ONU-Hábitat e ICLEI ajustan agendas en Urban Leds II

A instancias de la Unión Europea, en ocho países del mundo, cuatro de ellos en América Latina, el director de ONU-Hábitat para la región, Elkin Velásquez, nos habla de los resultados obtenidos durante la segunda fase del proyecto global sobre las Estrategias de desarrollo bajas en emisiones (Urban-LEDS) de ICLEI. Cuatro ejes fijan la visión: integración, integralidad, innovación y financiamiento. Entrevista.

Elkin Velásquez, director de ONU-Hábitat para América Latina

Ya no será suficiente para el planeta trabajar contra el cambio climático desde las grandes urbes, sin antes entender e intervenir las dinámicas económicas, sociales y ambientales de los pequeños territorios y poblados intermedios. Es decir, pensar global y actuar local. En eso están trabajando juntos ONU-Hábitat y la Red de Gobiernos Locales para la Sustentabilidad (ICLEI), que hace dos semanas revisaron de forma virtual los avances y desafíos del proyecto Urban-Leds II.

 

Las Estrategias de Desarrollo Bajas en Emisiones (LEDS) son lideradas por ICLEI, de la mano del Programa de las Naciones Unidas para el Hábitat y los Asentamientos Humanos, y financiadas por la Unión Europea en más de 60 países, de los cuales cuatro están en América del Sur, dos de ellos colombianos: Envigado (Antioquia) y Tópaga (Boyacá).

 

Elkin Velásquez, director de ONU-Hábitat para América Latina y el Caribe, habló con nosotros sobre los avances, desafíos y perspectivas de los territorios que hacen parte del proyecto, pero en especial de la importancia que tiene para el planeta la articulación de las agendas globales del desarrollo con los planes y proyectos que se están dando en lo local, es decir, en los municipios y las ciudades intermedias.

 

En la región hay 16.500 gobiernos subnacionales (departamentos, municipios o provincias) y ese dato es bastante relevante a la hora de entender las responsabilidades que tenemos en América Latina y el Caribe frente a la lucha contra el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la deforestación, la contaminación de los océanos y los ríos, la producción de alimentos, la generación de energía, el uso del transporte público, la vivienda, la educación y la salud, entre muchos otros.

 

Naciones Unidas denominó el siglo XXI como el siglo de las metrópolis. Acabamos de entrar a la década de las ciudades, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como una especie de ruta de la Agenda 2030 para superar los enormes desafíos del planeta, con casi el 70 por ciento de la población viviendo en las ciudades ahora, pero en 2050, según las proyecciones, con el 85 por ciento.

 

De esa dimensión es la apuesta que hacen ONU-Hábitat e ICLEI por la articulación de las agendas globales y locales desde un enfoque de gobernanza multinivel para la acción climática urbana, en la que son cuatro los ejes que determinan la acción: integración, integralidad, innovación y financiamiento.

 

Cómo vamos. Qué hace falta. Qué hemos aprendido. De eso conversamos con Elkin Velásquez.

 

¿Cuál es el balance al que llegaron la semana pasada en la reunión conjunta entre ONU-Hábitat, ICLEI y la Unión Europea?

Elkin Velásquez: El objetivo central del encuentro era discutir los resultados y perspectivas dentro de la fase II del programa Urban Leds, que es una iniciativa global financiada por la Unión Europea, de la que ICLEI y ONU-Hábitat somos entidades operadoras fiduciarias, y estamos trabajando juntos actualmente en ocho países, entre los cuales Colombia y Brasil son los mejores representantes de América Latina.

 

Los avances logrados en estos últimos dos años son extraordinarios, pese a la crisis sanitaria, económica y social que trajo la pandemia, porque ésta ha contribuido a ganar conciencia sobre la importancia que tiene el trabajo en el ámbito de las ciudades.

 

Una de las conclusiones evidentes de la reunión entre las partes es que si queremos acelerar el impacto positivo de la reducción de los efectos de muchas actividades sobre cambio climático, uno de los mayores esfuerzos para lograrlo toca hacerlo en las ciudades, a partir de programas y proyectos que incluyan a los gobiernos locales, a las comunidades y, adicionalmente, se amplíen las experticias y el conocimiento de los funcionarios locales.

 

El desafío hacia delante es ir a escala. Cómo multiplicamos ene veces las experiencias positivas que se han realizado y se vienen desarrollando, porque dadas las dimensiones de los problemas ambientales, lo que hace el programa Urban Leds es orientador y marca un antes y un después en torno a la sustentabilidad de las urbes.

