La comunidad internacional, con Colombia en lista de espera, viene avanzando en la consolidación de un sistema de áreas protegidas que permita alcanzar los objetivos acordados en el Convenio sobre Diversidad Biológica de 2014 y que deberán ser ratificados en octubre próximo, en China, que fijaron como meta la protección y conservación del 17 por ciento de los ecosistemas terrestres y el 10 por ciento de los marinos como uno de los requisitos de las Metas Aichi.
Según el último informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) 2020, ambas metas se lograrán cumplir, pero seguirán siendo insuficientes para mitigar los efectos del cambio climático y sus impactos sobre la biodiversidad, el calentamiento global, la contaminación y la seguridad alimentaria globales. El Acuerdo Post-2020, incluso, fijó una nueva meta en relación con las áreas protegidas u otras figuras de conservación en el 30 por ciento para estos próximos 10 años.
¿Seremos capaces de llegar a semejante compromiso con el medio ambiente?
Y la respuesta aún está bajo la sombra de muchos obstáculos que en materia de protección y conservación de los ecosistemas se mantienen. Uno de ellos, y por fortuna en Colombia ya se está despejando, es el que tiene que ver con las áreas protegidas como instrumentos de una nueva gobernanza, pero reconociendo que existen otras figuras tan valiosas como las OMEC (Otras Medidas Efectivas de Conservación) en torno a la protección de zonas estratégicas de conectividad.
Hoy, en el Día Mundial del Medio Ambiente, conocer de otras iniciativas encaminadas a fortalecer la gobernanza ambiental de los territorios es supremamente valioso para Colombia, pues estamos ante la gran oportunidad de incorporar al Registro Único de Áreas Protegidas (RUNAP) una masa críticas de extensas zonas que bien podría ser catalogadas como OMEC y, por ende, aumentar de forma considerable el número de hectáreas para la conservación, algunas de ellas situadas en contextos urbanos.
De las OMEC no se ha dicho mucho, pero quizás la persona que mejor maneja los términos y conoce sus ventajas dentro de las estrategias complementarias para la conservación (ECC) es Clara Matallana, hasta hace unas semanas investigadora del Instituto Humboldt, y ahora asesora del mismo, quien trabajó en la estrategia de Ecopetrol de consolidar una red de eco-reservas en los territorios donde desarrolla algunos de sus proyectos de exploración y explotación de hidrocarburos.
Las eco-reservas, según Matallana, son una de las muchas posibilidades que brindan las OMEC como instrumentos de una nueva gobernanza de los territorios, que es lo que el mundo y la comunidad internacional vienen tratando de consolidar desde lo local, con las comunidades como grandes protagonistas de un futuro sostenible.
Hoy conmemoramos un Día Mundial del Medio Ambiente más, pero parece que seguimos como en una bicicleta, no sólo estática, sino que a veces como que va en reversa. ¿Cuáles pueden ser los grandes avances hasta ahora en torno a las áreas protegidas, en especial, en esas otras figuras como las OMEC?
Clara Matallana: Creo que, pese a todas las dificultades que aún subsisten y que las cifras esperadas en torno a la protección del medio ambiente no son las que esperábamos, sí hay hechos muy significativos en relación no sólo con las áreas protegidas, sino, precisamente, con esos otros ecosistemas que son muy valiosos en la gobernanza de la naturaleza. Cuando hablamos de OMEC nos referimos a Otras Medidas Efectivas de Conservación basadas en áreas, que complementan las áreas protegidas, pero que no obedecen a intereses primarios de protección, sino que se les reconocen su valor en términos de conectividad, representatividad, de gobernanza y de la participación de las comunidades.
En América Latina, y en Colombia por supuesto, esa figura de las OMEC no ha sido reconocida y todavía estamos en la discusión sobre su reconocimiento para poder incorporar esas áreas estratégicas a los reportes oficiales sobre áreas de protección o conservación. Lo positivo es que en nuestro país ya existe una hoja ruta con el Ministerio de Ambiente en ese sentido y estamos muy cerca de hacer el primer reporte a los sistemas internacionales de áreas protegidas. Esperamos que en julio, los primeros pilotos se puedan reportar a esa base de datos.
