Las cosas tienen el color del cristal con que se miren. En torno a la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, Colombia cuenta con un prisma multicolor de riquezas y ventajas estratégicas que pueden llevarnos, o a un futuro mejor, o perecer ante el riesgo inminente de acabar con su mayor activo: la naturaleza, en su más amplio concepto.
El tamaño de los riesgos ambientales que enfrentamos es directamente proporcional al invaluable patrimonio de biodiversidad y ecosistemas que tenemos, pero se acabó el tiempo del despilfarro de los recursos naturales y ha llegado la hora de la acción transformativa de los territorios, teniendo como aliados fundamentales el conocimiento científico, los saberes indígenas, de los afros, los raizales y las comunidades locales en la consolidación de una nueva gobernanza ambiental de largo plazo, a escala local, diferenciada y como resultado del diálogo y la concertación entre todos los actores en los territorios.
Sobre estas dos premisas, entre otras vitales para poder responder con claridad de dónde venimos, dónde estamos y para dónde vamos, la Evaluación Nacional sobre el Estado de la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos, que se acaba de presentar, ofrece los caminos necesarios y las herramientas eficaces para la toma de decisiones a partir de la corresponsabilidad entre la ciencia, la política y la sociedad.
No es posible, ni aceptable, seguir aplazando las determinaciones que hagan la diferencia entre aprovechar la biodiversidad como un activo estratégico para Colombia o seguir dilapidando una riqueza única y irremplazable en medio del discurso, los diagnósticos y las buenas intenciones. Llegó la hora de la acción y de los cambios transformativos como rutas seguras hacia un futuro sostenible.
De eso se trata, y dado el valor que tiene, la Evaluación Nacional IPBES, pues como lo dijo en la presentación el director del Instituto Humboldt, Hernando García, “no hacemos este informe porque queramos saber el estado de la biodiversidad, sino porque demandamos un análisis crítico y propositivo que nos permita tomar decisiones basadas en la ciencia y proponer acciones que generen nuevos cambios, reconociendo, de entrada, que somos un país pluriétnico y multicultural”.
En palabras de Ana María Hernández, presidenta del IPBES, quien fue parte del proceso inicial de la Evaluación, “es hora de ser relevantes y no prescriptivos”, en alusión a que el informe no da órdenes ni establece normativas, sino que muestra escenarios posibles de futuro y ejemplos prácticos de cómo cambiar de rumbo, porque la Evaluación no es sólo para el sector público, sino para todos los demás actores en los territorios.
Qué establece la Evaluación Nacional IPBES
El trabajo de investigación y de recopilación de la información duró poco más de tres años y de él hicieron parte no menos de 105 expertos temáticos y sabedores de pueblos y comunidades indígenas, negras, afrodescendientes, palenqueros, raizales, campesinas y locales de todas las regiones de Colombia. Fueron cerca de 93 mil horas de trabajo voluntario y más de 1.500 fuentes de información científica consultadas, lo que permite establecer el estado y las tendencias de la diversidad biológica, trayectorias de cambio y futuros posibles para el país a 2050.
La Evaluación no sólo recoge el conocimiento acumulado, sino que incorpora de forma integral y sistémica los saberes y experiencias de las comunidades indígenas y locales, en una fascinante co-creación de sabiduría y evidencias sobre el terreno, que no tiene recetas únicas, sino diversas y diferenciadas para cada territorio.
Son seis capítulos construidos de forma transversal y conectados entre sí que tratan de 1. El Estado de la Biodiversidad. 2. Contribuciones de la naturaleza para la gente. 3. La diversidad biocultural: conocimientos y prácticas para el cuidado de la vida en territorios indígenas y comunidades locales. 4. Los motores directos de transformación y pérdida de biodiversidad. 5. Las políticas, las Instituciones y la Gobernanza. 6. Los escenarios futuros de biodiversidad y servicios ecosistémicos en Colombia.
Colombia es el primer país en publicar su Evaluación Nacional y pionera al incluir un capítulo exclusivo para resaltar el conocimiento y perspectivas de los pueblos indígenas, afrodescendientes y las comunidades locales.
