Migrantes climáticos, la otra realidad de la crisis ambiental

Sin esconder la gravedad de los efectos de los huracanes en el Caribe, en especial sobre Providencia y San Andrés, y los coletazos de las lluvias en otros departamentos del país, caso de Dabeiba (Antioquia), Colombia tiene una enorme oportunidad de definir proyectos de reconstrucción física, económica y social, a partir de las Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN) y aplicando decisiones con evidencia científica en torno a la estrecha relación entre los desastres ambientales y el desplazamiento forzado, la migración y los refugiados climáticos, no sólo para cambiar sus modelos de planificación urbana, sino para conseguir la cooperación internacional. ¿Podremos hacerlo?

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El huracán Iota sigue su camino por el Caribe dejando ver su poder devastador sobre San Andrés y Providencia, donde la tragedia adquirió rostro. El de cientos de personas que de un momento a otro lo perdieron todo, incluso hasta su derecho a un lugar seguro. Algunos se tendrán que quedar para proteger lo poco que les quedó, pero la inmensa mayoría está ahora en camino de emprender una nueva etapa, en algunos casos de forma temporal, y en otros, definitiva.

 

Son los llamados migrantes, refugiados o desplazados climáticos, o todos juntos, porque parte de su tragedia radica en que no son reconocidos y, por ende, atendidos de la misma forma, ya que su condición depende de las legislaciones internas de sus propios países o de terceros que los reciben sin mayores garantías y bajo la protección de sus derechos humanos, seriamente vulnerados por fenómenos asociados al cambio climático, como es el caso de los huracanes, tormentas tropicales, inundaciones, deslizamientos en masa, incendios forestales, sequías prolongadas, pérdida de cosechas y conflictos por la tierra.

 

Esa disparidad de criterios es directamente proporcional a la cifra exacta del número de migrantes climáticos, pues pese a ser evidentes los estragos causados por la crisis ambiental global, muchos países no los consideran como tales y, en consecuencia, no existe un registro oficial y confiable sobre los afectados.

 

Algunos estudios serios sobre el terreno advierten de la existencia de 200 millones de migrantes o desplazados climáticos, pero la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que podrían ser 300 millones a 2025 y poco más de 500 millones a 2050, de no atenderse con decisión los inocultables daños del cambio climático, en especial en los países más pobres y de renta baja, que son donde viven los más vulnerables.

 

Cifras para nada despreciables si se tiene en cuenta que el número de víctimas fatales por desastres asociados al cambio climático en la última década ascendió a las 410.000 personas, según el informe entregado este martes por la Federación Internacional de la Cruz Roja (FICR), que calculó en 1.700 millones la cifra de damnificados.

 

En el caso colombiano, y teniendo en cuenta los resultados parciales de los daños provocados por el huracán Iota en el Caribe y sus efectos colaterales en cerca de 250 municipios de 25 departamentos, de los 300 mil damnificados estimados, buena parte de ellos entrarán a la categoría de migrantes climáticos, pues tendrán que dejar sus lugares mientras se recuperan las infraestructuras y sus viviendas. Otros tantos no regresarán más, pero de sus huellas, pocas quedarán registradas.

 

Algo similar pasó entre 2010-2011, cuando el país afrontó una de sus peores por efecto de La Niña. La emergencia afectó a más de 3,3 millones de personas, 965 vías, 1 millón de hectáreas de cultivos, 2.277 centros educativos, 556.761 estudiantes y 371 centros de salud. Murieron 448 personas, 73 quedaron desaparecidas, 1,4 millones de animales desplazados, 12.908 viviendas destruidas y 441.579 averiadas.

 

Huracán Iota: entre el mar y la montaña

Resulta necesario advertir que de la cifra de desplazados internos en Colombia, la inmensa mayoría es atribuida al conflicto armado, desconociendo la estrecha relación de la guerra con la defensa de los territorios y la protección de los ecosistemas, sometidos por la fuerza a actividades ilícitas y altamente degradables de los recursos naturales y, por ende, asociados a cambios y perturbaciones de los ciclos de vida.

 

La evidencia científica

La crisis ambiental de Colombia resulta menor comparada con los efectos devastadores que el cambio climático viene ocasionando en las regiones más pobres de Asia y África subsahariana, donde más de la mitad de la población vive en regiones de alta vulnerabilidad climática y frecuentes conflictos armados, muchos ligados a la disputa por el agua y por la tierra.

 

Hace poco más de dos meses, un equipo internacional de científicos del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (Iiasa), advirtió que la magnitud del impacto de los migrantes climáticos es alarmante y su oportuna respuesta dependerá “de las condiciones económicas y sociopolíticas particulares de cada país”, llamando la atención sobre la fragilidad institucional en muchos de ellos y la fragmentación de la cooperación internacional para hacerle frente.

