Sobre “hombros de gigante”, como diría Juan Luis Mejía, rector de Eafit, el Grupo Sura ha llegado a la cima de su prestigio siendo coherente con los principios que definieron sus fundadores: ser relevantes y útiles a la sociedad. En otras palabras, las de su presidente Gonzalo Pérez, “más importante que hacerlo bien solos, es actuar juntos”.
Esas premisas han hecho posible los resultados corporativos de una organización que trasciende las fronteras y se hace fuerte en 11 países de la región latinoamericana, donde la cultura del Grupo es la misma y los protagonistas también: las personas como centro de las decisiones.
Así, estar durante 10 años consecutivos en los primeros lugares del Índice Dow Jones de la Sostenibilidad por sus buenas prácticas y buen gobierno corporativo (segundo puesto en 2020), no es casualidad y, por el contrario, es el resultado de la coherencia fundada desde sus inicios y, en especial, con unos líderes que entendieron y siguen entendiendo que “no son los dueños de las empresas, sino los mayordomos”, como lo diría el mismo Juan Luis Mejía.
Pero eso puede sentirse fácil, pero no lo es tanto, si se tiene en cuenta que el Grupo Sura y sus demás filiales han hecho de la incertidumbre y el riesgo sus mayores certezas dentro de un mundo dinámico, complejo, cambiante e impredecible.
Para entenderlo mejor y, por supuesto, valorarlo aún más, hablamos con María Mercedes Barrera, gerente de Responsabilidad Corporativa del Grupo Sura y directora de su Fundación, quien interpreta el sentimiento de no menos de 60 mil empleados del Grupo y más de 14 millones de clientes en América Latina.
Esta es la quinta entrega de una serie de informes especiales sobre sostenibilidad, en la que es imposible no sentir la mágica sensación de estar inmersos en lo más profundo del parque natural de Chiribiquete, “la maloka cósmica del hombre jaguar”, un referente que el Grupo Sura ha hecho propio para mostrar su compromiso con la biodiversidad y la cultura en su máxima expresión.
¿Cuáles son las claves que han hecho que las empresas antioqueñas estén en los primeros lugares en el Índice Dow Jones de Sostenibilidad y se mantengan dentro del Top 10 durante la última década?
María Mercedes Barrera: Son muchos factores, pero considero que es uno el que ha marcado la visión corporativa de las organizaciones antioqueñas y es el estilo de liderazgo de quienes las han dirigido y las dirigen ahora. Es extraordinario comprobar que desde mucho antes de que se hablara de sostenibilidad, nuestros líderes ya tenían un concepto de sostenibilidad que iba más allá de los temas ambientales, pero se encontraban casi siempre en un mismo punto: el bienestar de las personas como requisito central para ser sostenibles en lo económico, lo social y lo ambiental. Es una visión de ser relevantes y de ser útiles para la sociedad. Un compromiso de crear organizaciones integrales, no sólo en términos de ingresos y ganancias, sino de impacto social.
Pero en Sura hay un elemento adicional que no siempre se ha tenido en cuenta y es la apuesta desde sus inicios por la cultura y la educación. ¿Cómo se da?
Es parte de la visión estratégica que sus fundadores definieron como esencia de su ADN empresarial. En Suramericana se comenzó a hablar de cultura mucho antes que de sostenibilidad y hace muchos años hacemos parte de la fundación de organizaciones que trabajan por la educación en Colombia. Y eso no es casualidad. Por el contrario, es coherencia, pues no entendemos la sostenibilidad como una tarea aislada de todo el organigrama corporativo. La sostenibilidad es el todo.
¿Cómo funciona ese concepto en una organización cuyo nicho de negocio es administrar el riesgo y la incertidumbre, esto es, los seguros, las pensiones y los ahorros?