Los 20 hallazgos de la Evaluación son:
1.Numerosas especies de animales y plantas han desaparecido, otras están en estado crítico o son amenazadas por la degradación de los ecosistemas por actividades humanas legales e ilegales. Y lo más grave: solo se ha evaluado la pérdida real de una fracción muy pequeña de algunos grupos de animales y plantas, sin que se tenga conocimiento preciso de las pérdidas en ecosistemas, genes y funciones, información requerida para implementar medidas de conservación.
2. Las investigaciones disponibles sobre la evaluación del estado actual de la diversidad biológica en el país son pocas. En su mayoría los casos documentados se encuentran en las evaluaciones de los libros rojos. Sobre los invertebrados terrestres, por ejemplo, se analizó sólo el 0.3% de las especies conocidas de mariposas, polillas, abejas, avispas, escarabajos y arácnidos. Para algunos grupos biológicos como hongos, no hay muchos registros, estudios o listas de especies que indiquen su grado de amenaza o pérdida de especies.
En el caso de las evaluaciones ambientales y de paisaje, éstas se basan en su mayoría en estimaciones de pérdida de cobertura boscosa, sin analizar otros componentes de los ecosistemas. Los expertos sugieren considerar el conocimiento tradicional, frecuentemente no incluido en relación con la pérdida de la diversidad, pues son las comunidades quienes, por estar en el territorio mismo, pueden dar alertas e incluso tempranas sobre las especies y ecosistemas con cambios o que han desaparecido de su entorno.
3.Hay disminución de la diversidad genética que afecta negativamente la habilidad de las especies para adaptarse a ambientes y ecosistemas. La brecha entre el conocimiento de especies y el conocimiento de su diversidad genética es amplia. Se tiene información genética de solo 1% de especies de plantas, 4% de las especies de insectos, 8% de las especies de aves, 3% de las especies de peces, 12% de las especies de anfibios, 5% de las especies de reptiles y 5% de las especies de mamíferos.
La ausencia de esta información impide evaluar la viabilidad de las poblaciones y limita el uso sostenible de los recursos genéticos. Es evidente la crisis biológica de las cuencas del Magdalena-Cauca, San Jorge y Sinú, que han reducido sus aportes pesqueros hasta en un 85%.
De las 490 especies de peces de agua dulce de interés pesquero u ornamental reportadas para Colombia, 9,6% (47 especies) presentan algún grado de amenaza. Otros factores como la pérdida y degradación de hábitat, pueden representar los principales motores detrás de dichas disminuciones.
4. La pérdida y degradación de hábitats (terrestres, dulceacuícolas y marinos) son los principales motores directos de transformación y disminución de biodiversidad en Colombia. Éstos se encuentran vinculados al cambio en el uso del suelo por expansión de la frontera agrícola y ganadera, consolidación de enclaves productivos como el cultivo de palma de aceite o el desarrollo petrolero en el caso de los llanos orientales, proyectos de infraestructura, en especial vías, y la expansión urbana.
El cambio climático está acelerando cambios en la biodiversidad y la pérdida de las contribuciones de la naturaleza para la gente en todo el territorio nacional.
5. La deforestación es el principal motor asociado a la pérdida de biodiversidad y de servicios ecosistémicos en Colombia. La Amazonia es la mayor afectada. Se estima que se usan más de 34 millones de hectáreas (ha) para la ganadería (con una vocación ganadera del suelo de sólo 15 millones de ha), cinco millones de hectáreas para actividades agrícolas; y 568.000 ha para plantaciones forestales.
Si la deforestación continúa en aumento, a 2030 Colombia podría perder alrededor de 1,5 billones de pesos del Producto Interno Bruto (PIB) y entre 1.034 y 1.670 millones de pesos en ahorros genuinos, según estimaciones del BID. En 2014 se contaba con 58,8 millones de ha de bosque, mientras que a 2030 la cifra podría reducirse a 48,8 millones de ha.
Una oportunidad estaría en la restauración de tierras deforestadas. Entre 2014 y 2017, Colombia restauró 190.000 hectáreas de ecosistemas naturales. Sin embargo, con una tasa de deforestación anual mayor a 150.000 ha en los últimos años, la pérdida y transformación de bosques y otros ecosistemas sigue superando lo relativo a su recuperación.
