No es ahora, dada la convulsión social que agita las aguas en Colombia, pero tendrá que ser lo más pronto posible que el debate responsable y sereno sobre la explotación de minerales se dé, no sólo en nuestro país, sino en América Latina y el resto del mundo. La razón: limitar el calentamiento climático global en los niveles acordados en el Acuerdo de París depende, en gran medida, de la disposición de una gran cantidad de elementos dedicados a la construcción de tecnologías de energías limpias.
En otras palabras, reducir las emisiones de gases efecto invernadero, los mayores causantes del calentamiento del planeta, pasa por eliminar de forma gradual pero consistente el uso de combustibles fósiles que emanan millones de toneladas de gas carbónico. Y para lograrlo, es necesario encontrar alternativas más sostenibles y menos costosas y, entonces, estamos hablando de energías limpias y bajas en emisiones, entre otras, la eólica, la solar, que demandan grandes cantidades de algunos minerales para su fabricación.
Más allá del debate, necesario por demás, sobre si es posible hacer minería sostenible o no, o si de no hacerla estaríamos rumbo hacia el fracaso de la descarbonización de las economías y, por ende, al aumento de la temperatura del planeta, la realidad obliga a no aplazar más los consensos y la toma de decisiones basadas en evidencia, no sólo en torno a la minería, sino a la conservación de los ecosistemas.
Mientras eso ocurre, la Agencia Internacional de Energía (AIE) acabó de publicar un completo informe que advierte que “limitar el calentamiento climático global a los objetivos de los Acuerdos de París cuadruplicará de aquí a 2040 la demanda de minerales dedicados a la construcción de tecnologías de energías limpias”.
Rapidez pero con serenidad
Es más, la AIE indicó que si la transición energética fuera más rápida con vistas a alcanzar la neutralidad de las emisiones de carbono a mediados de siglo, las necesidades en minerales para esas tecnologías se multiplicarían por seis.
Como ejemplo de ello, el organismo aseguró que un coche eléctrico necesita seis veces más minerales que uno convencional y una instalación de aerogeneradores eólicos en tierra nueve veces más que una central de gas con una capacidad de generación equivalente.
La AIE advierte que si no se actúa para responder a esa explosión de la demanda de una serie de minerales fundamentales para los vehículos eléctricos y sus baterías, para las redes eléctricas o para los aerogeneradores, las metas de contención del cambio climático podrían verse comprometidas.
Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE, le dijo a la agencia EFE que “los desafíos no son insuperables, pero los gobiernos deben dar señales claras sobre cómo planean convertir sus compromisos climáticos en acciones. Actuando ahora y juntos, pueden reducir significativamente los riesgos de volatilidad de precios e interrupciones en el suministro”.
El llamado de la IEA coincide con otros hechos por Naciones Unidas y por la Unión Europea, que consideran necesarias y urgentes mayores inversiones en tecnologías limpias que posibiliten una transición energética carbono neutral. Estados Unidos, por ejemplo, presentó hace poco más de un mes su plan de crecimiento verde y su política de reconversión tecnológica a través del uso de paneles solares y sistemas eólicos.
La ONU considera que la prioridad es proporcionar señales claras sobre el ritmo que tienen intención de dar las grandes economías a la transición energética y el peso de las tecnologías clave para ofrecer así garantías sobre un nivel adecuado de inversión que permita desarrollar fuentes de aprovisionamiento diversificadas.
Basta recordar que en la reciente Cumbre de Líderes por el Clima convocada por el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, a la que asistieron 40 jefes de Estado y de Gobierno, el llamado fue a hacer de las energías limpias la base de la recuperación pos pandemia, dada la capacidad de generación de empleos de calidad y bien remunerados.
Dinamarca, en dicho evento, pidió la unión de toda Europa para convertir el Mar del Norte en una gran isla de energía, capaz de cubrir la mayor parte de la demanda de electricidad de toda la Unión Europea y lograr las metas de carbono neutro en 2050.
Un mercado que va en coche
En un escenario como el previsto en los Acuerdos de París, que buscan limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2ºC, el desarrollo de los coches eléctricos y de las baterías supondría multiplicar, al menos por 30, el consumo de minerales para esos usos entre 2020 y 2040.
En el caso del litio, según la AIE, la demanda se multiplicaría por 32; para el grafito, por 25; para el cobalto, por 21; para el níquel, por 19, y para las tierras raras, por 7. En paralelo, el reforzamiento y la extensión de las redes eléctricas para dar cobertura a las energías renovables significaría al menos duplicar el consumo de cobre.
La generación de electricidad con procedimientos con bajas emisiones de dióxido de carbono, en particular con energía eólica y solar, además, se traduciría en triplicar las necesidades en minerales para esa actividad.
El informe es claro en advertir que, ante esas perspectivas, hay debilidades que podrían causar cuellos de botella en el aprovisionamiento y una gran volatilidad en los precios, lo que sería perjudicial para evolucionar hacia un sistema energético más limpio.
Entre esos problemas, agregan los expertos, estaría la fuerte concentración de la producción de los minerales fundamentales: los tres primeros países en los que se extraen litio, cobalto o tierras raras, suponen alrededor de dos tercios del total mundial.
Esa concentración es todavía más marcada en el procesamiento: China acapara el 40% del cobre, casi el 60 % del litio, más del 60 % del cobalto y cerca del 90 % de las tierras raras, asegura la AIE.
Otro problema son los largos plazos para el desarrollo de proyectos mineros y, al respecto, la AIE recuerda que, en promedio, pasan dieciséis años desde el descubrimiento hasta que empieza la explotación. Una forma de reducir la presión es intentar disminuir la cantidad de material utilizado mediante la innovación tecnológica, pero también recurriendo al reciclaje.
Se calcula que para 2040 el reciclaje de cobre, litio, níquel y cobalto de las baterías que lleguen al final de su vida útil, podría compensar en torno al 10 % de las necesidades de esos minerales.
Los determinantes ambientales
Pero en relación con esas oportunidades, los temas ambientales y los impactos sobre los ecosistemas también son determinantes a la hora de la toma de decisiones. Existen varios tópicos que no es posible soslayar cuando de actividades mineras se refiere.
En el caso colombiano, que tiene en estudio y ejecución proyectos mineros a pequeña, mediana y gran escala, y son legales, porque también hay muchos desarrollados por grupos ilegales, los aspectos técnicos y científicos son de obligatoria referencia.
Estamos hablando de los impactos sobre el uso y los conflictos por el suelo, la ocupación del territorio y los movimientos en masa y erosión, la modificación del paisaje, el impacto sobre la disponibilidad y la calidad del agua y del aire, sobre la biodiversidad y los ecosistemas, la biota acuática, la calidad del suelo y, por supuesto, los impactos sociales generados por la explotación minera, la seguridad, la coexistencia y la articulación institucional.
Colombia tiene un régimen de regalías por explotación de minerales que ha permitido que muchas regiones del país puedan adelantar proyectos ambientales y sociales que no serían posibles sin la actividad minera, pero que necesitan ajustes normativos, en especial, sobre el sistema de impuestos que, según expertos, ofrece más beneficios a las empresas que a las comunidades donde operan.
En conclusión, un tema que no puede verse en una sola perspectiva, sino que demanda acuerdos de largo plazo y sólidas gobernanzas entre todos los actores del territorio.