Ventilación en espacios cerrados es un arma poderosa contra el COVID-19

Diversos estudios en Colombia y el mundo concluyen que ventilar los espacios cerrados es una de las herramientas fundamentales para reducir los contagios de COVID-19. Investigadores aseguran que la contaminación por aerosoles, no tan tenida en cuenta en un comienzo de la pandemia, es una de las principales causas de la propagación del virus.

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Un buen suministro de aire fresco en espacios cerrados, al abrir puertas y ventanas, puede reducir el riesgo de infección por COVID-19 hasta en un 80%, dicen estudios de la Real Academia de Ingeniería de la Universidad de Cambridge.

 

Estos trabajos se suman a diferentes investigaciones en el mundo que cada vez le dan una importancia mayor al contagio por aerosoles, una de las vías de transmisión del virus que en un principio no fue muy tenida en cuenta por la Organización Mundial de la Salud (OMS) ni por muchos gobiernos.

 

Incluso, hay autoridades sanitarias, entre ellas las de Estados Unidos, que consideran que la propagación de pequeñas gotas y aerosoles (partículas diminutas en el aire) son la principal causa de propagación del COVID-19. En ese sentido no bastaría con el lavado de manos y el distanciamiento social, para prevenir contagios, sino que hay que tener mucho cuidado con los aerosoles que quedan durante un tiempo en los ambientes.

 

En Colombia, la Universidad Nacional, a través del Grupo de Investigación de Calidad del Aire, y otras instancias académicas, ha publicado varios trabajos sobre la importancia de ventilar los espacios como una medida de prevención que está a la mano para cualquier persona.

 

“En los espacios interiores hay que asegurar una buena ventilación y tratar de que haya un flujo cruzado para que el aire que viene de afuera pueda diluir el aire contaminado del interior. De esa manera se puede reducir significativamente el riesgo de contagiarse de COVID-19”, dice Néstor Rojas, Ph.D y director del Grupo de Investigación de Calidad del Aire.

 

Un arma poderosa
La ventilación de espacios cerrados es el arma más poderosa para prevenir los contagios de COVID-19, aseguran epidemiólogos y expertos en calidad del aire. Según el estudio Mobility Network Models of COVID-19 Explain Inequities and Inform Reopening (2020), los cinco principales lugares en donde se producen los contagios son restaurantes, gimnasios, cafeterías, hoteles y servicios limitados de alimentación (alimentación en empresas o eventos).

 

En estos sitios se da la mayor cantidad de contagios porque son espacios cerrados, donde las personas se quitan los tapabocas, hablan, se ríen y, por ende, hay más probabilidad de concentración de aerosoles y más posibilidades de contagio.

 

Incluso, algunos investigadores van más allá y dicen que se deben descontaminar los ambientes y no las superficies. En ese sentido iniciativas como la de instalar tapetes con desinfectantes y aspersión de aceras y otros espacios son ineficientes a la hora de contrarrestar la enfermedad.

 

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Foto: Hernán Vanegas.

 

¿Qué es ventilar?
Según la epidemióloga Ana Amaya, Ph.D (c), ventilar significa diluir el aire interior con aire exterior. Un ventilador que mueve el aire por una habitación está mezclando, pero no ventilando. De ahí que la ventilación sea necesaria porque el aire interior, potencialmente cargado de virus, se diluye con aire libre de virus que llega del exterior.

 

“Al traer aire nuevo, el espacio se va limpiando para que la cantidad de aerosoles que se acumulen en ese espacio no tengan una carga viral tan grande que pueda contagiar. Y la forma más simple para ventilar es abrir ventanas y puertas”, asegura Amaya.

 

Para ventilar los espacios, los investigadores recomiendan que haya al menos dos puntos de ventilación para asegurar que el aire va a circular y se va a limpiar. Hay que verificar que esos dos puntos estén de frente o en diagonal, que sean de entrada y de salida.

Y para medir la cantidad de ventilación que debe tener un espacio cerrado los expertos recomiendan el uso de monitores de C02, que permiten saber si la ventilación es óptima y que no haya saturación de aerosoles.

 

Estos aparatos sirven para estimar la buena o mala ventilación de un espacio. Miden la cantidad de dióxido de carbono expulsada cuando hay varias personas en un lugar y están hablando, cantando o, simplemente, departiendo.

 

“Con estos medidores de CO2 podemos darnos cuenta si hay una cantidad de dióxido de carbono elevada en el espacio que compartimos con otras personas. Esto significa que ese aire que estoy respirando ya pasó por otra persona. Y si lo respiro, en un porcentaje importante, y la otra persona está contagiada, puedo contagiarme también”, agrega Amaya.

 

Un ambiente cerrado seguro no debe pasar de 700 ppm en el monitor de dióxido de carbono. Hay que tener en cuenta también si el espacio tiene filtros. Según Amaya, no todos los monitores que hay en el mercado son confiables y se recomienda usar los analizadores de CO2 NDIR (infrarrojos no dispersivos).

 

Estos monitores se deben ubicar a 1,5 metros del suelo o cerca de la altura en la que una persona de estatura promedio respira. Se debe evitar ponerlos muy cerca de las personas, ya que el aliento directo exhalado puede alterar la medición y también se debe evitar poner cerca de ventanas.

 

¿Y el transporte público?
Según el estudio COVID-19 y el transporte público: un panorama y recomendaciones aplicables en América Latina, publicado el 3 de enero pasado en Infectio, revista de la Asociación Colombiana de Infectología, por el Grupo Colaborativo de Modelamiento de COVID-19 y Movilidad en Colombia, “en espacios cerrados existen 20 veces más probabilidades de que se den más eventos de superdifusión del virus”.

 

Este grupo de investigación, integrado por profesionales de distintas universidades del país como Carlos Felipe Pardo, Silvana Zapata-Bedoya, Andrea Ramírez-Varela, Daniel Ramírez-Corrales, Jairo-José Espinosa-Oviedo, Darío Hidalgo, Nestor Rojas, Catalina González-Uribe, Juan David García y Zulma M. Cucunubá, identificó que las principales fuentes de partículas respiratorias en el rango de tamaño de aerosol son la tos y los estornudos.

 

“Sin embargo, la respiración y el habla normales son fuentes importantes si además tenemos en cuenta que son actividades más frecuentes y sostenidas. De hecho, cuatro minutos de respiración o hablar genera el equivalente a 30 segundos de estornudar o cantar. Por tanto, como medida adicional, es importante limitar al mínimo el hablar y cantar en el transporte público para reducir la generación de aerosoles. El uso de máscaras faciales y el silencio mientras se viaja reduce la generación y exposición de aerosoles”, agrega el citado estudio.

 

Además, los investigadores sostienen que los factores clave a tener en cuenta para el funcionamiento seguro del transporte público son la ventilación, el comportamiento del usuario (uso de máscara y protección ocular), el silencio del usuario y la distancia recorrida (se recomiendan viajes cortos). Estos factores hacen posible una distancia entre pasajeros menor que la recomendada normalmente que es de entre uno y dos metros.

 

Y, como medida complementaria al transporte público y la mejora de su servicio, es importante recordar, según el estudio, que medidas como el escalonamiento de horarios, el teletrabajo y la promoción de modos no motorizados se recomiendan como medida permanente, incluso cuando la emergencia de salud mejore. Dados los efectos positivos directos e indirectos de estas medidas una proporción significativa de la población puede beneficiarse de la reducción de la presión y la demanda del transporte público y facilitar su correcto funcionamiento.

 

Rafael González Toro.
Rafael González Toro.

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