Cambiar con el cambio climático

Vamos a tener que hacer grandes cambios para evitar las peores consecuencias del cambio climático que llegan hasta el punto de comprometer la posibilidad de vivir en extensas regiones de Colombia. Esta es la tercera columna de una serie en la que propongo tres grandes cambios que, a mi juicio, vamos a tener que hacer vía nuestras decisiones o padecer vía los desastres climáticos. 

No nos queda más alternativa que cambiar con el cambio climático.

Durante los próximos años y décadas, experimentaremos grandes cambios en el ambiente, la sociedad y la economía que conocemos como consecuencia del cambio climático. Estos cambios ocurrirán vía uno de dos caminos posibles. 

El primer camino, que es el deseable, es que por fin entremos en razón prestándole más atención a las advertencias de la ciencia e introduciendo los grandes cambios que se requieren en nuestras sociedades y economía para mitigar el cambio climático e implementar las medidas de adaptación necesarias. Y tiene que ser rápidamente, con el sentido de urgencia que nos imponen los principios de la ciencia [2]. 

Lo que quiero decir al mencionar los principios de la ciencia es que la naturaleza funciona como es independientemente de la comodidad o los deseos de los humanos. Un congreso podría escribir una ley (absurda) prohibiendo la muerte, pero eso no evitaría que la gente muera obedeciendo la segunda ley de la termodinámica. Lo que podemos hacer con el cambio climático y sus impactos no es prohibirlos “por ley” sino entenderlos a través de la ciencia y usar esta comprensión para implementar acciones de mitigación y adaptación. 

Los cambios que vienen serán realmente grandes. Por ejemplo, extensas áreas de la región Caribe colombiana podrían volverse inhabitables en cuestión de años [3]. Las previsiones de la ciencia al respecto indican que esta región se volverá demasiado caliente durante la próxima década como consecuencia del cambio climático, a menos que logremos modificar las tendencias actuales para mitigarlo fuerte y rápidamente. Este no es un escenario apocalíptico salido de la imaginación de un libretista de Hollywood sino una predicción basada en ciencia sólida. ¿Vamos a tratar al máximo de evitar o prepararnos para este tipo de escenarios, o por el contrario vamos a seguir mirando para otro lado mientras llegan los desastres?

Porque el segundo camino es el de los desastres. Desastres que llamamos climáticos porque comienzan por eventos extremos que dependen del clima como por ejemplo los huracanes, las sequías, las olas de calor, y los diversos impactos de las lluvias extremas incluyendo las inundaciones y los movimientos en masa (en adelante diré “derrumbes”). De hecho, uno de los impactos notorios del cambio climático en el mundo es el aumento de la cantidad y severidad de los desastres climáticos, así como de las pérdidas y daños que éstos causan [4].

No hay tercer camino. O los humanos cambiamos por la vía de nuestras decisiones aprovechando el conocimiento disponible para planear, ordenar y actuar; o cambiaremos por la vía de los desastres. El cambio climático y sus impactos no van a desaparecer como por arte de magia.

Esta es la última de una serie de columnas que titulé “Cambiar con el cambio” —o sea cambiar con el cambio climático—, en las que he querido resaltar tres grandes cambios que a mi juicio vamos a tener que hacer o padecer en Colombia durante los próximos años. A continuación, presentaré una síntesis de estos tres cambios.

Dar más espacio a los ríos

El primer cambio consiste en darles más espacio a los ríos [5]. Muchas obras de infraestructura y poblaciones de nuestro país están al borde de los ríos, incluyendo las grandes vías y los municipios que están a orillas de los ríos Cauca y Magdalena. Si estos ríos se vuelven más grandes o sus inundaciones se vuelven más severas por el cambio climático, entonces reclamarán más espacio. Ante es esto es más factible y sensato retroceder ante los ríos que pelear contra ellos. 

El caudal de estos grandes ríos que recorren a Colombia de sur a norte cambiará con el cambio climático. Aunque todavía nos hacen faltan más y mejores estudios —que deberíamos hacer ya mismo— para predecir el sentido y la magnitud de estos cambios, tenemos serios indicios de que las crecientes de estos ríos se volverán más severas y destructivas con el tiempo. Si esto pasa —que a mi juicio es lo más probable—, entonces la infraestructura que existe en la vecindad de estos ríos perderá funcionalidad y seguridad. 

Uno de los ejemplos que más me inquietan es el de los embalses. Debemos preguntarnos muy seriamente si los embalses que tenemos en la actualidad seguirán siendo funcionales y seguros en el futuro próximo a pesar de los cambios en los ríos. Aquí hay que considerar que la mayoría de estos embalses fueron concebidos y construidos hace décadas cuando sabíamos mucho menos que hoy en día sobre el cambio climático. Los cálculos de aquella época no tenían cómo incorporar las predicciones del cambio climático que tenemos actualmente, y no podemos suponer sin verificarlo que los factores de seguridad que habitualmente usa la ingeniería serán suficientes.

