¿Quién es Jane Goodall?
Jane es la voz misma de la naturaleza, esa que va más allá de nuestra visión antropocénica del planeta. Por eso es tan importante escucharla, entenderla y, en especial, hacer de sus palabras una oportunidad para la acción. A instancias de El Espectador y de Planet on, queremos retomar algunas de sus inspiradoras reflexiones y contribuir con amplificar sus visiones y sus apuestas por un mundo mejor, el de una especie renovada y capaz de transformarlo: los jóvenes.
Jane Goodall cumplió en abril de 2020 sus 86 años de vida, pero su voz no es la de una mujer cansada y convencida de haberlo hecho todo ya. Por el contrario, tiene el tono, la serenidad, la curiosidad y, sobre todo, la fuerza de una joven de 16 años, la edad que ella tenía cuando su corazón, que es la mejor brújula para andar por el mundo, le marcó una parte de la ruta que luego recorrería una y otra vez en busca de la felicidad que significa poner el conocimiento al servicio de la humanidad: África.
Pero no era el África que casi todos veían igual: un continente exuberante, pero lleno de conflictos, hermoso pero desconocido, rico en naturaleza pero sumido en la pobreza humana, ni mucho menos un lugar lleno de milicias y guerreros, sino de exóticos valientes: los chimpancés.
Bueno, para ser justos, muchas cosas más que convivir con esa especie de animales, aunque fueron éstos los que pusieron la ciencia en otro nivel del conocimiento. Jane descubrió que los chimpancés utilizaban herramientas para atrapar termitas.
Era los años 60 y, con pocas diferencias con lo que ocurre hoy en plena pandemia, muchos no le creían y tendría que demostrarlo. No sólo lo hizo, sino que décadas después sigue haciéndolo, porque no ha dejado un segundo de trabajar con la naturaleza, es decir, por el planeta en toda su dimensión, extensión y significado.
Luego, no sólo como Embajadora de Paz de Naciones Unidas, sino como una de las mujeres más influyentes del mundo, Jane Goodall tiene las palabras necesarias para que después de escucharlas sienta uno la necesidad de entrar en la acción por el cambio de lo que somos, pensamos y hacemos. Ahí radica el valor de Jane y, por eso, retomamos algunas de sus más profundas reflexiones después de tenerla de forma virtual, a instancias del diario El Espectador y dentro de sus foros Pensar Global, con el apoyo de Planet On, dirigido por Norma Cuadros, quien realizó la entrevista
Y como no es necesario interpretarla, sino leerla, acá sus mejores frases, no sin antes acudir a una de sus más bellas metáforas sobre lo que significan los jóvenes para ella y para su iniciativa Roots & Shoots: una semilla de un árbol es pequeña y se ve débil, pero crece y es capaz de abrirse paso entre las rocas y crecer fuerte y poderosa. Está llena de vida y es fuerte. Así son los jóvenes y son ellos los únicos capaces de abrirse paso y cambiar el mundo, por eso hay que escucharlos y empoderarlos.
Vale decir que esa iniciativa comenzó en 1991 con 12 estudiantes de bachillerato y hoy tiene cientos de miles de activistas en más de 68 países, y creciendo.
Los jóvenes, la voz de Jane
“Piensa globalmente y actúa localmente: si piensas globalmente no lograrás nada, será deprimente tu esfuerzo. Pero si piensas y actúas localmente y puedes ver lo que ocurre ahí en tu barrio, limpiando la calle, recogiendo la basura de las playas o plantando flores para que lleguen las mariposas, sembrando alimentos orgánicos, cosas así… entonces te das cuenta que eso mismo está pasando en muchas partes del mundo y entiendes que estás pensando globalmente. Es cuestión de darle la vuelta”.
“He conocido jóvenes en situaciones muy desfavorables, pero después de que saben que los escuchas y los tienes en cuenta, se sienten empoderados y piensan que pueden cambiar el mundo y actúan desde la acción. La imaginación y la creatividad de ellos son inimaginables y poderosas. Los jóvenes hacen lo que nadie más puede pensar que puede hacer para cambiar el mundo, para construir uno mejor”.
“Los jóvenes son mi gran razón para mantener la esperanza”.
La mujer en la ciencia
“Antes se percibía, y aún se percibe, la ciencia como algo frío y apático y entonces se pensaba que era sólo para los hombres. Creo que no era un tema de prejuicios de género, sino de percepción. Quedé sorprendida cuando fui a Cambridge a hacer mi doctorado y me decían que no era posible que tuviera empatía con los chimpancés que yo estudiada y que no podía hablar de su personalidad”.
“Creo que esa frialdad, esa mirada de los otros como objetos, necesaria para ser científica, fue lo que desmotivó a las mujeres para hacer parte de la ciencia. Mi mensaje para ellas es que deben sentir emoción por lo que hacen y trabajar duro y es con el ejemplo que lo puedes hacer, incluso mejor que los hombres”.
“En una conferencia con grupos indígenas, uno de ellos se me arrimó y dijo algo que me dejó muy impresionada: ´nosotros vemos a la tribu como un águila: un ala es el hombre y la otra es una mujer. Sólo cuando las dos son iguales, la tribu puede volar´. Eso es lo que deberíamos de buscar”.
