Crisis climática pasa factura a la agricultura

El más reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) estimó en 108.000 millones de dólares las pérdidas del sector agroalimentario en los países menos desarrollados durante el período 2008-2018, pero esa cifra pudo haber aumentado dramáticamente en los últimos dos años como consecuencia del cambio climático. Asia, África y América Latina son las regiones más afectadas por los fenómenos asociados a la variabilidad climática, esto es, las sequías, las inundaciones, las plagas de especies invasoras y, por supuesto, las enfermedades zoonóticas como el COVID-19. Colombia es uno de los casos más preocupantes de la región.

Cambio climático y consecuencias en la alimentación

En relación con los efectos del cambio climático, todos pierden, pero hay unos sectores que ponen más a la hora de los balances sobre los daños provocados por la crisis climática. El sector de la agricultura se lleva la peor parte, pues casi el 63 por ciento de las pérdidas acumuladas están en ese sector clave de la economía mundial, según el más reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), dado a conocer ayer.

 

Durante el período 2008-2018, cuando la posibilidad de una pandemia como la del COVID-19 era un tema de ficción, ya los países más pobres de Asia, África y América Latina habían perdido no menos de 108.000 millones de dólares, equivalente a cerca de 1.5 veces el presupuesto anual de Colombia previsto para 2021, que asciende a los 313 billones de pesos.

 

Esa cifra podría haberse incrementado en casi dos veces como consecuencia de los daños provocados por los fenómenos climáticos cada vez más intensos, complejos y frecuentes, así como por temas asociados a las migraciones climáticas, pues muchas personas debieron abandonar sus tierras y dejar de cultivar, debido al cambio climático.

 

El informe de la FAO es claro: nunca antes en la historia, los sistemas agroalimentarios se habían enfrentado a semejante variedad de amenazas nuevas y sin precedentes, como incendios de gran magnitud, fenómenos meteorológicos extremos, enjambres inusualmente numerosos de langostas del desierto y amenazas biológicas emergentes como la pandemia por coronavirus. Estos peligros, dice, no solo cuestan vidas, pues también devastan medios de vida agrícolas y tienen consecuencias negativas que pueden durar generaciones en la cadena de los hogares y las comunidades menos favorecidas.

 

Y todo es susceptible de empeorar. La incidencia anual de catástrofes hoy en día triplica con creces la registrada en las décadas de 1970 y 1980. En lo que respecta al conjunto de la agricultura, la industria, el comercio y el turismo, el agro por sí solo afrontó el 63 % de los daños de las catástrofes, siendo los más perjudicados los países menos adelantados y de ingresos bajos y medianos.

 

De los 108 mil millones de dólares calculados en las pérdidas entre 2008 y 2018, Asia fue la región más gravemente afectada, con unas cifras sobrecogedoras de 49.000 millones de dólares, seguida de África con US 30.000 millones y América Latina y el Caribe con US 29.000 millones, es decir, casi una tercera parte de todo el presupuesto de Colombia para un año.

 

En 2018, la CEPAL ya había advertido de los estragos del cambio climático sobre los sistemas agroalimentarios en la región de América Latina y el Caribe, cuando estimó en 22 mil millones de dólares las pérdidas acumuladas entre 2005 y 2015. El peor año para la región fue 2012, cuando esa cifra llegó a 7 mil millones de dólares, y Colombia, por ejemplo, apenas se estaba recuperando de un fenómeno de La Niña que ya había dejado miles de muertos y pérdidas económicas por más de 22 billones de pesos entre 2010 y 2011.

 

Cambio climático, alimentos y afectación en los niños
Los países de ingresos medios y bajos son los más afectados por la crisis climática y son los niños quienes sufren las consecuencias de una mala alimentación. Foto: Hernán Vanegas.

 

Cómo son las pérdidas por sectores

El informe “Los efectos de las catástrofes y las crisis en la agricultura y la seguridad alimentaria” de la FAO 2021 recoge las tendencias más recientes en las pérdidas de producción agrícola atribuidas a las catástrofes en todos los sectores agrícolas y abarcó 457 hechos catastróficos en 109 países de todas las regiones y categorías de ingresos, incluyendo por primera vez países de ingresos medianos altos y países de ingresos altos.

 

De esos 109 países, 94 son de ingresos bajos y medianos y allí 389 catástrofes repercutieron negativamente en la producción agrícola.

