Compensaciones de carbono: una apuesta mortal contra la acción climática

La actual narrativa en torno a la mitigación del cambio climático señala la urgencia de alcanzar cero emisiones netas de dióxido de carbono para el año 2050. Sin embargo, esta narrativa requiere un ajuste fundamental: no se trata de centrar todos los esfuerzos en desarrollar tecnologías que permitan la captura y, por tanto, la compensación de emisiones. Se trata de apuntar estos esfuerzos hacia la reducción rápida, sostenida y de gran escala de las emisiones humanas de GEI, con un enfoque de justicia. ¡Aquí te contamos!

Compensaciones de carbono
Imagen de Alan Frijns, Pixabay

La actual narrativa en torno a la mitigación del cambio climático señala la urgencia de alcanzar cero emisiones netas de dióxido de carbono para el año 2050. El concepto de cero emisiones netas se refiere a la condición en la cual las emisiones humanas de dióxido de carbono son balanceadas por las remociones humanas de este gas para un periodo específico [1]. Emisiones y remociones humanas significan formas no naturales de emisión (por ejemplo, quema de combustibles fósiles o usos del suelo para actividades humanas) y remoción (por ejemplo, captura mediante medios tecnológicos) de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero (GEI).

De esta manera, alcanzar cero emisiones netas se ha convertido en el eje central y en la meta de la discusión global sobre la mitigación del cambio climático, incluyendo el Acuerdo de París. Sin embargo, esta narrativa requiere un ajuste fundamental: no se trata de centrar todos los esfuerzos en desarrollar tecnologías que permitan la captura y, por tanto, la compensación de emisiones. Se trata de apuntar estos esfuerzos hacia la reducción rápida, sostenida y de gran escala de las emisiones humanas de GEI, con un enfoque de justicia. Desafortunadamente, la narrativa centrada en la compensación de emisiones de carbono (carbon offsets en inglés), captada fundamentalmente por las compañías petroleras y otras grandes industrias, ha significado una trampa enorme legitimada por el discurso institucionalizado de la carbono-neutralidad.

Hace algunas semanas fue publicado el informe titulado “The Deadly Climate Gamble” (en español, “La Apuesta Climática Mortal”) [2], desarrollado por el Corporate Europe Observatory [3] y nueve grupos de la sociedad civil. Este colectivo hace un análisis de cómo la captura corporativa de la toma de decisiones en la Unión Europea ha generado políticas que exacerban la injusticia social, la desigualdad económica, el cambio climático y la destrucción ambiental. En particular, grandes empresas han permeado la toma de decisiones en la Unión Europea, conllevando la negociación de nuevos acuerdos de libre comercio, la implementación de falsas soluciones a la crisis climática y los ataques a la regulación de productos químicos tóxicos, para favorecer intereses políticos y económicos de estos emporios.

El informe publicado por este colectivo resalta cómo el discurso de emisiones netas cero y de carbono-neutralidad ha sido empleado por grandes industrias de energía para desviar los esfuerzos de reducción de emisiones de GEI. El documento analiza información de compañías de gas y petróleo como Equinor, Eni, Repol y Shell, identificando que estas empresas están usando la excusa de la “remoción de carbono” como una manera de mantener la producción de combustibles fósiles. Estas compañías se han apropiado de la agenda de remoción de carbono para obtener mayor apoyo y financiación para la implementación de técnicas de captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS por sus iniciales en inglés). Sin embargo, la implementación de CCUS ha sido poco útil en la reducción de emisiones de GEI pues el 81% del carbono capturado mediante estas estrategias ha sido empleado para incrementar la extracción de petróleo (ver Figura 1). Más aún, las estrategias de CCUS son una pieza fundamental en el “boom” del hidrógeno, considerado una energía “alternativa”. Sin embargo, el hidrógeno azul requiere del uso de combustibles fósiles y su producción ha sido promovida bajo la promesa de la implementación de CCUS para la captura y el almacenamiento de emisiones. De esta manera, las industrias de petróleo y gas han hecho lobby por un mayor apoyo público hacia las estrategias de CCUS. Al mismo tiempo, grandes compañías como Eni, Vattenfall, Equinor, IOGP y Eurogas también han presionado por mantener bajos estándares en la certificación de las estrategias de captura y remoción de carbono que les beneficien [2].

Figura 1. Captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS por sus iniciales en inglés). La apuesta por CCUS ha servido muy poco para reducir las emisiones de GEI: el 81% del carbono capturado a escala global ha sido empleado para extraer más petróleo. Para una implementación a gran escala de estas estrategias, para el año 2050 se requeriría entre 2 y 4 veces la infraestructura empleada actualmente para la extracción de petróleo. Tomado de Corporate Europe Observatory (2022) [2].

