Estamos ante la “tormenta perfecta”. El calentamiento del planeta sigue en ascenso, las emisiones de CO2 siguen siendo dramáticas pese a la escasa reducción del 7 por ciento debido al freno de la economía global; nada detiene la deforestación, los fenómenos climáticos cada vez son más frecuentes, duraderos y destructivos, y los llamados migrantes del clima siguen la ruta de la pobreza y de los conflictos.
Así es el panorama actual, un lustro después del compromiso adquirido el 12 de diciembre de 2015 por más de 195 países reunidos para la firma del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, luego de 13 días de intensas jornadas y acaloradas discusiones que permitieron fijar las metas de reducción de los gases de efecto invernadero (GEI) y evitar el calentamiento global por encima de los 2ºC, con un 1.5ºC como el techo ideal a 2030.
Hoy, bajo los efectos devastadores del COVID-19 y aferrados al éxito de las vacunas contra el coronavirus, la comunidad internacional se reúne de forma virtual para revisar los avances, pocos por lo demás, y acordar nuevos compromisos en la lucha global contra el cambio climático, conscientes de que no hay tiquete de regreso ni tiempo de espera.
Y tal como ha ocurrido en otras ocasiones y en fechas especiales como esta, una niña, Greta Thunberg, se ha anticipado a los líderes mundiales para decir que “seguimos en estado de negación sobre los impactos del cambio climático y acelerando en sentido contrario”.
En un video hecho para sus millones de seguidores, Thunberg criticó la falta de acción de las grandes potencias y lamentó que sus dirigentes estuvieran más interesados en las fotos y los abrazos que en las decisiones que reviertan la crisis climática.
Como ella, y salvo algunas excepciones, la comunidad internacional se muestra pesimista sobre las metas acordadas en el Acuerdo de París y, peor, siente que en vez de acercarnos a ellas, cada vez estamos más lejos.
Caliente, caliente
Y no faltan razones. En 2019, y por tercer año consecutivo, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero volvieron a aumentar y se situaron en un máximo histórico de 410 partes por millón, según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
El reporte anual de la propia ONU sobre la brecha de emisiones estableció que, a pesar de que la crisis del COVID-19 ralentizó, temporalmente, la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera en 2020, estamos camino a un aumento catastrófico de temperatura superior a los 3 grados centígrados sobre los niveles preindustriales para este siglo.
No en vano, el secretario General de la ONU, António Guterres, había pedido mayores esfuerzos de la comunidad internacional para aumentar los compromisos de reducción de las emisiones y ante el pleno de la Asamblea, en octubre pasado, advirtió que la pandemia pronto tendría una vacuna, pero el cambio climático no.
“Estamos en un punto de no retorno y libramos una guerra contra la naturaleza que es hora de dejar”, aseguró Guterres hace una semana en una conferencia dictada en los Estados Unidos.
Tal vez, el funcionario de la ONU estaba aprovechando su estadía en Nueva York para enviar un nuevo mensaje al electo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, sobre la necesidad de fortalecer la cooperación internacional y las alianzas globales en momentos en que la pandemia ha despertado ciertos nacionalismos y comportamientos autoritarios en varios países.
Es así como varios analistas internacionales consideran positivo el anuncio de Biden de regresar de inmediato al Acuerdo de París, reacomodar las fuerzas geopolíticas y liderar compromisos más ambiciosos y vinculantes en torno a las metas de reducción de gases de efecto invernadero, algo que se perdió durante la administración del saliente presidente Donald Trump, quien incluso logró retirar a los Estados Unidos del Acuerdo de París, en noviembre de 2020.
Luces y sombras en París
Este encuentro, previsto por los países miembros cada cinco años, permitirá hacer un corte de cuentas sobre los resultados obtenidos y volver a barajar, porque es evidente que los objetivos trazados hace cinco años no sólo no se han cumplido, sino que están cada vez más lejos de lo aceptable.
Veamos: desde 2010, las emisiones de gases que causan el calentamiento global han registrado un crecimiento promedio anual del 1,3%. En 2019, el aumento fue más pronunciado y llegó a un 2,6%, debido al aumento de incendios forestales, en especial en la Amazonía, California y Australia.
Según el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las emisiones de CO2 podrían descender en alrededor de un 7% en 2020 (un rango de 2% a12%) en comparación con los índices de 2019 a causa del COVID-19.
