El sentido de urgencia que falta en las declaraciones sobre cambio climático que dio el presidente de Ecopetrol en Davos 2023

El presidente de Ecopetrol dio unas declaraciones sobre cambio climático en la reunión del Foro Económico Mundial en Davos que han sido elogiadas por su sensatez. Hay muchas cosas buenas en su declaración pero falta el sentido de urgencia y esto es peligroso. Aquí les cuento porqué.

Davos 2023
Obra del artista Isaac Cordal conocida popularmente como “Políticos discutiendo el calentamiento global”. Fuente: https://streetartutopia.com/2021/09/28/politicians-discussing-climate-change/

En el Foro Económico Mundial realizado en Davos durante enero de 2023, el presidente de Ecopetrol —que estará en el cargo hasta marzo de 2023— dio una declaración sobre la transición energética que ha sido resaltada como muy sensata por algunos líderes de opinión en Colombia. “Esto suena lógico, tiene propósito de futuro y criterio realista” dijo Félix de Bedout. En un video que ha sido ampliamente difundido, Felipe Bayón dijo que Ecopetrol está trabajando en un plan a veinte años para transformarse en una empresa de energía pensando en fuentes diferentes al petróleo. Habló de su interés por el hidrógeno y las energías solar y eólica. Recordó también lo importante que ha sido y puede seguir siendo Ecopetrol para las finanzas de Colombia. Todo esto suena sensato y además es esperanzador escuchar al presidente de una compañía petrolera hablando de transición hacia otras formas de energía. Pero…

La declaración tiene un problema —muy común— que radica en suponer que frente al cambio climático tenemos plazos de décadas para actuar. Esto es lo que los principales dirigentes de la sociedad han supuesto desde que la ciencia comenzó a advertir sobre las consecuencias de las emisiones de gases de efecto invernadero hace más de medio siglo. Siguen hablando y actuando como si tuviéramos plazos largos. Me temo que no es así. El plazo con el cambio climático se nos está acabando rápidamente. 

En 1985, Carl Sagan dio una declaración ante el Congreso de los Estados Unidos en la que decía cosas como las siguientes. Dijo que como los efectos del cambio climático abarcan varias generaciones de humanos, hay una tendencia de los dirigentes de la sociedad a eludir el problema, a pensar que no lo deberían resolver ellos mismos sino alguien en el futuro. La actitud dominante de los dirigentes de la sociedad frente al cambio climático se puede resumir en la frase: “dejemos que otros se encarguen de eso después”. 

Un ejemplo de dicha actitud es lo que ha pasado en Medellín con las inundaciones. Tenemos planes e ideas que se han quedado en el papel mientras los problemas por las inundaciones se convierten en una especie de enfermedad crónica con tendencia a agravarse por el cambio climático y la falta de acciones en el territorio. Ante las catástrofes recientes, el alcalde de Medellín dijo que están elaborando un plan a treinta años y le dejó recomendaciones a sus sucesores.

La humanidad se ha gastado décadas haciendo planes que progresan lentamente. Mientras tanto, el cambio climático ha avanzado hasta alcanzar niveles realmente peligrosos hoy en día. Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (el IPCC), todo indica que ya hemos superado el límite seguro y nos estamos dirigiendo rápidamente hacia grandes desastres climáticos.

La lentitud en las acciones de mitigación y adaptación frente al cambio climático más que sensatez es un peligro para la estabilidad de la sociedad. Y es también una táctica que han usado quienes se resisten a abandonar el uso de los combustibles fósiles. Ante el peso de la evidencia científica, la negación del cambio climático se ha ido transformando en dilación. Retardar en vez de negar. Usar tácticas dilatorias para —como dijo el profesor Michael Mann— “mantenernos adictos a los combustibles fósiles durante el mayor tiempo posible, permitiendo que las empresas y sus asociados continúen obteniendo grandes beneficios económicos, incluso si la civilización humana paga el precio” [1].

La dilación de las acciones de mitigación y adaptación se debe en parte a la suposición de que todavía tenemos plazos largos. La idea aparentemente sensata es que el cambio climático es importante (no negar) pero no es tan urgente (dilatar). 

Creo que esta actitud dilatoria ha sido fuente de motivación para que muchos jóvenes —y personas de todas las edades— alrededor del mundo como Greta Thunberg y Vanessa Nakate se estén convirtiendo en activistas del clima. También hemos visto científicos convertidos en activistas climáticos como Peter Kalmus preguntándose qué más puede decir la ciencia para que la sociedad y sus dirigentes reaccionen, con la misma angustia que los científicos representados por Jeniffer Lawrence y Leonardo Di Caprio en la película “Don’t Look Up”. Necesitamos grandes acciones más que grandes planes. Ya llevamos 27 reuniones COP y seis reportes del IPCC desde principios de los años 90.

Como en la metáfora de la obra de Isaac Cordal conocida popularmente como “Políticos discutiendo el calentamiento global” —foto al principio de este escrito—, los líderes mundiales llevan años dilatando las acciones necesarias para enfrentar el cambio climático y como consecuencia de esta dilación el agua ya nos está llegando al cuello.

