La economía y los economistas no pueden responder por sí solos cualquier pregunta, especialmente si se trata de preguntas sobre el futuro de un país. Analizar los retos que nos impone el cambio climático solamente desde la economía es mirar el problema con una lupa muy estrecha. Sin embargo, en Colombia algunos sectores de la sociedad y medios de comunicación han llegado al punto de considerar que las preguntas sobre el cambio climático se pueden responder con base en la economía y de espaldas a la ciencia del cambio climático.
Por ejemplo, he escuchado varios podcasts o foros y leído varios artículos que se preguntan por lo que Colombia debería o no hacer frente al cambio climático, y qué tan rápido deberían avanzar estas acciones. Una respuesta que se ha vuelto estándar tiene dos partes. La primera es reconocer la importancia de las acciones frente al cambio climático, y la segunda es decir de una u otra forma que dichas acciones deberían ser “responsables” y a reglón seguido definir responsabilidad como lentitud. “Transición energética sí pero sin afán”, por ejemplo. Las justificaciones para la lentitud suelen ser del tipo: “tenemos que proteger la economía”, “la economía no lo permite”, y un largo etcétera de explicaciones que ponen la economía por encima de cualquier otra consideración, incluidas las advertencia de la ciencia sobre las consecuencias del cambio climático que ya estamos padeciendo y tienden a empeorar aceleradamente por razones físicas, no económicas.
Para analizar el futuro de Colombia y lo que deberíamos hacer frente al cambio climático, la pregunta no es —como dice Mariana Mazzucato en su libro Misión Economía— ¿cuánto dinero hay y qué podemos hacer con él?, sino ¿qué es necesario hacer y cómo podemos organizar los presupuestos para lograr esos objetivos? La economía tradicional suele considerar el crecimiento económico como un objetivo en sí mismo: crecer a toda costa así sea empeorando el cambio climático y sus impactos. Explotar carbón y petróleo a toda máquina para ganar la mayor cantidad de dinero posible en el corto plazo, por ejemplo.
Sin duda hay que hacer cuentas económicas, pero bien hechas; y hoy en día esto implica incluir las cuentas del cambio climático. La razón por la que muchos economistas siguen sin hacerlo parece obedecer a una inercia; todavía usan ideas como la del crecimiento ilimitado e independiente del clima y la biodiversidad que se desarrollaron cuando ni el cambio climático ni la pérdida de biodiversidad eran problemas tan claros y amenazantes para la humanidad como lo son hoy en día.
El último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) deja claro que ya hemos superado el límite seguro del cambio climático y estamos avanzando hacia una desestabilización mayor del clima que tendrá consecuencias devastadoras, incluidos los impactos económicos. En vez de objetivos económicos tradicionales como aumentar el Producto Interno Bruto (PIB), la prioridad debería ser salvarnos de los peores impactos de la crisis ambiental que los humanos hemos desatado con nuestras acciones, incluyendo el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación del aire. Los costos de la lentitud y la inacción están creciendo con el tiempo y pueden llegar a destruir cualquier economía. Veamos algunos números.
Mucho dinero
Gobiernos, empresarios y la sociedad en general toman muchas decisiones importantes con base en cantidades de dinero. Existe una especie de equivalencia implícita entre la importancia de la decisión y la cantidad de dinero que involucra. Una noción común es que si se trata de mucho dinero, entonces la decisión es muy importante. Quienes ocupan los cargos más importantes del país, comenzando por el Presidente de la República y pasando por los principales empresarios, toman decisiones sobre cantidades de dinero muy grandes.
¿Cuánto es mucho dinero en Colombia?, ¿cuáles son las cifras económicas que más le interesan a gobernantes y otros tomadores de decisiones? La respuesta a ambas preguntas es que las grandes cantidades de dinero que reciben mucha atención en Colombia son entre decenas y centenas de billones de pesos. Un billón de pesos es un uno y doce ceros, es decir, $1.000.000.000.000. Veamos algunos ejemplos de cifras grandes.
