Llorando sobre la leche derramada
“No es bueno llorar sobre la leche derramada”, eso es lo que dice la sabiduría popular cuando nos aconseja evitar mirar a los errores del pasado e intentar seguir adelante. Pero yo, y creo que la mayoría de quienes somos conscientes de lo que estamos perdiendo en esta crisis global, en especial en la crisis ambiental asociada, me resisto a no “llorar”.
Quiero hablarles en esta columna del Holoceno [1]: la que es quizás la época más “benigna” de la historia del clima de la Tierra de la que tenemos registros en el último millón de años.
La época en la que la selva del Amazonas y los bosques de Asia e Indonesia, con su infinita diversidad biológica, revivieron después de estar en el congelador por más de 100 mil años; la época de los arrecifes coralinos que se ven desde el espacio, del surgimiento de la agricultura, de la construcción de las pirámides de Egipto, de la invención de las grandes religiones, del descubrimiento de la astronomía y la teoría de la evolución, de la escritura del código de Hammurabi; la época en la que empezó la era espacial y la vida de la Tierra se posó en la superficie de la Luna.
Quiero hablarles del Holoceno justamente porque se acabó. Al menos así lo muestran los registros de la temperatura media de la Tierra que, por simples que parezcan, cuentan muchas más cosas sobre nuestro complejo planeta de lo que creemos.
Durante el Holoceno, que duró cerca de 12 mil años (120 siglos) la temperatura media de la Tierra varió a lo sumo en poco más de un grado hacia arriba y hacia abajo –más hacia abajo que hacia arriba, el Holoceno fue un período de enfriamiento lento–. En los últimos 100 años la temperatura ha subido más de 1 grado –más de lo que bajó en casi 50 siglos durante el Holoceno– y al final del siglo XXI el planeta estará entre 5 y 12 veces [2] más caliente de lo que esperaríamos por las variaciones naturales en esta época de la historia geológica del planeta. Para entonces, el Holoceno será solo un recuerdo.
Mucho se está hablando últimamente del Antropoceno [3], la época [4] geológica que empezó cuando las actividades tecnológicas de una sola especie, la nuestra, modificaron de forma apreciable el planeta; al punto que, en el futuro, nuestro paso por la Tierra será detectable en los estratos geológicos hoy en formación. En esas “páginas minerales” en las que queda registrada la historia de las rocas y de la vida, profesionales de la geología del futuro –humanos o transhumanos– leerán cómo una sola especie creó una época geológica enteramente nueva.
¡Perturbadoramente interesante!
Sin embargo –y tal vez sea por aquello de la leche derramada–, poco se habla de la época que antecedió al Antropoceno, el paraíso casi perdido del Holoceno.
En este réquiem quiero volver la mirada a la increíble época climática que el azar astronómico, pero en especial la compleja interacción entre la atmósfera, el hielo, los océanos y la vida –otra fuerza geológica–, le regalaron a la Tierra. La época que desperdiciamos en solo dos siglos de “desarrollo” imparable.
Cuando todo comenzó
Todo comenzó una “mañana” [5] de hace unos 17 mil años, un tiempo en el que el mundo estaba todavía sumido en las heladas postrimerías de la última edad de hielo.
En los “días” anteriores, los lugares del planeta que no estaban rodeados por o sumergidos debajo de cientos de metros de glaciares eran en su mayoría yermas llanuras secas o antiguas plataformas continentales emergidas, expuestas después de que el agua de los océanos retrocediera durante miles de años, y fuera absorbida y congelada en los lejanos glaciares. El Amazonas ya existía, pero estaba posiblemente restringido a parches de bosque en el interior del continente americano, cercados por el aire seco de la edad de hielo.
El verano de aquella “mañana” geológica fue sin embargo un poco más cálido que los veranos anteriores. Los glaciares que habían avanzado imparables durante milenios, parecían detenerse ahora ante la llegada de una nueva época. Los mares fríos del trópico empezaron a calentarse y las plataformas continentales emergidas a inundarse con el agua derretida de los casquetes polares y los glaciares.