Por ejemplo, los estudios para la construcción del embalse La Esmeralda o Chivor en Boyacá comenzaron en 1954 y su construcción se extendió hasta la década de los 80 [6], antes de que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (el IPCC) publicara su primer gran informe en 1990, motivando la primera reunión de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que fue la Cumbre de Río en 1992 (esta fue la primera COP de las 27 que hemos tenido hasta ahora).

Y no son solo los embalses. En Colombia, tenemos muchas obras de infraestructura diseñadas y construidas para coexistir con los Ríos Cauca y Magdalena que están dejando de ser como los conocíamos. ¿Funcionará bien la infraestructura vieja en los ríos nuevos? La respuesta será no en muchos casos. Hoy en día, no considerar el cambio climático en la planeación y el desarrollo del país es como hacer “cuentas alegres” [7].

Por eso tenemos que cambiar con el cambio climático en nuestra forma de planear y desarrollar el territorio alrededor de los ríos. Tenemos que dar más espacio a los ríos y esto significa, entre otras cosas, dejar de despilfarrar dineros públicos y privados en obras de infraestructura condenadas a fallar por el “crecimiento” de los ríos.

Retroceder ante el mar

El segundo cambio consiste en retroceder ante el mar [8]. Una de las principales evidencias y consecuencias del cambio climático es el aumento del nivel del mar que, en la práctica, significa una expansión del mar que causará la sumersión de islas y zonas costeras por todo el mundo. Bajo estas circunstancias, retroceder en las zonas costeras del país es una alternativa más factible y razonable que pelear contra un mar en expansión.

Desde hace décadas el nivel promedio del mar ha venido aumentando algunos milímetros por año. Aunque esto parece poco, no lo es porque, por un lado, indica que la acumulación de energía en el océano debida al cambio climático es enorme, y por otro lado tiene grandes impactos en los ecosistemas marinos y las zonas costeras del mundo, incluyendo un aumento significativo del riesgo de inundaciones. Algunos milímetros adicionales en el nivel promedio del mar pueden llegar a significar que el riesgo de inundaciones en algunas zonas se multiplique por dos o más.

Además, los cambios en el nivel del mar no necesariamente se darán de manera gradual. Los puntos de inflexión del clima implican que algunos cambios muy grandes pueden ocurrir súbitamente [9]. Por ejemplo, si el Glaciar Thwaites (apodado “el glaciar del día del juicio final”) llega a desprenderse de la Antártida, el nivel promedio del mar crecería varios metros cambiando el mapa mundial de las costas. 

Ante la imposibilidad de contener el mar, la alternativa que nos quedará en muchas áreas costeras del país será retroceder. Seguir desarrollando proyectos de infraestructura en las costas del país como si el cambio climático no existiera y el mar No se estuviera expandiendo sería muy irresponsable. Tendremos que cambiar con el cambio climático en las costas del país.

Repensar nuestra manera de ocupar las montañas

El tercer cambio consiste en repensar nuestra forma de habitar y construir en las montañas. Además de tener grandes ríos y extensas costas en dos océanos, Colombia es un país de grandes montañas atravesado por la cordillera de los Andes.

Estas montañas fueron moldeadas primero por la geología y después por el clima. La forma de las montañas depende mucho del clima. La lluvia en combinación con otras variables climáticas son poderosos moldeadores del territorio. En geología se llama “meteorización” al proceso de transformación de las rocas y los minerales como consecuencia de su contacto con la lluvia, la temperatura, y otros factores en la superficie de la tierra. Tanto la meteorización que transforma las rocas y los minerales como la erosión que los transporta dependen mucho del agua que cae desde la atmósfera y fluye sobre la superficie en forma de escorrentía o se infiltra a través del suelo.

El clima y la forma de las montañas que conocemos están en una especie de equilibrio al que se llegó a lo largo de la historia geológica de nuestro planeta. Durante los últimos más o menos diez mil años los humanos hemos vivido y prosperado bajo el clima excepcionalmente estable del Holoceno. Con el cambio climático los humanos estamos destruyendo esta estabilidad para entrar en un terreno peligrosamente desconocido que algunos llamamos el Antropoceno, para resaltar los efectos antrópicos como una fuerza desestabilizadora de magnitud geológica. Para saber más sobre esta historia los invito a leer el “Réquiem por el Holoceno” de Jorge Zuluaga [10].

Si el clima cambia se rompe el equilibrio. Los derrumbes son como la búsqueda natural de un nuevo equilibrio, de una nueva forma de las montañas que esté en equilibrio con el nuevo clima.

Derly Gómez es una futura Doctora en Ingeniería Ambiental próxima a graduarse de la Universidad de Antioquia, quien en su tesis de doctorado estudió la relación entre lluvia y derrumbes en Colombia [11]. Además de confirmar la relación entre la lluvia y los derrumbes, sus hallazgos sugieren una advertencia para el país. Si las lluvias se vuelven más extremas como prevemos que pasará con el cambio climático, entonces los derrumbes también se volverán más frecuentes y quizás también más masivos. 

