La ciencia lleva décadas tratando de entender qué nos pasó como especie para haber alterado de forma tan dramática la estabilidad del planeta y poner en riesgo nuestra propia supervivencia. Para ello, estableció que son nueve los límites planetarios y fijó para cada uno de ellos el llamado “punto de inflexión”, es decir, ese punto en el que un cambio se hace irreversible.
Y la mala noticia es que ya superamos ese punto de inflexión en cuatro de los límites planetarios, en tres vamos más o menos bien y de dos no hemos logrado fijar dicho punto de quiebre, aunque los datos en estos últimos son peligrosos.
Pero cuáles son esos límites establecidos por la ciencia. Por supuesto que no tienen un orden cronológico, pero están estrechamente relacionados, pues los efectos de unos repercuten en los demás.
Esos límites están representados en: 1. El clima del planeta. 2. La salud de los bosques. 3. La biodiversidad. 4. La calidad del suelo. 5. La disponibilidad de agua dulce. 6. La protección de la capa de ozono. 7. La acidificación de los océanos. 8. La contaminación del aire, y 9. La presencia de otros contaminantes, entre otros, los aerosoles.
Qué fue lo que nos pasó y cómo podemos mitigar los daños
En “Romper los límites: la ciencia de nuestro planeta”, un revelador documental que se puede ver en la plataforma de Netflix, el científico británico y periodista de naturaleza, David Attenborough, nos lleva de forma mágica, a través de los datos y las imágenes, a entender lo que nos ha pasado como especie y cómo podemos salvarnos de la cada vez más inminente extinción masiva.
Y la mejor forma de hacerlo está en la sencilla forma como arranca el documental: con un viajero que conduce en medio de la oscuridad del bosque, sin luces y sin dirección correcta, pero que encuentra en la ciencia los faros que necesita para poder ver los riesgos que se encontrara durante su recorrido.
Para el profesor Rockström, la ciencia es esa ventana que sigue abierta para permitir que logremos ver otros caminos posibles y necesarios para la humanidad. “Somos la primera especie sobre la tierra que sabe que estamos socavando la estabilidad planetaria y poniendo en riesgo el desarrollo humano”, dice.
Entre las muchas sombras que siguen apareciendo sobre la tierra, el profesor sueco destaca que la especie humana ha logrado en 50 años desestabilizar lo que durante más de 10 mil años permaneció estable y eso se ve reflejado en evidencias que no admiten interpretaciones.
El ser humano ha creado una nueva era geológica, no sólo biofísica, el Antropoceno, sino que puede entender que el futuro no está predeterminado, está en nuestras manos, y todavía es posible cambiar de rumbo. La interconectividad y el conocimiento científico cubren todo el planeta y, en consecuencia, “somos la conciencia de la tierra, su cerebro, debemos pensar y actuar en torno a un propósito común y coordinado”, asegura Rockström.
Veamos entonces qué pasa con esos límites planetarios.
El clima del planeta
Sin duda que la situación del clima en el planeta, según los científicos del Instituto Potsdam de Investigación sobre el Cambio Climático en Suecia, es el elemento central en la estabilidad de la tierra, porque los registros históricos permiten inferir que el cambio de era, del Holoceno al Antropoceno, fue determinante en la transformación de los ecosistemas planetarios.
En otras palabras, la aparición del hombre sobre la tierra cambió todas las reglas de juego en la naturaleza y trastocó el equilibrio que durante millones de años se mantuvo en torno al clima del planeta.
El profesor e investigador sueco, Johan Rockström, logró simular la temperatura del planeta durante los últimos 100 mil años y estableció que durante ese período glaciar, la variación del clima estuvo entre (+/-) los 10 grados Celsius, pero que éste se estabilizó en (+/-) 1º C desde hace 10 mil años, en lo que conocemos como la era del Holoceno, es decir, la época de estabilización del planeta.
El Holoceno lo que hizo fue generar un clima más cálido y, de paso, estabilizó el nivel del mar, las predicciones sobre los ciclos de las estaciones fueron más exactas y la confianza en la variabilidad climática permitió el asentamiento de nuevas civilizaciones humanas.
El sapiens domesticó los cultivos de maíz, arroz, sorgo, té y el trigo, al mismo tiempo y en todos los continentes. Extendió su huella sobre el planeta y comenzaron cientos de procesos de desestabilización de los ecosistemas, una especie de tormenta perfecta que hoy nos tiene en los límites de la propia existencia como especie.
Los cuatro puntos de inflexión ya superados
Después de décadas de investigación, verificación de datos, contrastación de fuentes y de trabajo sobre el terreno, los científicos del Instituto Potsdan de Suecia determinaron que el clima del planeta, la deforestación de los bosques, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación de los suelos y las aguas, debido al mal uso de los nutrientes, son los cuatros límites que ya se superaron y alcanzaron su punto de inflexión.