El cambio había llegado para quedarse. El planeta se estaba calentando. Pero no fue rápido, a la Tierra le tomó otros 5 mil años más salir del “sueño” glacial en el que había estado sumergida muchos milenios.
El producto del cambio, sin embargo, ameritaba la espera. El planeta que emergió de este “repentino” calentamiento era muy distinto al que habían visto los milenios anteriores [6]. Con una temperatura promedio de 3 a 5 grados por encima de los gélidos estándares de la glaciación, las oportunidades para la vida estaban ciertamente al alza.
Pero eso no era lo mejor. Muy pronto, el planeta notó que algo nuevo había en la era que comenzaba. La compleja interacción entre la atmósfera, los hielos, las rocas y la vida que empezaba a repoblar todo el planeta saliendo del congelador en la que había estado atrapada por milenios estaba consiguiendo un milagro con pocos precedentes: la estabilidad climática.
Un nuevo equilibrio en el que la temperatura de la Tierra era estable por milenios auguraba no solo nuevas oportunidades para la vida, sino además tiempo para explotar esas oportunidades al máximo.
¿Había vivido la Tierra tiempos así? No podemos saberlo a ciencia cierta. Las reconstrucciones de la temperatura del pasado más remoto no nos permiten obtener fácilmente la resolución con la que hemos diseccionado los milenios más recientes. Una mirada global a la historia de esas temperaturas muestra, sin embargo, que la estabilidad del Holoceno no tuvo parangón, al menos en el último millón de años [7]. Si extendemos la mirada hacia atrás, con excepción de la época del Plioceno, el clima de la Tierra parece haber sido siempre más voluble de lo que podríamos pensar –o lo que nos acostumbramos a pensar durante nuestra estadía en el Holoceno–.
Mientras tanto la vida
Pero no hay que confundirse. El Holoceno no es la época en la que surgió nuestra especie, así como tampoco es aquella en la que aparecieron y se diversificaron la mayoría de los más de 8 millones de especies que poblaron con vehemencia el paraíso que emergió durante esta era de clima estable.
En realidad, con la excepción de cientos de especies, especialmente de grandes mamíferos, que desaparecieron después del fin de la era glacial –por razones tanto climáticas como por presiones de nuestra propia especie–, las plantas y animales del Holoceno ya existían en tiempos anteriores. Había loros, antílopes, medusas, chimpancés, y también manzanos, orquídeas y palmas de cera viviendo en el planeta desde la era glacial. No todo era hielo. El mundo es muy grande. Que no nos confundan las películas y las ilustraciones de los libros.
Entre las especies que ya poblaban la Tierra antes de la llegada del Holoceno se encontraba naturalmente nuestra especie, el Homo sapiens.
En una columna anterior, conté una historia de cómo nuestro linaje surgió justamente como consecuencia del clima altamente variable del Pleistoceno, la época geológica en la que se produjeron las glaciaciones. Somos hijos, decía allí, del cambio climático.
No se tiene certeza todavía, pero hace unos 16 mil años [8], cuando el mundo se dirigía de lleno hacia el Holoceno, los primeros humanos provenientes de Asia entraban a un continente inexplorado. Se valieron para ello –sin saberlo naturalmente– de los puentes naturales que tendía la plataforma continental emergida y el hielo en el estrecho de Bering.
Como si supieran lo que se avecinaba, grupos de migrantes asiáticos se apresuraban a poblar un enorme continente casi aislado. Lo hacían justo antes de que el Holoceno lo convirtiera en uno de los más ricos continentes para la vida: América.
De modo que no. Como especie no somos un producto del Holoceno. Pero eso sí, nos beneficiamos de la estabilidad climática y la explosión de vida de esta época estable, para desarrollar todo el potencial de nuestro linaje.
Si están pudiendo leer este artículo, fue gracias a las innovaciones que desarrollamos durante el Holoceno.
