No por madrugar amanece más temprano, dice la sabiduría popular. Cierto. Tal como ocurre con la naturaleza, pues parece que entre más entendemos y reconocemos que todo en ella está conectado, el hombre sigue fragmentando y degradando los ecosistemas que hacen posible la vida en la Tierra.
En el Día Nacional del Árbol, que Colombia conmemora cada 29 de abril, las noticias no son alentadoras. Ni para la salud de los bosques ni menos para la de los océanos, esa especie de hermandad entre siameses que necesitan el uno del otro para asegurar el bienestar del resto de seres en la naturaleza.
Y no son buenas, porque las cifras son tozudas. Pese a que los bosques, que es la suma de cada árbol, albergan más del 80% de las especies animales y vegetales, la humanidad destruye cada año no menos de 10 millones de hectáreas de bosques, una extensión equivalente a todo el territorio islandés y, al mismo tiempo, contamina sus mares y ríos, lo que aumenta la temperatura de sus aguas y provoca el calentamiento de la Tierra, donde los glaciares reciben de forma directa sus impactos y se desvanecen como paletas de azúcar. Todo un ciclo de destrucción y muerte lenta.
De ahí que este día, en vez de conmemorar, nos invita a la acción decidida y para siempre en torno a la protección de los bosques, de los océanos, de los páramos, de los ríos, de los humedales y de todos los demás ecosistemas que permiten nuestra existencia. No en vano, más de 1.600 millones de personas en todo el mundo dependen de los bosques para sobrevivir proporcionándoles alimentos, medicinas, combustible y abrigo. Aun así, la degradación de la tierra por efecto de la tala de bosques afecta la salud de los suelos en cerca de 2.000 millones de hectáreas, algo así como toda la superficie de Suramérica.
Esta conmemoración, en el caso de Colombia, representa una nueva oportunidad para crear mayor conciencia ciudadana e institucional alrededor de la importancia que tienen los bosques para el equilibrio natural de los ecosistemas. Un árbol no es un árbol sin la humedad que llega de los océanos y los océanos no podrían capturar todo el dióxido de carbono que se produce en los sistemas terrestres sin la ayuda de los bosques. Sin ambos trabajando de forma armónica y en cooperación, la biodiversidad no sería una muestra fehaciente de lo maravilloso de la naturaleza.
El país tiene como meta sembrar 180 millones de árboles a 2020, lo que demandará una extensión total de 600 mil hectáreas, dentro de un propósito nacional de reducir la emisión de gases de efecto invernadero en 51 por ciento a 2030, así como disminuir 30 por ciento la deforestación a 2022 y llegar a 0 dentro de los próximos 10 años. No es menos importante recordar que Colombia tiene casi la mitad de todos los páramos del mundo y es el segundo país más megadiverso del planeta.
Se derriten los glaciares
Este Día del Árbol, que se enmarca dentro del Día Mundial Forestal por acuerdo de Naciones Unidas, coincide con un hallazgo preocupante y urgente de superar: el planeta aceleró la pérdida de glaciares en una media de 267.000 millones de toneladas de hielo por año durante las últimas dos décadas.
La cifra es el resultado de una investigación hecha por expertos con imágenes de detalle y en alta resolución sobre más de 200 mil glaciares en todo el mundo y publicada recientemente en la revista Nature.
Por primera vez se ha monitoreado el deshielo de todos los glaciares inventariados del mundo, unos 217.175, pero sin contar con los mantos de hielo continental de la Antártida y Groenlandia, según el Laboratorio de Estudios de Geofísica Espacial y Oceanografía, del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) francés, responsable de la investigación.
Los resultados no dejan margen de interpretación: los glaciares han perdido espesor y masa de hielo desde 2000 hasta 2019, por un total de 267 gigatoneladas de hielo al año en promedio. Y hay más. El retroceso de la masa de hielo se aceleró drásticamente durante ese periodo.
“Entre 2000 y 2004 los glaciares perdieron 227 gigatoneladas de hielo por año, mientras que entre 2015 y 2019, al final del periodo de estudio, la masa perdida ascendió a los 298 gigatoneladas por año”, advierte el estudio.
En caso de Colombia, guardadas las proporciones, no es menos desalentador. Según en informe del IDEAM de 2018, el área glaciar Colombia es de 37 km² y está integrada por las sierras nevadas El Cocuy o Güicán y Santa Marta, y cuatro volcanes nevados: Ruiz, Santa Isabel, Tolima y Huila.
Durante los últimos dos años, con corte a 2018, se extinguió el 5,8 por ciento del área glaciar colombiana, correspondiente a 2,3 km². Un contexto temporal más amplio muestra que entre 2010 y mediados de 2017 se redujo el área nacional en 8,4 km².
Sube, sube… sube la temperatura
La pérdida de masa de hielo observado de las últimas dos décadas ha provocado el aumento del nivel del mar en un 21 por ciento, lo que representa unos 0,74 mm cada año, aseguran los autores. No en vano, el retroceso de los glaciares de montaña son el segundo factor que hoy más contribuye al aumento del nivel del mar.
“La primera causa, responsable de cerca de la mitad del aumento del nivel del mar, se debe a la expansión térmica del agua a medida que se calienta. El agua del deshielo de los mantos continentales de la Antártica y Groenlandia, y el almacenamiento de agua terrestre representan el tercio restante”, dice el CNRS.
Dichos hallazgos se incluirán en el Informe sobre Cambio Climático que se llevará a la COP26 en Glasgow y permitirán mejorar los modelos hidrológicos y hacer predicciones más precisas a escala global y local, por cuanto los efectos sobre vastos territorios son inminentes.
“Si el retroceso de sus glaciares continúa acelerándose, países densamente poblados como India y Bangladesh y algunas regiones de Chile, Argentina y Perú podrían enfrentarse a la escasez de agua o de alimentos en unas pocas décadas a venir”, advierten los investigadores.
Los glaciares que más rápido se derriten desde 2000 se encuentran en los Alpes, Islandia y Alaska. En cambio, los científicos hallaron que las tasas de deshielo se redujeron en la costa oriental de Groenlandia, Islandia y la región escandinava en el período 2010-2019.
“Esta desaceleración local podría deberse a una anomalía meteorológica que provocó un aumento de las precipitaciones y un descenso de las temperaturas, frenando la pérdida de hielo en esa zona. La variabilidad regional de la pérdida de masa está determinada en gran medida por los cambios en las precipitaciones. Por contra, la aceleración global de la pérdida de masa de los glaciares es el resultado del aumento de las temperaturas”, aseguró el grupo investigador.
Así, queda una vez más clara la conexión indivisible entre los ecosistemas y la necesidad de trabajar unidos por ellos. Lo que permiten estas observaciones es esclarecer y mejorar las predicciones de la evolución de los glaciares y, de esta forma, contribuir a anticipar mejor los cambios en los recursos hídricos de algunas regiones montañosas, esas donde los árboles se abrazan con la humedad de los océanos.