Seguridad alimentaria global, cifras difíciles de digerir

Informe Mundial de la FAO 2021 produce dolor de estómago, dadas las dramáticas cifras sobre inseguridad alimentaria y malnutrición, que se agravaron como consecuencia de la pandemia de COVID-19. La meta de hambre cero a 2030 ya no está en el menú de los ODS.

seguridad alimentaria en el mundo

Mientras una pequeñísima parte de la población mundial que ya era rica vio aumentar exponencialmente su fortuna, cientos de millones de niños, jóvenes, mujeres y trabajadores rurales siguieron engordando las cifras sobre inseguridad alimentaria, malnutrición grave y hambre extrema en todo el mundo, según el informe de la FAO 2021, el primero que mide los efectos de la pandemia del COVID-19 sobre los sistemas alimentarios y sus devastadoras consecuencias en la próxima década.

 

La primera conclusión, que es en últimas un fracaso como humanidad, es que la meta de reducir a cero el hambre a 2030 (ODS2) en todo el mundo no se cumplirá y, peor, seguirá estando muy lejos de unos niveles imposibles de aceptar. Entre 720 y 811 millones de personas padecieron hambre en 2020 como consecuencia de la pérdida de ingresos, el cierre de buena parte de las economías y las dificultades de acceder a dietas sanas por el alto costo de los alimentos.

 

Aunque no íbamos bien antes de la llegada del coronavirus y las cifras sobre la lucha contra el hambre y la desnutrición se mantenían más o menos estables, la pandemia se sumó a las demás crisis que ya enfrentaban muchas regiones del mundo, esto es, conflictos armados y sociales, cambio climático, disputa por la tierra y el agua, y migraciones masivas de campesinos hacia las grandes ciudades.

 

Aunque la prevalencia mundial de la inseguridad alimentaria moderada o grave lleva creciendo lentamente desde 2014, el aumento estimado en 2020 equivale al total de los cinco años anteriores. Una de cada tres personas en el mundo, es decir, 2.370 millones, careció de acceso a alimentos adecuados, un aumento de casi 320 millones de personas en un año.

 

En 2020, el 12% de la población mundial se vio afectada por inseguridad alimentaria grave, lo que equivale a 928 millones de habitantes y representa 148 millones de personas más que en 2019.

 

Según la FAO, la persistencia de los altos niveles de desigualdad de ingresos, sumada al elevado costo de las dietas saludables, hizo que en 2019 estas fueran inasequibles para cerca de 3.000 millones de personas en todas las regiones del mundo, en especial para la población más pobre.

 

Aunque todavía no es posible determinar en su totalidad las consecuencias de la pandemia, se estima que el 22% (149,2 millones) de niños menores de cinco años sufrió retraso del crecimiento, el 6,7% (45,4 millones) sufrió emaciación (que es la pérdida de peso por enfermedades) y el 5,7% (38,9 millones) tuvo sobrepeso. Se prevé que las cifras reales sean más altas a causa de los efectos de la pandemia.

 

En África y Asia viven nueve de cada 10 niños con retraso del crecimiento, más de nueve de cada 10 niños con emaciación y más de siete de cada 10 niños con sobrepeso.

 

Mientras el 29,9% de todas las mujeres entre 15 y 49 años en el mundo padecía anemia en 2019, más del 30% de ellas está en África y Asia, frente al 14,6% de las mujeres de América septentrional y Europa. La obesidad en adultos ha aumentado considerablemente en todas las regiones. Vamos camino de no cumplir las metas mundiales de ninguno de los indicadores en materia de nutrición para 2030.

 

Cuáles son los efectos combinados del clima y la salud

 

No sólo la pandemia ha provocado semejantes desarreglos. Se ha sumado a los ya existentes. El informe advierte que la inversión de la tendencia en la prevalencia de la mala alimentación en 2014, y su aumento constante, se atribuyen, en gran medida, a países afectados por conflictos, condiciones climáticas extremas y por debilitamientos de la economía, así como a las desigualdades históricas en los ingresos de la gente.

 

Y cuando se combinan varios factores, los resultados son peores. De 2017 a 2019, la prevalencia de la malnutrición aumentó un 4% en los países afectados por uno o más de los principales factores anteriores y disminuyó un 3% en los países que no los sufrieron.