El PIB de Colombia en 2021 fue de 1.177 billones, y el Presupuesto General de la Nación (PGN) aprobado para 2023 es de 406 billones. A nivel de ciudades, el presupuesto más grande del país es el de Bogotá que en 2022 llegó casi a 29 billones, mientras que el presupuesto departamental más grande es el de Antioquia: casi 5 billones en 2022. En 2021, la empresa más grande de Colombia, es decir Ecopetrol, tuvo utilidades cercanas a los 17 billones, y los mayores bancos nacionales (Banco de Bogotá y Bancolombia) tuvieron utilidades cercanas a 4 billones cada uno. Las explotación de hidrocarburos, esa actividad que algunas personas consideran irremplazable en el corto plazo, le aporta al PIB del país algo así como el 3,3%, es decir una cantidad de dinero cercana a 35 billones con respecto al PIB de 2021. Ese mismo año, la DIAN recaudó casi 174 billones en impuestos.
El tamaño de los problemas, los retos y las discusiones también se suelen relacionar con la cantidad de dinero que implican. Uno de los problemas económicos de Colombia en la actualidad es el déficit del fondo de estabilización de precios de los combustibles que en 2021 alcanzó un acumulado de casi 12 billones. La propuesta de reforma tributaria que presentó el Gobierno apunta a recaudar cerca de 22 billones de pesos anuales. El Presidente Petro ha estimado que su proyecto de reforma agraria requiere 60 billones de pesos para comprar tierras, y a muchas personas esta cifra les ha parecido exorbitante.
En síntesis, cuando en Colombia hablamos de grandes cantidades de dinero que le interesan a los principales tomadores de decisiones y reciben mucha atención de los medios de comunicación, estamos hablando de decenas o centenas de billones de pesos. Diez billones es mucho dinero y cien billones es muchísimo. De miles de billones casi ni hablamos porque es demasiado dinero para las cuentas nacionales. El PIB de Colombia en 2021 apenas superó los 1.000 billones.
Los costos del cambio climático
Llamamos “desastres climáticos” a los desastres asociados con eventos climáticos como sequías, inundaciones, o huracanes. La reducción de los caudales de los ríos debida al fenómeno de El Niño que causó el “apagón” de 1992 fue un desastre climático muy costoso para Colombia. Las fuertes lluvias e inundaciones debidas a La Niña entre 2010 y 2011 fueron un desastre climático que le costó alrededor de 11 billones de pesos de la época al país. La catástrofe de 2017 en Mocoa por inundaciones y la destrucción de Providencia en 2020 por el paso del huracán Iota son desastres climáticos que ha sufrido Colombia más recientemente y cuyo costo está por establecer. Tampoco sabemos cuánto nos costará al final de cuentas la pandemia de COVID-19, pero sí sabemos que el riesgo de sufrir este tipo de pandemias está creciendo con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Lamentablemente no tenemos buenas cuentas del costo de los desastres climáticos en Colombia. Este es un vacío de información que debería llenar el Gobierno Nacional. Sin embargo, por estimaciones globales e información de otros países, sabemos cuán costosos pueden ser los desastres climáticos para un país. Por ejemplo, en 2021, Estados Unidos sufrió veinte desastres climáticos cuyos impactos superaron los mil millones de dólares cada uno (Figura 1).
Entre enero y septiembre de 2022, van quince desastres climáticos que han causado impactos superiores a los mil millones de dólares (cada uno) en Estados Unidos. Sequías, inundaciones, incendios forestales y huracanes están entre los desastres más costosos. Solamente el huracán Ian de 2022 causó daños avaluados en más de 60 mil millones de dólares, es decir, cerca de 300 billones de pesos colombianos en la actualidad. O sea que, en cuestión de horas, un desastre climático como este puede causar pérdidas económicas en Estados Unidos comparables con el Presupuesto General de la Nación de Colombia en la actualidad. Los desastres climáticos pueden borrar años de crecimiento económico en instantes. Según el Gobierno de Estados Unidos, en 2017 “el huracán María tardó solo unas horas en borrar décadas de progreso económico en Puerto Rico” [1].
Otra cosa que sabemos es que el cambio climático tiende a empeorar los desastres climáticos. Las proyecciones del IPCC indican que desastres climáticos como sequías e inundaciones se volverán más frecuentes e intensos en muchas regiones del planeta como consecuencia del cambio climático. Colombia está en una región particularmente vulnerable a impactos del cambio climático asociados con lluvias extremas como derrumbes e inundaciones. Las noticias recientes del país parecen confirmar estas advertencias.