Vida en el paraíso
A diferencia de lo que ocurre en las historias míticas, los humanos no nacimos en el paraíso y fuimos expulsados de él por nuestra curiosidad. El mundo en el que surgió nuestra especie hace más de 200 mil años vivió una sucesión de tiempos muy difíciles. Durante la mayor parte de la existencia de nuestra especie, los antepasados tuvieron que trabajar mucho para sobrevivir a duros inviernos e intensas sequías. Debieron caminar medio planeta quizás persiguiendo manadas de grandes animales para asegurar la carne de los meses y años más difíciles. Tuvieron que fabricar utensilios y ropa para protegerse de un clima hostil, de un planeta helado la mayor parte del tiempo. En síntesis, nada parecido al paraíso de las historias infantiles.
No, no fuimos expulsados del paraíso. El paraíso llegó sin que lo esperáramos.
Hace alrededor de 10 mil años, el clima de la Tierra se había calentado todo lo que podía calentarse –bueno, sin la intervención humana posterior–. La temperatura media era de 3 a 5 grados mayor que en el momento de máximo frío de la última era glacial, tan solo un par de milenios antes. La mayoría de los grandes glaciares de la Tierra se habían derretido dejando valles y ríos que servirían a la vida del Holoceno. El nivel del mar había subido decenas de metros, haciendo desaparecer las playas en las que se alimentaron por milenios nuestros antepasados [9]. Los puentes naturales que unían zonas del planeta conectadas por la tierra se habían hundido. Llovía más. Hacía más calor. Los mares del trópico eran cálidos y fértiles. El planeta era un lugar distinto.
Pero esto lo había visto la Tierra en otras épocas interglaciales previas. Durante varios milenios la Tierra del Pleistoceno gozó de descansos de las duras condiciones de las prolongadas eras glaciales que la azotaron durante está época geológica. Por eso, podría haber dicho la Tierra del principio del Holoceno: “es mejor no acostumbrarse. En unos siglos todo empezará a cambiar de nuevo”. Tal vez era mejor guardar la muda glacial para el siguiente período de enfriamiento.
Pero no fue así.
Pasaron otro par de milenios y las condiciones apenas si cambiaron. La vida empezó a sentirse cómoda, a prosperar y a reproducirse. El agua que ya no se congelaba durante el invierno en los inmensos casquetes polares llovía sobre las costas y los continentes, haciéndoles más fértiles.
El paraíso del Holoceno estaba en todo su esplendor.
Homo sapiens, la especie domesticadora del Holoceno
Fue justo en el planeta del Holoceno en el que el Homo sapiens aprendió a domesticar a las plantas y los animales. El resto es historia [10]. La historia de la emergencia de las ciudades, los reinos, la escritura, las leyes, las religiones, la ciencia y la “magia” tecnológica del último siglo.
En tan solo 10 mil años, lo mismo que duró el Holoceno –y no por casualidad–, la humanidad pasó de ser una especie más, una especie de individuos nómadas que recogían la comida de la que se alimentaba como lo hacían otras especies como ella, a convertirse en la fuerza geológica del cambio climático.
El Holoceno creó, sin saberlo, las condiciones para su propio final al ofrecerle a una especie disruptiva como la nuestra los medios y el tiempo para desarrollar, desde las más sublimes ideas hasta las tecnologías que están aumentando sin freno aparente la concentración del CO2 atmosférico.
¿Habría el Homo sapiens hecho algo o evitado hacer lo que hizo –extraer del subsuelo miles de millones de toneladas de Carbono fósil– si hubiera sabido mucho antes que vivía en el paraíso?, ¿qué habría pasado si algunos de los mitos más extendidos por la Tierra, en lugar de promover la idea de que habíamos sido expulsados del paraíso, hubieran dicho que, al contrario, habíamos sido premiados con él, pero que podríamos perderlo por nuestras propias acciones?
Es tarde para saberlo.
El Holoceno ha finalizado.
