Cambiar con el cambio – Parte II: las costas

Esta es la segunda columna de la serie titulada “cambiar con el cambio”. En la primera dije que tendremos que retroceder ante los ríos. En esta discutiré por qué tendremos que retroceder también ante el mar, repensando nuestros territorios costeros.

Costa en el Golfo de Urabá.
Costa en el Golfo de Urabá. Foto cortesía del proyecto PIMECLA de la Universidad de Antioquia.

Está lloviendo más duro, el nivel del mar está creciendo, los huracanes pueden llegar a intensificarse y, en general, el clima está cambiando con tendencia a volverse más extremo. El riesgo por inundaciones extremas también está creciendo en países como Colombia. 

Este es un breve resumen de algunas de las consecuencias de la gran cantidad de gases de efecto invernadero que los humanos hemos arrojado al aire desde la revolución industrial, y especialmente durante el último siglo. La quema continuada de petróleo, carbón y gas es, de lejos, la principal causa del cambio climático. De esto la ciencia ha despejado cualquier duda razonable [1].

Muchas otras cosas están cambiando con el clima, incluyendo las características de los territorios costeros y la posibilidad de vivir y desarrollar actividades económicas en ellos. Vivimos en un clima cambiante y tendremos que adaptarnos.

En la primera de esta serie de columnas que titulé “cambiar con el cambio” hablé de los ríos [2]. Dije que como consecuencia del cambio climático, en muchas regiones de Colombia tendremos que retroceder ante los ríos para darles espacio, para tranquilizarlos. Y que de no hacerlo, estaremos expuestos a desastres por inundaciones extremas que tienden a empeorar por el cambio climático y nuestro “desordenamiento” territorial actual. 

En esta ocasión les hablaré de otro cambio que tendremos que hacer en Colombia, ojalá de manera planeada y ordenada más que por la vía forzosa de los desastres. Tenemos que revisar y repensar nuestros territorios costeros. Este será otro de los grandes costos del cambio climático que, queramos o no, tendremos que pagar. En lo que sigue explicaré por qué pienso esto.

El nivel del mar

Uno de los síntomas más claros del cambio climático es el aumento en el nivel del mar. La siguiente figura muestra cómo se percibe este aumento mediante una variedad de instrumentos de medición y técnicas de análisis. La tendencia creciente es clara. El nivel está aumentando alrededor de 3.4 milímetros al año y el crecimiento se está acelerando. Aunque unos cuantos milímetros parecen poco, este aumento es muy significativo por la gran cantidad de energía que involucra y los impactos que conlleva. 

Figura 2. Aumento del nivel del mar promedio global. Fuente: University of Colorado [3].

El nivel del mar está aumentando por dos razones principales [4]. La primera es la expansión térmica del océano. Las emisiones de gases de efecto invernadero están causando una acumulación de energía en nuestro planeta que equivale, aproximadamente, a la energía que liberaría la detonación diaria de seiscientas mil bombas atómicas como la que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima al final de la Segunda Guerra Mundial. Leyeron bien, ¡son 600.000 bombas atómicas cada día! A esto se parece la cantidad de energía extra que los humanos le estamos inyectando al planeta en la actualidad por nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Cada día que seguimos quemando petróleo, carbón y gas estamos “jugando con candela”.

La mayor parte de esta energía extra acaba almacenada en el océano causando su expansión. Los fluidos como el agua del mar se comportan así. Si los calentamos, o sea si les agregamos energía, se expanden. La expansión es pequeña —imperceptible en una olla de cocina— pero muy significativa por las cantidades de energía que implica en el caso del océano. Hay que agregar mucha energía para expandir los más de mil millones de kilómetros cúbicos de agua que hay en el océano de la Tierra. Dicho de otra manera, la expansión térmica del océano es un síntoma de que le estamos agregando muchísima energía.

