El papa Francisco publicó, el pasado 4 de octubre, la carta Laudate Deum (Alaben a Dios), que es un texto en continuidad con la encíclica Laudato si’ (de 2015) en el que en 6 capítulos y 73 parágrafos se plantea precisar y completar lo ya afirmado en el texto anterior sobre ecología integral, y al mismo tiempo lanzar una voz de alarma y una llamada a la corresponsabilidad ante la emergencia del cambio climático, “antes de que sea demasiado tarde”.
En la misiva, que se publica antes de la COP28, que se hará en Dubai a finales de noviembre e inicios de diciembre, el Sumo Pontífice deja en claro que la población y los gobiernos no tienen las reacciones suficientes mientras el mundo se va desmoronando y quizás esté acercándose a un punto de quiebre ante las consecuencias que genera el cambio climático.
“Es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas. Es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial y los efectos del cambio climático son soportados por las personas más vulnerables, ya sea en casa o en todo el mundo”, expresó el Papa.
El primer capítulo de esta misiva está dedicado a la crisis climática mundial y en él asegura el Papa que por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes. “En los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra, una enfermedad silenciosa que nos afecta a todos. Además, es verificable que determinados cambios en el clima provocados por la humanidad aumentan notablemente la probabilidad de fenómenos extremos cada vez más frecuentes e intensos”.
El Papa Francisco recordó en esta carta que “lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una velocidad tal que basta una sola generación (no siglos ni milenios) para constatarlo. Probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares a causa de estos hechos. Los fríos extremos también son expresiones alternativas de la misma causa.
Una responsabilidad compartida
Para Francisco hay en el mundo una pretensión de simplificar la realidad y no faltan quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados.
Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres. ¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas?”, argumentó el máximo jerarca de la Iglesia Católica.
Además, Francisco criticó la postura de quienes afirman que los esfuerzos para mitigar el cambio climático reduciendo el uso de combustibles fósiles provocará una reducción de los puestos de trabajo. “Lo que está ocurriendo en realidad es que millones de personas pierden su empleo debido a las diversas consecuencias del cambio climático: tanto el aumento del nivel del mar como las sequías y muchos otros fenómenos que afectan al planeta, han dejado a mucha gente a la deriva. Mientras la transición hacia formas renovables de energía, bien gestionada es capaz de generar innumerables puestos de trabajo en diferentes sectores. Esto requiere que los políticos y empresarios estén ahora mismo ocupándose de ello”.
No dudar del origen humano del cambio climático
En la carta Laudate Deum, el Papa Francisco asegura, además que ya no se puede dudar del origen humano (antrópico) del cambio climático. “La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera… se mantuvo estable hasta el siglo XIX. En los últimos cincuenta años el aumento se aceleró notablemente. Al mismo tiempo, la temperatura aumentó con una velocidad inédita, sin precedentes en los últimos dos mil años. En este período la tendencia fue de un calentamiento de 0,15 grados centígrados por década, el doble de lo ocurrido en los últimos 150 años. A este ritmo, es posible que en diez años alcanzaremos el límite máximo global deseable de 1,5 grados centígrados”.
Esto, según el Sumo Pontífice, provocará la acidificación de los mares y el deshielo. La coincidencia entre estos acontecimientos y el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero «no es posible ocultar. Una abrumadora mayoría de científicos especializados en clima sostienen esta correlación y sólo un ínfimo porcentaje de ellos intenta negar esta evidencia. Por desgracia, la crisis climática no es precisamente un asunto que interese a los grandes poderes económicos, preocupados por el mayor rédito posible con el menor costo y en el tiempo más corto que se pueda”, agregó.
Francisco dijo que se ve obligado a hacer estas precisiones, “que pueden parecer obvias, debido a ciertas opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica. Pero ya no podemos dudar de que la razón de la inusual velocidad de estos peligrosos cambios es un hecho inocultable: las enormes novedades que tienen que ver con la desbocada intervención humana sobre la naturaleza”.