Coda: el Holoceno sin humanos
Siguiendo con el ejercicio de historia contrafactual del final del apartado anterior, podemos preguntarnos qué hubiera pasado si Homo sapiens no se hubiera desarrollado durante el Holoceno, si nuestra especie, por ejemplo, se hubiera extinguido, como estuvo a punto de hacerlo en varias oportunidades [11], antes de que los hielos de la última era glacial se derritieran.
Aunque parece una pregunta de naturaleza más literaria que científica, en realidad la cuestión por el futuro del Holoceno sin humanos ha sido abordada seriamente por las personas que estudian la evolución a largo plazo del clima de la Tierra. Este asunto tiene hoy una enorme relevancia para entender el verdadero impacto que la actividad humana está produciendo en nuestro planeta.
Lo primero que debe reiterarse es que el Holoceno, si bien se caracterizó por mantener una temperatura estable por muchos milenios, viene mostrando desde hace más de 5 mil años una clara tendencia hacia el enfriamiento. Contrario a lo que podíamos pensar, la Tierra de poco antes de la revolución industrial era en promedio más fría que aquella en la que prosperó el Egipto de los Faraones o la sofisticada cultura de los Mayas.
Hay quiénes han especulado que si el Holoceno no hubiera terminado con el calentamiento antropogénico repentino que estamos viviendo, tal vez, en poco más de un milenio, la Tierra entraría nuevamente en el congelador: los glaciares comenzarían a cubrir rápidamente el planeta y una nueva era glacial se pondría en marcha.
Sin embargo, investigaciones recientes [12] muestran que el Holoceno en realidad pudo haber sido una época interglacial realmente especial. La clave parece estar en una combinación de la cantidad de CO2 que alcanzó la atmósfera de nuestro planeta –incluso antes de que los humanos desenterráramos miles de millones de toneladas de carbono del subsuelo– y condiciones astronómicas sin paralelo en el pasado.
El aire del Holoceno, según evidencias contenidas en núcleos de hielo desenterrados de distintos glaciares de la Tierra, alcanzó un 25% más de CO2 que en los períodos interglaciales previos. Adicionalmente, la excentricidad de la órbita de la Tierra está cerca a su mínimo y la inclinación del eje de rotación estuvo cerca al máximo durante el principio del Holoceno. Estos últimos factores contribuyeron a aumentar la cantidad de luz solar que llegaba al hemisferio norte, un fenómeno que se ha probado determinante en la evolución a largo plazo del clima.
Debido a esta combinación de factores, y a pesar de la tendencia al enfriamiento que venía mostrando, las condiciones del Holoceno, altas temperaturas y baja cobertura de hielo, posiblemente se habrían extendido por otros 50 mil años más.
Tal vez, y en un evento sin precedentes de la era de las glaciaciones, la Tierra habría sido un “paraíso” por un tiempo 5 veces mayor de lo que lo fue en cualquiera de los períodos interglaciales del último millón de años.
Tal vez. Ya es tarde para comprobarlo.
Referencias y notas del autor
[1] La palabra “Holoceno” viene del griego ὅλος (holos), que significa totalidad y καινός (kainós) que significa reciente. Su nombre se usa para referirse a esta época geológica como una era “totalmente reciente”.
[2] Para una predicción de las temperaturas al final de siglo y su relación con las variaciones esperadas en el Holoceno, ver: .
[3] Aunque no se ha aprobado la inclusión de Antropoceno en las subdivisiones del tiempo geológico por las autoridades científicas competentes, la International Commission on Stratigraphy (ICS) o la International Union of Geological Sciences (IUGS), la identificación de está época geológica, que hoy se señala comenzó oficialmente en 1950 cuando se realizaron las primeras pruebas nucleares que enriquecieron con sustancias nuevas los estratos geológicos de todo el planeta, el Antropoceno es hoy ampliamente usado en medios de divulgación científica, incluso en la literatura especializada. Recientemente, la Real Academia de la Lengua Española aprobó, no sin algo de rechazo por la comunidad científica española (ver ), su inclusión en el Diccionario de la Lengua Española . Para leer más sobre el Antropoceno, recomiendo el excelente y muy actualizado artículo publicado en Wikipedia https://en.wikipedia.org/wiki/Anthropocene.