 

municipio de Envigado, Antioquia
El municipio de Envigado es uno de los cuatro territorios de América Latina que hace parte del proyecto Urban-Leds de ICLEI por su apuesta ambiental y baja en carbono. Foto: Hernán Vanegas-Archivo.

¿La financiación que hace la UE demanda resultados concretos y tangibles sobre lo que se hace. Hubo satisfacción en torno a los avances logrados en esta segunda fase?

 

En cada uno de los casos y de las experiencias presentadas por los gobiernos locales hay resultados muy positivos y, a partir de aquí, aspiramos a poder unir más esfuerzos, con el fin de apoyar y abrir más espacios para que más entidades y organismos locales puedan implementar sus planes sobre adaptación y mitigación al cambio climático y de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

 

¿Pero si algo puede mostrarse es el impacto que tienen estos proyectos en las ciudades intermedias y pequeñas que no siempre están en los reflectores de los medios, pero que impactan de forma notable la vida de los territorios?

 

Así es y resulta fundamental hacer visibles esos procesos a escala local. Sin duda que lo que hacen las grandes ciudades es muy valioso, pero resulta insuficiente para enfrentar la amenaza climática global. Hay un dato que es necesario que se conozca: el número clave para América Latina y el Caribe es 16.500. Esto es, 16.500 gobiernos y autoridades subnacionales (departamentos, municipios o provincias) que necesitan el apoyo para diseñar y financiar sus proyectos climáticos.

 

El mensaje es contundente: no basta con trabajar en los 40 ciudades más conocidas de la región, porque un número enorme de territorios son de categoría intermedia o pequeñas localidades. De esa dimensión es el reto y la apuesta que estamos haciendo desde ICLEI América del Sur y ONU-Hábitat.

 

¿Cómo lograrlo?

 

Definitivamente, hay que generar unos esquemas que permitan más eficiencia en las agendas globales del desarrollo y la cooperación internacional.

 

Uno, a través de la integración y la integralidad, porque vemos la importancia y los impactos de la convergencia entre las agendas globales, los ODS, la Nueva Agenda Urbana y los principios de la Red de Gobiernos Locales para la Sustentabilidad (ICLEI).

 

Cuando trabajamos juntos en el mejoramiento integral de barrios, el mejor diseño de la estructura urbana a escala barrial, generando eficiencias, racionalizando el transporte privado, lo que se logra es generar las condiciones necesarias para adaptarse al cambio climático y disminuir las emisiones de gases contaminantes como resultado de esas mejores eficiencias en el hábitat, el transporte, el uso del suelo, la logística de producción y distribución.

 

Segundo, es fundamental la innovación. Para obtener mejores resultados, hay que mirar los procesos con humildad y aceptar que siempre es posible mejorar, de innovar, para que los métodos de trabajo puedan generar muchos y mejores resultados.

 

El tercer punto es la financiación. Los mecanismos de financiamiento siguen siendo uno de los temas centrales. Por ejemplo, de 10 llamadas de alcaldes locales que recibimos en la agencia, 8 son para decirnos que necesitan esquemas efectivos y reales de financiamiento para la implementación de las agendas del desarrollo, incluidas las de adaptación y mitigación.

 

Sin esos elementos, los de integración, integralidad, innovación y financiamiento, será muy complejo y difícil lograr la sincronización de las agendas globales con las locales y de ahí la importancia de trabajar con ICLEI desde ONU-Hábitat en la Nueva Agenda Urbana hacia ciudades sostenibles, resilientes e inclusivas.

 

¿Estamos hablando entonces de lo que tú llamas con insistencia el polilateralismo, un concepto que va más allá del multilateralismo?

 

El polilateralismo es parte de la clave en esa sincronía de las agendas y se convierte en el concepto clave del siglo XXI en términos de la gobernanza global. El multilateralismo, en términos generales, lo entendemos como el trabajo conjunto y armónico entre los Estados miembros de organizaciones como la ONU. Casi siempre se entiende como relaciones entre gobiernos nacionales y, de hecho, la mayor parte de las interlocuciones se hacen entre gobiernos nacionales, no con los subnacionales.

