Nos estamos acostumbrando a recibir malas noticias por inundaciones. Todavía estábamos observando la catástrofe de la ciudad de Valencia en España —que, hasta ahora, ha dejado más de 200 personas muertas y miles más damnificadas— cuando recibimos reportes de daños y pérdidas por inundaciones en Santa Marta, Bogotá, Medellín y varios municipios del Chocó y el Suroeste Antioqueño. Veinticinco mil familias afectadas es el dato preliminar que entregó la Gobernadora del Chocó el 9 de octubre. Mientras escribía esta columna, las inundaciones dañaron los barrios Santa Cruz y el Sinaí en Medellín. Y estos son solo algunos de los ejemplos de inundaciones en Colombia durante las últimas semanas.
Lo cierto es que estos problemas tienden a volverse crónicos y cada vez más severos para muchas áreas urbanas como consecuencia de un impacto bien diagnosticado del cambio climático: la capacidad de producir lluvias extremadamente abundantes ha crecido en la atmósfera. Que en cuestión de horas algunos lugares de la ciudad de Valencia hayan recibido la lluvia que habitualmente caería en un año es un síntoma de esta capacidad aumentada. Lo mismo está pasando alrededor del mundo.
Pero el cambio climático no es la única causa por la que crece el riesgo por inundaciones. El ordenamiento —o desordenamiento— territorial y las decisiones sobre la construcción y el desarrollo urbano también juegan un papel fundamental. La razón tiene que ver con que el riesgo por inundaciones es una mezcla de tres cosas. La primera es la amenaza, que son las lluvias fuertes y los caudales excesivos que ellas producen en los ríos. Las otras dos son la vulnerabilidad y la exposición, que, en síntesis, representan los daños y pérdidas que podrían causar las inundaciones.
Por ejemplo, cuando el río Amazonas inunda la selva no decimos que hay un riesgo grande, porque ese es su comportamiento natural y porque allá en la selva no hay muchas personas u otros elementos que sufran por dichas inundaciones. Las inundaciones hacen parte del ecosistema de la selva. En cambio, cuando el río que atraviesa una ciudad se desborda, el riesgo sí es grande porque hay muchas personas, animales y bienes vulnerables y expuestos.
Aunque sea difícil o imposible reducir la amenaza, el riesgo se puede mitigar reduciendo sus otros dos factores. En la práctica, esto significa tomar medidas como reubicar poblaciones o adaptar las ciudades para reducir su vulnerabilidad y exposición.
Es urgente que las áreas urbanas de Colombia se preparen para recibir lluvias extremadamente fuertes, más de lo habitual. La pregunta prudente no es si dichas lluvias llegarán sino cuándo lo harán, porque las condiciones atmosféricas ya están dadas para que esto suceda. Podría ser la semana entrante o dentro de algunos años, no hay manera de saberlo. Lo que sí sabemos es que la probabilidad de estos eventos seguirá creciendo mientras no se reduzcan significativamente las quemas de combustibles fósiles y la deforestación en el mundo.
Frente a este panorama, es vital que los gobiernos locales de Colombia asuman una actitud proactiva, porque hay cosas que se pueden mejorar desde hoy en los pueblos y ciudades de Colombia. A continuación, explicaré cuatro ideas generales que los gobiernos municipales o distritales deberían impulsar para reducir el riesgo por inundaciones en sus áreas urbanas.
Alerta temprana
Es indispensable mantener y fortalecer contínuamente los sistemas de alerta temprana. La ciencia actual permite pronosticar inundaciones con tiempo suficiente para realizar evacuaciones que reduzcan las pérdidas y daños, sobre todo, para proteger la vida. En Valencia, las inundaciones tomaron por sorpresa a muchas personas, lo cual debería ser inaceptable.
Ciencia, tecnología y sociedad se pueden combinar en una variedad de sistemas que van desde sencillos y baratos hasta sofisticados y costosos. Por ejemplo, hay sistemas basados en la comunidad que funcionan a partir de alertas que los habitantes de la parte alta de un río le transmiten vía celular a sus vecinos de la parte baja. Un ejemplo de este tipo son los sistemas de alertas tempranas comunitarios que el Área Metropolitana del Valle de Aburrá ha implementado con 21 comunidades. No es exagerado decir que estos sistemas han salvado vidas.
Un ejemplo más costoso y sofisticado es el Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá, más conocido como SIATA, que aprovecha la ciencia, la tecnología y el conocimiento local para monitorear la lluvia y los ríos y emitir alertas sobre el riesgo por inundaciones, entre otros.
Una de las tecnologías que aprovecha el SIATA es un radar meteorológico con capacidad de monitorear la lluvia en tiempo real en el 90% de Antioquia. La inversión inicial que requirió este radar fue de 4.000 millones de pesos en 2011, que es muy poco en comparación con las pérdidas y daños que pueden causar las inundaciones. De hecho, ese mismo año, las inundaciones le costaron a Colombia lo suficiente para instalar más de dos mil radares iguales a los del SIATA. Todos los municipios de Colombia deberían estar permanentemente cubiertos por radares meteorológicos operados por personas competentes para la gestión del riesgo por inundaciones.
