El mundo de la ciencia anda todo alborotado. Y el planeta tierra enloquecido. O bueno, enloquecidos estamos los humanos con la noticia dada a conocer ayer sobre el hallazgo de una especie de huella química de fosfina en las nubes de Venus, el planeta más cercano a nuestra Casa Común.
¿Qué si es vida? ¿Qué tipo de vida puede ser? ¿Cómo comprobarlo? ¿Quién lo dijo? ¿Estamos hablando de extraterrestres? Claro, como pasa en estos casos, siempre hay más preguntas que respuestas, pero ya habrá tiempo para irlas resolviendo y, sobre todo, para asimilar con prudencia la dimensión de la noticia que entregaron los científicos europeos y estadounidenses.
Que quede claro: no encontraron vida en Venus. Es una huella química (una especie de gas fétido llamado fosfina) en las nubes del hermano planeta y, por lo pronto, su composición podría advertir condiciones y elementos propios de la vida, pero no como la conocemos los terrícolas.
Los expertos han sido prudentes. El hallazgo es aún preliminar y necesita ser confirmado y para hacerlo hay que llegar a Venus. ¿Será eso posible?
Veamos las posibilidades: Lo primero es que Venus es el hermano gemelo de la Tierra. Nacieron por la misma época, hace cerca de 4.500 millones de años, pero como pasa en nuestro planeta, tomaron caminos distintos y enfrentaron “vidas” contradictorias.
Mientras nosotros tenemos océanos, en Venus desaparecieron y crearon una especie de mar de gases y vapores tóxicos, con una atmósfera pesada y gruesa, llena de capas con corrientes que rotan en direcciones, velocidades y altitudes distintas. Allá llueve, pero no cae agua, sino gotas de ácido sulfúrico. El dióxido de carbono flota en cantidades incalculables y mortales, mientras en la Tierra los océanos lo absorben y posibilitan nuestra vida.
En nuestro vecino planeta, el efecto invernadero es extremo y la temperatura en la superficie es de cerca de 462 grados, suficiente para fundir plomo. De color anaranjado, con un cielo bajo y neblinoso, con una presión equivalente a la que hay a 1.600 metros bajo el mar. Venus es el planeta más caliente de todo el sistema solar.
Pero mientras el piso es el infierno, un poco más arriba existe el paraíso. A escasos 60 kilómetros de altura existe una delgada capa donde las condiciones son perfectas para albergar la vida, tal como la conocemos. Allí, los vientos son suaves y melodiosos, y la temperatura oscila entre -1 grados y 93ºC, ideal, si se quiere, para cualquier tipo de organismo extremófilo terrícola.
Así las cosas, si hubo vida en Venus, hay que buscarla en esta cintilla mágica en forma de nube de nuestro hermano gemelo. Hacia allá apunta el telescopio de los científicos.
Qué se encontró
La investigación se publicó ayer en Nature Astronomy después de años de trabajo de la Universidad de Cardiff y del MIT y en ella se asegura que fue detectada una especie de huella química de lo que podrían ser señales de vida microscópica, precisamente en esa cintilla de nubes de Venus.
Se trata de una molécula de “fosfina” (fosfano, por su nombre oficial) en la atmósfera del planeta. La fosfina es un derivado fétido y tóxico del fósforo. Se ha usado como arma, como insecticida y es un residuo de la producción de metanfetamina, catalogada como droga de uso.
En el comunicado de los investigadores se advierte que desde hace años se sabe que los mayores planetas del sistema solar, Júpiter y Saturno, generan fosfina, al unir un átomo de fósforo y tres de hidrógeno en sus capas internas, que están a más de 500 grados, en un proceso totalmente ajeno a la presencia de vida.
Aun así, en la Tierra también hay fosfina y su fuente principal se asocia a microbios que viven en entornos donde no hay oxígeno, incluido el fondo de algunos lagos, las aguas fecales y el intestino de animales, incluidos los humanos, según los responsables del hallazgo.
La cantidad de fosfina detectada en Venus es 10.000 veces más alta que la que podría producirse por métodos no biológicos. La primera evidencia de la presencia de este compuesto se captó en 2018, con el telescopio James Clerk Maxwell, desde Mauna Kea, Hawai.
La detección de fosfina no fue concluyente para entonces, pero un año después, los astrónomos usaron otro radiotelescopio más potente (ALMA) desde el desierto de Atacama, Chile, y la presencia de fosfina era mucho más clara, aunque solo se captó una de las líneas de emisión de radiación de las muchas que puede emitir este compuesto.
Parte de los científicos que firman el estudio publicaron antes otro en el que concluían que la presencia de fosfina en un planeta rocoso como Venus solo puede deberse a la presencia de vida, pero ahora fueron más cautos. “La detección de PH3 (símbolo de la fosfina) no es una prueba sólida de vida, solo de química anómala que no podemos explicar”, dijeron en el comunicado.
Kevin Zahnle, uno de los científicos planetarios de la NASA, experto en Venus y quien hizo parte del grupo de revisores del estudio, dijo que “generalmente la fosfina se asocia a la vida, pero en realidad es un producto abiótico que se encuentra en el entorno donde se descomponen los seres vivos después de morir”.
Eso no da respuestas definitivas, pero el experto recordó que “los libros de texto nos dicen que la forma de hacer fosfina en el laboratorio es calentando ácido de fósforo” y, entonces, se pregunta: “¿qué es más fácil de imaginar, gotas de ácido de fósforo que se evaporan al caer o vida en las nubes?” Y él mismo respondió: “lo primero”.
Luego, el alboroto con Venus tiene su justificación, porque si algo ha buscado el hombre desde la Tierra es encontrar vida por fuera de ella. Y si es donde está su hermano gemelo, mejor, así tengamos de él la imagen de un vecino problemático, irascible, calenturiento y tóxico que, por razones desconocidas y pese a haber nacido del mismo vientre, se convirtió en un hijo calavera del sistema solar.