 

Dicho informe fue publicado en Nature Climate Change y, por primera vez el trabajo cuantifica, la relación entre el calentamiento del planeta y las migraciones. Para hacerlo, los investigadores recurrieron al meta-análisis estadístico de treinta estudios publicados anteriormente sobre el tema, con el fin de extraer datos homologables al planeta entero.

 

Sus conclusiones permitieron identificar las regiones geográficas que pueden ser especialmente susceptibles a los movimientos migratorios en el futuro. “Predecimos niveles más altos de migración medioambiental para los países de América Latina y el Caribe, para determinados países del África subsahariana, en particular en la región del Sahel y de África oriental, así como para el oeste, sur y sureste de Asia”, indicaron los expertos.

 

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No sólo el aumento de las temperaturas será determinante para la migración humana. Las inundaciones, como esta en Chocó, obligarán a cientos de miles de personas a dejar sus tierras y buscar nuevos caminos. Foto: Hernán Vanegas.

El alto riesgo, según el estudio, se debe principalmente a una mayor exposición a múltiples peligros ambientales en esas zonas, así como a un nivel de ingresos suficientemente alto para financiar la migración. Es decir, los que se van a otros lugares es porque tienen dinero para hacerlo, caso en el cual es la inmensa minoría de los afectados. Los desplazamientos desatados por el impacto medioambiental son menores tanto en las regiones de rentas más bajas como en las de ingresos más altos.

 

En las primeras, porque probablemente la gente es demasiado pobre como para poder irse, y en las segundas, porque tienen recursos suficientes para hacer frente a las consecuencias del aumento de las temperaturas o las lluvias torrenciales.

 

En los países de renta media con una alta dependencia de la agricultura se observaron desplazamientos forzados por la crisis migratoria. Así, prevén que en el continente americano las poblaciones que menos emigrarán serán tanto las de países de renta más baja (Bolivia y Paraguay), como las de las naciones más ricas (Estados Unidos y Canadá).

 

Los científicos desmontan la imagen de que los migrantes van sobre todo a los lugares más ricos del mundo y aseguran que esa es una mirada simplista que no ayuda a resolver el problema y, por el contrario, podría empeorarlo, dada la fragmentación de la ayuda internacional.

 

Los autores recordaron que algunos casos de migraciones masivas, como la “caravana de migrantes” de Centroamérica hacia Estados Unidos en 2018, o la guerra de Siria, que provocó el éxodo de miles de personas a Europa a partir de 2015, se pueden explicar parcialmente por graves episodios de sequía.

 

Pero en la mayoría de casos, los investigadores encontraron pruebas convincentes de que los cambios medioambientales en los países vulnerables conducen predominantemente a la migración interna o a otros países de ingresos bajos y medios”, y solo en menor medida a “la migración a los países de ingresos altos”.

 

El estudio indica que, en general, las poblaciones afectadas suelen dirigirse a destinos cercanos para poder regresar a su tierra si la situación lo permite.

 

Frenar el calentamiento

 

En momentos distintos, pero repercusiones similares, los casos de migrantes climáticos en otras parte del planeta y lo que podrían darse en Colombia obligan a abordar el problema con más innovación, de forma articulada y, sobre todo, escuchando a la naturaleza, porque no es posible seguir planeando los territorios pasando por encima de ella.

 

De hecho, los investigadores de Iiasa aseguraron que la migración puede ser una estrategia eficaz de adaptación, pero puede ser también involuntaria y traer consecuencias importantes tanto para los migrantes como para las personas en los países de destino, por lo que resulta prioritario frenar el calentamiento del planeta.

 

“La mejor manera de proteger a los afectados es estabilizar el clima mundial reduciendo rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la quema de combustibles fósiles, así como aumentar simultáneamente la capacidad de adaptación, por ejemplo, mejorando el capital humano y las Soluciones Basadas en la Naturaleza”, propone en estudio.

 

El análisis también reveló cuáles son los factores climáticos que más contribuyen a la movilidad forzosa. “Si bien los cambios de temperatura son los que tienen un mayor impacto en la migración, los desastres repentinos y la variabilidad o las anomalías en las lluvias también desempeñan su papel.

 

Y esto es lo que está y seguirá pasando después de Iota, porque es evidente que como el cambio climático no admite discusiones sobre su existencia, los migrantes climáticos tampoco podrán seguir esperando que una definición o una ley determine su futuro. ¿Podremos hacerlo?

 

Luis Fernando Ospina.
Luis Fernando Ospina.

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