Por otro lado, los riesgos asociados a las diferentes estrategias de CCUS son altos. Por ejemplo, el almacenamiento de carbono en el subsuelo puede generar fugas, contaminación de cuerpos de agua o movimientos de capas profundas del suelo, que pueden desencadenar temblores o movimientos de tierra (ver Figura 1). El sexto reporte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático identifica que las técnicas de remoción de dióxido de carbono (CDR por sus iniciales en inglés) pueden tener efectos biofísicos y bioquímicos asociados a cambios en el albedo superficial (capacidad de una superficie de reflejar radiación solar incidente), el ciclo hidrológico, emisiones de metano y óxido nitroso, acidificación del océano y productividad de los ecosistemas marinos [4]. Estos efectos colaterales y los diferentes mecanismos de retroalimentación del sistema terrestre asociados pueden reducir la captura de carbono y/o generar cambios en el clima local y regional, lo que reduce la eficiencia de la captura de dióxido de carbono y su efecto de enfriamiento en el planeta. La implementación de técnicas de CDR, particularmente en el suelo, como la inyección de dióxido de carbono a grandes profundidades, puede afectar la calidad y cantidad del agua, la producción de alimentos y la biodiversidad [4].

Otra de las estrategias captadas por las industrias de combustibles fósiles y de energía es la generación de bioenergía a partir de captura y almacenamiento de carbono (BECCS por sus iniciales en inglés; ver Figura 2). BECCS se refiere a la producción de energía empleando biomasa de las plantas en combinación con técnicas de captura y almacenamiento de carbono [1]. En muchas de estas técnicas, el carbono capturado es inyectado en el subsuelo. La producción de BECCS requiere cantidades enormes de energía y recursos, e implica la implementación de monocultivos de gran extensión [2]. La generación extensiva de BECCS requiere del uso de cantidades de agua dulce mucho mayores que las requeridas por la vegetación existente previamente, alterando el ciclo hidrológico a escala regional. Así, la generación de BECCS presenta grandes incertidumbres en términos de sus efectos en la disponibilidad hídrica, además de la deficiencia de nutrientes en el suelo [4].

Más aún, la implementación de BECCS a las escalas requeridas bajo escenarios de mitigación compatibles con 1.5°-2°C de calentamiento global puede amenazar la biodiversidad y requerir grandes extensiones de suelo, compitiendo con usos para aforestación, reforestación y seguridad alimentaria [4]. En gran medida, las tierras empleadas para la generación de BECCS son las del Sur Global, y esta implementación sigue exactamente las mismas lógicas del modelo extractivista de los combustibles fósiles: extracción de recursos para beneficios particulares, exacerbando las vulnerabilidades biofísicas y sociales ya existentes en las tierras explotadas. Esto se convierte en una amenaza más a los derechos humanos de las poblaciones asentadas en esas regiones y un incremento aún mayor de las brechas de inequidad y desigualdad existentes.

Figura 2. Bioenergía a partir de captura y almacenamiento de carbono (BECCS por sus iniciales en inglés). La producción de BECCS compatible con 1.5-2°C de calentamiento global requeriría un área de suelo equivalente a la mitad del área de los cultivos de todo el planeta. La producción de BECCS significa un reto enorme en términos de derechos humanos, justicia ambiental y seguridad alimentaria. Tomado de Corporate Europe Observatory (2022) [2].

La captura directa y almacenamiento de carbono atmosférico (DACCS por sus iniciales en inglés) es otra estrategia cuestionada en el informe del Corporate Europe Observatory (ver Figura 3). Esta estrategia se basa en el uso de ventiladores que succionan grandes volúmenes de aire de la atmósfera, poniéndolos en contacto con sustancias que absorben dióxido de carbono para removerlo. El dióxido de carbono removido es inyectado en el suelo o empleado para la fabricación de otros productos. La actual implementación de estas estrategias promueve el concepto de que los grandes emisores y contaminadores del planeta pueden continuar con sus emisiones bajo la promesa del desarrollo de tecnología que remueva el dióxido de carbono de la atmósfera, inyectándolo en el suelo o en el océano, ignorando los impactos previstos y no previstos. Además, la implementación de DACCS requiere cantidades extraordinarias de energía. Por ejemplo, la planta de captura de carbono Orca, ubicada en Islandia, requiere más energía por año que el consumo promedio anual de todos los habitantes del mismo país [2].

Figura 3. Captura directa y almacenamiento de carbono atmosférico (DACCS por sus iniciales en inglés). La captura directa de carbono atmosférico es una tecnología aún muy teórica que propone el uso de maquinaria (por ejemplo ventiladores) para succionar grandes cantidades de aire. El dióxido de carbono extraído de la atmósfera sería inyectado en el subsuelo o empleado para la elaboración de otros productos. Esta tecnología aún no ha sido probada a gran escala, implicando grandes riesgos no previstos y un uso intensivo de recursos y energía. Tomado de Corporate Europe Observatory (2022) [2].

