Por convocatoria de las organizaciones ambientalistas, cada 3 de julio se celebra el Día Mundial sin bolsas de plástico, con el propósito de concientizar a la población sobre los riesgos que representa para el medio ambiente el uso indiscriminado y sin control de bolsas de plástico.

 

Los hábitos de consumo y las carreras propias de la vida cotidiana, incentivaron el uso de bolsas plásticas en toda clase de situaciones: la compra diaria, el empaque de alimentos, la protección de objetos y utensilios, en fin, sin tener en cuenta que una bolsa de plástico se utiliza, en promedio durante 15 minutos pero tarda en descomponerse más de 400 años. Durante ese tiempo, los plásticos van a los vertederos, se acumulan en bosques y caminos, caen a las cuencas hídricas y van al mar, causando grandes perjuicios a la naturaleza, al agua y a los animales.

 

Según el Departamental Nacional de Planeación, cada colombiano consume 24 kilos de plástico al año, lo que representa 1.250.000 toneladas. El 56% son plásticos de único uso. En el mundo, se estima que cada persona gasta al año un promedio de 230 bolsas de plástico, que significan más de 500 billones de bolsas de plástico dando vueltas por el mundo, alterando los ecosistemas y afectando a los animales que las ingieren equivocadamente y a través de ellos llegan al organismo humano. En consecuencia, debido a su uso sin control, las bolsas se quedan en el planeta en perjuicio de todos los seres vivos.

 

Según organizaciones ambientalistas, a los océanos llegan entre 8 y 12 millones de toneladas de plásticos cada año. Estos residuos suponen una grave amenaza para los océanos, las especies marinas y los seres humanos. Uno de cada seis peces que se venden para la alimentación contiene microplásticos en sus estómagos.

 

Un día para la educación

El Día sin bolsas de plástico busca llamar la atención sobre el impacto negativo de su uso y promueve la búsqueda de materiales alternativos como el papel o el cartón al tiempo que invita a recurrir a utensilios de mayor duración como el carrito de la compra, la bolsa ecológica o los empaques de fique, entre otros.

 

Para celebrar el Día sin bolsas de plástico, las entidades gubernamentales responsables de cuidar la naturaleza y las organizaciones ambientales realizan jornadas académicas y eventos simbólicos para llamarla atención sobre los peligros que representa su uso, la problemática que representan para bosques, ríos y océanos y para las especies que los habitan. De igual manera, se hacen demostraciones sobre las alternativas no contaminantes.

 

Buena parte de los esfuerzos se dirigen a las Instituciones Educativas, mediante talleres y representaciones que les transmiten a los niños los daños que las bolsas de plástico le causan a la naturaleza y los impulsan a aplicar soluciones creativas.

 

Por decisión gubernamental, en la mayoría de los países se prohíbe el uso de las bolsas plásticas y como medida de control se cobra una pequeña cantidad de dinero por cada bolsa empleada en tiendas y almacenes, como ocurre en Colombia por mandato del Decreto 2198 de 2017, que modifica el Decreto 1625 de 2016. El costo busca disuadir a los compradores y lograr que asuman el hábito de llevar consigo bolsas ecológicas, para disminuir la circulación de bolsas plásticas.

 

Países como Francia e Italia prohibieron la producción de bolsas de plástico y han reducido notablemente su consumo. Otros países como Reino Unido, Portugal, Suecia y Colombia, aplican impuestos sobre el uso de las bolsas, y en otros países como Finlandia o Alemania los establecimientos establecen acuerdos voluntarios

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¿Por qué hay que evitar bolsas y envases plásticos?

Los microplásticos ya están en los intestinos humanos. Un estudio de la Universidad Médica de Viena analizó muestras de heces de personas de países tan distantes y distintos como Reino Unido, Finlandia, Polonia, Países Bajos, Italia, Rusia o Japón, encontrando que contenían partículas de hasta una decena de plásticos diferentes: policloruro de vinilo (PVC), polipropileno, tereftalato de polietileno (PET).

 

Este estudio piloto, realizado con un grupo reducido de personas, pero de una amplia diversidad geográfica, pone de presente la necesidad de investigar el impacto de estos materiales en la salud humana.

 

La producción de plásticos crece anualmente un 9 por ciento desde los años sesenta del siglo pasado, según datos de la ONU.

 

Una cantidad considerable del plástico producido va al medio ambiente y termina en los océanos: entre 8 y 12 millones de toneladas, según diversos estudios. El ambiente marino y la luz solar degradan el plástico y lo reducen a pequeñas partículas hasta confundirlas con la comida marina y a través de los peces pasan al organismo humano, según lo revela el estudio de la Universidad Médica de Viena y la agencia estatal austriaca para el medio ambiente.

 

«Es el primer estudio de este tipo y confirma lo que veníamos sospechando desde hace tiempo, que los plásticos acaban llegando al intestino», informó Philipp Schwabl, gastroenterólogo y hepatólogo de la Universidad Médica de Viena y principal autor del estudio. «Aunque en estudios en animales la mayor concentración de plásticos se ha localizado en el intestino, las partículas de microplástico más pequeñas pueden entrar en el torrente sanguíneo, el sistema linfático e incluso alcanzar el hígado», añadió e indicó que es urgente investigar para saber «lo que esto implica para la salud humana».

 

Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) de 2016 recopilaba los datos sobre presencia de microplásticos en la vida marina: hasta 800 especies de moluscos, crustáceos y peces comen plástico. Aunque la gran mayoría de las partículas se queda en el aparato digestivo, parte del pescado que se descarta al comerlo, existe el riesgo de ingestión en el caso del que se coma entero, como mariscos, bivalvos o peces más pequeños.