Durante este año, los incendios forestales han causado desastres notorios, extremos y alejados de lo que percibimos como condiciones normales o promedio. Según el promedio obtenido de los registros históricos, lo normal es que, en Canadá, los incendios forestales quemen alrededor de 2,2 millones de hectáreas al año. Sin embargo, durante lo que va del 2023, los incendios forestales han quemado más de 13 millones de hectáreas, y al momento de escribir esta columna, todavía hay territorios ardiendo [2].
Una aclaración antes de seguir: Voy a decir “incendios forestales” en general, aunque estos incendios no siempre ocurren en bosques sino también en otras coberturas vegetales como sabanas con pocos árboles, pero con abundantes arbustos y pastizales. Otra posibilidad sería decir “incendios silvestres” como una traducción de wildfires en inglés, pero me quedaré con la primera porque es muy común.
Las noticias sobre incendios forestales devastadores no provienen solamente de Canadá. También hay reportes sobre incendios forestales que afectaron a miles de personas en lugares muy apartados entre sí como Hawai, las Islas Canarias y Grecia. El problema no es puntual, es generalizado.
A pesar de las malas noticias, los incendios forestales no siempre son un problema. No sería buena idea tratar de suprimir por completo los incendios forestales porque ellos hacen parte de las dinámicas naturales que mantienen estables a diversos ecosistemas. De hecho, existe una rama de la ciencia llamada “ecología del fuego” que resalta la importancia de los incendios forestales para el funcionamiento de algunos ecosistemas.
Por ejemplo, los Llanos Orientales que se extienden por la cuenca del Río Orinoco entre Colombia y Venezuela no serían las sabanas que conocemos sin la acción del fuego. La Profesora Dolors Armenteras de la Universidad Nacional de Colombia es una de las científicas del mundo que más ha estudiado el papel del fuego en las dinámicas de estos ecosistemas. Junto con ella y otros colegas, acabamos de publicar en la revista Ecosystems un estudio liderado por Santiago Valencia que resalta el papel del fuego en mantener vecinos pero separados a dos ecosistemas bastante diferentes: las sabanas de los Llanos Orientales y los bosques lluviosos del Amazonas [3]. Sin el fuego estos paisajes serían muy diferentes.
La receta de los incendios forestales
Para que ocurran incendios forestales se requiere una receta de tres ingredientes. El primero es algún material combustible, por ejemplo, madera seca producto de árboles caídos o ramas sueltas. Sin combustible no ocurren los incendios. Por eso no hay incendios forestales en los desiertos, aunque sean muy secos y calientes.
El segundo ingrediente es un clima favorable. En general, las condiciones secas y calientes favorecen la ocurrencia de incendios. Por el contrario, si hace frío o el ambiente es muy húmedo, es menos probable que ocurran incendios, y si ocurren, éstos tienden a extinguirse más rápidamente. Esta es una de las razones por las que los incendios forestales son más comunes en los Llanos Orientales que en el bosque Amazónico. El ambiente bajo el dosel del bosque (nivel del follaje) es generalmente más húmedo y fresco que el de la sabana.
El tercer ingrediente es un detonante. Así haya mucho combustible y las condiciones climáticas sean favorables, no hay incendios si algo no inicia el fuego. La leña de la chimenea no se enciende por sí misma, por eso necesitamos un fósforo u otro detonante para encender el fuego en el hogar.
Los detonantes de los incendios forestales pueden ser o no de origen humano. El fuego y los incendios forestales existen desde mucho antes que existiéramos los humanos. Uno de los principales detonantes naturales del fuego son los rayos. Una vez vi caer un rayo sobre una palmera que quedó encendida a pesar de que estaba lloviendo. Seguramente esta fue una de las maneras como los humanos primitivos conocieron el fuego antes de aprender a producirlo con piedras de pedernal hace más o menos un millón de años.
A pesar de los rayos, hoy en día muchos incendios forestales son detonados por acciones humanas. A veces de manera intencional, como cuando los colonos causan incendios para expandir la frontera agrícola desde los Llanos Orientales hacia el bosque Amazónico en Colombia. Lo mismo ha sucedido en el arco de deforestación en Brasil y otras regiones alrededor de la Amazonía.
