En el mundo hay 32.900 kilómetros cúbicos de agua al año en alto riesgo de sufrir reducciones drásticas, afectando su disponibilidad para la sociedad y los ecosistemas, por cosas que pasan “viento arriba”. En contraste, la cantidad de agua en riesgo por cosas que pasan “aguas arriba” es menor, aunque nada despreciable, 20.500 kilómetros cúbicos al año. Este es el resultado principal de un estudio que explicaré a continuación, incluyendo el significado de los conceptos: viento arriba y aguas arriba.
¿Cuánto son 32.900 kilómetros cúbicos de agua al año? Esta cifra es 145 veces mayor al caudal que el río Magdalena entrega al Mar Caribe (227 kilómetros cúbicos al año) y equivale al 82% de la cantidad de agua que todos los ríos del mundo llevan al mar anualmente (40.000 kilómetros cúbicos). Es decir, la cantidad de agua sujeta a alto riesgo viento arriba es grande e importante.
¿Qué significa “aguas arriba”? Moverse aguas arriba es ir hacia la parte alta de los ríos, en la dirección contraria al flujo de agua. Por ejemplo, a lo largo del río Magdalena, el departamento de Antioquia está aguas arriba del departamento de Bolívar, y el departamento del Huila, en donde nace el río, está aguas arriba de los demás departamentos de la cuenca.
¿Qué significa viento arriba? Ir viento arriba significa ir en contra de la dirección predominante del viento, es decir, ir hacia las regiones de donde viene el viento. Los vientos alisios son un flujo de aire que típicamente sopla desde el este hacia el oeste a lo largo de la zona ecuatorial del planeta. En este caso, moverse viento arriba sería ir hacia el este.
¿A cuáles riesgos nos referimos? El riesgo es una medida de la probabilidad de que pase algo indeseable, por ejemplo, de que haya racionamientos de agua en Colombia por reducciones en el caudal de los ríos que alimentan los acueductos y los embalses. A medida que estos caudales disminuyen, aumenta el riesgo de desabastecimiento de agua en el país.
Lo que pasa aguas arriba del embalse o bocatoma de un acueducto es importante tanto para la cantidad como para la calidad del agua que dichas infraestructuras reciben. Contaminar la parte alta de un río, aguas arriba de un acueducto, pone en riesgo a sus usuarios por la mala calidad del agua. Destruir los páramos que están en las partes altas de las cuencas que abastecen, por ejemplo, a Bogotá, pondría en riesgo la cantidad de agua disponible para su acueducto. Estos son ejemplos del riesgo por cosas que pasan aguas arriba.
Pero el riesgo aguas arriba no es el único importante. Lo que encontramos en el estudio es que el riesgo viento arriba es también muy importante, tanto que a escala global compromete una cantidad de agua mayor que el riesgo aguas arriba.
Pero, ¿a qué nos referimos por riesgo viento arriba? La clave para responder esta pregunta es pensar en el origen de la lluvia. Resulta que una gran cantidad de la lluvia que cae en una cuenca como la del río Magdalena no proviene del agua evaporada desde el mar sino del agua evapotranspirada desde otros territorios continentales. Evapotranspirada significa evaporada directamente desde los cuerpos de agua (lagos, lagunas, etc.) que hay en los territorios o transpirada por la vegetación a través de sus hojas.
Por otro estudio que está en curso y que aún no hemos publicado, puedo contarles que alrededor del 37% de la lluvia que cae sobre la cuenca del río Magdalena proviene de regiones continentales, la mayoría de las cuales están por fuera de la misma cuenca, incluso por fuera de Colombia, principalmente en Venezuela a lo largo de los Llanos Orientales y en Brasil al norte de la cuenca del río Amazonas. Estas regiones extranjeras quedan viento arriba de la cuenca del río Magdalena.
Lo anterior implica que gran parte de la lluvia que alimenta los embalses y acueductos en Colombia proviene de territorios por fuera del país. Si en dichos territorios llega a pasar algo que reduzca la evapotranspiración, entonces disminuiría la humedad atmosférica disponible para producir la lluvia de la que depende el suministro de agua en Colombia.
¿Qué podría pasar? Si las acciones o inacciones de nuestros países vecinos llegan a producir cambios viento arriba que reduzcan sustancialmente la evapotranspiración que alimenta la lluvia en Colombia, entonces sufriríamos una disminución en la disponibilidad de agua que se evidenciaría, por ejemplo, en los embalses y acueductos que abundan en la cuenca del río Magdalena.
