Ecología integral: el ser humano al cuidado de la casa común

“La era de las naciones es pasado. La tarea que tenemos ante nosotros ahora, si no perecemos, es construir la tierra”. (Teilhard de Chardin, 1965: 4).

Laudato 1

¿Para qué pasamos por este mundo?, ¿para qué vinimos a esta vida?, ¿para qué trabajamos y luchamos?, ¿para qué nos necesita esta tierra? Por eso, ya no basta decir que debemos preocuparnos por las futuras generaciones. Se requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá. Es un drama para nosotros mismos, porque esto pone en crisis el sentido del propio paso por esta tierra. (n.160).

La Encíclica Laudato Sì tiene un claro propósito de generar una transformación de paradigma, a través de un llamado moral en un momento crucial de la historia de la humanidad y con viabilidad real de movilizar la consciencia del género humano y la voluntad política de los gobernantes a actuar decidida e inmediatamente por el planeta, y por los más pobres, ya que “la interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común” (n.164).

Esto es enfatizado en el discurso de su Santidad, el Papa Francisco, el 25 de Septiembre 2015 ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en donde pidió a los gobernantes que hicieran “todo lo posible a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo social. Este mínimo absoluto tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad de espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y todos los otros derechos cívicos” (Francisco, 2015b).

En Laudato Sí, el Papa Francisco no solamente se conformó con hacer una contextualización de la posición y activismo de sus predecesores respecto de la incompatibilidad entre los modelos de crecimiento económico en el siglo XIX y el cuidado del medio ambiente, sino que postuló posiciones y propuso acciones especificas y concretas para el direccionamiento de una advertida catástrofe ambiental.

En la encíclica, la ecología integral es presentada como “el nuevo paradigma de justicia” (Radio Vaticano, 2015). S.S. Francisco tituló el cuarto capítulo del Laudato Sí “Una ecología integral” y éste contiene cinco subtítulos en donde desarrolla las dimensiones: I. Ecología ambiental, económica y social; II. Ecología cultural; III. Ecología de la vida cotidiana; IV. El principio del bien común; y V. Justicia entre las generaciones. Además hizo referencia explícita a la ecología integral en diez ocasiones en diferentes apartes de la Encíclica, y bajo diferentes aspectos de ésta: como contexto de la crisis mundial, como motivación, como definición que incorpore dimensiones sociales y humanas, como implicaciones, como relacionamiento con el medio ambiente, la economía y lo social; y como la solución “para un desarrollo pleno de la humanidad”. (n.62).

Hizo énfasis en la necesidad de incorporar el valor del trabajo, citando la encíclica “Laborem exercens!, de san Juan Pablo II, y recordando la responsabilidad dada al ser humano en el libro del Génesis: “no solo para preservar lo existente (cuidar), sino para trabajar sobre ello de manera que produzca frutos (labrar)”. (n.124).

La ecología integral supone un honesto cuestionamiento a los “modelos de desarrollo, producción y consumo” (n. 138); y un reconocimiento de los límites de la humanidad. “¿Qué límites pueden tener la trata de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de diamantes ensangrentados y de pieles de animales en vías de extinción?”. (n.123).

La ecología integral y el cuidado de la Casa Común 

La Encíclica menciona al planeta Tierra 86 veces. Lo hace no solamente otorgándole un lugar como casa, sino dotándola de vida y consciencia, al citarla tal y como lo hizo san Francisco de Asís “nuestra madre tierra” (n.1), “nuestra oprimida y devastada tierra que ‘gime y sufre dolores de parto”. (n.2).

Sin embargo, nos sugiere que esto no “supone una divinización de la tierra que nos privaría del llamado a colaborar con ella y a proteger su fragilidad”. (n.90).

Nos recuerda que “nosotros mismos somos la tierra”, que sus recursos “están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva”. (n.32). Llama fuertemente la atención al haber cambiado su belleza por desperdicio “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”. (n.21); la belleza, diversidad y riqueza por carencia de colores, ya que “este nivel de intervención humana, frecuentemente al servicio de las finanzas y del consumismo, hace que la tierra en que vivimos en realidad se vuelva menos rica y bella, cada vez más limitada y gris, mientras al mismo tiempo el desarrollo de la tecnología y de las ofertas de consumo sigue avanzando sin límite. De este modo, parece que pretendiéramos sustituir una belleza irreemplazable e irrecuperable, por otra creada por nosotros”. (n.34).