Sentido de urgencia

Frente al cambio climático necesitamos actuar con sentido de urgencia, como reaccionamos ante la pandemia o como estamos preparados para reaccionar ante una guerra —en estos preparativos para la guerra la sociedad invierte muchísimo dinero. Cuando llegó la pandemia por COVID19 a Colombia no tenía sentido que el gobierno la enfrentara proponiendo planes a diez o veinte años para fortalecer el sistema de salud o la capacidad nacional de estudiar la enfermedad y producir vacunas. Eso debió hacerse antes pero ya era tarde y el país tuvo que ponerse en modo emergencia. Sufrió mucho la economía y tuvimos que encerrarnos en nuestras casas. La sociedad se puso “patas arriba” de un mes a otro. 

A este tipo de cambios drásticos y rápidos que afectan severamente a la sociedad y la economía nos enfrentamos debido al cambio climático. Por ejemplo, por los puntos de inflexión del clima que expliqué en una columna anterior titulada “Puntos de inflexión del clima y por qué necesitamos economistas del cambio climático”. Discutí en esa columna una advertencia de la ciencia sobre distintas partes del planeta Tierra que podrían superar puntos de inflexión (tipping points en inglés) durante las próximas décadas como consecuencia del cambio climático. Y que si esto llegara a suceder, se producirían cambios muy peligrosos, posiblemente devastadores, en cosas vitales para la sociedad como la disponibilidad de agua, energía o alimentos.

Ante una guerra, la sociedad no responde con planes de veinte años para fortalecer las fuerzas armadas y la soberanía del país. La vida de la gente en Ucrania cambió drásticamente de un día para otro con el inicio de la guerra y todavía están atrapados en esa tragedia sin una idea clara de cuándo ni cómo terminará. Cuando el huracán María pasó sobre Puerto Rico en 2017 causó un atraso económico instantáneo. En lo que tardó el paso del huracán por la isla, o sea en cuestión de horas, Puerto Rico perdió el desarrollo económico que había logrado en al menos una década, según la Casa Blanca.

El cambio climático está exacerbando rápidamente los desastres climáticos asociados, por ejemplo, con huracanes, sequías e inundaciones. Por eso también dije en otra columna que cualquier análisis económico o proyección sobre el futuro de Colombia que no considere los costos del cambio climático es “una cuenta alegre”. Los costos y otras consecuencias de los desastres climáticos son demasiado grandes como para ignorarlos en las proyecciones económicas de Colombia. La dilación frente al cambio climático aumenta los riesgos y reduce nuestra capacidad de adaptación. Las estrategias que son viables hoy en día pueden dejar de serlo dentro de algunos años si no actuamos rápido. Lo responsable en este caso no es proceder sin afán sino todo lo contrario: acelerar a fondo.

Aplaudo las direcciones que trazó el presidente de Ecopetrol con respecto a transformar la empresa en una empresa de energías limpias (o menos sucias que el petróleo). También entiendo que él tenga que tener mucho cuidado con lo que dice en público y mostrarse sereno porque si no, es posible que el mercado y las acciones y la bolsa y toda esta maraña de cosas del sistema económico en el que parecemos atrapados reaccionen mal para la empresa. Sin embargo, espero que internamente él tenga información suficiente para entender que lo que estamos enfrentando con el cambio climático es una emergencia potencialmente catastrófica para la sociedad colombiana.

Pero si seguimos confundiendo la responsabilidad con la dilación y los dirigentes de la sociedad no hablan y actúan con sentido de urgencia, el tiempo de actuar frente al cambio climático simplemente se va a acabar. Si una persona está sufriendo un infarto los médicos no le recomiendan un plan de varios años para mejorar su condición cardiaca sino que lo atienden por urgencias con procedimientos de emergencia. Pues bien, las emisiones de gases de efecto invernadero están infartando al clima y las soluciones tienen que llegar muy rápido y no son pañitos de agua tibia.

Sabemos que Colombia no es uno de los principales países responsables del cambio climático. Históricamente nuestras emisiones de gases de efecto invernadero han sido muy pequeñas en comparación con los países industrializados del norte global como Estados Unidos, China, Rusia, y los países europeos. La mitigación del cambio climático global depende muchísimo de esos países y muy poco de Colombia. 

Sin embargo, esas reuniones globales como la de Davos 2023 deberían servir para que los líderes de nuestra sociedad llamen la atención sobre la urgencia de actuar ante el cambio climático, y esto no lo veo en las declaraciones del presidente de Ecopetrol. Por el contrario, su discurso me parece más bien basado en la suposición de que las acciones no son tan urgentes y que el cambio climático todavía nos ofrece plazos largos. Transmitirle esta parsimonia a la sociedad es un obstáculo para que nos pongamos en el modo emergencia que necesitamos.