 

La sequía es la principal responsable de las pérdidas de producción agrícola, seguida de las inundaciones, las tormentas, las plagas y las enfermedades, y los incendios forestales.

 

Más del 34 % de las pérdidas de producción agrícola y ganadera en los países menos acomodados y los países de ingresos bajos y medianos se deriva de la sequía, lo cual supone un costo total para el sector de US 37.000 millones. El agro asume el 82 % del impacto total de la sequía, en comparación con el 18 % de los demás sectores.

 

Las plagas, enfermedades e infestaciones en la agricultura y la ganadería causaron el 9 % de las pérdidas totales de producción agrícola y ganadera entre 2008 y 2018. La posible amenaza de catástrofes de esta categoría resultó evidente en 2020, cuando enormes enjambres de langostas del desierto devastaron el Gran Cuerno de África, la Península Arábiga y Asia sudoccidental, destruyendo cultivos y comprometiendo la seguridad alimentaria.

 

La pandemia de la COVID-19 está suponiendo una carga adicional para los sistemas agroalimentarios, pues está agravando los riesgos sistémicos existentes, lo cual repercute en cadena en las vidas de las personas, los medios de vida y las economías de todo el mundo.

 

Es evidente que los efectos de las catástrofes van más allá del ámbito económico y repercuten de manera negativa en la seguridad alimentaria y nutrición. De ahí la importancia de este informe de la FAO, pues es la primera vez que se estiman las pérdidas económicas en equivalentes calóricos y nutricionales.

 

Por ejemplo, las pérdidas de producción agrícola y ganadera en los países menos acomodados y los países de ingresos medios y bajos equivalen a una pérdida de 6,9 billones de calorías al año, es decir, el aporte calórico anual de siete millones de adultos.

 

En América Latina y el Caribe, las catástrofes representaron a una pérdida de 975 calorías per cápita al día, menos de la mitad (40 %) de la cantidad diaria recomendada por la OMS, seguida de África (559 calorías) y Asia (283 calorías).

 

Colombia es uno de los países más golpeados por las catástrofes ambientales, pero la FAO reconoce sus esfuerzos para mitigar los riesgos por variabilidad climática. Foto: Hernán Vanegas.

 

Qué hacer para mitigar los daños

La inversión en resiliencia y reducción de riesgos de catástrofes, especialmente recopilación y análisis de datos para adoptar medidas fundamentadas en datos objetivos, resulta fundamental para garantizar la función crucial de la agricultura en el logro de un futuro sostenible.

 

Según la FAO, a su vez, por cada dólar que se invierta en la reducción de desastres en el mundo, se pueden amortizar entre dos y cuatro dólares en términos de impactos mitigados. Eso hace la diferencia a la hora de hablar de la agricultura.

 

En consecuencia, las respuestas integrales y la colaboración entre sectores son claves para responder a las catástrofes. Los países deben adoptar un enfoque de gestión de riesgos sistémicos que tenga en cuenta múltiples peligros y a múltiples sectores a fin de anticipar y evitar los riesgos de catástrofes en la agricultura y prepararse y responder a ellos.

 

Es necesario que las estrategias integren no solo los riesgos naturales, sino también las amenazas provocadas por el ser humano y las amenazas biológicas como las pandemias, y éstas deben basarse en una comprensión de la naturaleza sistémica y las interdependencias de los riesgos.

 

La innovación juega un papel determinante, pues la teledetección, la recopilación de información geoespacial, los drones y la robótica orientada a las catástrofes, son herramientas nuevas de evaluación y recopilación de datos muy potentes en la lucha por reducir el riesgo de catástrofes en la agricultura.

 

Así mismo, una gobernanza eficiente resulta esencial promover las asociaciones entre los sectores público y privado para abordar la necesidad urgente de invertir en la reducción de la susceptibilidad de la agricultura a las catástrofes y el cambio climático.

 

En el caso de Colombia, la FAO lanzó en 2018 un plan que permite mejorar las dotaciones de sus sectores de producción alimentaria, con el fin de reducir la exposición al riesgo que tienen los habitantes luego de un desastre natural, al igual que limitar los efectos que deje el fenómeno natural. Los impactos de ese mecanismo aún no arroja resultados, pero los beneficios son evidentes en algunas zonas del país, en especial en las regiones del piedemonte llanero y la amazonía.

 

 

Luis Fernando Ospina.
Luis Fernando Ospina.

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