[4] En la geocronología, que es la disciplina que estudia el tiempo geológico, la historia se subdivide en unidades geocronológicas de distinta duración. Las que son reconocidas actualmente son: el eón (p.ej. el eón Fanerozoico que es en el que estamos y que empezó hace cerca de 500 millones de años), la era (p.ej. la era Mesozoica durante la que vivieron los dinosaurios), el periodo (p.ej. el período Cuaternario que es en el que surgió nuestra especie y en el que vivimos actualmente), la época (p.ej. el Holoceno que acaba de terminar), la subepoca, la edad y la subedad.
[5] Es importante entender que la manera en la que se narra en esta columna el inicio del Antropoceno es un ejercicio divulgativo, incluso literario y que los hechos que desencadenan el inicio de una nueva época –cuando se desencadena y no es simplemente el producto de una convención geológica más o menos arbitraria–, era o período geológico son complejos e involucran muchos cambios que no podrían narrarse como una historia única.
[6] La última era glacial duró casi 120 mil años, es decir 24 veces más tiempo del que le tomó a la Tierra calentarse hasta los niveles del Holoceno.
[7] Durante el Pleistoceno, la época geológica que se extendió entre 2.5 millones de años y 12 mil años antes del presente, el clima de la Tierra sufrió una sucesión casi periódica de avances y retrocesos de los hielos glaciares. A esta sucesión se la conoce como “ciclo de las glaciaciones”. Entre glaciación y glaciación, los períodos durante los cuáles una buena parte de la superficie de la Tierra se cubre de hielo y el planeta se enfría globalmente, se producen los que se conocen como “períodos interglaciales”. El Holoceno corresponde al último período interglacial. La pregunta es si esta época es realmente especial comparada con los períodos interglaciales anteriores. ¿Por qué sólo durante el Holoceno se produjeron las condiciones óptimas para el desarrollo de Homo sapiens a pesar de que ocurrieron otros 2 períodos interglaciales durante la existencia de nuestra especie? Se han identificado al menos dos períodos interglaciales, hace 800 mil y 400 mil años con condiciones muy parecidas a las del Holoceno, pero anteriores al surgimiento del Homo sapiens. Sin embargo, los niveles de CO2 de esos otros períodos interglaciales fueron menores a los del Holoceno y esto podría explicar porqué solo nuestra época tiene las características únicas que la hacen especial. Para detalles ver: Ganopolski, Andrey, Ricarda Winkelmann, and Hans Joachim Schellnhuber. «Critical insolation–CO2 relation for diagnosing past and future glacial inception.» Nature 529.7585 (2016): 200-203.
[8] Mucho se ha debatido acerca del tiempo de llegada de los primeros migrantes humanos a América. Para una discusión reciente puede leer: .
[9] Investigaciones recientes han mostrado que muchos humanos vivían de los alimentos que les proveían las “playas” de la era glacial. Vea: https://news.asu.edu/20201123-study-ancient-people-relied-coastal-environments-survive-last-glacial-maximum.
[10] Para una historia fuera del molde sobre las consecuencias, positivas y negativas, que trajo la agricultura en la cultura humana, nunca está de más recomendar el excelente libro de Noah Yuval Harari, “Sapiens”.
[11] Los humanos pasamos por varios cuellos de botella poblacionales en el último millón de años. Nuestro linaje estuvo a punto de extinguirse desde tan temprano como hace 1 millón de años (ver por ejemplo ) hasta tan recientemente como hace 70 mil años (ver por ejemplo https://n.pr/462BMeG) cuando la población de Homo sapiens disminuyó hasta una decena de individuos. Somos el producto de muchas loterías naturales.
[12] Ganopolski, Andrey, Ricarda Winkelmann, and Hans Joachim Schellnhuber. «Critical insolation–CO2 relation for diagnosing past and future glacial inception.» Nature 529.7585 (2016): 200-203. https://www.nature.com/articles/nature16494.