 

El alto nivel de desigualdad aumentó el efecto negativo de dichos factores, sobre todo, en los países de ingresos medios. Durante el mismo período, en los países afectados por múltiples factores causantes se presentaron aumentos en esa prevalencia hasta de 12 veces más respecto de los países que presentaron un solo factor de incidencia.

 

sistemas alimentarios de las comunidades indígenas
Los sistemas alimentarios de las comunidades indígenas son un buen ejemplo de cómo conservar produciendo y producir conservando. Foto: FAO.

Casi todos los países de ingresos medios y bajos fueron afectados el año pasado por debilitamientos de la economía derivados de la pandemia, pero cuando se registraron
desastres relacionados con el clima, conflictos o una combinación de ellos, el mayor aumento de la prevalencia se dio en África, seguida de Asia y América Latina.

 

Del número total de personas con malnutrición en 2020 (768 millones), más de la mitad (418 millones) vivían en Asia, más de un tercio (282 millones) en África y cerca del 8% (60 millones) en América Latina y el Caribe. En comparación con 2019, 46 millones de personas más padecieron hambre en África, 57 millones más en Asia y unos 14 millones más en América Latina y el Caribe durante 2020.

 

El panorama no es nada alentador y muy pocos países pueden sacar la cabeza. No resulta comprensible que en un planeta que produce suficientes alimentos para nutrir a toda su población, cerca de 2.370 millones de personas carezcan hoy de acceso a alimentos adecuados, y que 320 millones de ellos ingresaran a esa condición en un año. El elevado costo de las dietas saludables y de la persistencia de los altos niveles de pobreza y desigualdad de ingresos, hacen que unos 3.000 millones de personas en todas las regiones del mundo sufran malnutrición.

 

Conforme al nuevo análisis de la FAO, el hecho de que las dietas saludables sean cada vez menos asequibles se relaciona con mayores niveles de inseguridad alimentaria moderada o grave. Todavía no es posible cuantificar por completo el efecto de la pandemia de la COVID-19 en 2020, pero preocupa que muchos millones de niños menores de cinco años se hayan visto afectados por retraso del crecimiento (149,2 millones), emaciación (45,4 millones) o sobrepeso (38,9 millones).

 

En torno a la salud, la interacción entre la pandemia, la obesidad y las enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación, pone de manifiesto que es urgente garantizar el acceso a dietas asequibles y saludables para todos. Esa multiplicidad de reveses resta visibilidad a algunos logros importantes, como el aumento de la prevalencia de la lactancia materna exclusiva en menores de seis meses de edad.

 

Cómo mitigar los daños del hambre y revertir las consecuencias

 

Los países de todo el mundo están encontrando numerosas dificultades para conseguir que los sistemas sanitarios, alimentarios, educativos y de protección social mantengan servicios de nutrición esenciales mientras responden a la pandemia de la COVID-19.

 

Sobre la base de una encuesta de seguimiento de la situación de los niños durante la pandemia, el 90% de los países (122 de un total de 135) notificaron cambios en la cobertura de los servicios esenciales de nutrición en agosto de 2020.

 

A escala mundial, la cobertura de los servicios esenciales de nutrición disminuyó el 40% y casi la mitad de los países notificaron un descenso de por lo menos el 50% en relación con al menos una intervención en materia de nutrición.

 

Aunque se carece de datos sobre los resultados relacionados con la nutrición para 2020, las investigaciones basadas en modelos de escenarios pueden aportar valiosas ideas. Según los resultados de un análisis en un escenario moderado, de 2020 a 2022 padecerían emaciación 11,2 millones más de niños menores de cinco años en países de ingresos medios y bajos como consecuencia de la pandemia, cifra que sería de 6,9 millones solo en 2020. Conforme a un escenario más pesimista, la estimación ascendería a 16,3 millones más de niños con emaciación.

 

En cuanto al retraso del crecimiento infantil, el modelo prevé que en 2022 lo padezcan 3,4 millones más de niños como consecuencia de los efectos de la pandemia.

 

Se confirma, entonces, que el hambre no se erradicará para 2030 si no se adoptan medidas audaces para acelerar el progreso, en particular para hacer frente a la desigualdad en el acceso a los alimentos.

 

Según previsiones que tienen en cuenta la posible repercusión de la pandemia, tras el máximo de más de 760 millones de personas alcanzado en 2020, el hambre mundial descenderá lentamente hasta situarse en menos de 660 millones en 2030, lo que, no obstante, significa 30 millones de personas por encima de lo previsto antes del coronavirus.