Para el Grupo Sura, la sostenibilidad es una capacidad organizacional. No es un área, no es un proyecto, no es un departamento dentro de la compañía. El abordaje que hacemos de la sostenibilidad nos permite hacernos preguntas todos los días sobre cómo tenemos que hacer las cosas, cómo podemos mejorar nuestras prácticas corporativas, qué información necesitamos y tenemos disponible para la toma de decisiones, cómo ser relevantes y, en especial, cómo nos anticipamos a las situaciones que pueden incidir en el andamiaje de la organización, sobre todo por estar en un sector de riesgos y de permanente incertidumbre.
Y eso no sólo se hace para el día a día, sino también para el mediano y largo plazo. Hemos tomado incluso decisiones de corto plazo que siendo buenas en lo económico pueden poner en riesgo el largo plazo. Y eso está sustentado en una premisa central del Grupo: no somos sostenibles en entornos que no lo sean. Y por eso no hablamos de sostenibilidad sin pensar en nuestros aliados, sin contar con el apoyo de la ciudadanía, que nosotros llamamos ciudadanía corporativa. Sura no es sostenible sola. Es sostenible si sus entornos son sostenibles.
La visión de largo plazo es vital en relación con la sostenibilidad corporativa. ¿Pero cómo planear el largo plazo en medio del riesgo y la incertidumbre?
Cualquier organización o compañía tiene distintos niveles de riesgo y maneja variables de incertidumbre que hacen parte de la estrategia corporativa. Esta pandemia, por ejemplo, ha sido una prueba ácida para comprobar si las estrategias definidas para épocas de incertidumbre relativa funcionaban para casos extremos, pues el virus no estaba en los planes de nadie y la respuesta que debíamos dar era cuestión de días. Ha sido relevante saber que sí eran consistentes esas visiones y acciones del día a día en la perspectiva de mediano y largo plazo.
Fue así como desde el inicio de la pandemia pusimos al ser humano en el centro de las decisiones. No sólo mantuvimos los empleos, sino que creamos nuevos, en especial en el sector salud. La diferencia aquí fue pensar en el mediano y largo plazo y no en el día a día, pues el coronavirus demandaba un mayor compromiso de la organización. También anticipamos pagos a los proveedores para que ellos también pudieran conservar sus puestos de trabajo. Eso es sostenibilidad.
Yo la llamaría una sostenibilidad ética…
Ese es un elemento medular del Grupo y por eso es transversal a toda la organización. Y está en el ADN del gobierno corporativo definido por sus fundadores y administradores. La ética es, en sí misma, la capacidad corporativa que se pone al servicio del otro, de los demás, de la sociedad. No ofrecemos nada que no le aporte al bienestar de una colectividad.
Un bienestar que en palabras de sus directivos se convierte en cultura, en una especie de organización sanadora en la que la gente trabaja feliz…
Yo, que llevo cuatro años en la organización, me sorprendí mucho desde el comienzo, porque no estaba acostumbrada a este tipo de liderazgo, a entender que más allá de los resultados, el capital social es lo más valioso. En el Grupo hay un principio corporativo y de sostenibilidad que no admite interpretaciones: “Es tan importante el resultado como la forma en que los conseguimos”.
Y eso empieza por conocer a las personas y conocer sus expectativas de vida. Eso es fascinante en un grupo del tamaño de Sura que, además, está en otros 10 países. Ver la respuesta de la gente en otros lugares produce orgullo y por eso el tema de la cultura, en toda su dimensión, pesa tanto dentro de la compañía. Es una cultura de liderazgo que promueve nuevos liderazgos.
Razón tiene el rector de Eafit, Juan Luis Mejía, cuando dice que los 17 ODS son un paso gigante en términos de la sostenibilidad global, pero que les hizo falta el 18: la cultura. ¿Crees lo mismo?
Es muy bonito eso que dice Juan Luis y estoy de acuerdo. Pero hay otro elemento que me lo hizo saber hace poco nuestro CEO, Gonzalo Pérez, quien dijo que los ODS fueron casi todos pensados “hacia fuera”. Es decir, de lo que se demanda del ser humano desde el exterior, y no desde el ser, desde el interior de las personas.