 

Lo que estamos constatando en el terreno, en horabuena, es que las mejores transformaciones se dan cuando hay otros actores involucrados en la acción y esto incluye a los gobiernos locales, a los sectores privados y corporativos, a la academia, a la sociedad civil y a la ciudadanía, que se conectan en torno a unos intereses comunes. En otras palabras, el polilateralismo permite la convergencia internacional de actores distintos, multinivel, desde lo local.

 

¿Así se entiende mejor la apuesta que hace la Unión Europea con ustedes y con ICLEI?

 

De lo que se trata, en últimas, para tener impacto más rápido y a mayor escala es ir más allá de los Estados miembros e integrar cada vez más lo que de por sí ya viene siendo integrado y me refiero al trabajo de los actores locales. No sería posible obtener resultados concretos y duraderos de las agendas globales sin el compromiso y la acción desde lo más local. Eso es polilateralismo. El secretario general de la ONU, António Guterres, lo denomina “multilateralismo inclusivo”.

 

¿Una gobernanza para los nuevos tiempos?

 

Por supuesto, porque es la participación de múltiples actores en la acción. Es polifuncional, polifacética, polidimensional. Eso nos coloca frente a otro reto y es que hay unas formas locales, unos mecanismos de participación internacional que permiten hacer más eficientes las agendas globales, que se obtengan mejores resultados y faciliten la co-creación.

 

migración,Necoclí, Urabá antioqueño
La migración que se presenta actualmente en el Necoclí, Urabá antioqueño, hace parte de los retos en la articulación de las agendas globales y locales como requisito fundamental para el desarrollo sostenible. Foto: AFP.

¿Esa nueva gobernanza multinivel si está siendo inclusiva. Qué pasa con las comunidades indígenas y las mujeres a la hora de la toma de decisiones?

 

Estamos en un momento único de la historia de la humanidad y creo que los cambios que se están dando en muchos ámbitos no es posible ignorarlos. Las mujeres están hoy más que nunca en la primera línea de lucha contra las asimetrías que durante décadas se han configurado a favor de lo masculino. Igual ocurre con las comunidades indígenas y locales respecto del conocimiento que tienen en asuntos tan trascendentales como el cambio climático, los sistemas alimentarios, las soluciones basadas en la naturaleza, la bioeconomía, el uso eficiente del agua…

Lo más positivo de lo que está pasando es que se ha despertado una mayor conciencia respecto del papel que ambos grupos poblaciones juegan en términos de la diversidad biológica y el desarrollo sostenible. Estamos presenciando, por fortuna, un salto cultural sin precedentes, pero será necesario una mayor sensibilidad, una mejor empatía y, sobre todo, acciones decisivas para el empoderamiento y la toma de decisiones por parte de las mujeres y las comunidades locales.

 

¿Están sincronizadas las agendas globales desde esa perspectiva de co-creación para lograr los objetivos de la Agenda 2030, sabiendo que no se están cumpliendo hasta ahora?

 

Nos faltan nueve años para el cumplimiento de los ODS y, sin duda, es necesario reconocer que no falta mucho para hacerlo y hay que acelerar los procesos. Una perspectiva, promovida directamente por el propio secretario general de la ONU, es trabajar más con los gobiernos locales.

 

La localización de los ODS dentro de los planes de desarrollo de los entes locales son vitales para acelerar esas agendas, pero no como asuntos exógenos del desarrollo, sino como instrumentos eficaces de planificación, diseño, inversión y ejecución de programas y proyectos con alto impacto en la sostenibilidad territorial y humana.

 

La ONU abrió una serie de programas, entre otros los que lideramos desde ONU-Hábitat sobre el futuro de las ciudades. La visión del organismo en torno a la declaración sobre “Nuestro futuro común” está sustentada, en buena parte, en la conversación que se haga con los gobiernos locales. Es decir, que las decisiones que se toman dentro de la ONU en términos de gobiernos nacionales esté de por medio una conversación política de incidencia en lo local.

 

Un ejemplo de ello es lo que seguimos haciendo con ICLEI, pero también con CGLU, que es la Comisión de Cultura de la Asociación Mundial Ciudades y Gobiernos Locales Unidos por el desarrollo sostenible. A eso se suman los trabajos que se están ejecutando de la mano del proyecto Pacto Global, que apunta a vincular al sector privado, incluyendo mecanismos de financiación y asistencia a los gobiernos locales.

 

A propósito, la financiación es un punto crítico de éxito para implementar esas agendas globales y acompañar los proyectos locales. ¿Habrá voluntad política y financiera para cumplir las metas?