Hace poco tuvimos en Colombia un “derrumbe” tan grande que llamó la atención de la comunidad científica y los medios de comunicación internacionales. Como un derrumbe “realmente extraordinario” lo describió el Profesor Dave Petley en el blog sobre derrumbes de la American Geophysical Union [1]. Y agregó que estamos viviendo “un período verdaderamente extraordinario de derrumbes, con tantos eventos ocurriendo que es difícil decidir cuál cubrir”. Uniendo los puntos, mi interpretación es que este periodo extraordinario de derrumbes en el mundo es una manifestación del cambio climático que con el tiempo llegaremos a confirmar mejor.

Todavía no podemos atribuir directamente el derrumbe de Rosas al cambio climático, pero sí sabemos, por investigaciones como la de Derly Gómez, que existe una inquietante relación entre efectos del cambio climático como la intensificación de las lluvias y la ocurrencia de estos movimientos en masa.

La exacerbación de los derrumbes por el cambio climático podría cambiar el mapa de nuestra infraestructura en las montañas en Colombia. Para ponerlo en perspectiva, el derrumbe de Rosas cambió radical y súbitamente un área de más de un kilómetro cuadrado afectando a centenares de familias de esta zona rural. Si un evento comparable ocurriera en una zona urbana densamente poblada —como son varias de las ciudades de Los Andes colombianos—, estaríamos hablando ya no de centenares sino de miles de familias damnificadas.

El cuadrado amarillo muestra las dimensiones del derrumbe en Rosas Cauca a la izquierda (Fuente: [12]), y lo que sería esa misma área en el área urbana del Valle de Aburrá a la derecha (Fuente: Google Earth). Adaptada por Territorios Sostenibles.

En síntesis, con el cambio climático cambiarán también nuestras montañas. Laderas y taludes que han sido estables durante mucho tiempo dejarán de serlo como consecuencia del cambio climático. Por eso tenemos que repensar nuestra manera de habitar y desarrollar la infraestructura del país en las montañas. 

Inexorablemente tendremos que cambiar con el cambio climático en las montañas de Colombia.

Conclusión

La ciencia ha dedicado décadas a estudiar el cambio climático, a entender sus causas y sus efectos, a prever sus impactos y a generar advertencias para la sociedad. Los informes del IPCC son un compendio científico sin precedentes que deja claro el papel de los humanos como causantes del cambio climático, y advierten claramente que si no actuamos con sentido de urgencia para mitigar el cambio climático y adaptarnos, las consecuencias serán devastadoras para la humanidad. 

El cuello de botella para avanzar con la mitigación y adaptación no está ni en el conocimiento ni en la tecnología (tenemos muchas soluciones disponibles), sino en la toma de decisiones en los gobiernos y las grandes corporaciones que generalmente está mediada por la política y la economía. La situación en la que nos encontramos se parece a tener un diagnóstico médico muy confiable sobre una enfermedad grave, potencialmente mortal, pero con alternativas de tratamiento que es urgente implementar. No cambiar con el cambio climático, por retador e incómodo que sea, es como ignorar estas recomendaciones y dejarse morir.

Tenemos que cambiar con el cambio climático.

Referencias

[1] https://blogs.agu.org/landslideblog/2023/01/11/rosas-cauca-1/

[2]https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/el-sentido-de-urgencia-que-falta-en-las-declaraciones-sobre-cambio-climatico-que-dio-el-presidente-de-ecopetrol-en-davos-2023/

[3] https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/colombia-inhabitable/

[4]https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/perdidas-danos-y-litigios-por-el-cambio-climatico/

[5]https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/cambiar-con-el-cambio-parte-1-los-rios/

[6]https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-116/central-de-chivor

[7]https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/las-cuentas-alegres-que-no-incluyen-el-cambio-climatico/

[8]https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/cambiar-con-el-cambio-parte-ii-las-costas/

[9]https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/puntos-de-inflexion-del-clima-y-por-que-necesitamos-economistas-del-cambio-climatico/

[10] https://territoriossostenibles.com/cambio-climatico/requiem-por-el-holoceno/

[11] Gómez, D., Aristizábal, E., García, E. F., Marín, D., Valencia, S., & Vásquez, M. (2023). Landslides forecasting using satellite rainfall estimations and machine learning in the Colombian Andean region. Journal of South American Earth Sciences, 125, 104293. https://doi.org/10.1016/j.jsames.2023.104293

[12] Carrillo, E., Contreras, N. Sánchez, F., Alpala, J. Pulgarín, B., Medina, E. Reyes, A., Gamboa, C. Muñoz, C., Galarza, J. Laverde, C., y Agudelo, A. (2023). Informe visita de emergencia a la microcuenca de la quebrada Chontaduro y concepto técnico sobre el trazado alterno de la vía Panamericana – Municipio de Rosas, departamento de Cauca. Bogotá: Servicio Geológico Colombiano.

Juan Fernando Salazar.
Juan Fernando Salazar.

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