No resulta una coincidencia que 75 años después de haber terminado la Segunda Guerra Mundial, el organismo que se creó para coordinar la recuperación de los países involucrados, la ONU, sea hoy el mismo que nos advierte que estamos frente a una guerra suicida contra la naturaleza y pararla definitivamente no es una opción.
Esta vez no son los tanques alemanes y toda la artillería de Hitler y sus aliados tratando de tomarse el mundo, sino unos enemigos invisibles y devastadores como el COVID-19 y el cambio climático los que acechan con capacidad destructora y amenazan la estabilidad planetaria como armas de destrucción masiva.
El llamado del Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ayer en Nueva York, es el eco que permanece claro después del pronunciamiento que hizo durante la 75ª Asamblea del organismo, en octubre pasado, cuando advirtió que no era posible dinamitar los avances logrados por la cooperación internacional y centrar la discusión global en torno a la vacuna para combatir la pandemia, mientras el planeta avanza hacia su aniquilación por cuenta del cambio climático, quizás el reto más grande que ahora enfrenta la humanidad.
Guterres habló al mismo tiempo que la Organización Metereológica Mundial (OMM) confirmaba lo que es evidente: que el aumento de la temperatura del planeta sigue su curso y es necesario actuar en bloque antes de que sea un punto de no retorno.
Ni la reducción de la actividad industrial y el tráfico aéreo durante la pandemia, ni el fenómeno de La Niña, que suele enfriar los océanos, frenaron el avance del calentamiento global en 2020. En su informe preliminar sobre el estado del clima en 2020, presentado ayer por la OMM, se calcula que la temperatura media en los últimos 12 meses será hasta 1,2 grados centígrados, superior a los niveles preindustriales (1850-1900), una cifra similar a la de 2019 y solo superada en 2016, el año más cálido del que se tiene registro.
“El planeta está roto, la humanidad está en guerra contra la naturaleza y esto es suicida, pues ella siempre devuelve el ataque y lo hace con creciente fuerza y furia”, aseguró Guterres, en un discurso en la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos.
El “objetivo central” de la organización en 2021 será construir una verdadera coalición para la neutralidad del carbono y lograr de esta forma dar un gran impulso a la lucha contra el calentamiento global.
“Todo país, ciudad, institución financiera y compañía debe adoptar planes para una transición a emisiones netas de carbono cero para 2050 y tomar acciones decididas ahora para ponerse en la trayectoria adecuada para cumplir esta visión, lo que quiere decir recortar las emisiones un 45% para 2030 con respecto de los niveles de 2010”, aseguró la ONU.
La Unión Europea, Japón, Corea del Sur y otros países se han comprometido a lograr la neutralidad para 2050, en momentos en que Estados Unidos anunció que buscará ese mismo objetivo, mientras China se fijó 2060 como meta para alcanzarlo.
Así, para comienzos de 2021, los países que representan más del 65% de las emisiones globales de dióxido de carbono y más del 70 % de la economía global, habrán hecho compromisos ambiciosos para la neutralidad. “Tenemos que convertir este impulso en un movimiento”, dijo Guterres.
Un panorama complejo
El informe de la OMM subrayó que los seis años más calurosos desde que en 1850 empezaron a registrarse mediciones científicas son, precisamente, los seis últimos transcurridos desde 2015, por lo que no es de extrañar que la década 2011-2020 haya sido también la más cálida de la que se tiene registro. Los resultados definitivos para 2020 se conocerán en marzo, y se confirmará entonces si este año fue el segundo o el tercero más caluroso de la historia moderna, ya que actualmente está prácticamente empatado con 2019.
“Pese a la paralización de muchas actividades que causó la COVID, las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero continuaron al alza, condenando al planeta a un mayor calentamiento por muchas generaciones más, debido a la larga permanencia del dióxido de carbono en la atmósfera”, enfatiza la OMM.
La región donde el calentamiento global fue más patente en 2020 fue el norte de Asia, en particular el Ártico siberiano, donde las temperaturas medias superaron en más de cinco grados la media registrada entre 1981 y 2010.
La localidad rusa de Verkhoyansk, por ejemplo, uno de los lugares más fríos del mundo, alcanzó en junio pasado la temperatura más alta de la historia en el Círculo Polar Ártico, de 38 grados, una situación que contribuyó a que Siberia sufriera los peores incendios forestales en 18 años.
Otros 10 millones de refugiados climáticos
La OMM también advirtió que, si bien el hielo Antártico se mantuvo estable, los del Ártico alcanzaron su segundo valor más bajo en 42 años, y solo en Groenlandia se perdió una masa helada de 152.000 millones de toneladas.
Este calentamiento global vino acompañado de una intensificación de los fenómenos climáticos extremos, que según la OMM crearon 10 millones más de “refugiados climáticos”, es decir, personas que tuvieron que dejar sus hogares a causa de fenómenos tales como inundaciones o sequías, especialmente en el sur de Asia y el Cuerno de África.
Más de 50 millones de personas han sufrido este año el doble impacto de los desastres climáticos y la pandemia, por ejemplo en muchos países de Centroamérica, región especialmente afectada por los huracanes.
Desde inicios de 1993, el nivel del mar se ha venido elevando más de tres milímetros anuales, según la OMM, y aunque no dio cifras definitivas de 2020, subrayó que la elevación será similar a la registrada en 2019, pese a un mínimo descenso registrado en los últimos meses asociado a La Niña.
Luego, el llamado del Secretario General de la ONU no es alarmismo, sino sensatez, al decir que el colapso de la biodiversidad, con más de un millón de especies en peligro de extinción, así como el avance de los desiertos, la deforestación, la contaminación de los océanos o la mortífera polución del aire y el agua que mata a millones de personas cada año, no son poco para tomar una decisión de futuro: trabajar unidos contra el cambio climático.
Guterres mostró su lado optimista y dijo que hay señales para la esperanza, con más y más gente, sobre todo los jóvenes, que entienden el problema que plantea el cambio climático y reclaman soluciones. “Este es un momento de la verdad para las personas y para el planeta. El COVID-19 y el clima nos han traído a un límite. No podemos volver a la vieja normalidad de desigualdad, injusticia y dominio negligente de la Tierra”.
La recuperación de la pandemia, subrayó, ofrece una oportunidad para apostar por un modelo verde que combata el cambio climático, pero dejó claro que para el planeta “no hay una vacuna”.
“La puerta está abierta, las soluciones están ahí. Ahora es el momento de transformar la relación de la humanidad con el mundo natural y con cada uno de nosotros”, concluyó el Secretario General de la ONU.