Asómese a la ventana y mire cómo se ve el paisaje. No crea en todo lo que vea. Puede estar despejado o cubierto por una inmensa capa gris que, además, no se sabe si es neblina o contaminación. En cualquier caso, lo que está ahí frente a sus ojos es aire y puede ser uno más de esos enemigos invisibles que día a día afecta su salud.
Lo más seguro, infortunadamente, es que usted viva en uno de esos países que están en la lista “negra” por la mala calidad del aire, no solo el que circula libremente, sino el que circula silencioso dentro de su vivienda. El primero es aire libre y el otro es aire exterior y ambos están relacionados con no menos de 7 millones de muertes prematuras que la contaminación provoca en todo el mundo.
Por lo menos así se desprende del informe que acaba de publicar el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que establece que el 34 por ciento de todos los países del mundo no protege legalmente la calidad del aire exterior y el 31 por ciento de las naciones que tienen el poder para aplicar los estándares establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) no lo hacen y ni siquiera los han adoptado.
Así que esa desidia global es la que contribuye a que el tema de la contaminación del aire esté asociada a un hecho sin precedentes: es la segunda causa de muertes prematuras en todo el mundo y afecta, en especial, a los grupos de población más sensibles: niños y adultos mayores.
El informe “Regulación de la calidad del aire: la primera evaluación global de la legislación sobre contaminación del aire”, examinó las leyes en 194 estados y en la Unión Europea y no permite dudas en que los Estados donde existen esas normas, los estándares varían y, a menudo, no cumplen las directrices de la OMS, que identificó la contaminación del aire como el “mayor riesgo ambiental para la salud”.
Atrapados en la mala calidad del aire
El informe del PNUMA asegura que el 92% de la población mundial vive en lugares donde los niveles de la contaminación del aire exceden los límites seguros, lo que afecta de manera desproporcionada a mujeres, niños y ancianos de países de bajos ingresos.
La OMS, en tanto, tiene valores de referencia para la calidad del aire exterior, pero, como muestra el informe, “no existe una alineación global ni un marco legal común para su aplicación. Incluso donde hay protección legal, los estándares son difíciles de comparar, pues el 49 % de los países definen la contaminación del aire exclusivamente como una amenaza al aire libre, la cobertura geográfica de los estándares de calidad varía y más de la mitad de los países permiten desviaciones de estos estándares”.
Como si eso fuera poco, la responsabilidad institucional para alcanzar los estándares es débil a nivel mundial, ya que sólo el 33 % de los países imponen obligaciones para cumplir con los patrones exigidos por ley. Y pese a que el seguimiento es fundamental para saber si se cumplen los estándares, no es un requisito legal en al menos el 37% de los países.
Como pasa con otros fenómenos atmosféricos, entre otros la deforestación y el tráfico de especies, la calidad del aire debería ser un mandato global que no dependa de normas internas, pues no es posible definir fronteras contra la contaminación. De hecho, el informe del PNUMA estima que sólo el 31 % de los países cuenta con mecanismos legales para abordar la contaminación transfronteriza.
En la presentación del informe, la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, fue mucho más clara: “No habrá ninguna vacuna para prevenir siete millones de muertes prematuras causadas por la contaminación del aire cada año, un número tendente a crecer en más del 50% para 2050. El aire que respiramos es un bien público fundamental y los gobiernos deben hacer más para garantizar que sea limpio y seguro”.
El informe subraya la necesidad de un sólido modelo de gobernanza de la calidad del aire que sea considerado en las legislaciones nacionales y defiende la adopción de un tratado mundial sobre estándares de calidad del aire exterior.
El derecho a un medioambiente sano, incluido el aire limpio, es un precursor para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU de la Agenda 2030 sobre buena salud, energía asequible y limpia, ciudades sostenibles, producción responsable y vida en la Tierra.
Un mensaje que no se debería llevar el viento, o mejor el aire, y poner en práctica esa nueva gobernanza, en especial es aquellos territorios que por sus condiciones geomorfológicas como el Valle de Aburrá, es más vulnerable a la variabilidad climática.
De hecho, el informe del PNUMA llega en momentos es que este territorio metropolitano se apresta a vivir el segundo período de contingencia por contaminación atmosférica, donde las lluvias y la alta nubosidad se confabulan para impedir que los contaminantes se dispersen por acción del viento y el valle estrecho y montañoso se convierta en una especie de olla a presión tapada y se eleven los niveles de concentración de material particulado proveniente, entre otros, de los combustibles fósiles que se usan en el transporte y la industria.
A partir del próximo lunes, por ejemplo, comienza a regir de nueva la restricción a la circulación de vehículos, el pico y placa, como una medida de mitigación a dicha contaminación, tal como lo prevé el Protocolo para enfrentar episodios por Contaminación Atmosférica (POECA) que está en el Plan Integral de Gestión de la Calidad del Aire (PIGECA) del Valle de Aburrá.