El aire es una necesidad vital
Los seres vivos necesitamos aire para vivir. Llamamos aire a esa mezcla de gases que conforma la atmósfera del planeta. Sin esa capa gaseosa no sería posible la vida en la Tierra como la conocemos. Existe un intercambio continuo de gases entre la vida y la atmósfera vía procesos vitales como la respiración y la fotosíntesis. La contaminación del aire y la alteración de la atmósfera que resultan de las actividades humanas son procesos que comprometen la salud y la vida. Respirar no es opcional, los seres humanos necesitamos respirar aire limpio para mantener una vida saludable.
El aire de mala calidad afecta la salud y la vida, causa enfermedades y acelera la muerte. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado que anualmente ocurren en el mundo alrededor de siete millones de muertes atribuibles a la contaminación del aire. Muchos estudios científicos han relacionado la contaminación del aire con mayores incidencia y severidad de diversas enfermedades, incluyendo enfermedades tan graves como cáncer de pulmón, daños cerebrovasculares y COVID-19 [1][2]. Incluso hay estudios recientes que advierten sobre los efectos negativos de la contaminación atmosférica, específicamente del material particulado de tamaño de 2.5 micrómetros o PM2.5 y menores, en el desarrollo del cerebro en niños, lo que en última instancia puede aumentar el riesgo de problemas cognitivos y emocionales más adelante en la adolescencia [3][4].
Sin embargo, desde la revolución industrial y con el crecimiento acelerado de las ciudades, el progreso de la sociedad ha estado altamente basado en el uso de combustibles fósiles y eso ha causado aumentos en las emisiones de contaminantes atmosféricos que contribuyen tanto a los problemas de calidad del aire como al cambio climático. Hoy en día la inmensa mayoría de la energía que consumimos los seres humanos proviene de tres tipos de combustible fósil: carbón (coal), petróleo (oil) y gas (Figura 1). Cambiar este patrón en beneficio de la calidad del aire y el clima es uno de los grandes retos existenciales de la humanidad.
A veces se plantea una falsa dicotomía entre el desarrollo tecnológico e industrial, el progreso, y la preservación del medio ambiente. La problemática de calidad del aire en las ciudades no ha sido ajena a este falso dilema. Las aún débiles acciones destinadas a disminuir la contaminación atmosférica han significado la afectación de la salud humana en múltiples ciudades del mundo, así como grandes costos económicos en asistencia a problemas de salud relacionados.
El acceso al aire limpio como un derecho fundamental
El acceso al aire limpio debería ser concebido y tratado como un derecho fundamental. En su artículo 79 la Constitución Política de Colombia (1991) establece que
“Todas las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano. La ley garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que puedan afectarlo. Es deber del Estado proteger la diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de estos fines”.
Una de las características indispensables de un ambiente sano es la calidad del aire. No se puede decir que las personas gozan de un ambiente sano si la calidad del aire está deteriorada hasta el punto de comprometer su salud y su vida.
Los artículos 80 y 333 de la Constitución agregan lo siguiente:
“El Estado planificará el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales, para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución. Además, deberá prevenir y controlar los factores de deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de los daños causados. Así mismo, cooperará con otras naciones en la protección de los ecosistemas situados en las zonas fronterizas.” (Artículo 80).
“La ley delimitará el alcance de la libertad económica cuando así lo exijan el interés social, el ambiente y el patrimonio cultural de la Nación.” (del Artículo 333).
Dada la importancia del aire como elemento del ambiente que es esencial para la vida, estas normas establecen el deber del Estado de implementar planes y políticas, y ejercer controles, que apunten a garantizar el acceso de las personas a un aire limpio.
Es muy importante que la Constitución reconozca la importancia de la protección del ambiente, y que como consecuencia de eso establezca derechos y deberes. Sin embargo, no es suficiente con que haya normas escritas. Frente a la crisis de calidad del aire [5], poner en práctica estas normas no solo es necesario sino también urgente. Cabe preguntarse por la medida en que esto se cumple, por ejemplo, ¿en qué medida el Estado ha limitado la libertad económica para proteger la calidad del aire? ¿es suficiente?
Parece claro que la respuesta es no, es decir, lo que se hace en Colombia está lejos de ser suficiente. Una de las principales razones es que existe un gran desconocimiento del estado de la calidad del aire en muchas ciudades y territorios del país. No se pueden ejercer controles ni elaborar planes adecuados sobre lo que no se conoce y comprende. Uno de los retos pendientes en Colombia
para avanzar en el reconocimiento del derecho fundamental al aire limpio consiste precisamente en implementar (donde no hay) o mejorar (donde existen) las herramientas para el monitoreo y diagnóstico de la calidad del aire.
El derecho fundamental al aire limpio no concierne sólo a los seres humanos que están vivos en la actualidad. También es un asunto de ética y solidaridad con las futuras generaciones. Velar por que la calidad del aire sea adecuada también cobra sentido al considerar que las futuras generaciones de humanos deberían tener el mismo derecho al aire limpio. Se trata de un asunto de ética transgeneracional muy relevante en el contexto del cambio climático.