La visión de Juan Luis respecto de la cultura enriquece y complementa nuestra apuesta por las personas. Ahora, el abordaje de la cultura y el arte en el Grupo tiene varias miradas. Por un lado, del interés de la compañía de que las personas sean integrales. Que tengan una mente abierta y capaz de aceptar las diferencias de pensamiento. Eso se consigue apoyando nuevas expresiones, formando líderes culturales, abriendo espacios de diálogo, fomentando la lectura, publicando libros, promoviendo la investigación y generando conocimiento. Conociendo y reconociendo nuestra diversidad.
¿Cómo se aplica en el Grupo ese concepto tan de las empresas antioqueñas de materialidad, es decir, de la respuesta que dan a los problemas y desafíos de los entornos donde hacen sus actividades?
Somos parte de la sociedad y, como tal, tenemos una responsabilidad con ella. Por eso hablamos de ciudadanía corporativa. Actuamos como sociedad. Una de las prioridades como organización es defender, promover y confiar en la institucionalidad. De hecho, como respuesta a la crisis que estamos enfrentando como sociedad, acabamos de iniciar una serie de conversaciones sobre sostenibilidad como instrumentos para compartir conocimientos y experiencias que consoliden esa institucionalidad, con las personas y actores como protagonistas. Existe en Sura un profundo compromiso por la cultura democrática. Esa materialidad está soportada en el trabajo con las comunidades, con sus aliados, con sus pares, pero especialmente en la responsabilidad que tenemos con nuestros entornos.
Materialidad que también se expresa en los compromisos que hace el Grupo con las metas del país, con los desafíos ambientales en torno a la movilidad sostenible, el aire limpio, la huella de carbono, el cambio climático, la biodiversidad…
Efectivamente. Somos parte de un todo. Creo que ahí tenemos varios roles. Primero, nosotros como emisores de gases producto de nuestras actividades y como consumidores de energía, agua. Segundo, como inversionistas, pues somos un grupo financiero que asigna capital y éste moviliza a otros actores. A través de la inversión, nuestro rol es asignar esos recursos a proyectos y programas con altos estándares ambientales y bajos en carbono. Acompañamos al Gobierno nacional en toda su estrategia de crecimiento verde y de transición energética. Y tercero, a través de nuestras soluciones, incluso desde los seguros. Qué proyectos son ambientalmente sostenibles, qué tipo de instrumentos son más eficientes, cómo generar valor agregado y cuál es el impacto sobre las comunidades.
¿Cómo funciona ese relacionamiento con las comunidades, dados los impactos que generan muchas de esas acciones?
Nosotros nos definimos como una organización que conversa. Que se construye desde el diálogo con los otros. Conversamos para actuar juntos. Esta pandemia nos hizo más fuertes, porque entendimos qué esperaban nuestros aliados de nosotros y nosotros entendimos cómo querían esos actores que actuáramos, reconociendo sus dificultades e incertidumbres. De lo más valioso que nos ha pasado en medio de esta crisis sanitaria, económica y social, es estar preguntándonos siempre cómo ser mejores y más asertivos.
El maestro Juan Luis Mejía dijo en su discurso de despedida de Eafit que la visión de la universidad se había construido sobre “hombros de gigantes”, pero creo que esa frase se aplica a rajatabla para muchas otras organizaciones, a Sura, por supuesto…
Eso es muy emocionante. Y tengo una experiencia que lo certifica. Hace casi dos años, quisimos revisar el propósito de la Fundación Sura, que fue creada hace 49 años. Leímos como Grupo ese propósito y nos dimos cuenta de inmediato que estaba más vigente que nunca y reescribirlo significaba una enorme responsabilidad con sus fundadores, porque corríamos el riesgo que dentro de 50 años, cuando nuevas generaciones lo leyeran, también tuviera sentido como ahora lo sigue teniendo. Esa es una responsabilidad mayor, porque acredita la visión que hace grande la organización y asegura su futuro. Creo que acá también está parte de la respuesta a la pregunta del inicio sobre qué es lo que ha hecho grande a las empresas antioqueñas. Acá las organizaciones trascienden a las personas.