles, y nos encontramos en un punto de inflexión para la humanidad. Debemos aprovechar esta oportunidad para ayudar a crear una sociedad mejor”.
Y eso implica una sociedad y un planeta más sostenibles, porque está en juego, no una medalla, sino la propia supervivencia humana.