Los hijos del cambio climático

Los humanos, tal y como somos hoy, estamos aquí como resultado del cambio climático. ¿Cómo el cambio climático y el clima inestable sentaron las bases ambientales para el surgimiento de nuestra especie? Especie que hoy, irónicamente, amenaza su supervivencia y la de muchas otras especies en la Tierra vía otro cambio climático. Aquí te contamos.

cambio climático
Imagen de Manoel Pereira, vía Pixabay

Que lance la primera piedra la persona que ante alguno de los graves estragos de la crisis ambiental (los que hemos visto hasta ahora por lo menos) no haya proferido, así sea mentalmente, una maldición contra la especie humana: “malditos seamos los humanos que le hemos hecho esto al planeta”.

Menos común es, posiblemente, que después de estos arrebatos de misantropía (que apostaría son cada vez más generalizados) nos preguntemos cómo fue que la evolución biológica (o evolución natural como la llamaré) condujo al surgimiento de una especie como la nuestra, con la capacidad de depredación, destrucción y desestabilización de la Naturaleza de la que hacemos gala todos los días. Una especie que tiene a la vida en la Tierra al borde de una gran extinción [1].

La mayoría de nosotros tenemos una idea de la “evolución” como progreso, un cambio continuo hacia algo “mejor”; algo parecido a lo que vemos, por ejemplo, en la industria de los teléfonos móviles que cada día produce aparatos con más cámaras, más memoria, o mejores baterías. ¿Cómo podemos entonces aceptar que la evolución natural produzca especies desestabilizadoras y nocivas como la nuestra? El problema no parece ser de la evolución. El problema es que la mayoría de los humanos no somos profesionales de la biología y por lo tanto no entendemos muy bien sus mecanismos.

Entonces, ¿cómo surgió la humanidad?, ¿por qué la evolución permitió la aparición de una especie capaz de extinguir a una buena parte de todas las demás especies?, y más importante para esta columna, ¿qué tiene que ver todo esto con el cambio climático?

Hace un par de años, mientras asistía a una conferencia de un destacado paleoantropólogo (aquellos profesionales que estudian el pasado remoto de la humanidad) me enteré de que algunos de los mejores expertos en evolución humana sostienen hoy una interesante teoría de cómo llegaron un grupo de primates manitas y parlanchines a convertirse en nosotros [2].

Dice la teoría que la especie humana, aquella que tiene a la vida de la Tierra en jaque por ser artífice de un repentino cambio climático, surgió como producto de otro cambio climático. Así como lo leen: todo parece indicar que somos hijos e hijas de un cambio climático y que en un giro irónico de la Historia tal vez pereceremos por culpa de un fenómeno análogo. Trataré de resumir aquí está interesante teoría lo mejor que pueda. Espero terminar antes de que el cambio climático cause nuestra extinción.

Lo primero que debemos hacer es transportarnos mentalmente a la Tierra del pasado, para ser exactos a un momento del tiempo hace unos 6 millones de años antes del presente.

¿Cómo era la Tierra de aquel entonces? La configuración de los continentes era más o menos la misma de hoy, con la excepción quizás de que el puente entre Sur y Centro América (el istmo de Panamá) se encontraba todavía sumergido bajo las aguas del que sería después el mar Caribe [3]. Allí, los océanos Pacífico y Atlántico unían sus aguas en un estrecho pasaje. Con el tiempo, los movimientos tectónicos terminaron levantando el fondo del mar en este estrecho y cerraron el contacto entre los dos océanos.

Una de las consecuencias más importantes de este proceso geológico, dicen los entendidos, fue que el agua cálida del océano Atlántico quedó atrapada en la bañera que es hoy el mar Caribe. Las corrientes oceánicas que fluían libremente entre el Pacífico y el Atlántico cambiaron drásticamente.

Como consecuencia de ese cambio apareció la que hoy llamamos la Corriente del Golfo, un río oceánico superficial de agua tibia que lleva calor desde el trópico hasta el norte del planeta. Con el agua cálida transportada por la Corriente del Golfo llegó también más lluvia y nieve al norte, al Ártico, Groenlandia y Europa. Con el aumento progresivo en la caída de nieve sobre el norte se produjo un efecto curioso: la Tierra se volvió más reflectiva.

Aproximadamente un 70% de la energía de la luz que viene del Sol es absorbida por el mar y por la Tierra. Esa energía ayuda a mantener calentito el Planeta. Cuando hay mucha nieve en el norte o en el sur, sin embargo, la cantidad de energía absorbida disminuye (la nieve es muy reflectiva) y el Planeta se enfría. Al enfriarse se produce más nieve, más hielo y la Tierra se enfría aún más. Los entendidos llaman a esto un ciclo de retroalimentación positiva, o en lenguaje llano: un “efecto bola de nieve”. Este efecto causó un enfriamiento general y un aumento en la cantidad de hielo del planeta (Figura 1).