Otras veces es accidental. Dejar una botella de vidrio abandonada en un bosque puede ser suficiente para detonar un incendio forestal por un “efecto lupa”. El vidrio de la botella puede llegar a concentrar los rayos del sol hasta producir una chispa que encienda el fuego. Y si las condiciones son propicias, este fuego puede propagarse hasta crear un incendio forestal. Por eso una de las cosas que podemos hacer en la vida cotidiana para prevenir los incendios forestales es tener mucho cuidado con el manejo de nuestros residuos, especialmente cuando visitamos un bosque o hacemos un pícnic en el campo.
¿Hay alguna relación con el cambio climático?
Sí. Como muchas otras cosas, los incendios forestales actuales también están relacionados con el cambio climático.
No es que el cambio climático cause los incendios forestales, sino que los vuelve más frecuentes e intensos, y entonces más destructivos y peligrosos para la sociedad y, en general, para los seres vivos que habitamos el planeta Tierra. Los incendios forestales existirían sin el cambio climático actual pero no de la misma manera que existen hoy en día.
Uno de los principales avances recientes en la ciencia del cambio climático son las técnicas de atribución. Se trata de usar el método científico para relacionar el cambio climático con sus impactos, para responder si podemos atribuirle al cambio climático algún impacto; por ejemplo, para decir si los incendios forestales actuales son en alguna medida atribuibles al cambio climático y cuantificar esta contribución.
Los resultados de los estudios de atribución suelen presentarse en términos de qué tanto el cambio climático aumentó la probabilidad de que ocurriera un evento. Por ejemplo, temporadas de incendios tan severas como la que ha experimentado el este de Canadá durante 2023 se han vuelto al menos siete veces más probables por el cambio climático [4]. Es decir, sin el cambio climático, los incendios actuales serían mucho menos probables. Así mismo, la ola de calor que experimentó el sur de Suramérica durante 2022 fue 60 veces más probable debido al cambio climático [5]. Y una larga lista de otros ejemplos.
Una consecuencia del cambio climático actual es que los eventos más extremos y peligrosos, como los grandes incendios forestales de esta temporada, se están volviendo más probables. Además, la ciencia prevé que este tipo de desastres ocurrirá con mayor frecuencia, intensidad, duración, o todas las anteriores, en las próximas décadas.
Hay dos efectos conocidos del cambio climático que se pueden combinar para exacerbar los incendios forestales. El primero es el aumento en la frecuencia, intensidad o duración de las sequías. Sabemos que el cambio climático está detrás de sequías muy extremas y prolongadas ocurridas en distintos lugares del mundo, como la sequía de más de 10 años que azotó al suroeste de Estados Unidos y cuyos efectos todavía están presentes. También sabemos que el cambio climático está detrás de las olas de calor recientes y tiende a volverlas más fuertes y prolongadas [6].
La combinación de sequías y olas de calor más extremas favorece el inicio y la propagación de los incendios forestales. Menor humedad —en el aire y el suelo— y mayor temperatura son condiciones favorables para el fuego. Sin estos efectos del cambio climático, los incendios forestales actuales serían menos probables.
Aquí es importante resaltar que los efectos del cambio climático son acumulativos. De hecho, el cambio climático se debe a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera como consecuencia de las emisiones humanas debidas, principalmente, a la quema de combustibles fósiles durante los últimos dos siglos. Esta acumulación de gases en la atmósfera está cambiando el clima de manera que, en muchas regiones del mundo, crea condiciones más favorables para la ocurrencia de los incendios.
Dicho de otra manera, el cambio climático no enciende el fuego, pero hace que sea más fácil encenderlo y más difícil apagarlo.
Deforestación y el “brinco” que podría dar Suramérica
Además del cambio climático, otro efecto antrópico que exacerba los incendios forestales es la deforestación. A su vez, los incendios forestales pueden llegar a causar grandes pérdidas de bosques [7].
