Cuando hablamos del cambio climático y sus causas, inmediatamente lo asociamos con un aumento de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) debido a las actividades humanas; lo que nos lleva a referirnos a los combustibles fósiles. La mayor parte de esos combustibles se emplean fundamentalmente en los sectores de energía, industria y transporte, que en conjunto generan aproximadamente el 73% de las emisiones globales de GEI [1]. Sin embargo, los diferentes usos del suelo también representan una contribución significativa a estas emisiones. Según el último reporte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), para el año 2019, alrededor del 22% de las emisiones antropogénicas globales de GEI provinieron de sectores asociados a la agricultura, la silvicultura y los usos del suelo (AFOLU por sus iniciales en inglés) [1].
Cuando revisamos el origen de las emisiones de GEI a escala continental, es posible identificar que en Norteamérica, Europa, el Este de Asia (China y Corea del Sur, principalmente), el Oriente Medio, Australia, Nueva Zelanda y Japón (en pocas palabras: el Norte Global) dominan las emisiones asociadas a combustibles fósiles (ver Figura 1). En contraste, en Latinoamérica y el Caribe, el sureste de Asia y África (es decir, el Sur Global) dominan las emisiones AFOLU (ver Figura 1).

Es fundamental comprender este contraste entre el origen de las emisiones de GEI para el Norte y el Sur Global. Resulta esperable que las emisiones del Norte Global estén dominadas por la quema de combustibles fósiles para satisfacer la demanda energética, industrial y de transporte de millones de personas con gran parte de sus necesidades básicas satisfechas e ingresos y condiciones socioeconómicas favorables. Para el Sur Global, parte del aumento de las emisiones durante las últimas décadas se debe al crecimiento demográfico de estas regiones, con poblaciones humanas aún bajo condiciones de inequidad socioeconómica. Sin embargo, existe un actor fundamental que ha promovido el incremento en estas emisiones: la agroindustria global.
Como lo indica el reporte del IPCC, durante la última década (2010-2019) cerca de la mitad de las emisiones AFOLU generadas en su mayoría en el Sur Global, corresponden a dióxido de carbono proveniente principalmente de la deforestación [1]. En países como los Amazónicos, por ejemplo, esta deforestación ha sido promovida en gran medida por la expansión de las fronteras agrícola y ganadera para la producción de alimentos que se comercializan en la cadena global. En particular, la producción de granos como la soya se emplea fundamentalmente en alimentar ganado y animales de sacrificio en países como China y Estados Unidos, mientras que la carne producida en el Sur Global es consumida localmente pero también exportada, dependiendo del país de origen. Se estima que un tercio de todos los cultivos del mundo son empleados para alimentar animales que luego son consumidos por seres humanos. La Figura 2 muestra un panorama general del consumo de carne a nivel global. Por su parte, la Figura 3 indica los principales países exportadores e importadores de carne. Es claro que los países del Norte Global tienen un mayor consumo de carne de diferentes animales, la cual es producida en gran medida desde el Sur Global.


La producción de alimentos para satisfacer la demanda mundial se asocia intrínsecamente con la deforestación del Sur Global. Por ejemplo, la Figura 4muestra las regiones latinoamericanas más afectadas por la deforestación asociada a la industria cárnica. Es claro que un motor fundamental de deforestación de los bosques, no solo de Latinoamérica sino también de África y el sureste de Asia, está ligado a la maquinaria de la industria agroalimentaria global, con transacciones de gran valor económico en el Norte Global que no benefician al Sur Global. Esto resulta bastante irónico pues cuando echamos un vistazo a las cifras de indicadores de inequidad, encontramos que precisamente es en las regiones de mayor producción de alimentos (y por tanto de deforestación) donde existen los mayores índices de pobreza y malnutrición.

Sin embargo, toda esta producción y usos del suelo no se concentran exclusivamente en la carne y ciertos granos: otras industrias relacionadas con los agroquímicos, la farmacéutica veterinaria, las semillas comerciales y la maquinaria también están vinculadas. La Figura 5 muestra las principales industrias no cárnicas vinculadas a la carne y el pienso (cultivo de alimentos para animales de sacrificio). Es posible observar que la mayoría son industrias de China y el Norte Global. Según una investigación publicada recientemente, un tercio de las tierras cultivables del planeta se dedica a cultivar pienso [2], por lo que las industrias asociadas a estos cultivos son clave en la producción cárnica y la agroindustria global.