La Red Global de Conocimiento de dicho Instituto asegura que las temperaturas del planeta son cada vez más cálidas y hay cambios dramáticos en las capas de hielo del planeta, no sólo en el Ártico y la Antártida, sino en los demás ecosistemas de glaciares, lo que ha roto la estabilidad del clima de la tierra, porque esos ecosistemas controlaban la cantidad justa de calor sobre el planeta.
“Perder el control de los glaciares es como perder los frenos de un tren en momentos en que se encuentra en la cima y cae libremente sin poder controlarlo. Cada minuto que pasa coge más velocidad y la capacidad de freno alcanza un punto irreversible”, asegura Rockström.
En Groenlandia, por ejemplo, la temperatura de los glaciares pasó el umbral y el ecosistema pierde, en promedio, 10 mil metros cúbicos de hielo por segundo. De mantenerse así, según los expertos, el derretimiento de ese glaciar aumentaría el nivel del mar en todo el mundo en poco más de 7 metros, con las consecuencias que ello tendría sobre cientos de ciudades costeras.
En la región occidental de la Antártida, en el sur del Continente, el cambio climático viene afectando de forma ascendente el casquete polar y el ecosistema pierde cada vez más su masa de hielo. Se estima que de continuar su declive, el aumento del mar sería de 5 metros, mientras en la parte oriental del mismo, ese aumento equivaldría a 50 metros, pues esa zona es 10 veces más grande que la occidental.
Como todo está conectado en el sistema de la tierra, si una de las partes del sistema climático cruza su punto de inflexión, es muy probable que las demás partes se acerquen mucho más a su propio umbral, en una especie de efecto dominó que pone en riesgo todo el sistema.
Si la temperatura de la tierra sigue aumentando como lo está haciendo, provocará cambios irreversibles y la meta de mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC, ojalá en 1.5, no se cumplirá a 2030. Eso representa una mayor humedad de la tierra, más estrés en sus suelos y más reducción en la capacidad de absorción de dióxido de carbono, más calor y nuevas invasiones de plancton en los océanos, lo que asegura que el calentamiento global seguirá en ascenso.
De hecho, en 1998, según los registros del Instituto Potsdam, pasamos el límite de la concentración de dióxido de carbono en la tierra, al registrar 350 partes por millón (ppm) de CO2. En la actualidad, esa cifra alcanzó las 415 ppm/CO2 y entramos en la zona de peligro, pues las proyecciones estiman que estamos cerca de las 450 ppm, lo que hará irreversibles los daños.
El límite del clima en el planeta fue fijado dentro del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático de 2015 en 1.5º C, pero estamos en 1.1ºC, lo que hace urgente acelerar la descarbonización de la economía, la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, la lucha contra la deforestación y la recuperación de los océanos como grandes fábricas de almacenamiento de dióxido de carbono y liberación de oxígeno.
Los límites en la biosfera: Deforestación
Corresponden a los llamados límites de la tierra viva: 1. biomas, selvas tropicales, bosques templados, praderas y humedales. 2. Biodiversidad. 3. Ciclo del agua. 4. Nutrientes: ciclos del nitrógeno y el fósforo.
La mayor preocupación de los científicos está en lo que ocurre en la Amazonia, pues podríamos estar llegando a su punto de inflexión. Mientras la selva tropical permaneció inalterable al comienzo de los 70, la deforestación, la ganadería extensiva y la proliferación de cultivos agrícolas y de plantas de coca, están ocasionando cambios dramáticos sobre ese bioma.
El profesor Rockström instaló allí, en 1998, un complejo sistema de torres de monitoreo con el fin de estudiar cómo esos bosques regulan su propio clima. Lo que vienen encontrando es que la selva amazónica se está secando, pues la estación seca, que duraba tres meses, ahora se extiende a una media de seis días por década desde los años 80.
Los efectos de ese cambio son devastadores. La extensión de la estación seca por un mes más ha provocado la sabanización de cientos de miles de hectáreas de bosque y si la deforestación en la Amazonia llega a superar el 25 por ciento (está en el 17.8), entraríamos al punto de inflexión y se afectaría cerca del 60 por ciento de todo el ecosistema.
Los efectos, según los investigadores, es que la Amazonia podría liberar 200 mil millones de toneladas de dióxido de carbono en los próximos 30 años, lo que equivale al carbono liberado por todo el mundo en los últimos cinco años.
Y no hablamos sólo de la pérdida de bosques tropicales, sino de todo el sistema arbóreo global. Los expertos estiman que un daño total del 25 por ciento de la cubierta forestal global podría desencadenar puntos de inflexión en los demás ecosistemas. Hemos talado casi el 40 por ciento de todo el bioma amazónico.