En regiones como la Amazonía colombiana o brasileña, la deforestación crea condiciones favorables para el inicio y la propagación de los incendios. Por ejemplo, al reducir la cantidad de árboles y la densidad del dosel en un área boscosa, además de dejar restos de madera abandonados, la deforestación genera ambientes más secos y con mayor disponibilidad de combustible (madera seca) para los incendios, en comparación con el bosque húmedo original (antes de la deforestación). Además, la presencia de los humanos que deforestan también favorece la aparición de detonantes como botellas de vidrio, encendedores, cigarrillos, o fogatas mal apagadas.
Una hipótesis científica reciente plantea que Suramérica tropical podría traspasar un punto de inflexión (un tipping point) y entonces sufrir un cambio de estado de equilibrio que cause la desaparición de gran parte del bosque Amazónico [8]. Esto significa que gran parte del bosque actual podría transformarse permanentemente en una sabana parecida a los Llanos Orientales colombo venezolanos o al Cerrado brasileño.
Según esta hipótesis, el fuego sería uno de los principales agentes transformadores. Incendios forestales intensificados por el cambio climático y la deforestación podrían destruir grandes áreas del bosque creando condiciones más favorables para un ecosistema diferente que sería la sabana. A mi juicio, esto sería desastroso para Suramérica por el papel del bosque actual como “corazón del ciclo hidrológico” del continente [8], entre muchas otras razones.
Además, los incendios forestales exacerbados por el cambio climático también son una amenaza para la biodiversidad, especialmente en regiones tan biodiversas como las que hay en América Latina. Según otro estudio reciente de la Profesora Dolors Armenteras y coautores [7], “el aumento de la frecuencia de los incendios impone mayores riesgos de pérdida irreversible de bosques, transformando los bosques en ecosistemas cada vez más vulnerables a la degradación. Revertir esta tendencia es indispensable para mitigar el cambio climático y adaptarse a él a nivel mundial. A medida que el cambio climático transforma los regímenes de incendios en toda la región, se necesitan acciones claves para conservar los bosques de América Latina”.
¿Solo importa el área quemada por los incendios?
No. Los incendios forestales no solo afectan las regiones donde ocurren. Al contrario, pueden tener impactos remotos bastante severos. Uno de los impactos remotos más evidentes es la contaminación del aire.
Por ejemplo, durante junio de este año, la contaminación del aire en Nueva York llegó a niveles tan peligrosos que las recomendaciones de evitar actividades al aire libre incluían tanto a las personas más vulnerables como a las personas jóvenes y sanas. La causa inmediata de esta contaminación fueron los incendios forestales en Canadá [10].
También sabemos que los incendios forestales en los Llanos Orientales y la Amazonía afectan la calidad del aire en las grandes ciudades de Colombia, incluyendo a Bogotá [12]. Aunque el viaje en carro sea largo, la capital del país no está tan lejos de dichos incendios como para ser inmune a sus impactos.
Quizás “una mejor comprensión de estas relaciones entre incendios forestales y calidad del aire en ciudades favorezca el diseño e implementación de medidas de protección de los bosques impulsadas desde los grandes centros de poder político y económico de [Colombia]”, que generalmente están concentrados en las ciudades, como sugirió la directora de Territorios Sostenibles, Angela M. Rendón, en su columna “Cuidar los bosques desde y por las ciudades” [13].
Así vivamos en regiones y países diferentes, los humanos permanecemos sumergidos en una misma atmósfera que conecta todo, incluido el aire que respiramos. Los incendios en un lugar pueden contaminar severamente el aire en muchos otros lugares. No; no solo importa el área quemada por los incendios.
Llegamos al Piroceno
Las civilizaciones humanas se desarrollaron durante una era geológica llamada el Holoceno, que abarca más o menos los últimos doce mil años. Durante casi todo este tiempo el clima promedio de la Tierra cambió muy poco en comparación con lo que ha cambiado durante los últimos dos a tres siglos tras la revolución industrial. Al causar el cambio climático actual, los humanos estamos dejando atrás el Holoceno para entrar en una nueva y desconocida era [14].
La ciencia aún no se ha puesto de acuerdo en qué nombre debería tener esta nueva era, pero hay dos propuestas. La primera es que la nueva era debería llamarse Antropoceno para resaltar el papel de los efectos antrópicos, es decir de origen humano, en la alteración del planeta, incluyendo el cambio climático. La segunda propuesta es el título de esta columna: Piroceno.