“Cuando las mujeres trataron de entrar en el mundo de los hombres usaron la agresividad y la asertividad que ellos usaban, olvidando que son diferentes, con características distintas. Hoy necesitamos recuperar más de las características femeninas: la empatía, la paciencia, la compasión, el amor, que los hombres también tienen, pero que las mujeres tienden a esconder, porque sienten que deber ser más frías, más masculinas”.
Nuestra debilidad como especie
“Nuestra mayor debilidad, o mejor nuestra más grande diferencia con los animales, incluidos los chimpancés, es el desarrollo explosivo de nuestro intelecto. Quiero decir, si los chimpancés pueden aprender el lenguaje de señas, los cerdos pueden dibujar y los pulpos pueden construir sus casa en medio de los océanos, no hay ningún animal que haya podido ir a Marte y con un robot para tomar fotos de su superficie, cómo es posible que la especie más inteligente que haya caminado por el planeta sea la misma que esté destruyendo su única casa”.
“Nuestra gran debilidad es la desconexión de nuestra inteligencia, del cerebro, con el corazón, la compasión y el amor. Creo que sólo cuando nuestra inteligencia y el corazón trabajen en armonía, podremos llegar al real potencial de la especie humana. Debemos combinar la frialdad de la ciencia con la calidez del corazón y la compasión”.
COVID-19, Cambio climático y pérdida de biodiversidad
“De cómo salgamos después de afrontar la pandemia por el COVID-19 dependerá una parte del futuro. Mucha gente no quiere volver a las viejas formas de gobernar. Hay muchos cambios en cómo piensa la gente ahora. Sin embargo, vemos muchos gobiernos que se han ido a la extrema derecha y corporaciones que su interés está en otra lugar y sólo piensan en el corto plazo, en vez de proteger el medio ambiente para las próximas generaciones. Va a ser muy difícil, porque muchos de estos líderes no piensan en el futuro”.
“Si volvemos a los viejos hábitos, entonces el futuro de la humanidad será sombrío y cada vez peor. Nos estamos acercando a un punto de no retorno en muchas áreas de la biodiversidad. Una vez pierdes muchas especies, el sistema colapsa”.
“Es aquí cuando necesitamos a los jóvenes, porque ellos no sólo están actuando directamente, sino porque logran cambiar los hábitos de sus padres. Hay que tocar el corazón de todos, pues no hay otra forma. Con discutir no se logra nada, pero contando historias reales sí”.
“He visto como jóvenes son capaces de hacer que sus padres cambien. Y eso pasa cuando somos capaces de hacerles entender que hay otras formas de hacer las cosas. Por ejemplo, no es posible seguir haciendo investigaciones en animales, sabiendo que existen otras formas más eficientes y menos dañinas, Hay que cambiar también muchas legislaciones”.
“Como consumidores, si fuéramos más razonables, podríamos tener un gran impacto en el comercio, porque no necesitamos comprar productos que están hechos de forma antiética. Y para eso tenemos que mitigar la pobreza, porque si eres pobre, seguirás haciendo lo que sea necesario para sobrevivir”.
“Tienes que trabajar por una buena educación, porque de lo contrario terminarás cortando los árboles para tener más tierra en donde cultivar y tener comida. O vas a comprar la comida más barata y menos saludable de la ciudad. Así que tenemos que acabar con la pobreza”.
COVID-19: nuestras relaciones con la naturaleza
“Cuando hablamos de nuestras relaciones con los otros animales, hemos comprobado que si logramos reducir las emisiones de CO2 como lo hemos visto durante esta pandemia, logramos limpiar el aire. Esto es algo comprobado de una manera que no habríamos podido en otro momento. Las personas que viven en las grandes ciudades, sin oportunidad de respirar un aire más limpio, que no pueden ver las estrellas por la cantidad de contaminación, no quieren volver atrás. Cuando las personas entiendan realmente lo que le hemos hecho al planeta, vamos a ver un gran movimiento, y entonces los líderes políticos y las compañías nos tendrán que escuchar”.
“La razón por la que tenemos esta pandemia es porque hemos irrespetado a la naturaleza y a los animales. El virus ha golpeado fuerte la economía y si los políticos no son persuadidos de que no es posible volver a lo de antes, entonces tendremos otra pandemia”.
“Los animales están siendo empujados a tener mayor contacto con los humanos y es obvio porque están perdiendo su hábitat y, también, nosotros estamos yendo cada vez más adentro de la selva. En los dos escenarios, esto nos podrá llevar a nuevos contagios”.
“Esta pandemia me ha dejado con un sentimiento de lo estúpidos que somos. La desconexión entre el cerebro y el corazón es una locura. Si tuviéramos más compasión, si nos preocupamos por el medio ambiente, si sintiéramos esta conexión espiritual con el mundo natural, si sintiéramos empatía por los animales, no estaríamos en medio de este desastre. Hay que hacer el cambio, porque si no tendríamos que estar viendo la casi segura extinción del planeta”.
Así, las cosas. ¿Podremos hacer el cambio? ¿Escucharemos a Jane? O seguiremos creyendo que las soluciones están en los demás y no en cada uno de nosotros.
(*) Entrevista de Norma Cuadros, Planet On, para foros El Espectador, septiembre 25 de 2020.