La segunda razón es el derretimiento de los glaciares ubicados sobre áreas continentales. A medida que el cambio climático derrite los glaciares de las altas montañas que hay, por ejemplo, en Los Andes y el Himalaya, éstos liberan una cantidad de agua que viaja hacia el océano contribuyendo al aumento del nivel del mar. Los glaciares tropicales, incluyendo los nevados de Colombia, están prácticamente condenados a desaparecer durante el presente siglo. El agua que ha estado almacenada en forma de hielo y nieve en los glaciares de montaña llegará eventualmente hasta el océano a través de los ríos.

Pero los glaciares más grandes del mundo no están en las altas montañas sino junto al mar en Groenlandia (en el hemisferio norte) y la Antártida (en el polo sur). El hielo más antiguo de estos glaciares puede alcanzar edades de más de cien mil años en Groenlandia y un millón de años en la Antártida [5]. 

No incluyo en estas cuentas al Ártico (el polo norte) porque allá la mayoría del hielo está flotando sobre el océano y por eso su derretimiento no contribuye al aumento del nivel del mar. Esto lo pueden comprobar con el siguiente experimento casero. Primero, pongan un cubo de hielo a flotar en un vaso de agua. Luego marquen el nivel del agua en el vaso y observen que este nivel no cambia a medida que el cubo de hielo se derrite.

En cambio, si el hielo no está flotando en el agua sino que primero se derrite y después llega al vaso, entonces el nivel del agua aumentará. A medida que se derriten los glaciares de Groenlandia y la Antártida, que no están flotando en el océano, grandes cantidades de agua que estaban almacenadas sobre tierra ingresan al océano aumentando su nivel.

Los aumentos podrían llegar a ser muy grandes si superamos algunos puntos de inflexión del clima; es decir, si desencadenamos unos cambios excepcionalmente rápidos y drásticos que podrían darse como consecuencia del cambio climático. Para una explicación de estos puntos de inflexión los invito a leer mi columna anterior “Puntos de inflexión del clima y por qué necesitamos economistas del cambio climático” [6].

Hablando de cambios grandes y puntos de inflexión del clima, el Glaciar Thwaites en la Antártida ha sido apodado por la revista Rolling Stone y algunos científicos como “el Glaciar del Juicio Final”. Este apodo apocalíptico se debe a que si el agua almacenada en este glaciar ingresara al océano causaría un aumento del nivel del mar de varios metros en todo el mundo [7]. ¿Imaginan cómo quedarían las costas de Colombia con un nivel del mar dos o tres metros más alto?

Actualmente hay limitaciones en la capacidad de la ciencia para anticipar puntos de inflexión como el desprendimiento y derretimiento del Glaciar Thwaites. Sin embargo, estamos bastante seguros de que el cambio climático está causando el derretimiento de muchos glaciares alrededor del mundo por una razón muy básica: el hielo se derrite al calentarlo.

Además, el aumento del nivel del mar no tiene que ser muy grande para que afecte severamente a las costas de Colombia. La razón es que aún con aumentos pequeños del nivel del mar el riesgo de inundaciones en zonas costeras puede crecer bastante.

Un estudio publicado en 2017 por la revista Scientific Reports [8] presenta conclusiones que deberían llamar la atención de los territorios costeros de Colombia. Según este estudio, el riesgo de inundaciones puede más que duplicarse en las costas tropicales con los aumentos del nivel del mar que esperamos durante las próximas décadas. Es posible que de aquí al 2030, el riesgo de inundaciones en nuestras costas se duplique como consecuencia del aumento en el nivel del mar.

Los huracanes

La atmósfera es una delgada capa de aire que envuelve la Tierra y en donde vivimos sumergidos. Hay mucho menos aire en la atmósfera que agua en el océano. Los humanos somos como “peces de aire” atrapados en esta pequeña pecera a la que estamos arrojando los gases causantes del cambio climático.