Piroceno significa la Era del Fuego. El término lo propuso Stephen Pyne, Profesor Emérito de la Universidad Estatal de Arizona, Estados Unidos. Según él, “la potencia de fuego de la humanidad es su firma ecológica, lo que hacemos que ninguna otra criatura hace. La escalada de nuestra potencia de fuego a través de la combustión industrial sustenta el Antropoceno; tanto es así, que podríamos rebautizar esta era como el Piroceno” [15].
Un apunte sobre el fuego en el Valle de Aburrá
Hace días por la red social X (lo que era Twitter), Jorge Zuluaga me preguntó sobre la posibilidad de que los incendios forestales se vuelvan un problema creciente en el Valle de Aburrá por el cambio climático. Yo coincido con su intuición implícita en la pregunta. Quienes vivimos en este valle muy probablemente hemos visto incendios en sus laderas. Aunque no podemos atribuirle al cambio climático alguno de estos incendios en particular, sí es razonable pensar que los efectos combinados del cambio climático y El Niño pueden generar condiciones más calientes y secas, es decir, un ambiente más propicio para que inicien y se propaguen los incendios forestales. No conozco estudios específicos para esta zona, pero deberíamos hacerlos porque la idea es, por lo menos, plausible.
Conclusión
El agua es uno de los medios por donde los efectos del cambio climático llegan de manera más evidente a la sociedad. Tanto la escasez como el exceso de agua en sequías o inundaciones generan problemas que la sociedad y sus gobiernos reconocen como serios. El fuego será otro camino cada vez más evidente. Los incendios del Piroceno trasladarán los efectos del cambio climático hasta las puertas de las casas o incluso las narices —recuerden los impactos sobre la calidad del aire— de muchas personas alrededor del mundo.
Lo mejor que podemos hacer para evitar que los desastres por incendios empeoren con el tiempo es mitigar el cambio climático y adaptarnos mejor ante sus impactos, tal como viene recomendando la ciencia desde hace décadas. Lamentablemente todavía hay una gran parte de la sociedad que no parece dispuesta a seguir estas recomendaciones. Mientras tanto, seguiremos adentrándonos en el Piroceno.
Apéndice sobre litigios climáticos
En una columna anterior titulada “Pérdidas, daños y litigios climáticos” [16], escribí sobre la demanda legal que un grupo de jóvenes le puso al Estado de Montana, en Estados Unidos, por “apoyar un sistema de energía impulsado por combustibles fósiles, que está contribuyendo a la crisis climática” y, de esa manera, “violar sus derechos constitucionales a un ambiente limpio y saludable; a buscar seguridad, salud y felicidad; y a la dignidad individual e igual protección de la ley”. Dicho de otra manera, estos jóvenes demandaron al gobierno de su estado por poner en riesgo su futuro al actuar en contra de las recomendaciones de la ciencia sobre mitigación del cambio climático.
Pues bien, ¡los jóvenes ganaron la demanda! [17] Seguramente vendrán apelaciones y continuará la discusión legal, pero intuyo que casos como este están abriendo una puerta de dimensiones difíciles de calcular que podría forzar a los gobiernos, por vías judiciales y democráticas, a tomar decisiones en el presente para proteger el futuro de las nuevas y futuras generaciones. Para mí, esto es esperanzador.
Referencias
[1]https://www.bbc.com/future/article/20230612-did-climate-change-cause-canadas-wildfires
[2] https://cwfis.cfs.nrcan.gc.ca/report
[3] https://link.springer.com/article/10.1007/s10021-023-00872-y
[5] https://link.springer.com/article/10.1007/s10584-023-03576-3
[6]https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/olas-de-calor-causas-y-consecuencias/
[76] https://www.science.org/doi/full/10.1126/sciadv.abd3357
[132]https://territoriossostenibles.com/calidad-del-aire/cuidar-los-bosques-desde-y-por-las-ciudades/
[143] https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/requiem-por-el-holoceno/
[154] https://www.mdpi.com/2571-6255/1/1/1
[176]https://www.washingtonpost.com/climate-environment/2023/08/14/youths-win-montana-climate-trial/