Derrumbes y cambio climático

Derrumbes y cambio climático

Colombia es un país muy montañoso. Gran parte de la población e infraestructura del país están en la cordillera de los Andes, incluyendo grandes ciudades rodeadas de montañas como Bogotá, Medellín y Manizales. El caso que me parece más extremo para el tema de esta columna es el del Valle de Aburrá, un valle relativamente pequeño y estrecho en donde vivimos más de 3 millones de personas y cuyas laderas están altamente urbanizadas (Figura 1). El abastecimiento de agua y energía para muchas personas, instituciones y empresas depende en gran medida de acueductos y embalses construidos también entre montañas. La seguridad alimentaria de la población colombiana depende de que grandes cantidades de alimentos se transporten por vías construidas sobre las laderas de las montañas y llenas de taludes artificiales, incluyendo las nuevas vías 4G. En este contexto, los derrumbes representan una amenaza no solo para la vida y bienes de muchas personas sino también para la economía y la seguridad hídrica, energética y alimentaria del país.

Figura 1. Valle de Aburrá altamente urbanizado. Fuente: Julián Zapata en Pixabay.

El cambio climático está haciendo que en Colombia llueva “más duro”. Vivimos en una región del planeta en donde el cambio climático está intensificando e intensificará aún más las tormentas. Esta es una predicción muy confiable de la ciencia confirmada por el último reporte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).

Esta combinación entre vivir en un país de montañas y estar expuestos a lluvias cada vez más intensas por el cambio climático nos conduce a un riesgo creciente por derrumbes. En lo que sigue voy a explicar algunas razones de esta preocupación y ofrecer ideas sobre lo que podemos hacer.

¿Por qué la relación entre derrumbes y cambio climático?

Existe una especie de equilibrio entre el clima y la forma de un territorio. Las características topográficas de un territorio son, en parte, un reflejo de cómo ha sido el clima de esa región y especialmente del papel del agua como moldeador del terreno. La manera como cae la lluvia y se transforma en escorrentía e infiltración moldea el terreno dando lugar, por ejemplo, a las redes de drenaje que conforman los ríos con sus afluentes. Además, las tormentas intensas son uno de los principales detonantes de los derrumbes, especialmente de los peligrosos derrumbes repentinos.

Dado este equilibrio, si el clima cambia significativamente (como está cambiando), entonces lo previsible es que también ocurran cambios significativos en la forma de los territorios. Los cambios en la lluvia traerán consigo cambios en, por ejemplo, las pendientes de laderas y taludes. Los derrumbes son precisamente mecanismos mediante los cuales un territorio cambia de forma. Un derrumbe es algo así como la búsqueda de un nuevo equilibrio. Si una ladera o un talud pierden estabilidad entonces se produce un derrumbe que da lugar a una nueva ladera o talud más estables.

Por lo tanto, la desestabilización del clima por el cambio climático nos está llevando a una desestabilización del territorio que se manifiesta en derrumbes. Hay un número creciente de estudios científicos que analizan esta relación entre cambio climático y derrumbes. A pesar de lo retador que es establecer relaciones de causalidad entre cambio climático y derrumbes, y de las incertidumbres inherentes a cualquier estudio científico, los autores de una revisión de literatura muy citada resaltan lo siguiente [1]:

  • En concordancia con el IPCC, reconocen que el cambio climático es inequívoco, es decir, está pasando.
  • Afirman que “es indiscutible que los cambios en el clima afectan la estabilidad de taludes naturales o artificiales con consecuencias sobre los derrumbes”.
  • Prevén que “el riesgo por derrumbes aumentará en las regiones donde el cambio climático aumente la frecuencia e intensidad de las tormentas”.

Colombia está, precisamente, es una de dichas regiones del planeta en donde la ciencia ha previsto una intensificación de las lluvias que, según lo anterior, nos conducirá a un mayor riesgo por derrumbes.

¿Qué podemos hacer?

Todo lo que Colombia y el resto del mundo logremos hacer para mitigar el cambio climático contribuirá a mitigar los riesgos por sus impactos. Lo contrario también es cierto. La desestabilización de muchos territorios será otro de los impactos del uso de combustibles fósiles que no estamos abandonando tan rápidamente como la ciencia recomienda.

Una idea que resume bastante lo que podemos hacer en Colombia, y especialmente en áreas montañosas altamente urbanizadas como el Valle de Aburrá, es que necesitamos adaptarnos a un clima con tormentas más intensas. Esto tiene implicaciones sobre la ocurrencia de inundaciones que he discutido en otras columnas [2,3] y también sobre el riesgo por deslizamientos que estoy discutiendo acá.

En regiones altamente montañosas y urbanizadas como el Valle de Aburrá, es urgente detener la urbanización de las laderas que ha avanzado mucho durante décadas y sigue avanzando. Hay herramientas de planificación territorial que las autoridades podrían usar con este fin. Hay conversaciones que podemos tener los ciudadanos en busca de acuerdos para proteger el territorio que todos habitamos.

Es posible que laderas como las del Valle de Aburrá que han permanecido relativamente estables durante décadas pierdan esta estabilidad bajo la influencia de tormentas más intensas debidas al cambio climático. Edificaciones enteras podrían quedar comprometidas, como pasó recientemente con una unidad residencial en donde decenas de familias tuvieron que evacuar sus viviendas por un derrumbe [4]. Asimismo, podrían perder su estabilidad laderas y taludes de los que depende la integridad de vías, embalses, acueductos y otras infraestructuras críticas. En 2011, Manizales se quedó sin agua durante 17 días por un derrumbe que dañó las tuberías de conducción del acueducto [5]. Laderas y taludes que han sido estables con el clima del pasado pueden dejar de serlo bajo el nuevo clima hacia el que estamos transitando rápidamente.

En otras columnas he dicho que es urgente detener la urbanización de las laderas del Valle de Aburrá (y territorios similares) como parte de las medidas de mitigación de inundaciones [2,3]. Otra razón más para justificar esta urgencia es que necesitamos reducir los riesgos por derrumbes.

Otra cosa que podemos y necesitamos hacer es acercar la ingeniería a la ciencia del cambio climático. El estudio de la estabilidad de laderas y taludes ha sido desarrollado tradicionalmente por ramas de la ingeniería que no tienen al cambio climático como uno de sus principales objetos de estudio. Dudo que los estudios de suelos que estamos usando actualmente en Colombia para construir vías, puentes, edificaciones, etc. incluyan rigurosamente los impactos del cambio climático. Hay una brecha entre ingeniería tradicional y ciencia del cambio climático que es necesario reducir. Ya no podemos estudiar la estabilidad del territorio sin pensar en el cambio climático.

Referencias

[1] Gariano, S. L., & Guzzetti, F. (2016). Landslides in a changing climate. Earth-Science Reviews, 162, 227-252. https://doi.org/10.1016/j.earscirev.2016.08.011
[2]https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/desbordamientos-e-inundaciones-del-rio-medellin-problemas-que-seran-cronicos-y-mas-severos
[3] https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/hay-que-tranquilizar-al-rio-medellin
[4]https://www.elcolombiano.com/antioquia/nuevo-derrumbe-en-la-unidad-atavanza-en-rodeo-alto-AN17921274 Consultada en julio 30 de 2022.
[5]https://minvivienda.gov.co/sala-de-prensa/al-cumplirse-3-anos-del-derrumbe-que-dejo-sin-agua-manizales-las-obras-en-la-planta-niza-ya-estan-casi-listas Consultada en julio 30 de 2022.

Juan Fernando Salazar.
Juan Fernando Salazar.

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