 

producción de alimentos en los países de más bajos ingresos
La simetría entre los mercados, los sistemas logísticos y el pago justo por la producción, son parte de la cadena que puede hacer más resiliente la producción de alimentos en los países de más bajos ingresos. Foto: FAO.

La clave está en la transformación de los sistemas alimentarios

 

El informe de la FAO no se queda en los nubarrones, sino que muestra que existen caminos posibles y claros para evitar el colapso de todo el sistema.

 

El organismo de la ONU asegura que cuando los sistemas alimentarios se transforman y alcanzan una mayor resiliencia ante los principales factores causantes, pueden proporcionar dietas asequibles y saludables que son sostenibles e inclusivas.

 

Para fomentar la resiliencia de la población más vulnerable de las zonas en conflicto, es esencial que en dichas zonas se mantengan las funciones de los sistemas alimentarios sensibles a los conflictos, en la medida de lo posible. Es crucial que se armonicen las medidas dirigidas a prestar asistencia humanitaria inmediata a fin de proteger las vidas y los medios de vida, el desarrollo a largo plazo y el sostenimiento de la paz.

 

Es así como, la resiliencia de los sistemas alimentarios frente a la mayor variabilidad y condiciones extremas del clima se fortalecerá mediante mecanismos innovadores de reducción de los riesgos relacionados con el clima, mediante la adopción generalizada de técnicas de producción climáticamente inteligentes y ecológicamente racionales, y mediante la conservación y rehabilitación de entornos naturales.

 

Las seis vías que aseguren el futuro alimentario del planeta

 

De la misma forma en que la FAO logra identificar los motores de transformación y de cambio extremo en los sistemas alimentarios del mundo, desde el cambio climático hasta las deficiencias logísticas, el informe de 2021 ofrece seis vías para hacer la transformación innovadora de dichos sistemas.

 

Estas son:

1. Integrar las políticas humanitarias, de desarrollo y de consolidación de la paz en las zonas afectadas por conflictos.
2. Ampliar la resiliencia climática en los distintos sistemas alimentarios
3. Fortalecer la resiliencia de la población más vulnerable ante las adversidades económicas.
4. Intervenir a lo largo de las cadenas de suministro de alimentos para reducir el costo de los alimentos nutritivos.
5. Luchar contra la pobreza y las desigualdades estructurales, garantizando que las intervenciones favorezcan a la población pobre y sean inclusivas.
6. Fortalecer los entornos alimentarios y cambiar el comportamiento de los consumidores para promover hábitos alimentarios que tengan efectos positivos en la salud humana y el medio ambiente.

 

La ONU ha dicho con insistencia que en impedimento crucial que limita el éxito de la transformación de los sistemas alimentarios es que las políticas, estrategias, leyes e inversiones vigentes a escala nacional, regional y mundial están compartimentadas en diálogos separados.

 

Estos impedimentos pueden superarse mediante la formulación y puesta en funcionamiento de carteras intersectoriales de políticas, inversiones y leyes que aborden de forma integral los efectos negativos para la seguridad alimentaria y la nutrición de los múltiples factores que repercuten en los sistemas alimentarios.

 

Estas carteras deben orientarse debidamente y ofrecer incentivos a todos los agentes para que tomen parte de forma constructiva en cambios innovadores y sistémicos que lleven a la transformación de los sistemas.

 

La coherencia entre las políticas y medidas dirigidas a transformar los sistemas alimentarios, y entre los propios sistemas, así como los aceleradores transversales, contribuyen de forma destacada a maximizar los beneficios y reducir al mínimo las consecuencias negativas de la transformación por estas seis vías.

 

A ello se debe que la coherencia entre las políticas, entendida como una situación en la que la aplicación de políticas en un ámbito no vaya en detrimento de otros (y en la que las políticas lleguen a reforzarse mutuamente, cuando sea viable), será esencial para crear carteras multisectoriales transformadoras.

 

En conclusión, el hambre y la desnutrición siguen estando a manteles, pero la comunidad internacional y la gobernanza de los territorios puede ser el plato fuerte que no sólo ayude a recuperar la salud del planeta y el bienestar de todos sus comensales.

 

 

Luis Fernando Ospina.
Luis Fernando Ospina.

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