Una noticia trascendental para el país, no sólo por sus compromisos internacionales sobre reducción de gases de efecto invernadero, la lucha contra la deforestación, sino por su visión hemisférica de áreas protegidas y de descarbonización…
Sin duda, porque las nuevas metas dentro del marco post-2020 ya hablan de alcanzar una protección del 30 por ciento del planeta en la próxima década. Es claro, como lo aseguró la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en su más reciente informe Planeta Protegido 2020, que las metas de Aichi sobre el objetivo 11 de proteger el 17 por ciento de las áreas terrestres y el 10 por ciento de los sistemas marinos se podrá cumplir gracias a que muchas otras áreas que cumplen los preceptos de las OMEC fueron incorporadas a los sistemas globales de áreas protegidas (poco más de 1.8 millones de kilómetros cuadrados, oficialmente, pero con estimaciones de 3 millones una vez se actualicen los registros que están en proceso).
Ahora, aunque es claro que hemos avanzado en la consolidación del sistema de áreas protegidas, sigue haciendo falta mayor articulación de los actores, mejores sistemas de información y acceso, más visibilidad de los beneficios ecosistémicos que ofrecen esos enclaves respecto de la conectividad ecológica, la biodiversidad y la seguridad alimentaria para cientos de miles de comunidades.
En Colombia tenemos más de 1.300 áreas reportadas en el Registro Único de Áreas Protegidas (Runat) y en la base de datos mundial, por lo que resulta fundamental avanzar en el reconocimiento de las OMEC, pero no como áreas protegidas, porque las OMEC son figuras diferentes, que tienen contextos diferentes, actores diferentes. De lo que se trata es que, como lo estableció el Convenio sobre Diversidad Biológica, se les dé mayor visibilidad a ese tipo de estrategias de conservación. En eso es que viene trabajando el Ministerio de Ambiente, en alianza con el Instituto Humboldt y la Fundación Natura. Ya se creó una red de personas que harán la verificación en el terreno de esas áreas con gran valor ecosistémico.
¿Cómo potenciar las OMEC como una nueva gobernanza que no sólo reconozca el papel de las comunidades indígenas, sino que les posibilite ser actores de primer orden en la toma de decisiones con impactos sobre sus territorios?
La Constitución del 91 entregó muchas herramientas y diseñó algunos mecanismos de gobernanza local que, precisamente, es lo que tenemos que hacer visibles, no para romper la articulación interinstitucional, sino para consolidarla. Las estrategias de conservación existen hace años en los territorios, hay lecciones aprendidas a partir de ellas y no es absurdo pretender que los temas asociados a la conservación y la protección de áreas estratégicas sea un tema exclusivo del Estado. La iniciativa de Ecopetrol en torno a las eco-reservas es un ejemplo claro de cómo la institucionalidad empresarial también puede asumir un papel central en temas de conservación.
¿Pero ese papel de las comunidades se ve truncado en muchas ocasiones por conflictos sobre la tierra, pues muchas de ellas no tienen títulos de propiedad sobre la misma. Cómo enderezar ese camino?
Esa es una discusión necesaria y nosotros la hemos tenido con el Ministerio de Ambiente. Hemos dado un primer paso fundamental y es hacer visibles esas Otras Medidas Efectivas de Conservación. La tenencia de la tierra en América Latina y en Colombia, por supuesto, ha sido generadora de conflictos permanentes, porque el legalismo ha impedido que muchas de esas comunidades, que han vivido allí por décadas, no sólo puedan acceder a créditos y mecanismos de cooperación, sino que se les ha desconocido sus aportes a la conservación.
Las OMEC les permite ese reconocimiento desde el punto de vista del valor de los ecosistemas, la evidencia de que existen otras formas de gobernanza, incluso mejores que las que están previstas en las figuras de áreas protegidas.