La inclusión de diversas formas de áreas protegidas y otras medidas efectivas de conservación (OMEC) son una estrategia eficaz para reducir y evitar la deforestación.
6. Conversión y degradación de otros hábitats (terrestres, dulceacuícolas y marinos) son también motores directos de transformación y pérdida de biodiversidad en Colombia. Cerca de la mitad de los ecosistemas del país presentan condiciones que ponen en riesgo su permanencia y provisión de servicios a la sociedad.
En la actualidad, el 15% de los ecosistemas del páramo se encuentra degradado, debido a actividades de ganadería y agricultura (principalmente papa), minería de oro y carbón, y en menor parte a construcción de obras y cacería.
Los ecosistemas representativos como selvas tropicales y sabanas inundables serán afectadas por un rápido crecimiento del impacto humano, pese a ser el área más grande sin transformar en comparación a los demás (85 y 91 % respectivamente). Para 2030 se espera que se acentúe la fragmentación en el norte de los Andes colombianos, generando “islas” con una relativa huella baja pero impactos humanos altos, afectando considerablemente la conectividad funcional entre Mesoamérica y Suramérica.
7. Los cambios en el uso del suelo bajo sistemas de producción intensivos o urbanizadas constituyen el principal motor de pérdida de contribuciones de la naturaleza a la sociedad. Un 40% del área nacional está deforestada. El crecimiento de las ciudades ha llevado a la pérdida directa de humedales urbanos.
8. La degradación por erosión es el tipo de degradación de suelos más importante en el país. El 40% de la superficie continental presenta algún grado de degradación de suelos por erosión, con un total de 34 focos en todo el país: 16 en el área hidrográfica Magdalena-Cauca, 8 en la del Caribe, 4 en la de Amazonas, 3 en la del Orinoco y 2 en la del Pacífico, y uno incipiente pero importante en la isla de Providencia.
9. La mayoría del carbono almacenado en los bosques de Colombia está en las regiones amazónica y andina. Sin embargo, la región pacífica presenta las áreas boscosas con uno de los promedios más altos de fijación de carbono, a pesar de ser la región con la menor extensión total (siete millones de hectáreas).
Cuatro departamentos almacenan cerca de 53% del carbono total de los bosques del país: Amazonas (20,8% del total), Caquetá (12,14 %), Guainía (10,27%) y Vaupés (9,91%). Las áreas con valores altos de almacenamiento en biomasa aérea están concentradas, principalmente, en la jurisdicción de resguardos indígenas (64.16%), áreas protegidas del Sistema de Parques Nacionales Naturales (18.6%), y en la jurisdicción de los Consejos Comunitarios de Comunidades Negras (4.83%).
Las áreas de mayor conservación de los bosques en el país coinciden en gran medida con territorios donde los pueblos indígenas, negros, afrodescendientes, palenqueros, raizales, campesinos y de otras comunidades locales desarrollan sistemas propios de gobierno y manejo, por lo cual es urgente reconocer y articular de forma más clara los conocimientos y sistemas de gobernanza comunitaria y la institucionalidad ambiental.
10. Colombia como país megadiverso, pluriétnico y multicultural ha cimentado el bienestar de su gente en la naturaleza. Aunque se dice que el capital natural del país corresponde a 12% de su riqueza total, esta cifra es sólo una mirada parcial a las contribuciones para el desarrollo económico y social del país. Persiste un conocimiento incipiente de la biodiversidad y sin la debida valoración. Los mayores vacíos de información están a nivel genético y funcional.
11. La pérdida de biodiversidad tendría importante efecto directo en la salud humana si los servicios de los ecosistemas no satisfacen las necesidades sociales. Se calcula que la población colombiana pierde anualmente 3,3 años de vida saludable por factores ambientales, significando un costo de casi 10 billones de pesos al año.
12. Al menos el 10% del PIB deriva, directamente, de la explotación de recursos naturales, y alrededor de 14% del empleo está en actividades agropecuarias y pesca. Es urgente una articulación e implementación sistemática, decidida y a largo plazo de las políticas y estrategias de crecimiento verde, economía circular, biocomercio, y mercados verdes, así como el reconocimiento de los conocimientos y sistemas de gobernanza comunitaria como institucionalidad ambiental, los cuales podrían impulsar la construcción de una economía donde la conservación y el desarrollo sean complementarios y no antagonistas.