La atmósfera está hecha de aire que se mueve y a ese movimiento lo llamamos viento. El cambio climático puede alterar la forma como sopla el viento, incluyendo los vientos superveloces que caracterizan a los huracanes [9]. Todavía no estamos muy seguros sobre cómo cambiarán los huracanes del Océano Atlántico y el Mar Caribe con el cambio climático, pero hay numerosos indicios científicos de al menos lo siguiente [10]:

  1. La lluvia que producen los huracanes tiende a aumentar en intensidad.
  2. La intensidad de los huracanes tiende a aumentar.
  3. Los huracanes más fuertes (categorías 4 y 5) tienden a volverse más comunes.

A medida que avancemos en el siglo XXI sabremos mejor cómo responderán los huracanes ante el cambio climático. Lo que es seguro es que cambiarán de alguna manera porque no es posible que la atmósfera, el océano y el clima cambien tanto como lo están haciendo sin que los huracanes “se enteren”.

Los huracanes están entre los desastres climáticos más destructivos, especialmente para las islas y zonas costeras. Desde 1980, Estados Unidos lleva un registro de los desastres climáticos más devastadores en términos de costos de los daños. Los ocho desastres más costosos de esta historia han sido huracanes [11], incluyendo el huracán Ian que llegó a las costas occidentales de La Florida en 2022.

Los daños causados individualmente por varios de estos huracanes sobrepasan los cien mil millones de dólares, o sea unos 450 billones de pesos colombianos hoy en día. Solamente el huracán Katrina que causó gran destrucción en New Orleans en 2005 produjo pérdidas avaluadas en más de ochocientos billones de pesos de hoy, es decir, una cantidad de dinero comparable con el Presupuesto General de la Nación de Colombia. 

La mayoría de estos daños se dan en zonas costeras por una mezcla entre los efectos de los vientos y las inundaciones rápidas que causan los huracanes, conocidas como marejadas ciclónicas.

Los huracanes no son ajenos a Colombia. San Andrés y Providencia todavía tienen cicatrices que dejó el paso de los huracanes Iota en 2020 y Julia en 2022. Además, los huracanes son fenómenos de gran tamaño —más grandes que muchos países— con impactos en los vientos y las lluvias que se esparcen por el Mar Caribe. Lo que pase con los huracanes en el futuro será relevante para Colombia, especialmente en el Archipiélago de San Andrés y Providencia.

Erosión costera

La forma de la costa no es estática sino cambiante, dinámica por naturaleza. La erosión costera es uno de los mecanismos que pueden cambiar bastante las formas de la costa en poco tiempo. El mar con sus olas y corrientes y el viento transportan sedimentos —arenas y rocas— de un lugar a otro. Como resultado de este transporte, pueden aparecer playas en un lugar mientras desaparecen en otros. Aguas profundas como las que necesitan los puertos pueden dejar de serlo por la acumulación de sedimentos. Estos cambios pueden ser grandes y rápidos.

En la Sede de Ciencias del Mar de la Universidad de Antioquia en el Golfo de Urabá, los profesores Vladimir Toro y Carlos Palacio están desarrollando el “Programa Integral para el Monitoreo y Mitigación de la Erosión Costera en el Litoral Antioqueño” conocido como PIMECLA. Allá en su laboratorio natural frente al mar, los investigadores han medido tasas de erosión tan altas como diez metros al año. Es decir, hay puntos donde el mar se ha adentrado diez metros en el territorio costero en tan solo un año.

Figura 3. Erosión costera en el Golfo de Urabá. Foto cortesía del proyecto PIMECLA desarrollado por la Universidad de Antioquia.