Los cuatro límites de la biosfera: Pérdida de biodiversidad
La biodiversidad es la que sustenta nuestra propia capacidad de prosperar sobre la tierra, por lo que el límite es claro: debe ser cero la pérdida de la misma, cosa que no ocurre y estamos lejos de alcanzar, según las cifras de los científicos.
Las estimaciones de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) estima que un millón de los 8 millones de especies que hay en el planeta están en riesgo de extinción.
En los últimos 50 años, de acuerdo con el Instituto Potsdam, se ha eliminado el 68 por ciento de las poblaciones globales de vida silvestre que, entre los mamíferos, son apenas el 4 por ciento del total de especies.
Los científicos ponen el énfasis en lo desastroso que puede ser para la humanidad el declive de las especies de polinizadores, pues son la clave de la producción de alimentos, entre otros muchos servicios ecosistémicos.
El 70 por ciento de las especies de cultivos globales dependen de los insectos polinizadores, pero los monocultivos están acabando con ellos. Toda una paradoja, pues para producir alimentos, estamos extinguiendo a los generadores naturales de los mismos.
Ahora, la disminución de la biodiversidad no se limita a los insectos. La agricultura, por ejemplo, ha expulsado a la vida silvestre a poco más del 30 por ciento de todas las aves que existen sobre el planeta.
Aunque no ha sido fácil fijar los límites de la biodiversidad, los expertos coinciden que ya los hemos sobrepasado y el punto de inflexión debe ser cero pérdida de la naturaleza, lo que es compatible, además, con los límites del aumento de la temperatura de la tierra por debajo de los 1.5º C.
Los cuatro límites de la biosfera: Disponibilidad de agua dulce
El 95 por ciento del agua del planeta está en los océanos. El 3 por ciento, correspondiente a las aguas dulces, está en los glaciares y los páramos, y una pequeña parte, el 0.5 por ciento está congelada. Eso refleja la importancia del ciclo hidrológico y la disposición de agua para el consumo y la producción de alimentos.
Ese es el tercer límite planetario que se integra a la biosfera, según el profesor Rockström, pero su punto de inflexión aún está en zona segura, así las proyecciones marquen una ruta peligrosa.
Según los cálculos de los expertos en Suecia, necesitamos 3.000 litros de agua por persona al día para poder asegurar nuestra supervivencia. Es decir, tres toneladas de agua. De esa cifra, 50 litros se usan para beber e higiene; 100 litros para el lavado y las necesidades domésticas; 150 litros para actividades industriales y los restantes 2.500 litros son para la preparación y consumo de los alimentos.
Los estudios realizados por los científicos se hicieron tomando los datos de todas las cuencas del mundo y se definieron cuáles eran los caudales mínimos de cualesquiera de ellas para poder mantener la humedad del ecosistema, pero se encontró que el volumen que se extrae todos los días de los ríos y otras fuentes hídricas advierten de estrés y sequías en muchas de las cuencas analizadas.
Podemos estar aún en zona segura de provisión de agua dulce, pero los indicadores advierten que vamos hacia zona de peligro por estrés hídrico.
De hecho, el planeta tiene cerca de 9.700 millones de habitantes, pero de ellos, 2.100 millones carecen de agua potable (3 de cada 10) y de éstos, 844 millones carecen de servicio básico, es decir, consumen agua contaminada y vierten sus residuos a las mismas aguas que consumen, según informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) de 2019.
El consumo mundial de agua se multiplicó por seis en menos de cinco décadas, el doble de la tasa de crecimiento poblacional, un registro que seguirá aumentando dadas las proyecciones de crecimiento poblacional durante las próximas décadas.
Los cuatro límites de la biosfera: Exceso de nutrientes
Los expertos se refieren específicamente al flujo de nutrientes de nitrógeno y fósforo, elementos predominantes en los fertilizantes que se usan en múltiples actividades humanas.
La presencia en exceso de ambos nutrientes ha provocado daños irreparables en varios ecosistemas, entre ellos, los acuíferos. El documental muestra como la región del báltico pasó de ser un gigantesco tanque de producción de bacalaos para convertirse en un conmovedor cementerio de especies de peces.
El báltico es en la actualidad el mar más contaminado del mundo, debido al vertimiento de nitrógeno y fósforo provenientes de los fertilizantes usados en cultivos y otros sistemas de producción de alimentos, que se ha triplicado en los últimos años en esa región.
Allí se ha dado lo que los biólogos llaman la eutrofización de los acuíferos, es decir, el aumento desbordado e incontrolable de vegetación (plancton) debajo de las aguas, lo que provoca que esas plantas se descompongan, provoquen malos olores, y consuman grandes cantidades del oxígeno contenido en las aguas.
Esa eutrofización cambia la composición química de las aguas y se produce más fósforo de forma natural, lo que agrava el problema. Ese fenómeno también se da en los océanos, en los que son cada vez más evidentes los daños del flujo excesivo de nutrientes y la pérdida de especies marinas.