Cultura ciudadana y protocolos
Pero las alertas tempranas no son suficientes. También hace falta construir cultura ciudadana y protocolos que le permitan a la ciudadanía actuar adecuadamente frente al riesgo por inundaciones. Por ejemplo, las personas que viven en ciudades atravesadas por ríos como Medellín y Bogotá necesitan saber qué hacer en caso de recibir alertas tempranas. Preguntense ustedes si saben cuándo evacuar y cómo hacerlo.
El tiempo de respuesta es crítico. Las inundaciones pueden ocurrir en cuestión de minutos; por lo tanto, los protocolos tienen que funcionar a esa velocidad y la gente tiene que estar preparada para actuar rápidamente. Unos minutos pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Algunas personas murieron en Valencia tratando de sacar sus carros de sótanos que se inundaron sin tiempo para reaccionar.
Otro asunto clave es la confianza que la población tenga en sus sistemas de alerta temprana, que no se construye de un día para otro. En Estados Unidos, gracias a décadas de trabajo, la mayoría de la gente está acostumbrada a seguir las recomendaciones de las autoridades frente al riesgo por inundaciones y vientos fuertes que generan los huracanes. No es raro que miles de personas evacuen grandes áreas urbanas cada año. Los preparativos para estos eventos son parte de la vida cotidiana.
En 2021, un taxista que nos llevaba a mi esposa y a mí al aeropuerto de Nueva Orleans nos contó que la carretera por donde íbamos había quedado sumergida bajo varios metros de agua durante las inundaciones causadas por el huracán Katrina en 2005. Desde entonces, él y su familia tienen un plan de evacuación familiar que incluye unas piezas de equipaje siempre listas y una ruta planeada hacia un lugar seguro en la casa de unos amigos. Cuando reciben recomendaciones de evacuación basadas en los pronósticos, él y su familia emprenden el viaje sin dudarlo porque confían en dichas alertas y las usan para tomar decisiones difíciles.
Normas de construcción
Las normas de construcción están llenas de requisitos que se deben cumplir para reducir el riesgo de que las edificaciones colapsen por un sismo, que podría ocurrir en cualquier momento. Por eso decimos que algunos edificios (deberían ser todos) son sismoresistentes. Las normas de construcción también deberían incluir requisitos para reducir el riesgo por inundaciones.
Actualmente, las ciudades y pueblos de Colombia tienen sistemas de drenaje pluvial que conducen el agua lluvia muy rápidamente hasta los ríos. El agua lluvia pasa rápidamente de los techos o pavimentos a tuberías o canales que van hacia los ríos. Esto produce un efecto parecido a impermeabilizar los territorios urbanizados que exacerba la acumulación del agua en los ríos y entonces las inundaciones.
Esta forma de drenar las áreas urbanas se puede y debe cambiar. Una manera de empezar es exigir que toda obra nueva incluya sistemas que retrasen el viaje del agua lluvia hacia los ríos, especialmente durante las tormentas extremas. Las obras existentes pueden hacer adaptaciones; los gobiernos locales pueden crear incentivos para esto y comenzar por sus propios edificios.
Hay muchas opciones de sistemas de este tipo que combinan ingeniería y naturaleza. Los ejemplos incluyen una variedad de sistemas urbanos de drenaje sostenible (SUDS) y soluciones basadas en la naturaleza (SBN).
Reordenamiento territorial
Reducir el riesgo por inundaciones debería volverse un propósito de largo plazo en las áreas urbanas del país al que contribuyan los distintos gobiernos electos. Es indispensable trazar una ruta y recorrerla, porque así como el buen ordenamiento puede reducir el riesgo por inundaciones, el mal ordenamiento puede empeorarlo.
Dado que en muchos casos la expansión de las áreas urbanas empeora el riesgo, hay que considerar la idea de “pagar para no construir”, como resumió un día nuestra conversación el taxista que me transportaba mientras mirábamos al río Medellín.
Lo que justifica pagar para no construir es que, en muchos casos, urbanizar arriba conduce a inundar abajo. Por ejemplo, si el área urbana del Valle de Aburrá sigue expandiéndose hacia la parte alta del río Medellín y sus afluentes, entonces el riesgo por inundaciones en la parte baja empeorará.
Las ciudades necesitan zonas no urbanizadas que ofrezcan protección contra inundaciones. Tiene sentido proteger los elementos del territorio que nos protegen. Este es el caso de los humedales que todavía existen dentro o alrededor de las áreas urbanas. Un humedal es un ecosistema naturalmente adaptado para retener agua temporalmente, lo cual puede reducir el riesgo por inundaciones en las áreas vecinas. Infortunadamente, hay ideas tradicionales en la ingeniería y la política que a menudo ven los humedales más como un problema que hay que resolver (secar) que como una oportunidad que ofrece la naturaleza para reducir el riesgo por inundaciones. Parte de lo que hay que hacer es repensar este tipo de visiones.
Que las ciudades ya estén bien o mal construidas y entonces sean muy difíciles de cambiar no puede ser excusa. Las inundaciones van a cambiar las áreas urbanas de una u otra manera. Lo deseable es que los cambios se den mediante decisiones y planes para reducir el riesgo por inundaciones. Lo indeseable es que lleguen las inundaciones aumentadas por el cambio climático y el desordenamiento territorial y cambien el territorio urbano por la vía de los desastres.
«De todas las construcciones de la humanidad, ninguna es tan complicada como una ciudad moderna, y ninguna corre mayor peligro ante las inundaciones que se avecinan», escribió Peter Ward en su libro La Tierra Inundada acerca de los efectos del cambio climático.