En El Espectador, Sergio Silva Numa contó la historia de Playa Salguero en Santa Marta [12]. Esta playa pasó de ser un atractivo destino turístico y de inversión a un sector con evidentes problemas de erosión costera que no solo comprometen la existencia de la playa misma sino también de las edificaciones que se han construido a su alrededor. Con las tasas de erosión actuales, esta playa podría desaparecer durante la próxima década. Por supuesto, los interesados están tratando de evitarlo pero las soluciones a la vista no son ni claras ni fáciles. La Alcaldía de Santa Marta presentó una propuesta basada en la construcción de espolones y otras obras de ingeniería dura. No estoy seguro pero en principio esto me suena más a pelear contra el mar que a resolver el problema desde sus causas de fondo que tienen que ver con cosas complejas como, por ejemplo, la hidrología del río La Gaira. Este río que desciende de la Sierra Nevada es un elemento clave de la historia porque alimenta de sedimentos a Playa Salguero. Pelear contra el mar no es buena idea; menos aún con el cambio climático al frente.

Lo que voy a decir a continuación no es que el cambio climático sea la causa principal de la erosión costera, sino que puede combinarse con otros factores para desatar procesos erosivos agresivos en donde no los hay o acelerar los existentes. Si vemos la erosión costera como una enfermedad —supongo que algo así sienten los habitantes de Playa Salguero—, entonces el cambio climático es un agravante que habrá que considerar al plantear cualquier solución. 

Los cambios por la erosión costera en el Golfo de Urabá y Playa Salguero se han dado a lo largo de algunos años, lo cual es suficientemente rápido para que nos inquieten. Sin embargo, al combinarse con otros fenómenos, la erosión costera puede producir grandes cambios mucho más rápido.

En 2022 tuvimos un ejemplo de cuán rápido pueden cambiar las cosas en la costa con la erosión costera. Daytona Beach ha sido una de esas playas paradisíacas de la Florida, en Estados Unidos, caracterizada por decenas de metros de arenas blancas que separan al mar de las edificaciones que alojan a numerosos residentes y turistas. El 10 de noviembre de 2022 llegó allí el huracán Nicole que —a pesar de ser débil en comparación con otros huracanes— desencadenó un proceso de erosión tan agresivo que socavó los cimientos de decenas de edificaciones a lo largo de la costa.

Figura 4. c, Estados Unidos, tras el paso del huracán Nicole en 2022. Fuente: Orlando Sentinel [13].

Territorios costeros en riesgo

En los territorios costeros de Colombia abundan diferentes riquezas naturales y artificiales. Las playas están justo sobre la línea de costa, así como grandes obras de infraestructura dedicadas, por ejemplo, a la industria del turismo —muchos hoteles están orgullosos de su vista al mar— o al transporte marítimo —los puertos—. Y hay muchos proyectos en discusión. Solamente en el Golfo de Urabá hay tres proyectos de puertos. Muchas ciudades importantes y densamente pobladas también están junto al mar. En Colombia tenemos cinco ciudades capitales al lado del Mar Caribe: San Andrés, Riohacha, Santa Marta, Barranquilla y Cartagena; y dos de los principales puertos del país al lado del Océano Pacífico: Buenaventura y Tumaco. Y muchas otras áreas costeras importantes para el turismo, el transporte marítimo, o simplemente para quienes las habitan.

Ni los hoteles quieren perder las playas que atraen a turistas como yo, ni los puertos quieren perder la costosa infraestructura que les permite cargar y descargar buques que recorren el mundo transportando infinidad de mercancías, ni las personas que viven junto al mar quieren perder sus casas. Las ciudades y otras poblaciones costeras tampoco quieren perder sus infraestructuras. Sin embargo, es prácticamente un hecho que el cambio climático conlleva algunas de estas pérdidas. La pregunta no es cómo evitar todas estas pérdidas —esto es inviable con los niveles de cambio climático que ya hemos alcanzado— sino cómo adaptarnos para minimizar las pérdidas.

El cambio climático está creando una receta peligrosa para distintos territorios costeros de Colombia. Tres ingredientes esenciales de esta receta son: el aumento del nivel del mar, los posibles cambios en los huracanes, y la intensificación de las lluvias e inundaciones extremas.