Como dije antes, durante décadas los gobernantes del mundo han seguido más o menos el patrón de aplazar, de ir despacio, confiando en que otros en el futuro resolverán los problemas. El error en este razonamiento es que hay límites, como en un resorte que se puede estirar pero no más allá de cierto punto porque se revienta. Frente al cambio climático ya no tenemos varias décadas para actuar. Carl Sagan se lo advirtió a los congresistas estadounidenses en 1985. Les dijo que si retrasaban las acciones le iban a dejar problemas a sus hijos entre muy difíciles e imposibles de resolver. Hoy en día estamos entrando en el peligroso terreno de los problemas insolubles y mientras sigamos dilatando las acciones más nos adentraremos allí.

No todos los dirigentes carecen del sentido de urgencia. En la misma reunión de Davos, el ex Vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, cuestionó enfáticamente a los líderes del mundo porque “hay mucho bla, bla bla —como dice Greta—, muchas palabras y algunos compromisos significativos, pero seguimos fallando mucho”. Y específicamente dijo que “tenemos que tener un sentido de urgencia mucho más grande que el que hemos tenido”. Recordó que a pesar de los numerosos compromisos del pasado las emisiones causantes del cambio climático siguen creciendo, y la acumulación de estos gases está atrapando una energía equivalente a la que producirían seiscientas mil bombas atómicas como la de Hiroshima explotadas cada día en nuestro planeta. Además, resaltó una división que a su juicio está creciendo entre las personas que son suficientemente viejas como para ocupar las posiciones de poder en la actualidad y la gente jóven del mundo. Los jóvenes están mirando lo que los líderes están haciendo y ven cosas como que el director del Banco Mundial es un negacionista del cambio climático y el director de la próxima COP28 será el CEO de una de las empresas petroleras más grandes del mundo. “¿Qué le puedo decir a los jóvenes que me preguntan si esto está bien?” preguntó Al Gore, hablando con el sentido de urgencia frente al cambio climático que tanta falta nos hace.

Adaptación a toda costa en Colombia

En Colombia ponernos en modo emergencia significa principalmente dirigir todas nuestras capacidades hacia la adaptación climática. Es urgente que lo hagamos así sea difícil e incómodo. No hay manera de que no lo sea, así como no son fáciles y cómodos muchos procedimientos médicos necesarios para proteger la salud y la vida. 

Hablamos mucho de adaptación al cambio climático pero vamos muy despacio y el tiempo se agota. Me preocupa ver a economistas haciendo cuentas alegres para las próximas décadas sin considerar el cambio climático. Discutiendo, por ejemplo, si uno u otro modelo pensional funcionará dentro de varias décadas para que los jóvenes que hoy tienen veinte años se puedan pensionar. Ningún modelo pensional va a funcionar bien si seguimos como vamos de despacio en la mitigación y adaptación del cambio climático. Ningunos acabados funcionan bien en una casa si la edificación se derrumba.

Lo que más ha limitado los avances en la adaptación climática en Colombia no es el conocimiento ni la tecnología sino la voluntad política. Hemos sido tradicionalmente gobernados por personas que ponen la economía por encima de cualquier otra cosa. ¡Es la economía estúpidos! decían los asesores de Bill Clinton en una de sus campañas a la presidencia de los Estados Unidos. 

En Colombia tenemos suficiente conocimiento y tecnología como para impulsar rápidamente nuestra adaptación al cambio climático. Hay cosas que podríamos hacer ya mismo si los gobernantes toman las decisiones difíciles que se requieren y los ciudadanos cooperamos. Por ejemplo, muchas veces me han preguntado qué hacer para mitigar los problemas por inundaciones que se están volviendo crónicos y cada vez más severos en el Valle de Aburrá (en Medellín), y parte de mi respuesta siempre es que hay que detener la urbanización de las laderas. En otras palabras, lo que se requiere en este caso no es tanto hacer sino dejar de hacer, dejar de urbanizar allí, y para esto hacen más falta la voluntad política y la cooperación en el presente que los planes millonarios a veinte años.

Conclusión

Me parece esperanzador que el presidente de Ecopetrol haya hablado en el Foro Económico Mundial de Davos 2023 sobre cambio climático y reconozca la necesidad de avanzar hacia fuentes de energía diferentes a los hidrocarburos. Pero hablar con aparente sensatez sobre planes de décadas es más o menos lo mismo que hemos venido escuchando a la par que el cambio climático y sus consecuencias se agravan. Tenemos que avanzar más rápido y necesitamos que líderes de la sociedad tan importantes como él hablen y actúen con sentido de urgencia porque nuestro plazo con el cambio climático se está agotando. Y necesitamos que la sociedad se contagie del sentido de urgencia y coopere frente a las decisiones difíciles que deberían tomar los gobernantes. Esto no va a pasar si seguimos repitiendo con serenidad que ante el cambio climático, no hay afán.

Referencias

[1]https://english.elpais.com/science-tech/2022-10-10/from-climate-change-denial-to-delayism-oil-firms-send-academics-into-the-fray.html

Juan Fernando Salazar.
Juan Fernando Salazar.

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