Los expertos en los climas del pasado saben que este proceso fue en parte responsable de que hace unos 3 millones de años comenzará en la Tierra lo que se conoce hoy como el ciclo de las glaciaciones. Durante millones de años desde entonces, la Tierra ha estado sometida a períodos de frío intenso (períodos glaciales) que duran en promedio unos 80 mil años. Durante estos períodos los grandes glaciares del norte y del sur (ríos de hielo sólido que fluyen lentamente desde las montañas hacia los ríos y el mar) crecen y se expanden. En el último período glacial, por ejemplo, buena parte de Estados Unidos y Europa, lugares donde hoy vemos ciudades florecientes y museos, estuvo bajo grandes bloques de hielo.

Entre períodos glaciales, y por la acción de interesantes ciclos astronómicos (un tema que tendremos que dejar para otra columna), se producen los que se conocen como períodos interglaciales. Durante estos períodos, que duran unos 15.000 años, el clima es mucho más benigno y hay menos hielo en el Planeta. Vivimos en un período interglacial que comenzó hace aproximadamente 15.000 años y que, por lo tanto, debería estar terminando en “breve”. Bueno, al menos así debería haber sido si los humanos no le hubiéramos metido la mano a la atmósfera.

Entre frío y no tan frío, ese ha sido el panorama del clima muy variable del período Cuaternario que empezó hace unos 2 millones y medio de años.

Figura 1. Diagrama que muestra la variación del contenido del isótopo Oxígeno-18 en la atmósfera de la Tierra, un indicador de la cantidad de hielo que ha habido en el planeta. A partir de hace unos 6 millones de años el clima se enfrió considerablemente marcando el inicio de la era glacial en la que todavía nos encontramos. Fuente: METEORED;

¿Dónde entra en toda esta historia el surgimiento de la especie humana?

Parece una casualidad que la totalidad de las especies animales del género Homo que han existido, incluyendo la nuestra, vivieran precisamente en el mismo período de tiempo. Parece una casualidad, ¡pero no lo es!: los humanos somos un invento de la era glacial.

Nuestra especie pertenece a un grupo de animales que la biología llama homíninos: simios antropoides que caminan en 2 piernas, tienen pies planos (en lugar de pies prensiles con los cuales agarrarse a las ramas de los árboles, como los que tienen otros simios) y sobre todo, grandes cerebros (al menos para el tamaño de sus cuerpos). En la historia de la vida ha existido una decena de especies de homíninos: Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis, Homo floresiensis, etc (Figura 2). Hoy solo vive una de ellas: el Homo sapiens. Somos los únicos sobrevivientes de un invento biológico de la era glacial.

¿Pero cómo es que la evolución natural inventa monos patilargos y parlanchines durante un período de clima helado?. No, no es el frío. Tampoco es el calor. Los humanos (en los que incluiré a todas las especies de homíninos que han vivido durante el Cuaternario, incluyéndonos) surgimos por el cambio.

Una característica bien conocida de estos últimos 3 millones de años, pero muy especialmente de la historia del clima de la Tierra de los últimos 500 mil años, ha sido la inestabilidad climática. Sí, esa misma inestabilidad que hoy estamos sufriendo en cámara rápida, ha sido la regla del clima del último medio millón de años en la Tierra. Una inestabilidad capaz de convertir bosques en praderas, praderas en desiertos y desiertos en bosques nuevamente, y hacerlo en períodos de tiempo muy cortos para las escalas de la evolución biológica.

Figura 2. Estos son los rostros de los humanos, los animales que pertenecemos al género Homo. A la derecha, Homo sapiens, la única especie viva de este género. Crédito: Smithsonian Institution.

Esta inestabilidad climática (la natural, la que es característica de la era glacial) ha matado más especies de plantas y animales que cualquier impacto de asteroide o erupción volcánica del pasado, solo que lo ha hecho en cámara lenta. A varios metros por debajo de las arenas del Sahara en África o del desierto del Gobi en Asia yacen enterrados fósiles de hipopótamos, elefantes, e incluso simios prehistóricos, y muchos otros animales y plantas que no sobrevivieron la inestabilidad climática de la era glacial. Los últimos 3 millones de años han sido una era de muerte por cambio climático (el natural, no el antropogénico) aunque no nos parezca así.

¿Por qué entonces surgimos y sobrevivimos los humanos a esta era de muerte por el clima?. Precisamente, por patilargos y cabezones.

Algunos de los rasgos que hacen única nuestra especie (y las especies del género Homo) surgieron a lo largo de cientos de miles de años en una mezcla de azar y necesidad. Nada, ni nadie puso de pie conscientemente a los homíninos o los dotó de un gran cerebro. Para entender mejor el proceso podríamos apoyarnos en una fábula.