Acidificación de los océanos: entre la zona segura y el peligro
Así como el ciclo del agua comienza en los océanos, que elevan la humedad de sus aguas hacia las nubes y desde allí se generan las lluvias que alimentan los suelos y los árboles, cuando se emite dióxido de carbono a la atmósfera, una tercera parte de ella termina en los océanos.
Esa mayor presencia de CO2 en los mares provoca un cambio en la composición química de sus aguas y eleva su PH, que es lo que se conoce como acidificación.
Cuando el dióxido de carbono se disuelve en agua produce ácido carbónico y se estima que en las últimas décadas, las aguas de los océanos aumentaron sus niveles de acidificación en cerca del 26 por ciento, lo que ha provocado daños irreparables en muchas de las especies, entre ellas, los moluscos.
El calentamiento de los océanos ha alcanzado niveles récord y a 2100 podría absorber mucho más calor que el ya absorbido durante el pasado medio siglo. Peor aún: si se logra contener el calentamiento global en sólo dos grados más, los mares absorberán entre dos y cuatro veces más calor que en 50 años, aunque de superarse ese límite podrían ser hasta siete veces más, según el informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de 2020.
El océano ha absorbido entre el 20% y el 30% de las emisiones de dióxido de carbono en los últimos 40 años, lo que provoca una reducción de oxígeno que afecta a la biología marina, del mismo modo que ésta se ve perjudicada por el calentamiento del medio acuático.
El nivel del mar aumentó 15 centímetros en el siglo XX y seguirá haciéndolo por el deshielo de glaciares, lo que afectará al 40% de la población mundial, esto es, asentamientos que están a 100 kilómetros de la costa.
En otras palabras, estamos en una zona segura respecto de la acidificación de los océanos, según el Instituto Potsdam, pero vamos hacia la zona de peligro y de inminente extinción masiva de especies marinas.
El blanqueamiento de las zonas de corales es devastador. En los últimos cinco años, los expertos han identificado cinco blanqueamientos continuos y la Gran Barrera de Coral perdió la mitad de sus ecosistemas entre 2016 y 2020.
Los aumentos de la temperatura han cocido, literalmente, los corales y la huella de esos blanqueamientos es 10 veces superior a las que dejaría un huracán de categoría cinco, según los expertos suecos. Los datos indican que ya superamos el punto de inflexión respecto del blanqueamiento de los corales, pero aún estamos en zona segura en relación con la acidificación de los mares.
Los límites no establecidos para otros contaminantes
De las investigaciones hechas por el profesor Rockström y su equipo de trabajo, dos de los factores que contribuyen a la estabilidad planetaria no tienen aún sus límites establecidos por la ciencia.
Uno de ellos está referido a los contaminantes de origen humano, entre otros, los desechos nucleares, los metales pesados, las sustancias orgánicas persistentes y los microplásticos.
Los expertos aseguran que en las últimas dos décadas, la humanidad ha creado más de 100 mil nuevos materiales y cualquiera de ellos podría interactuar de forma catastrófica con los que ya existían desde hace siglos.
Dentro de esos materiales figuran los aerosoles, que son altamente contaminantes. Se calcula que el 75 por ciento de los contaminantes por aerosoles provienen de combustibles fósiles y ocasionan sobre la atmósfera una reducción de la luz solar.
Además, enfrían el planeta y enmascaran los fenómenos de invernadero. Se estima que cerca del 40 por ciento del calentamiento global no es posible medirlo con precisión por efecto de los aerosoles.
La mala calidad del aire y la capa de ozono
La contaminación del aire provoca cientos de miles de muertes cada año en todo el mundo y la Organización Mundial de la Salud calcula en 7.5 millones el número de personas que fallecen por enfermedades asociadas a la mala calidad del aire. La contaminación, dice el profesor Rockström, reduce en tres años la expectativa de vida de cada uno de los habitantes del planeta.
Aunque no existe un límite determinado para la calidad del aire, es evidente que ya cruzamos el umbral. La buena noticia es que, hasta ahora, la protección de la capa de ozono ha sido exitosa y hace parte de los compromisos globales de ley de los países miembros de la ONU.
Un hecho que necesita nuevos y más rigurosos compromisos en relación con la transición energética, los negocios verdes, la bioeconomía, el transporte limpio y el uso de energías renovables no convencionales, la protección de la biodiversidad, la regeneración de los bosques, la descontaminación del aire y de los océanos, la producción limpia y el consumo sostenibles, la economía circular y, por supuesto, la toma de decisiones basada en la evidencia científica.
O como concluye el profesor Rockström: “La ciencia dejó en claro que la crisis climática demanda una misma respuesta común y, por eso, los límites planetarios que se han podido identificar deben ser parte integral de la seguridad mundial, por lo que deben ser acogidos dentro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.