La ola de calor que enfrentan vastos territorios en Canadá y los Estados Unidos, donde se registran temperaturas de hasta 50 grados, tiene al otro lado del continente su adversario climático: el frío, que está afectando a países como España y Suiza, donde las lluvias han llegado acompañadas de granizo y provocan que las temperaturas aumenten en la otra esquina planetaria.
Y como si fuera poco, la Antártida acaba de batir su propio récord en relación con los aumentos de la temperatura, al registrar 18.3 grados promedio en 2020, después de haber alcanzado los 17.5ºC en marzo de 2015, con acelerado aumento de sus temperaturas en los últimos 50 años de 3ºC en promedio.
La Amazonia, en tanto, registró en junio pasado cerca de 2.308 focos de incendios, el mayor número desde 2007, con un aumento de 2.6 puntos respecto del mismo período de 2020.
Tres hecho evidentes del calentamiento global y de las conexiones irrefutables de la variabilidad climática que tienden a empeorar con el regreso a la llamada “nueva normalidad” pos pandemia de COVID-19, pues la reapertura de los mercados, la movilidad global, el mayor consumo y la mayor demanda de productos y servicios, parece seguir los mismos patrones de antes de la crisis sanitaria.
La cifra de afectados por las olas de calor en Canadá y los Estados Unidos siguen aumentando, los muertos pasan de los 650 en ambos países, mientras se agitan los termómetros en otros lugares, incluidos los costeros, que comienzan a sentir la fuerza de la temporada de huracanes, que, según los pronósticos, será más intensa y devastadora que la de 2020.
El Instituto de Investigación Espacial (INPE) advirtió que las llamadas “corrientes de chorro” son las causantes de las altas temperaturas en Norteamérica, pues hay una clara relación entre las olas de calor en una parte del planeta con las de frío en la otra.
“Esas corrientes son formadas por fuertes vientos que se ubican a unos 10 o 12 kilómetros sobre la atmósfera, que este año se encuentran relativamente cercanos a Europa y con dificultades para replegarse hacia el norte. Estas diferencias de temperatura no son una coincidencia. Es un pequeño efecto de compensación”, asegura la Oficina Federal de Meteorología de Suiza.
Es así como las intensas lluvias y el granizo que ha caído en los últimos días en España y Suiza, por ejemplo, tienen incidencia con los incendios y las elevadas temperaturas que están sufriendo Oregon, California y Washington. De la misma forma, los aumentos de temperatura en la Antártida, que es la zona más próxima a Suramérica, inciden de forma directa en la aparición y propagación de incendios en la Amazonia.
La ONU llama a romper la brecha de confianza
Y así como son evidentes las conexiones climáticas, deberían ser coincidentes y unificadas las decisiones para combatir los efectos del calentamiento global.
De ahí la importancia del mensaje enviado desde Madrid por el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, sobre la necesidad de romper “la brecha de confianza entre el mundo desarrollado y el mundo en vías de desarrollo para hacer frente al cambio climático”.
Para Guterres, quien hizo parte del Panel sobre Reactivación Verde, hay muchos discursos positivos sobre la necesidad de cambios en el modelo económico que no se corresponden con la práctica. “Estamos a un paso del abismo y no se puede esperar más”, advirtió.
La ONU llamó la atención en que muchos planes de recuperación aún mantienen más dinero para los combustibles fósiles que para las energías renovables y no están haciendo un esfuerzo por combatir la desigualdad o promover una transición efectiva para una economía verde en el cuadro de una sociedad más igualitaria.
Guterres reclamó que “en materia, sobre todo de cambio climático, las negociaciones no están avanzando mucho y demandó que en la próxima COP26 en Glasgow se logre la conformación de una “coalición global” que facilite la neutralidad climática en 2050 y que la temperatura no pase de un aumento de 1,5 grados a final de siglo, pues ya estamos en 1,2 grados”.
Para lograrlo, entre otros instrumentos, la ONU ha pedido eliminar los subsidios a los combustibles fósiles de forma inteligente, haciendo que los ingresos a los Estados por la descarbonización sean devueltos a la sociedad.