La combinación de estos ingredientes puede comprometer seriamente la sostenibilidad de los territorios costeros de distintas maneras. Si los huracanes llegan a intensificarse con el cambio climático como indican algunos estudios, tendremos que revisar y repensar la infraestructura de San Andrés y Providencia para que resista mejor la visita de estos gigantes de aire. Y no se trata solamente de resistir los vientos huracanados sino también las marejadas ciclónicas y procesos erosivos rápidos que pueden desencadenar los huracanes.

La combinación de aumento en el nivel del mar con lluvias más intensas hace que crezca el riesgo de inundaciones extremas en las ciudades costeras. Además, algunas de estas ciudades están cerca a la desembocadura de ríos que también están creciendo en su capacidad de producir inundaciones. Barranquilla está a orillas de un río Magdalena que se volverá más caudaloso por el cambio climático —esta es una historia que contaré después—. 

En conclusión

El cambio climático está creando una receta peligrosa para los territorios costeros del país que puede generar nuevos problemas o empeorar los existentes. El aumento del nivel del mar combinado con la intensificación de las lluvias extremas y los huracanes en el Mar Caribe pueden desencadenar o agravar problemas de erosión costera y exacerbar las inundaciones costeras. Dependiendo del nivel que alcancen, la erosión y las inundaciones pueden volver inviables una variedad de proyectos en los territorios costeros, por ejemplo, proyectos turísticos, de propiedad raíz, de vivienda y de transporte. Si el mar se adentra algunos metros en un territorio, reclamará todo lo que haya allí, playas y edificaciones. 

La ingeniería puede hacer algunas obras de protección pero su alcance siempre es limitado y en muchos casos dichas obras son inviables y pueden generar otros problemas. Las soluciones basadas en la naturaleza —por ejemplo aprovechando el efecto protector de humedales y manglares— y que le apunten a las causas de fondo deberían considerarse siempre. Hacer daños en la costa es relativamente fácil —para eso basta con cosas como construir un espolón donde no se debe— , repararlos puede ser entre muy difícil e imposible. 

En todo caso, pelear contra el mar esperando dominarlo es una mala idea. Dado el nivel de cambio climático que ya hemos alcanzado y las proyecciones para las próximas décadas, pienso que a muchos territorios costeros no les queda otra alternativa que retroceder. Como dije en mi primera columna de esta serie, los cambios se van a dar de una u otra forma. Lo que podemos decidir es si hacemos estos cambios de manera planeada y organizada desde ya o esperamos a que los desastres nos obliguen. Necesitamos cambiar con el cambio climático en las costas de Colombia.

Referencias

[1] https://www.ipcc.ch/assessment-report/ar6/

[2] https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/cambiar-con-el-cambio-parte-1-los-rios/

[3] https://sealevel.colorado.edu/

[4] https://www.nature.com/articles/s41586-020-2591-3

[5] https://www.usgs.gov/faqs/how-old-glacier-ice

[6]https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/puntos-de-inflexion-del-clima-y-por-que-necesitamos-economistas-del-cambio-climatico/

[7] https://www.nature.com/articles/s41561-022-01020-2

[8] https://link.springer.com/article/10.1038/s41598-017-01362-7

[9]https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/huracanes-mas-severos-como-consecuencia-del-cambio-climatico/

[10] https://www.gfdl.noaa.gov/global-warming-and-hurricanes/

[11]https://www.kiplinger.com/slideshow/business/t019-s001-most-expensive-natural-disasters-in-u-s-history/index.html

[12]https://www.elespectador.com/investigacion/salguero-la-playa-que-puede-desaparecer-en-santa-marta/

[13]https://www.orlandosentinel.com/visuals/os-pictures-daytona-beach-tropical-storm-nicole-destruction-20221111-t72sorxkofhpzft2ya3p3iv5om-photogallery.html

Juan Fernando Salazar.
Juan Fernando Salazar.

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