Asimismo, Laudato Sì culpa al consumo de algunos países ricos, y hace explícito cómo “La inequidad no afecta solo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relaciones internacionales” (…) ya que “El calentamiento originado por el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África”. (n.51). Sin embargo, ratifica y recuerda que somos huéspedes, y que “la tierra es del Señor”, “a él pertenece “la tierra y cuanto hay en ella”. (n.67).

Fundamentalmente, “la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos”. (n.93). Por esta razón, sugiere también un énfasis en la inequitativa concentración de la propiedad de los territorios y tierras productivas (n.134), y el destino común de los bienes haciendo referencia a la Conferencia Episcopal Paraguaya de 1983, en donde se propone que “además del título de propiedad, el campesino debe contar con medios de educación técnica, créditos, seguros y comercialización”. (n.94).

No hay duda que Laudato Si’ asocia la tierra a una herencia colectiva que pertenece a nosotros y a los que vendrán (n.159), al medio ambiente y a un espacio social, pero también como un espacio político, y económico, lo cual es consistente con algunas otras posiciones vaticanas.

Los ODS como la brújula moral universal hasta 2030

“¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” (n.160).

Para 2030, los niños que están creciendo serán adultos, y los adultos serán mayores. Por esto se reitera en la encíclica la invitación que ya había hecho el Papa Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Paz (2010) sobre “la urgente necesidad moral de una renovada solidaridad intrageneracional”. (n.162).

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la agenda 2030 nos muestra que “existe voluntad política y tiende a percibirse alineación entre las organizaciones multilaterales, los gobiernos de las diferentes naciones del mundo, y empresas multinacionales para asegurar que la agenda Post 2015 será la fuerza más importante para determinar el futuro del desarrollo internacional”.

Los 17 ODS, con sus respectivas metas, fueron presentados de manera oficial el 17 de Septiembre 2015 en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas y requerían de una aproximación a la ecología integral de cada uno de nosotros para su cumplimiento y lograr “la erradicación de la pobreza antes del 2030, mediante la transformación de las economías, a través del desarrollo sostenible y el establecimiento de pilares para una incluyente prosperidad sostenida”.

Estos Objetivos de Desarrollo Sostenible son más ambiciosos que los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que debieron haber sido cumplidos en 2015 “en cuanto a su cubrimiento, profundidad y universalidad, y van a requerir innovaciones en la construcción de políticas y en las mediciones de estas tanto a nivel nacional como internacional tanto en países desarrollados como en vía de desarrollo”.

Además de esto, los ODS y la agenda Post 2015, a diferencia de los OD, los protagonistas serán los gobiernos, los mercados, las empresas multinacionales de los países emergentes, y las economías de los países (mal) llamados del sur; y de las decisiones que cada uno de nosotros tomemos como ciudadanos locales y universales, y como consumidores.

Laudato Sì nos convocó a buscar una ruta común como género humano, y “llamó a cultivar y custodiar con responsabilidad la creación, con especial atención a los más pobres, que son los que más sufren las consecuencias de los daños ambientales”. (Radio Vaticano, 2015).

S.S. Francisco estimuló a una “conversión ecológica”, invitación de San Juan Pablo II a un “cambio de ruta” mediante un “estimular y sostener la ‘conversión ecológica” (Juan Pablo II, 2001: n. 4), y a asumir un compromiso por evitar la catástrofe ecológica, “que en estos últimos decenios ha hecho a la humanidad sensible respecto de la catástrofe hacia la cual se estaba encaminando” (Juan Pablo II, 2001, a).

Reflejó el creciente interés de la sociedad civil, que se asemeja al momento de evolución colectiva de Teilhard de Chardin, ya que “se advierte una creciente sensibilidad con respecto del ambiente y el cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta”. (n.19).

Finalmente, tengamos presente que S.S. Francisco hizo un llamado a escuchar. “Hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”. (n.49).

(*) Este texto fue tomado y adaptado del que escribió el autor para el libro Abriendo Horizontes 8, del Centro de Fe y Culturas, previa autorización del mismo.

Artículo publicado en: http://www.centrofeyculturas.org.co/publicacion/ecolog%C3%ADa-integral-al-cuidado-de-la-casa-com%C3%BAn

 

Juan Luis Mejía Arango.
Juan Luis Mejía Arango.

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