¿Cómo consolidar esas distintas figuras de protección en un sistema de conocimiento que permita la articulación de actores y a distintos niveles?
Creo que necesitamos crear una red que vincule todos estos tipos de estrategias de conservación y, por fortuna, en Colombia ya existen algunos ejemplos del poder que tienen organizaciones como las Reservas de la Sociedad Civil, algunas de ellas registradas en el Runat y otras no, pero que pueden mostrar los beneficios y oportunidades de estar articulados. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha venido consolidando un programa de pequeñas donaciones que acompaña a muchas comunidades en sus procesos de conservación de la biodiversidad, mitigación del cambio climático, protección de aguas internacionales, eliminación de los contaminantes orgánicos persistentes y prevención de la degradación de tierras y desertificación.
Lo que sería deseable, y el Ministerio lo ha visto con buenos ojos, es la conformación de redes de trabajo que permitan intercambio de conocimiento, experiencias, errores y oportunidades de mejora.
En las OMEC, por ejemplo, vemos valioso el fortalecimiento de la gobernanza y la sostenibilidad económica de esos territorios desde principios de producción limpia y consumo sostenible. El ecoturismo es una buena estrategia para lograrlo, pero hay muchas más.
Hemos tocado tangencialmente la experiencia de las ecorreservas que Ecopetrol acaba de consolidar en sitios estratégicos para la compañía, pero también para las comunidades asentadas en las áreas de influencia de sus proyectos. ¿Cómo funcionan y qué hacer para replicar ese modelo?
Esa figura es muy novedosa y cumple con los principios de conservación de las OMEC, por lo que esos territorios que Ecopetrol ha privilegiado para desarrollar su estrategia de sostenibilidad se convierten en sí mismo en zonas de especial protección. Ver los resultados obtenidos por esa estatal petrolera en la zona de La Tribuna, en el Huila, es maravilloso, porque allí se constata que sí es posible la confluencia armónica y sostenible entre la exploración y explotación de petróleo y la protección de la naturaleza, de los recursos hídricos y de la biodiversidad.
Como lo expresaron en el lanzamiento de esa estrategia son seis eco-reservas, en Cantagallo (Bolívar), Barranca (Santander), Aguazul (Casanare), Puerto Gaitán y Acacías (Meta), con cerca de 12 mil hectáreas totales de extensión, pero la meta es llegar a 50 eco-reservas a 2030, por lo que estamos ante una oportunidad única de aumentar las áreas de conservación del país, bien sea a través de las áreas protegidas o las OMEC, aunque nosotros creemos que es importante que se reconozcan dentro de estás últimas.
Ecopetrol, en últimas, está señalando el camino que muchas otras compañías y entidades pueden tomar para avanzar en sus estrategias de sostenibilidad y para eso cuentan con la ayuda del Instituto Humboldt, Red Nature, el PNUD, Fundación Natura y la GIZ alemana.
De todo tu trabajo científico y de campo, ¿cuál es la gran enseñanza que pudieras compartir este Día Mundial del Medio Ambiente?
No es fácil hablar de una sola, porque cada una de esas experiencias deja muchas enseñanzas, pero en medio de esta pandemia y de todo el conflicto que hemos vivido durante años, me resulta extraordinariamente sorprendente la capacidad de las comunidades que viven en lo más profundo y lejano de las áreas urbanas a la hora de adaptarse y volver a empezar.
Eso de la resiliencia, que es un término de moda y está ligado a la ecología, tiene rostro y corazón en las comunidades indígenas, afro, campesina y de los raizales. Hay que estar, por ejemplo, en los Montes de María y ver cómo tantas mujeres que sufrieron los rigores del conflicto armado son capaces de organizarse y trabajar juntas por el bien de su gente y de sus familias. Cómo han sido capaces de hablar de esperanza en momentos en que la tragedia las ha perseguido siempre. Todo esas experiencias son únicas, aunque de cada una sale un proceso nuevo. Deberíamos celebrarlo siempre y no sólo en los días de conmemoración como el de hoy.