Por ejemplo, la deforestación de los bosques amazónicos es una de las principales amenazas para la disponibilidad de agua en Colombia, porque puede reducir la evapotranspiración en las regiones viento arriba, en donde se origina gran parte de la lluvia que, por ejemplo, hoy en día anhela recibir Bogotá para evitar mayores racionamientos de agua. Esta dependencia de los bosques amazónicos es la razón principal por la que en el mapa inicial de esta columna la cuenca del río Magdalena aparece resaltada con una amenaza muy alta por la ocurrencia de acontecimientos viento arriba.
A pesar de ser tan colombiana como la percibimos, la cuenca del río Magdalena está expuesta a un riesgo viento arriba que depende de asuntos transfronterizos e internacionales.
Lo que encontramos en el estudio es que, en el mundo, el riesgo viento arriba es significativamente mayor que el riesgo aguas arriba. La idea no es que deberíamos despreciar el segundo, que es claramente importante, sino que necesitamos considerar seriamente el primero, cosa que poco o nada se está haciendo.
Un problema importante es que ni la sociedad ni sus dirigentes están acostumbrados a pensar en los acontecimientos que suceden viento arriba. Esta limitación da lugar a vacíos importantes en el ordenamiento y la planificación territorial. No es posible proteger la disponibilidad de agua en la cuenca del río Magdalena sin cooperación internacional con los países vecinos de donde viene gran parte de la lluvia.
Por ejemplo, en Colombia, estamos tan acostumbrados a pensar en que la cuenca del río Magdalena es completamente colombiana, que nos cuesta reconocer el riesgo viento arriba y actuar en consecuencia. No es necesario convencer a los dirigentes del sector hidroeléctrico colombiano de la importancia de proteger las cuencas de los ríos que alimentan a sus embalses, porque lo saben bien. Pero, ¿cómo convencerlos de la necesidad de invertir recursos e impulsar acciones en los territorios viento arriba de donde viene la lluvia? Lo que esperamos con estudios como este es que sirvan para avanzar en esta dirección, porque ignorar el riesgo viento arriba no lo disminuye ni lo evita.
Afortunadamente, la historia de los ríos voladores, que nace con los estudios del científico brasileño Eneas Salati en los años 80 y desde entonces ha crecido tanto en su forma como en fondo gracias a proyectos como la Expedición Ríos Voladores y las investigaciones fundamentales de Victor Goshkov, Anastassia Makarieva y Antonio Nobre sobre el papel de los bosques naturales en la creación de estos ríos —-una historia que contaré en otra columna—, ha sido progresivamente asimilada por el Gobierno y los medios de comunicación en Colombia. Cada vez más gente entiende la conexión entre los bosques amazónicos y el agua que llega a sus hogares.
Los bosques amazónicos están viento arriba de los acueductos que alimentan a la mayoría de la población colombiana y suramericana. Por eso su deforestación pone en riesgo la disponibilidad de agua para millones de personas alrededor del continente. Proteger dichos bosques es una medida urgente y necesaria para reducir el riesgo viento arriba para los sistemas que soportan el suministro de agua en Colombia y el resto del continente.
Conclusión
Desconocer el origen de la lluvia y darla por sentada es un error frecuente y peligroso para un país como Colombia que depende tanto de sus vecinos. Hace falta incluir los territorios viento arriba en nuestro ordenamiento y planificación territorial, así como en las estrategias de adaptación y mitigación de los riesgos frente al cambio climático, porque el riesgo para la disponibilidad de agua por acontecimientos viento arriba es muy importante, tanto o más que el riesgo por eventos aguas arriba. La ciencia actual y local puede ayudar con la información necesaria para que los tomadores de decisiones y responsables de políticas actúen. La cooperación internacional es indispensable, así estemos pensando en la cuenca “colombiana” del río Magdalena.
Gracias a Chepe, Fernando, Lan y Cristina
La historia que acabo de contar es producto de la tesis doctoral de José Andrés Posada Marín, o Chepe, como a él le gusta que le digan, realizada en la Universidad de Antioquia, con la invaluable colaboración de Fernando Jaramillo y Lan Wang-Erlandsson de la Universidad de Estocolmo y Cristina Rulli del Politécnico de Milán. Por su disertación, de la cual este estudio es una muestra, Chepe recibió la distinción magna cum laude de la Universidad de Antioquia. Yo tuve la suerte y el honor de orientar su investigación doctoral. La gran atención internacional que ha recibido este estudio lo ubica en el percentil 99 entre 188.431 artículos de la misma antigüedad (fuente: https://www.nature.com/articles/s44221-024-00291-w/metrics, consultada en octubre 12 de 2024).
Referencias
Posada-Marín, J., Salazar, J., Rulli, M.C., Wang-Erlandsson, L., Jaramillo, F. Upwind moisture supply increases risk to water security. Nature Water 2, 875–888 (2024). https://doi.org/10.1038/s44221-024-00291-w