Casi que con regadera, el anuncio de la entrada de la cotización del agua en el mercado de futuros en la Bolsa de Valores de Nueva York se extendió por todo el mundo, pero muy pocos, salvo los que especulan, entendieron lo que está en juego en torno al derecho universal al agua.
En otras palabras, el agua siempre ha estado en “bolsa”, pero en la de unos grupos poderosos y multinacionales de las bebidas que han comprado a precio de huevo los permisos para captar agua en sitios estratégicos y después la venden a precio de oro, y en distintas presentaciones, atribuyéndole características mágicas, sabores y colores, con precios hasta 300 veces el costo real de una botella de agua que sale del grifo.
Toda el agua embotellada es la muestra clara y palparia de que hace rato se privatizó el uso y aprovechamiento del preciado líquido, en contravía del derecho universal al agua.
La cotización en Bolsa que se anunció el pasado lunes es otro trago amargo para los más pobres, vulnerables y excluidos del desarrollo humano, porque el acceso al líquido será mucho más costoso, se prestará para especular y, por ende, será usado como un mecanismo de presión y autoritarismo en muchos países, en especial aquellos que han sufrido los rigores de las sequías y el uso no controlado en actividades de alta demanda como la minería y los monocultivos.
El hecho de que haya sido en California donde se hizo el anuncio no es casualidad. Ese Estado no sólo ha sufrido los más duros estragos de la sequías y los incendios, sino que es allí donde se ha privatizado con más fuerza el acceso al agua.
El Nasdaq Veles California Water Index (NQH2O) se basa en un indicador de precios de los futuros del agua en California y al momento del anuncio el lunes cotizaba a 486,53 dólares por acre-pie, una medida de volumen utilizada normalmente en Estados Unidos equivalente a 1.233 metros cúbicos.
Según los reportes de las agencias, el precio del agua en California se ha duplicado en el último año según este indicador y con la mayor escasez de este bien, junto al aire, clave para la vida, la llegada al mercado de materias primas permitirá, según algunos expertos, una mejor gestión del riesgo futuro vinculado a este bien. Agricultores, fondos o municipios podrán protegerse o especular ante los cambios en el precio del agua.
Aunque el índice está basado en los precios de las principales cuencas fluviales de California, donde la escasez del agua ha aumentado, este valor podrá ser usado como referente para el resto del mundo en los mercados del agua.
Según expertos en el mercado de valores, el nuevo índice NQH2O permitirá no tener que recurrir a una estimación amañada del precio futuro del agua, sino a cuáles son las expectativas de los principales actores de este mercado. Es decir, que las grandes multinacionales tendrán la sartén por el mango, pues podrán especular con los precios.
El agua nunca antes se había comercializado de esta manera. Antes de que aparecieran los futuros, la compra y venta de derechos de agua, que permite al tenedor bombear agua del suelo o de los embalses, sólo se realizaba cuando en los años secos, en los que se demandaba más agua para cultivar o abastecer a los municipios, los compradores enfrentaban precios muy altos y alta incertidumbre.
Los nuevos futuros, dicen los especialistas, están destinados a poner fin a ese problema y agregar transparencia de precios en un mercado por años turbio.
Así las cosas, China y Estados Unidos, que son los principales consumidores de agua en el mundo, tienen nuevos motivos para una “guerra fría comercial”, a costos sanitarios y económicos muy altos para cerca de 2.000 millones de personas que viven en países con graves problemas de acceso al recurso hídrico, según la ONU.
De eso tan bueno… Ahora, con el agua en Bolsa de Wall Street salen voces que auguran problemas
De cualquier forma, tal como pasa con los commodities (oro, petróleo, carbón…) no es posible tener una sola mirada y ahora con el agua es evidente que salen voces que auguran muchos problemas en torno a la privatización del recurso hídrico y, por ende, convertirlo en instrumento de poder económico, político y ambiental.
El exministro de Ambiente colombiano, Manuel Rodríguez, conoce los antecedentes, pero sobre todo, los riesgos a futuro. “Lo que nos quieren hacer hace rato es obligarnos a comprar agua embotellada y no creer en el grifo. Con marrullas, las grandes compañías han comprado, y lo seguirán haciendo, fuentes baratas de agua y después venderlas”.
El ex ministro recuerda la ola de privatizaciones que se dio en los 90 con los acueductos del mundo, pero que, en parte, en América Latina fracasó por luchas sociales y de comunidades indígenas. En Cochabamba, Bolivia, fue muy clara esa lucha, y en Argentina.
La otra movilización corrió por cuenta de las compañías de finanzas que invirtieron millonarios recursos en infraestructura del agua, incluidas las que se siguen haciendo para desalinizar el agua.
“Los fondos financieros están invirtiendo toda la plata del mundo en los negocios del agua, pues vieron que será de los más rentable en el mediano plazo, dadas las cifras sobre escasez y demanda”, dice Rodríguez.
En Chile, por ejemplo, hace muchos años se desarrollaron los “derechos del agua”, que no fue otra cosa que la entrega a un privado de un río para su explotación y beneficio por medio siglo. Allí no se tuvo en cuenta el derecho universal al agua y, menos, la necesidad de muchas comunidades de acceder a esas fuentes para sus actividades alimentarias. Mucha de esa agua se está usando para actividades mineras.
En Colombia se quiso implantar ese modelo a través de un proyecto de ley, pero fracasó por presión de muchas organizaciones y grupos ambientales, entre otras, el Fondo Nacional Ambiental.
Lo nuevo respecto de la entrada al índice NQH2O del recurso hídrico es que se venderá a futuro, lo que no deja de ser complejo y preocupante, porque podría llevar a procesos de especulación financiera global y elevar artificialmente los precios del agua, en beneficio de esas grandes organizaciones financieras.
Para el ex ministro, si eso sucede, como cree que sucederá, “los precios agrícolas también van a depender de esas fluctuaciones y lo más lógico es que se encarezcan los alimentos”.
Y no solo eso. Comprar futuros de agua pone en desventaja a los más pobres y abre la puerta para que los grandes conglomerados adquieran suficiente poder y, finalmente, utilicen esos bienes en labores altamente perjudiciales para el medio ambiente, entre ellos, el fracking.