Sin embargo, se espera que el descenso general no sea tan marcado debido a la menor probabilidad de que otros gases de efecto invernadero como el metano se vean afectados. La OMM advirtió que las concentraciones atmosféricas de CO2 y otros gases siguen aumentando y la reducción temporal por las medidas de confinamiento no tendrá un impacto duradero sobre éstas. Los científicos calculan que el recorte de emisiones en 2020 se traduce en una reducción de solo 0,01°C en el calentamiento global para 2050.
El PNUMA explicó que para que el calentamiento global se estabilice es imprescindible que la reducción en las emisiones se mantenga con vistas a llegar a las cero emisiones netas de dióxido de carbono. Situar a los gases de efecto invernadero en el cero neto provocará la cúspide del calentamiento global y su descenso a partir de entonces.
Si los gobiernos invierten en la acción climática como parte de la recuperación de la pandemia y concretan sus nuevos planes de neutralidad de emisiones en sus compromisos del Acuerdo de París en la próxima cumbre climática que se llevará a cabo en Glasgow en noviembre de 2021, pueden cambiar el curso del planeta hacia un calentamiento catastrófico.
El 2020 va en camino de ser uno de los más cálidos jamás registrados, con incendios forestales, tormentas y sequías que continúan causando estragos. El Informe sobre la Brecha de Emisiones muestra que una recuperación verde de la pandemia puede reducir enormemente las emisiones de gases de efecto invernadero y ayudar a frenar el cambio climático”, dijo Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.
Las medidas fiscales para priorizar en una recuperación verde incluyen el apoyo directo a las tecnologías e infraestructuras de cero emisiones, la reducción de los subsidios a los combustibles fósiles, la eliminación de nuevas plantas de carbón y el impulso de las soluciones basadas en la naturaleza, incluyendo la restauración de paisajes a gran escala y la reforestación.
De acuerdo con el informe, hasta ahora las medidas fiscales de recuperación sostenibles han sido limitadas. Alrededor de una cuarta parte de los miembros del G20 han dedicado partes de su gasto (hasta 3% del PIB), a medidas para bajar las emisiones de carbono.

No todo está perdido
El informe también asegura que el creciente número de países que se han comprometido a lograr cero emisiones netas a mediados de siglo demuestra un avance significativo y alentador.
Hasta ahora, 126 países que producen 51% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero habían adoptado, anunciado o estaban considerando metas de neutralidad de emisiones. Los niveles de ambición en el Acuerdo de París todavía deben triplicarse, aproximadamente, para encaminar al mundo a la trayectoria de 2°C y aumentarse al menos cinco veces para limitar el calentamiento a un 1,5°C.
Cada año, el informe del PNUMA analiza el potencial de sectores específicos en la lucha contra el cambio climático y para 2020, consideró el comportamiento de los consumidores y los sectores del transporte marítimo y la aviación.
El transporte marítimo y aéreo, que representa 5% de las emisiones mundiales, requiere atención. Las mejoras en tecnologías y operaciones pueden aumentar la eficiencia en el uso de los combustibles, pero la mayor demanda proyectada indica que esto no resultará en la descarbonización y en reducciones absolutas de CO2. Ambos sectores deben combinar la eficiencia energética con un rápido abandono de los combustibles fósiles.
El informe indica que una acción climática más fuerte también debe incluir transformaciones en el comportamiento de consumo del sector privado y los individuos. Alrededor de dos tercios de las emisiones globales están vinculadas a los hogares particulares, señalan los expertos.
El segmento de la población con más ingresos tiene la mayor responsabilidad: las emisiones del 1% más rico de la población mundial representan más del doble que las del 50% más pobre. Este grupo deberá reducir su huella 30 veces para mantenerse en línea con los objetivos del Acuerdo de París.
Las posibles acciones para apoyar y permitir un menor consumo de carbono incluyen sustituir los vuelos domésticos de corta distancia por viajes en tren, crear incentivos e infraestructuras para permitir el uso de bicicletas y automóviles compartidos, mejorar la eficiencia energética de las viviendas y diseñar políticas para reducir el desperdicio de alimentos.
Cada año, el mundo deja perder no menos de 1.300 millones de toneladas de alimentos, mientras más de 600 millones de personas sufren de hambre y desnutrición.
Ecos del mensaje del Papa Francisco
Es necesario, entonces, recobrar las palabras del Papa Francisco, quien en su encíclica Laudato Sí, dijo meses antes de la firma del Acuerdo de París que era urgente cambiar el modelo económico que esclaviza al hombre y retornar a la ecología integral y dejar de hacer del planeta un “depósito de porquería”.