Además, los registros de desastres climáticos y sus costos en países como Estados Unidos muestran una clara tendencia creciente (Figura 2). En Estados Unidos, la cantidad de desastres climáticos con impactos superiores a mil millones de dólares se ha multiplicado por más de seis entre 1980 y 2021. Entre 2020 y 2021 ocurrieron más desastres de este tipo que durante toda la década de los años 80. Y el costo ha pasado de menos de 100 mil millones de dólares en 1980 a más de 400 mil millones anuales en 2020 y 2021, es decir, se ha multiplicado por más de cuatro.
A pesar de la falta de información en Colombia y las diferencias entre países, hay buenas razones para pensar que las tendencias en Colombia son similares. Dicho de otra manera, aunque no tengamos estos mismos datos para Colombia, es casi seguro que tenemos tendencias similares: la cantidad de desastres climáticos y sus costos están creciendo con el tiempo.
No todo se mide con dinero
Otro asunto que se pierde de vista en los análisis concentrados en cifras económicas como el PIB es que no todo se puede medir con dinero. Por ejemplo, ¿cuánto cuesta la salud o la vida de millones de personas afectadas por los desastres climáticos?, ¿cuánto vale la vida de miles de especies que se están extinguiendo por las acciones humanas?, ¿cuánto vale el futuro de los niños y niñas que sufrirán las peores consecuencias del cambio climático?
Los acontecimientos actuales dan una idea de los desastres climáticos y ambientales que enfrentamos y sus consecuencias económicas y de otro tipo. Hay pequeños países insulares que están prácticamente condenados a desaparecer por el aumento del nivel del mar, uno de los impactos del cambio climático más evidentes. Las inundaciones de este año en Pakistán afectaron a más de 30 millones de personas y cerca del 30% del territorio de ese país. En la actualidad, los humanos estamos causando una extinción de especies más intensa que la causada por el impacto del asteroide que extinguió a los dinosaurios hace 66 millones de años. Sobre esto les recomiendo leer la columna de Jorge Zuluaga: “Más peligrosos que un impacto de asteroide” [2].
Un estudio reciente advierte que varios miles de millones de personas en Asia central están en riesgo de quedarse sin acceso al agua en las próximas décadas como consecuencia de la pérdida de glaciares en el Himalaya. ¿Qué espera el mundo que pase si miles de millones de personas se quedan sin agua?
Según la Organización Mundial de la Salud, la contaminación del aire causa entre 8 y 9 millones de muertes humanas al año en todo el mundo, es decir, 18 veces más muertes que las que la misma organización le atribuye al consumo de drogas psicoactivas. La contaminación del aire, que en gran medida se debe a las mismas emisiones causantes del cambio climático, ha vuelto peligroso hasta respirar. Lo irónico es que muchas personas consideran más peligroso el consumo de drogas que la quema de combustibles fósiles. Las cifras indican lo contrario.
Cuentas alegres
En conclusión, los costos y otras consecuencias de los desastres climáticos son demasiado grandes como para ignorarlos en las proyecciones económicas de Colombia. Además, estos costos están creciendo con el tiempo como consecuencia del cambio climático y los retrasos en las estrategias de mitigación y adaptación. La capacidad de adaptación es limitada y las estrategias que son viables hoy en día pueden dejar de serlo si no actuamos rápido. Lo responsable en este caso no es proceder sin afán sino todo lo contrario, acelerar a fondo.
Cualquier análisis económico sobre el futuro de Colombia que no considere los costos del cambio climático es, como decimos coloquialmente, una cuenta alegre. Tal como ha pasado en otros lugares del mundo, los desastres climáticos pueden borrar décadas de crecimiento económico en instantes. Las lluvias extremas entre 2010 y 2011 causaron pérdidas económicas comparables con el recaudo anual de una reforma tributaria o las utilidades de Ecopetrol. Dicho de otra manera, basta con una temporada de lluvias extremas para causar pérdidas del orden de decenas de billones de pesos en Colombia, es decir, lo que describimos como “mucho dinero” al principio de este escrito.
Cada vez está más claro que no hay negocio mejor ni más urgente para la humanidad que la acción climática. El objetivo debe ser mitigar el cambio climático y adaptarnos frente a sus impactos tanto cuanto podamos, cueste lo que cueste. Si no lo hacemos rápido, tendremos que pagar por desastres cada vez más costosos que desbaratarán cualquier proyección económica que ignore el cambio climático, es decir, cualquier cuenta alegre.
Referencias