Múltiples estudios concuerdan en que el sistema agroalimentario global (que involucra no solo la agricultura y los usos del suelo, sino también la manufactura de fertilizantes, el procesamiento, empaquetamiento, transporte y consumo de alimentos, y la disposición de residuos) está dentro de los principales emisores de GEI del mundo [3][4]. En particular, se ha registrado un aumento marcado de las emisiones asociadas a la cadena de procesos por fuera de las actividades agrícolas, es decir en los procesos de pre y post-producción de alimentos [4]. El uso de fertilizantes para fines agroindustriales ha aumentado considerablemente, convirtiéndose en una amenaza para la seguridad hídrica y alimentaria, al afectar la calidad de las aguas (superficiales y subterráneas) y los suelos, lo cual se agrava cuando existe deforestación (ver Figura 6).
En particular, Colombia es un país con alto uso de nutrientes de nitrógeno en la agroindustria. Además, la enorme problemática de deforestación en Colombia se agrava al incluir actores ilegales que coexisten con la legalidad del sector agroindustrial (y minero) y por la escasa presencia estatal en extensiones inmensas con dueños privados responsables del acaparamiento y la especulación de tierras en nuestro megabiodiverso país [5].

Esta situación impone la necesidad de una mirada diferente sobre el sistema agroalimentario global. No es un asunto de generar una posición dogmática con respecto a la alimentación. No se trata de promover la adopción del vegetarianismo o el veganismo, a cualquier costo, como única opción de alimentación. En estas formas también existen prácticas nocivas asociadas al uso del agua, fertilizantes, agroquímicos y suelos, al mercadeo neoliberal, y a emporios industriales que amenazan la soberanía alimentaria de las poblaciones, que es necesario cuestionar. Se trata de promover una visión reflexiva con respecto a la decisión de qué preparar cada día para alimentarnos, considerando que sin duda se hace urgente una reducción significativa del consumo de carne y productos de origen animal, así como un aumento del consumo de vegetales y granos producidos localmente y con menor impacto ambiental. En este sentido, la agroecología reflexiva y conceptualmente fundamentada se hace una opción viable. Esta es una pregunta en la que muchas personas podemos indagar y encontrar equilibrios que contribuyan al establecimiento de nuevos órdenes nacionales y globales alrededor de la agroindustria, que también puedan promover otras posibilidades de alimentación para las personas más vulnerables, que además fortalezcan su soberanía alimentaria. En este sentido, el IPCC identifica que uno de los aspectos que ofrece mayores posibilidades de mitigación del cambio climático es precisamente la agroindustria, mediante cambios tecnológicos y de infraestructura, pero también mediante cambios socioculturales (ver Figura 7).

El cambio climático no es solo una torre petrolera extrayendo combustible fósil de las grandes profundidades del suelo. También es bosque que se convierte en carne y en alimentos procesados de bajo contenido nutricional que una industria fundamentada en los combustibles fósiles nos impone como única alternativa de alimentación, buscando coartar nuestra soberanía alimentaria. El cambio en la forma de alimentación humana es parte fundamental de la transición que necesitamos para enfrentar la crisis climática y configurar un mundo más justo.
Referencias
- IPCC, 2022: Summary for Policymakers. In: Climate Change 2022: Mitigation of Climate Change. Contribution of Working Group III to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [P.R. Shukla, J. Skea, R. Slade, A. Al Khourdajie, R. van Diemen, D. McCollum, M. Pathak, S. Some, P. Vyas, R. Fradera, M. Belkacemi, A. Hasija, G. Lisboa, S. Luz, J. Malley, (eds.)]. Cambridge University Press, Cambridge, UK and New York, NY, USA. doi: 10.1017/9781009157926.001. In Press. Disponible en: https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg3/downloads/report/IPCC_AR6_WGIII_SPM.pdf
- Heinrich Böll Stiftung y Amigos de la Tierra, 2021: Atlas de la Carne. Disponible en: https://www.tierra.org/atlas-de-la-carne-hechos-y-cifras-sobre-los-animales-que-comemos/
- Gilbert, 2012: One-third of our greenhouse gas emissions come from agriculture, Nature. Disponible en: https://www.nature.com/articles/nature.2012.11708
- UN News, 2021: New FAO analysis reveals carbon footprint of agri-food supply chain. Disponible en https://news.un.org/en/story/2021/11/1105172
- El Espectador, 2022: Tierra, coca y carne. Disponible en: https://www.elespectador.com/colombia-20/analistas/deforestacion-en-la-amazonia-por-causa-de-politicas-publicas-y-ausencia-del-estado/