Hace unos días, previo a este quinto aniversario de la COP21, el Papa insistió en que volver a una “cultura del cuidado de la Casa Común”.
El Sumo Pontífice volvió a pronunciar algunas palabras dichas durante la Semana Santa, solo en la Plaza de Roma, con la pandemia a sus espaldas, y advirtió que “nadie se salva solo”.
El Vaticano ha manifestado que en la COP26 que se realizará en 2021, en Glasgow (Escocia), “no podemos dejar pasar la oportunidad de manifestar este momento de cambio y de tomar decisiones concretas e impostergables, porque los compromisos están muy lejos de ser los realmente necesarios para alcanzar los objetivos”.
Es necesario, dice El Vaticano, “elaborar un nuevo modelo cultural basado en la cultura del cuidado”, entendida como “el cuidado de los demás, el cuidado del medio ambiente, en lugar de la cultura de la indiferencia, la degradación y el descarte: el descarte de uno mismo, de los demás, del medio ambiente”.
La mirada crítica de Greenpeace
Para la organización internacional Greenpeace, “en un contexto en el que la pandemia del COVID-19 se adueñó de nuestras vidas y de nuestra política, los Gobiernos pueden y deben protegernos, pero obvian en gran medida la enorme interdependencia entre salud, bienestar y resiliencia, y clima y medioambiente”.
Greenpeace afirmó que aunque el clima tiene cierto peso en el plan de recuperación de la UE, éste carece de normas estrictas que excluyan el apoyo a las industrias contaminantes. La ONG recuerda que la nueva Comisión Europea, aprobada en noviembre de 2019 por el Parlamento, asumió entre sus prioridades para los próximos cinco años el establecimiento de un Pacto Verde Europeo que logre revertir el cambio climático y frenar sus efectos.
Entre las diferentes medidas que promoverá está la elaboración de la Ley Climática Europea, que a día de hoy se encuentra ya en un proceso de negociación avanzado.
De hecho, los jefes de Estado y de Gobierno nacionales se reunieron este 10 y 11 de diciembre en Bruselas para celebrar el Consejo Europeo en el que acordaron un aumento del objetivo de reducción de emisiones de la UE para 2030, tal y como exige el Acuerdo de París. En octubre, el Parlamento Europeo aprobó elevar la reducción de las emisiones hasta el 60% en 2030.
Y cómo vemos el acuerdo desde Colombia
Los compromisos globales contenidos en el Acuerdo de París de 2015 también tienen en Colombia nuevas metas y mayores apuestas hacia una transición energética que mitigue la crisis climática y contrarreste los efectos del calentamiento global, pese a que el país no es de los grandes aportantes de GEI, pero sí muy vulnerable ante eventos extremos de lluvias y sequías.
El Presidente Iván Duque anunció hace dos semanas que el país aumentó sus metas de reducción de gases de efecto invernadero a 51 por ciento de acá a 2030, muy superior al 20 por ciento que acordó en la COP21.
De igual forma, hace dos semanas, Colombia suscribió sendos compromisos regionales y firmó el Pacto Andino de Salud y Cambio Climático, junto a Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y Venezuela, y la Carta Ambiental Andina, con sus pares de Ecuador, Perú y Bolivia.
Esos compromisos se suman al Pacto de Leticia, con el que Colombia busca hacer un bloque común con los países de la Cuenca Amazónica en la lucha contra la deforestación, el tráfico ilícito de biodiversidad y la siembra de cultivos de uso ilícito.

Antioquia, y su capital Medellín, también han adoptado decisiones trascendentales para combatir el cambio climático y es así como desde comienzos de 2020, el gobernador Aníbal Gaviria, decretó la emergencia climática en el Departamento, con 100 acciones concretas y la conformación de un Comité Científico para definir políticas tendientes a enfrentar semejantes desafíos.
El alcalde de Medellín, Daniel Quintero, por su parte, presentó ayer su Plan de Acción Climática, avalado por la organización global C40, y se comprometió a aumentar sus metas de reducción de gases de efecto invernadero a 2030 y alcanzar la carbono neutralidad en 2050.
Los ojos de Low Carbon
Juliana Gutiérrez, una de las cabezas visibles de la iniciativa Low Carbon City, ha venido trabajando duro por ampliar la conciencia ciudadana en torno a la crisis climática y aseguró que “después de cinco años es evidente que los compromisos adquiridos para cumplir las metas del Acuerdo de París no son suficientes. Las emisiones siguen creciendo y las temperaturas del planeta también”.