Necesidad de acuerdos y estándares para proteger el derecho al aire limpio
Uno de los pasos importantes que se ha dado en Colombia para proteger el derecho al aire limpio consiste en la definición de unos estándares de calidad del aire. La Resolución 2254 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de 2017 establece unos niveles máximos permisibles de contaminación atmosférica por material particulado. Aunque la Resolución es de orden nacional, su implementación en el país es limitada. De nuevo aparece el reto de monitorear y diagnosticar adecuadamente la calidad del aire. Sin sistemas de monitoreo y control de la calidad del aire es imposible evaluar el cumplimiento de los estándares.
La implementación de estos sistemas es de alguna manera el resultado de un acuerdo social. La sociedad puede decidir (o no) invertir los recursos necesarios para implementar, mantener y fortalecer continuamente los sistemas de monitoreo y control de la calidad del aire. Sin estos sistemas, la gestión de la calidad del aire queda “cegada” por falta de información crucial, y el derecho al aire limpio se vuelve incierto.
Los sistemas de monitoreo y control de la calidad del aire contribuyen a la comprensión de los procesos relacionados con la naturaleza de las fuentes y emisiones de contaminantes atmosféricos, así como de los procesos meteorológicos que gobiernan su transporte y transformación en la atmósfera. No es posible legislar o proponer herramientas de gestión acerca de aquello que no se observa, cuantifica y comprende adecuadamente.
En la actualidad en Colombia, y como es usual en los países de Latinoamérica, sólo en algunas ciudades se realiza un monitoreo continuo de variables relacionadas con la calidad del aire (p. ej. Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá – SIATA -, La Red de Monitoreo de Calidad del Aire de Bogotá – RMCAB – y El Sistema de Vigilancia de la Calidad del Aire de Cali) y sólo parcialmente se cuenta con planes integrales de gestión de la calidad del aire orientados a la aplicación y cuidadosa revisión del cumplimiento de los estándares de calidad del aire (Plan Integral de Gestión de la Calidad del Aire del Valle de Aburrá. – PIGECA – y el Sistema Integrado de Modelación de Calidad de Aire de Bogotá – SIMCAB-).
Los estándares de calidad del aire vigentes actualmente en Colombia son menos estrictos que los establecidos por la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus iniciales en inglés) en Estados Unidos y los recomendados por la OMS. Se supone que dichos estándares deben estar basados en la mejor evidencia científica disponible acerca de los impactos de la contaminación atmosférica sobre la salud y la vida de los seres humanos. Esta evidencia crece y cambia con el tiempo a medida que avanza la ciencia. Dos retos importantes para Colombia son revisar los estándares vigentes a la luz de la evidencia científica más actualizada, y lograr su aplicación efectiva y unificada en los territorios del país. Esta también es una discusión muy importante que se está desarrollando actualmente en Estados Unidos; Territorios Sostenibles escribió una historia al respecto basada en una entrevista al Dr. Alberto Ayala quien es el Director Ejecutivo del Distrito Metropolitano de Gestión de Calidad del Aire de Sacramento – California (Estados Unidos) [6][7].
La calidad del aire no se debe tratar como un asunto coyuntural sin visión de mediano y largo plazo. Atender las emergencias por eventos severos de contaminación del aire es indispensable, pero eso no significa que la gestión de la calidad del aire se deba concentrar solo en esos eventos. La discusión debe ser profunda y permanente, y los planes deben considerarse a mediano y largo plazo. De hecho, algunos de los principales impactos de la contaminación atmosférica se deben a exposiciones de largo plazo que se dan como resultado de procesos de contaminación atmosférica que generalmente son menos intensos que en los eventos críticos pero más prolongados en el tiempo. Por esta razón es que los estándares de calidad del aire consideran distintos niveles permisibles para la exposición de corto (se usan promedios de 24 horas) y largo (se usan promedios anuales) plazo.
Frente a la crisis de calidad del aire y los ampliamente demostrados efectos de la contaminación atmosférica sobre la salud y la vida, es crucial alinear esfuerzos desde los distintos sectores de la sociedad para la construcción de acuerdos y el diseño de estrategias y metas específicas que nos lleven a promover el derecho al aire limpio como factor esencial de la sostenibilidad de los territorios.
Referencias
[1]https://territoriossostenibles.com/necesitamos-estandares-de-calidad-del-aire-mas-estrictos-para-proteger-la-salud-y-la-vida/
[2]https://territoriossostenibles.com/aire-y-covid-19-que-podemos-aprender-de-los-tiempos-de-pandemia-para-una-recuperacion-mas-sostenible-de-las-ciudades/
[3] Cserbik, D., Chen, J. C., McConnell, R., Berhane, K., Sowell, E. R., Schwartz, J., … & Herting, M. M. (2020). Fine particulate matter exposure during childhood relates to hemispheric-specific differences in brain structure. Environment International, 143, 105933.
[4]https://news.usc.edu/173864/pollution-brain-fine-particles-new-usc-research/
[5]https://territoriossostenibles.com/crisis-de-calidad-del-aire-mas-alla-de-las-contingencias/
[6]https://territoriossostenibles.com/el-aire-limpio-no-es-un-privilegio-el-aire-limpio-es-un-derecho-fundamental/
[7]https://territoriossostenibles.com/necesitamos-estandares-de-calidad-del-aire-mas-estrictos-para-proteger-la-salud-y-la-vida/