13. La polinización determina en gran medida la seguridad alimentaria y nutricional de los colombianos. La polinización por insectos incrementa la producción del café colombiano alrededor de 10%, de tal manera que su ausencia significa una pérdida por hectárea (ha) para el productor de alrededor de 5.4% de su ingreso neto. La producción de la cholupa (Passiflora maliformis) se beneficia en un 27% de los insectos, lo que representa alrededor de 5 millones de pesos por cada ha. El agraz (Vaccinium meridionale) tiene un beneficio entre 50 y 65% por los polinizadores.
14. En 2022, la cantidad de agua que demandará el país será superior a la oferta actual. La demanda proyectada de agua hacia 2022 será un 42% superior a 2012. El uso doméstico no será el sector de mayor demanda, incluso puede reducir su consumo un 11% si se implementan los programas de uso eficiente del agua. El sector que mayor demanda tendrá será el agrícola seguido por el sector energético.
15. Para 2050, más del 85% de la población colombiana habitaría en ciudades. Sólo en 21 de las 54 ciudades del país, cuya población supera los 100 mil habitantes, se manifiesta un consistente proceso de incorporación de elementos de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos en la planificación y el ordenamiento ambiental del territorio para el ámbito urbano-regional.
16. En 2100, cerca del 35,3% de los corales estarían expuestos a temperaturas marinas superiores a 28.9°C. Aproximadamente el 7% de las áreas de pastos tendrían un nivel de exposición a temperatura superior a 30°C y empezarían a presentar estrés térmico. Los más afectados serían el Archipiélago del Rosario y San Bernardo. Es necesario avanzar en acciones para el conocimiento, fortalecimiento de la gestión y planificación del territorio marino y costero.
17. Hacia 2050 habrá un incremento en la precipitación de la región andina y una reducción al norte del país. Las regiones donde habrá incrementos de la precipitación a 2050 serán el centro y norte del Pacífico, el Magdalena Medio, la Sabana de Bogotá, Sogamoso, los valles de Catatumbo y Arauca. El piedemonte llanero y amazónico, el centro de la Orinoquia, y la región central amazónica, por el contrario, tendrán una reducción de la precipitación, entre el 10% y 15% para 2050.
18. Colombia tiene mayor número de conflictos ambientales en el mundo, generados principalmente por minería (oro, petróleo, carbón) y la consecuente remoción de biomasa. Las comunidades locales sufrirán en mayor medida la pérdida de bienestar, generada por los impactos en servicios ecosistémicos, al ser las más dependientes de la naturaleza.
19. La presión creciente de la actividad económica sobre el ambiente y los territorios está asociada con el incremento en los conflictos ambientales. La exclusión en los procesos de toma de decisiones de diferentes lenguajes de valoración, formas como las personas conciben y expresan su relación con la naturaleza y la importancia que esta tiene para ellos, contribuye a la generación de conflictos ambientales. Según el informe sobre pueblos indígenas en Colombia, realizado por la ONIC y el Centro de Memoria Histórica, el 70% de estos pueblos están en peligro de exterminio.
20. Escasa participación de los pueblos indígenas y comunidades locales en la investigación del Sistema CT+I y del SINA: Esto es notorio entre las poblaciones afro, negras, raizales, palenqueras y Rom que están subrepresentadas en la literatura académica, así como las regiones pacífica, orinocense y notoriamente en la caribe insular (archipiélago de San Andrés y Providencia).
Los sistemas de conocimiento de los habitantes urbanos sobre la naturaleza son prácticamente invisibles, a pesar de que la mayoría de la población colombiana habita en las ciudades. Es urgente promover e implementar la participación mediante programas consensuados que fomenten la formación y capacidad de decisión de las comunidades en la documentación, diseminación y transmisión de estos saberes. No obstante, es necesaria para el diseño y desarrollo de estrategias de conservación y uso sostenible.
(*) Con información de la Oficina de Comunicaciones del Instituto Humboldt.