Aún así, ella destaca el rol que vienen cumpliendo las ciudades, porque si bien no están obligadas a cumplir el Acuerdo, pues eso corresponde a los Estados, las grandes urbes están adquiriendo un rol trascendental en la descarbonización de sus economías, del transporte y de las industrias.
“Los actores subnacionales son protagonistas y deben serlo, pues es en las grandes ciudades donde se da el 70 por ciento de los GEI y y el 70 por ciento del consumo energético”, agregó.
Como hechos positivos cinco años después del Acuerdo, Juliana dice que las metas fijadas por China de reducir a cero sus emisiones a 2060 son alentadoras y se mostró de acuerdo en presionar a las demás potencias a incrementar sus ambiciones.
Considera urgente y necesario incluir en los pos acuerdos de París acciones y programas claros, medibles y vinculantes en torno a políticas de adaptación y mitigación al cambio climático, uno de los grandes vacíos de la COP21.
“Los mercados de carbono son fundamentales para promover incentivos al sector privado y sumar capacidades. Es una deuda que le quedó al Acuerdo”, concluye la líder de Low Carbon.
Jóvenes con los ODS
De igual forma, Róbinson Meneses, quien presidente Jóvenes por los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), una de las grandes herramientas acordadas en la Cumbre de París, hizo una mirada integral sobre los logros obtenidos en estos cinco años:
“El Acuerdo de París es un llamado global e histórico para enfrentar el cambio climático y las acciones más eficaces para tener ciudades bajas en carbono en el mundo.
De forma positiva, las últimas noticias indican que China ha fortalecido sus esfuerzos en el tema y, en general, gran parte de los países comprometidos en el mundo actualizaron sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional -NDC-, entre esos Colombia, que pasó del 20% y 30% al 51%.
En el contexto de Estados Unidos también hay buenas noticias, pues Joe Biden anunció que su país regresará al Acuerdo para trabajar por el cambio climático.
En el contexto regional y local, para el caso de Antioquia, de forma positiva, la actual Gobernación ha declarado emergencia climática y ha creado una comisión de expertos para trabajar en el tema en el Departamento.
Para los municipios del Valle de Aburrá también se tienen estrategias, como en Medellín y en Envigado con planes frente a la crisis climática. La voluntad política, la articulación con academia, sector privado y social es crucial para pasar de las estrategias a las acciones reflejadas en mejoras sustanciales frente a la emergencia climática, así como indicadores que den cuenta de la evolución.
Desde Jóvenes y ODS hacemos un llamado respetuoso a impulsar medidas más ambiciosas, con estrategias claras y acciones efectivas para combatir la crisis climática en las ciudades, entendiendo que las alianzas siguen siendo un pilar fundamental para el bienestar de los ecosistemas y, por ende, de los ciudadanos.
La educación es el medio más efectivo para impulsar masa crítica. La generación de empleos sostenibles/verdes se convierte, además, en la ruta más potente para revertir los daños generados en el planeta, pensar nuevos modelos económicos sostenibles para los ecosistemas y lograr los acuerdos globales frente al calentamiento global”.
Y qué se piensa desde la academia
Alejandro Álvarez es otro de esos jóvenes que tiene en su ADN la pasión por los temas urbanos, en especial aquellos que están en permanente conexión con la naturaleza.
Es Coordinador del área de Cultura Ambiental del Núcleo de Formación Institucional de EAFIT y acompaña muchas de las iniciativas ambientales en la ciudad. Para él, como lo han dicho otros expertos, “la firma del Acuerdo es un milagro y hay que celebrar que haya ocurrido, pese a que los resultados hasta ahora sean insuficientes para mitigar los daños provocados por el cambio climático”.
Alejandro asegura que la fragilidad del planeta es comparable con lo frágil de los compromisos y las metas fijadas hace cinco años en París, pero ve trascendental que ahora se estén haciendo alianzas público privadas en la lucha contra la crisis climática.
Llamó la atención, no obstante, que en Colombia estemos discutiendo la conveniencia de hacer fracking en la exploración petrolera y, al mismo tiempo, el Gobierno se comprometa a aumentar las metas de reducción de los gases de efecto invernadero, conociendo los impactos de la fractura hidráulica para hidrocarburos.
Algo similar pasa con la ganadería extensiva, pues los gremios siguen promoviendo la ampliación de la frontera y ocasionando efectos muy dañinos sobre los suelos. Reconoce los avances en los temas de movilidad sostenible, pero cree que son poco ambiciosas las metas para ampliar los sistemas de transporte limpio y las ciclorrutas.