La Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcenas, ha llevado en sus mensajes ante la comunidad internacional un común denominador en torno al futuro de nuestro continente: “trabajar unidos y actuar como un bloque comunitario y como la potencia que somos”.
Guardadas las proporciones, Bárcenas ha insistido en que América Latina y el Caribe tiene la capacidad y el potencial para actuar como un bloque político, económico y ambiental, al mismo nivel de la Unión Europea y para lograrlo debe unificar en parte su legislación, en especial en asuntos climáticos, sanitarios, de empleo y protección de los recursos naturales.
Pues bien, a instancias del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Oficina para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la región acaba de acordar un Plan de Acción del Decenio sobre la Restauración de los Ecosistemas, que contiene 10 líneas, único en su tipo, que se suma a otras iniciativas conjuntas, entre ellas, la defensa de la Amazonía.
El acuerdo se logró hace unas semanas, cuando todos los Ministros de Ambiente de la región, suscribieron sus compromisos con la Agenda Global por la Restauración de los Ecosistemas, cuya vigencia será 2021-2030, como parte de una decisión para prevenir futuras pandemias y acelerar la recuperación sostenible en la región mediante la conservación, la restauración y el uso sostenible de la biodiversidad y los ecosistemas.
Y no podría ser de otra forma que América Latina respondiera ante los desafíos del cambio climático y sus efectos sobre la biodiversidad, teniendo en cuenta que la región tiene siete de los países más biodiversos del planeta, encabezados por Brasil, Colombia y Ecuador.
A pesar de que 24,2% de sus áreas terrestres y 17,5% de sus áreas marinas están protegidas, muchos ecosistemas se han degradado significativamente, lo que amenaza el bienestar de las personas, el potencial de adaptación de los países al cambio climático y, en última instancia, la viabilidad de un futuro sostenible.
La actividad económica en América Latina depende de las contribuciones materiales que brinda la naturaleza que también generan ingresos y apoyan las formas de vida y la salud del continente. No obstante, la pérdida de biodiversidad tiene un alto costo económico.
Según el más reciente informe de IPBES, “el valor de la contribución de la naturaleza para el continente en términos monetarios asciende a unos de 24 billones de dólares por año, el equivalente del Producto Interno Bruto del continente completo. La región tiene el 40% de la capacidad ecosistémica del planeta para producir los recursos biológicos demandados por las sociedades. Es decir, tenemos tres veces más biocapacidad per cápita que un ciudadano promedio global, según datos de IPBES.
Acá habita cerca del 35% de los mamíferos, 35% de los reptiles, 41% de las aves y 51% de los anfibios del mundo, y el 25% de los grupos de especies que se evaluaron están experimentando amenazas de distintos tipos para su conservación. Las especies invasoras están aumentando y generando problemas y en América del Sur se ha documentado más de 100, señala el informe
Y algo más preocupante, la evaluación IPBES para el continente americano subraya que con el aumento de los efectos del cambio climático se prevé que esta pérdida alcance el 40% para 2050. Es decir, el 9% de las especies que hoy se ven, ya no se podrán encontrar tan fácilmente.
La voz del PNUMA
Al celebrar este acuerdo, el director regional del PNUMA, Leo Heileman, aseguró que “la salud de los ecosistemas es la base de un desarrollo sostenible. Con la adopción de este Plan de Acción, los países de América Latina y el Caribe contarán con condiciones mejores y mecanismos de cooperación más efectivos para recuperar sus ecosistemas, frenar la pérdida de biodiversidad y avanzar regionalmente hacia la visión de 2050 de vivir en armonía con la naturaleza”.
Dentro del Plan de Acción, el bloque regional trabajará, por ejemplo, en mejorar el carbono orgánico en los suelos agrícolas, aumentar las poblaciones de peces en las zonas sobreexplotadas, remediar sitios contaminados, restaurar los procesos ecológicos y la biodiversidad, y conservar la fauna y la flora que puedan ayudar en los procesos de restauración.
“A escala mundial, los beneficios económicos de las intervenciones de restauración son hasta diez veces mayores que el monto de las inversiones necesarias. Por otro lado, la inacción puede ser hasta tres veces más costosa”, agregó Heileman.
El Plan de Acción se basa en mecanismos de cooperación y plantea diez líneas de trabajo, organizadas en tres vías:
Un movimiento regional, que se logrará mediante la concientización pública, la visibilización de los defensores de la restauración de los ecosistemas y la introducción de la restauración de los ecosistemas en las aulas de clase.
El compromiso político, que se buscará mediante la creación de liderazgo en la restauración de los ecosistemas, el desarrollo de una estrategia de financiamiento innovadora y la promoción de diálogos regionales de alto nivel.
Capacidad técnica, que se desarrollará mediante la inversión en investigación científica a largo plazo, un mayor acceso al conocimiento, la promoción de la colaboración y la formación de profesionales en materia de restauración de ecosistemas.
La visión general es que, para 2030, los países de América Latina y el Caribe hayan avanzado significativamente en la definición de políticas y planes y en la implementación de proyectos para restaurar los ecosistemas marinos, terrestres y de aguas continentales a una escala lo suficientemente relevante como para revertir los efectos negativos de la degradación.
El liderazgo de Colombia
Consistente con su riqueza megadiversa, Colombia viene liderando un gran bloque regional por la defensa de la Amazonía y es así como el Gobierno nacional encabeza el Pacto de Leticia y la Visión Amazonía como dos de los instrumentos más potentes de cooperación internacional en la lucha contra la deforestación, el tráfico de especies, la siembra de cultivos de uso ilícito y la comercialización ilegal de madera.
Así mismo, ante el pleno de la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada fines de 2020, el Presidente Iván Duque propuso la conformación de un Bloque Global por los Páramos, seriamente amenazados por el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad. Nuestro país tiene el mayor número de esos sistemas en el mundo: 39.
Colombia será protagonista, además, de la próxima Cumbre Mundial sobre Diversidad Biológica, por celebrarse en Glasgow (Escocia) en noviembre, donde se presentarán los avances del país en materia de conservación de los ecosistemas y el plan de acción hacia una transición energética y de reactivación sostenible sin antecedentes en América Latina.
Ese plan contempla inversiones por poco más de 170 billones de pesos y los proyectos sostenibles y de negocios verdes representa casi el 30 por ciento de esas inversiones.
Nuestro país aumentó sus compromisos en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de 20 al 51 por ciento a 2030 y avanza en la siembra de 180 millones de árboles antes de 2023. Esa cifra está ahora en poco más de 50 millones de árboles y muchos departamentos, entre otros Antioquia, también han aumentado sus metas de reforestación como parte del compromiso nacional.
Así las cosas, el sueño de la directora de la CEPAL, Alicia Bárcenas, se va configurando para América Latina, cada vez más consciente de la necesidad de actuar como bloque comunitario y como potencia medioambiental del planeta.