“Un día, hace unos 3 millones de años, nació en el seno de una familia de homínidos primitivos un bebe con una extraña mutación. El bebe, una vez convertido en niño, podía, a diferencia de sus otros hermanos, pararse en dos piernas y caminar con sus manos libres de obstáculos grandes distancias, tanto en el piso como entre los árboles. Al llegar a la vida adulta, el mutante y su familia fueron testigos de una profunda sequía (muy típica de la era glacial, aunque ellos no lo sabían). El río cercano del que bebían desapareció en el curso de un par de años y los árboles frutales de los que se alimentaban se secaron. Uno a uno sus hermanos y padres cayeron víctimas del hambre. El mutante, sin embargo, pudo escapar de aquel desastre caminando en sus dos patas, algo que no pudieron hacer los miembros de su familia. La habilidad por la que había sido objeto de miradas curiosas y no pocas burlas en su infancia, le permitió moverse hasta un lugar en el que encontró nuevos árboles, ríos sin secarse y por supuesto, una pareja. La mitad de los hijos del mutante heredaron su capacidad para andar en dos piernas. Muchas generaciones después, uno de sus tataranietos nació más cabezón de la cuenta”. Ya imaginaran el resto de la fábula.

Si bien este es solo un cuento (es obvio que la evolución no ocurrió un día particular o en un lugar específico, ni los rasgos aparecieron de forma sucesiva por simples mutaciones), la fábula permite ilustrar cómo pudieron surgir algunos de los rasgos fundamentales que le permitieron a las especies del género Homo sobrevivir a los cambios de clima propios de este período de la historia de la Tierra. La Figura 3 muestra cómo la mayor inestabilidad del clima en el último millón de años coincidió también con el crecimiento del tamaño del cerebro entre los homíninos.

Nuestras habilidades en locomoción nos permitieron recorrer la Tierra en busca de los mejores lugares para sobrevivir a un clima cambiante. Con las manos libres del suelo pudimos construir herramientas (aunque esto ya lo hacían nuestros primos antropoides), pero con un cerebro más grande las herramientas se hicieron mucho más sofisticadas permitiéndonos alimentarnos de animales y plantas que no conocíamos. Ese mismo cerebro nos permitió combinar pensamientos de formas mucho más sofisticadas que algunos de nuestros antepasados. Logramos, entre otros, anticiparnos en el tiempo, crear modelos mentales sobre el funcionamiento del mundo (incluyendo el clima) y prever el desastre climático futuro antes de que llegara. El mismo cerebro nos permitió crear vínculos más sofisticados con otros congéneres y establecer comunidades en las que individuos más vulnerables podrían ser protegidos por otros más fuertes. Finalmente, y en el que sería el “invento” más increíble de la evolución en tiempos de cambio climático, descubrimos el lenguaje. Con las infinitas posibilidades de combinación de unos cuantos sonidos, las capacidades de pensamiento que veníamos desarrollando (muchas de ellas compartidas con miembros de nuestro linaje que sí se extinguieron) se vieron potenciadas a niveles sin precedentes. Ya no solo los que nacían con rasgos ventajosos sobrevivían a la sequía. El lenguaje les permitía a los más entendidos enseñarles a todos lo que se venía de modo que la tribu pudiera recoger los corotos y moverse a otros lugares. 300 mil años después estoy aquí escribiendo esta historia increíble [4].

Figura 3. Diagrama que muestra como la mayor inestabilidad del clima en el último millón de años coincidió con el crecimiento del tamaño del cerebro entre los homíninos (resaltado en rosado). En el recuadro superior están las fluctuaciones del clima mientras que en el recuadro inferior está el tamaño del cerebro en cm3. Crédito: Smithsonian Institution.

Fue entonces el clima inestable el que sentó las bases ambientales para el surgimiento de nuestra especie. Es una verdadera ironía que sea también el clima inestable, producto ya no de la nieve o los ciclos astronómicos sino de la actividad insostenible del simio manitas parlanchín que nació en la era glacial, el que amenace la continuidad de nuestra especie y la de muchas otras que han logrado sobrevivir la era glacial.

Amanecerá y veremos.

Notas del autor y referencias

[1] Ceballos, G., Ehrlich, P. R., & Raven, P. H. (2020). Vertebrates on the brink as indicators of biological annihilation and the sixth mass extinction. Proceedings of the National Academy of Sciences, 117(24), 13596-13602.
[2]Para leer los detalles de esta teoría recomiendo el excelente artículo divulgativo en esta página: https://humanorigins.si.edu/research/climate-and-human-evolution/climate-effects-human-evolution
[3] Sobre la formación del Istmo de Panamá ver por ejemplo: https://www.tamug.edu/newsroom/2016articles/formationisthmuspanama.html
[4] Para un relato verdaderamente interesante de cómo fenómenos geológicos y astronómicos determinaron el surgimiento de nuestra especie recomiendo el libro “Orígenes” de Lewis Dartnell, un libro que ha inspirado buena parte de esta columna.
Dartnell, L. (2019). Orígenes: Cómo la historia de la Tierra determina la historia de la humanidad. Debate.

Jorge Zuluaga.
Jorge Zuluaga.

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