 

La respuesta puede ser un sí o reconocer que falta mucho por hacer. Si nos referimos a algunas de las más grandes ciudades (C40, por ejemplo) es evidente que sí lo están haciendo. Pero si la mirada es sobre la mayoría de los gobiernos locales, y pensemos por un momento en América Latina, la realidad es diferente y compleja, porque no olvidemos la cifra mágica: 16.500 gobiernos locales.

 

Hemos avanzado mucho, si hablamos del vaso medio lleno, pero hace falta demasiado, si del vaso medio vacío se trata. Soy optimista, porque hay mayor conciencia, hay articulación, sentido de urgencia y visiones compartidas, pero necesitamos mostrar los impactos a la hora de hablar de cooperación internacional.

 

¿La etapa pos pandemia será una oportunidad de cambio o volveremos al punto de inicio, sobre todo cuando nos referimos a las agendas locales, en su mayoría con visiones de corto plazo, muy politizadas y sin fuentes de financiación?

 

Como dice la frase popular: ni tanto que queme al Santo ni tan poquito que no lo alumbre. No todo va a cambiar de la noche a la mañana, pero estamos viendo cambios significativos en muchas partes. En Río de Janeiro, que es donde vivo, el centro se desocupó. Las oficinas se fueron y sus empleados trabajan ahora de forma remota desde sus casas. El comercio se hace en gran parte a través de las plataformas, pero la fórmula no está hecha. Hay que tener mucho cuidado, pero hay indicios de que si es posible hacer mejor las cosas.

 

Creo que uno de los efectos de la pandemia es la forma en que nos estamos apropiando del espacio público en las ciudades y los barrios. Es un momento para las oportunidades y dependerá de todos aprovecharlas. Para eso también sirve el polilateralismo del que ya hablamos. Hay que dar paso a la acción.

 

La migración es una preocupación global con incidencia local. Antioquia está afrontando una crisis por la presencia de miles de migrantes que buscan llegar a Centroamérica por Panamá y de allí a los Estados Unidos. ¿Cuál es su mensaje a los gobiernos departamental y local para superar esa emergencia humanitaria?

 

He tenido la oportunidad de acompañar algunos de los programas incluidos por el Gobernador de Antioquia en la Agenda 2040 y conozco su apuesta contra el cambio climático. Hace algunas semanas participé en una de sus reuniones y mi mensaje en torno a la crisis sanitaria, social y ambiental que vive la región va en dos direcciones: la primera, la humanitaria, que demanda la atención de urgencia de toda la institucionalidad para brindar los mínimos de bienestar a esos migrantes. La protección de sus derechos es vital.

 

Y segundo, estos procesos migratorios masivos se seguirán presentando, no sólo en el Urabá antioqueño, sino en otras regiones de frontera y es necesario activar todos los protocolos previstos para ello.

 

Durante mucho tiempo, Colombia se consideró un país que no atraía migraciones. Lo que estamos viendo ahora, en especial con los hechos recientes de los venezolanos, es que el país se convirtió en un corredor de migrantes, pero quizás no se han entendido sus repercusiones.

 

La migración, en un sentido más amplio y visto de forma integral, es un fenómeno positivo para el desarrollo de los países, si, y solo si, se integra bien. Luego, lo primero es generar la sensibilidad y el respeto por el otro y, al mismo tiempo, activar los procesos de inclusión que se requieran para evitar que esas migraciones se salgan de control. Antioquia necesita articular sus políticas públicas en ese tema con las dispuestas por el Gobierno nacional y los alcaldes locales, en este caso, del Urabá.

 

Considero oportuno que se puedan activar los sistemas globales de cooperación, entre otros los dispuestos por ONU Hábitat, a través de la Acnur y la Organización Mundial de las Migraciones (OIM), para que Antioquia y Colombia puedan avanzar en los procesos de integración socieconómica para los migrantes, evitando a toda costa la xenofobia y la vulneración de los derechos humanos.

 

Ahora, sabiendo que estos procesos se seguirán presentando a medida que se acrecientan los conflictos sociales, políticos y ambientales en otras regiones, es fundamental diseñar y poner en funcionamiento más y mejores procesos de inclusión e integración para los migrantes y convertir en prosperidad y desarrollo lo que podría ser una crisis de no atenderse de forma debida. Ese es uno de los grandes retos que tenemos dentro de las agendas globales y locales.

 

Luis Fernando Ospina.
Luis Fernando Ospina.

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