La narrativa de la carbono-neutralidad actualmente legitimada, vista desde la proliferación de estrategias no comprobadas y con bajos estándares de certificación de remoción y captura de carbono, constituye una distracción, una trampa y una falsa solución ante la crisis climática. La industria de los combustibles fósiles y de la energía “sucia” se ha anclado en esta narrativa para mantener sus flujos de combustibles fósiles (y de dinero) sin reducciones de emisiones ni capturas reales de las mismas. ¡Ni que hablar de la compensación de su deuda ambiental y social histórica!

La evidencia científica es contundente al indicar la urgencia de la reducción a gran a escala de las emisiones humanas de GEI, y estas falsas soluciones de compensación de emisiones no son más que una distracción y una dilatación de la acción climática que sirve para incrementar los dividendos de estas grandes compañías. Esto surge como consecuencia de la concepción de la crisis climática como un problema físico (unos gases que debemos remover de la atmósfera para que las temperaturas y el clima se equilibren) con soluciones tecnócratas (unas máquinas y tecnologías que nos ayuden a eliminar esos gases), ignorando la naturaleza profundamente social de esta crisis. La mitigación del cambio climático requiere una visión de justicia. No se trata de inventarnos la máquina mágica que elimine los gases emitidos a la atmósfera debido a las actividades que han generado y exacerbado una terrible inequidad social, sino de transformar todo eso que ha generado dicha inequidad conllevando una enorme devastación ambiental y climática a su paso.

Desafortunadamente, esta narrativa ha calado profundamente, no solo en las grandes industrias de combustibles fósiles, sino también en nuestros gobernantes. El cuento de alcanzar la carbono-neutralidad se ancló en el discurso institucional vacío, como un indicador más, como reciclar o sembrar árboles sin mayor criterio, aportando a los anaqueles de conceptos statu quo como el crecimiento verde, o la economía verde, naranja, azul, morada, o fucsia. La tecnología es un elemento que se requiere en la transición energética pero no es la salvadora en medio de esta crisis. El reto que tenemos enfrente es mayúsculo y para afrontarlo necesitamos ampliar nuestra mirada, necesitamos cuestionar eso que se nos impone pues nos arriesgamos a que al final de esta historia veamos un nuevo amo energético con una población humana y un planeta aún más devastados.

Referencias

[1] IPCC (2021). Annex VII: Glossary [Matthews, J.B.R., V. Möller, R. van Diemen, J.S. Fuglestvedt, V. Masson-Delmotte, C.  Méndez, S. Semenov, A. Reisinger (eds.)]. In Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [Masson-Delmotte, V., P. Zhai, A. Pirani, S.L. Connors, C. Péan, S. Berger, N. Caud, Y. Chen, L. Goldfarb, M.I. Gomis, M. Huang, K. Leitzell, E. Lonnoy, J.B.R. Matthews, T.K. Maycock, T. Waterfield, O. Yelekçi, R. Yu, and B. Zhou (eds.)]. Cambridge University Press, Cambridge, United Kingdom and New York, NY, USA, pp. 2215–2256, doi:10.1017/9781009157896.022. Disponible en https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/downloads/report/IPCC_AR6_WGI_AnnexVII.pdf.

[2] Corporate Europe Observatory (2022). The Deadly Climate Gamble, 31pp. Disponible en  https://corporateeurope.org/en/DeadlyClimateGamble.

[3] https://www.corporateeurope.org/en.

[4] Canadell, J.G., P.M.S. Monteiro, M.H. Costa, L. Cotrim da Cunha, P.M. Cox, A.V. Eliseev, S. Henson, M. Ishii, S. Jaccard, C. Koven, A. Lohila, P.K. Patra, S. Piao, J. Rogelj, S. Syampungani, S. Zaehle, and K. Zickfeld (2021). Global Carbon and other Biogeochemical Cycles and Feedbacks. In Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [Masson-Delmotte, V., P. Zhai, A. Pirani, S.L. Connors, C. Péan, S. Berger, N. Caud, Y. Chen, L. Goldfarb, M.I. Gomis, M. Huang, K. Leitzell, E. Lonnoy, J.B.R. Matthews, T.K. Maycock, T. Waterfield, O. Yelekçi, R. Yu, and B. Zhou (eds.)]. Cambridge University Press, Cambridge, United Kingdom and New York, NY, USA, pp. 673–816, doi:10.1017/9781009157896.007. Disponible en https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/downloads/report/IPCC_AR6_WGI_Chapter05.pdf.

Paola Andrea Arias Gómez.
Paola Andrea Arias Gómez.

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