La ciencia propone y la sociedad dispone: experiencias que deja la crisis global de salud por COVID-19

En el día mundial de la salud, resaltamos el papel de la ciencia ante la pandemia de COVID-19 y los retos asociados que comprometen el bienestar, la salud y la vida de los seres humanos. La ciencia seguirá produciendo advertencias y recomendaciones, pero al final de cuentas es la sociedad entera la que decide y dispone.

investigación y avances científicos

Por eventos ocurridos en la provincia de Wuhan en China, en noviembre de 2019 supimos por primera vez de la existencia del nuevo coronavirus que causa la enfermedad COVID-19. El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia global por esta enfermedad. Se trata de uno de los mayores problemas globales de salud que ha experimentado la humanidad, con numerosas consecuencias para la sociedad, incluyendo impactos enormes sobre la economía. Datos del producto interno bruto (PIB) en 2020 muestran una contracción del orden del 4.3% para el valor global [1] y del 6.8% para el valor en Colombia [2]; la peor contracción del PIB en el país desde 1975. Poco más de un año después de la declaratoria de la pandemia, la cantidad de personas contagiadas supera 131 millones en el mundo y 2,45 millones en Colombia. Además, han muerto alrededor de 2,85 millones de personas en el mundo y 64 mil personas en Colombia como consecuencia de COVID-19.

 

Desde el inicio de la pandemia, preguntas claves para la sociedad han sido cómo mitigar sus impactos y cómo superarla definitivamente, si es que esto es posible. La ciencia ha jugado un papel indispensable en la búsqueda de respuestas a estas preguntas. No hay soluciones mágicas para la pandemia, pero sí hay avances en soluciones basadas en evidencia científica. No obstante, la posibilidad de que los aportes de la ciencia contribuyan a mitigar los impactos de la pandemia ha estado limitada por asuntos que van más allá de los retos propiamente científicos y que incluso en algunos casos plantean una oposición directa a la evidencia científica.

 

Las advertencias que antecedieron la pandemia

El papel de la ciencia con relación a COVID-19 comenzó antes de la pandemia. Una de las principales funciones de la ciencia consiste en generar advertencias para la sociedad sobre lo que puede llegar a pasar en el futuro. Hubo dichas advertencias sobre la pandemia. Por ejemplo, en un artículo científico publicado en 2007, los autores advertían que “la presencia de un gran reservorio de virus similares al SARS-CoV en los murciélagos de herradura, junto con la cultura de comer mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de tiempo. La posibilidad del resurgimiento del SARS y otros virus nuevos a partir de animales o laboratorios, y por lo tanto la necesidad de preparación no deberían ignorarse” [3]. Sin embargo, esta y otras advertencias similares fueron ignoradas, o por lo menos subestimadas por la sociedad, de manera que la pandemia nos tomó “por sorpresa” cuando en realidad podríamos decir que estamos viviendo la “crónica de una pandemia anunciada”.

 

Como en otros casos, por ejemplo, el cambio climático, la posibilidad de que las advertencias de la ciencia conduzcan a decisiones que eviten o mitiguen catástrofes como la pandemia depende de que dichas advertencias sean tenidas en cuenta. Claramente esto no pasó con la pandemia actual, o no pasó suficientemente bien, porque sin duda hubiera sido mejor evitar la pandemia o por lo menos haber estado mejor preparados para enfrentarla y mitigar sus efectos. Valorar adecuadamente las advertencias de la ciencia y prepararnos mejor para la pandemia prevista hubiera sido difícil y costoso para la sociedad, pero no más difícil y costoso que la pandemia misma.

 

investigación COVID 19 en murciélagos
Imagen tomada de https://www.theatlantic.com/photo/2021/03/photos-studying-bats-with-virus-hunters-in-the-philippines/618373/

 

Recomendaciones de salud pública

Entre las principales respuestas que ha dado la ciencia frente a la pandemia se encuentran las recomendaciones de salud pública basadas en evidencia. Estas recomendaciones se han concentrado en el uso del tapabocas, el lavado frecuente de las manos, las medidas de distanciamiento social y ventilación, y contemplan también la posibilidad de implementar cuarentenas y restricciones a algunas actividades sociales. Con base en evidencia científica, distintas instituciones y científicos del mundo, incluyendo la OMS, han recomendado la implementación de estas medidas para contener la  propagación del virus, y en cada país se han tomado decisiones sobre cómo y cuándo implementar dichas medidas. La evidencia científica obtenida durante la pandemia indica que estas medidas sí contribuyen a mitigar la propagación del virus y sus impactos sobre la salud, que se cuentan en términos de personas contagiadas, enfermas y fallecidas. Sin embargo y a pesar de la evidencia científica, la implementación de estas medidas ha sido limitada y a veces incluso fuertemente obstruida por distintas formas de oposición a o malinterpretación de las recomendaciones de la ciencia.

 

Un ejemplo notorio ha sido el del uso de tapabocas en Estados Unidos. En este país la recomendación de salud pública de usar tapabocas en lugares públicos terminó convertida en un asunto altamente politizado. Para muchas personas, usar tapabocas se convirtió en un símbolo de afiliación política más que el resultado de seguir una recomendación simple de salud pública. Como en otros casos, las recomendaciones basadas en la ciencia se enfrentan con factores “inesperados” como la politización de medidas que buscan proteger la salud.

 

Manifestación por el uso de tapabocas
Manifestantes anti-tapabocas afuera del capitolio de Ohio en Columbus el 18 de julio de 2020. (Jeff Dean/AFP via Getty Images). Imagen tomada de: https://cutt.ly/McTKILd

Otro ejemplo es el de Brasil en Latinoamérica. El gobierno de este país se ha opuesto abiertamente a muchas de las recomendaciones de salud pública, desestimando los impactos de la pandemia y en última instancia ignorando las recomendaciones basadas en la mejor evidencia científica disponible.

 

Hoy sabemos que Estados Unidos y Brasil están entre los países más afectados por la pandemia, incluyendo tasas de contagio y mortalidad mayores que las de muchos países que cuentan con muchos menos recursos para enfrentar la pandemia. Para ponerlo en perspectiva, han muerto más estadounidenses por COVID-19 que los que murieron a causa de la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Vietnam combinadas. Seguramente la situación sería diferente si en Estados Unidos y Brasil no se hubieran desestimado las recomendaciones de salud pública basadas en evidencia científica.

 

Las vacunas

 

Sin duda uno de los principales aportes de la ciencia durante esta pandemia ha sido la producción de vacunas. En tiempo récord, sin precedentes en la historia de la humanidad, la comunidad científica global logró desarrollar varias vacunas que se han comenzado a aplicar alrededor del mundo. La evidencia científica muestra que dichas vacunas son efectivas para mitigar los impactos de COVID-19, principalmente reduciendo la transmisión de la enfermedad y sus efectos graves sobre la salud, incluyendo la mortalidad. No es la primera vez que la ciencia ofrece respuestas a problemas de salud mediante vacunas. Las vacunas han contribuido a salvar millones de vidas, especialmente desde el siglo XX cuando se comenzaron a producir y aplicar masivamente para múltiples enfermedades. En su libro “En defensa de la Ilustración”, Steven Pinker describe las vidas salvadas por las vacunas como uno de los “actos heroicos” más importantes en la historia de la humanidad   (Tabla 1).

 

Tabla 1. Adaptación de tabla de página 93 del libro “En defensa de la ilustración” de Steven Pinker.

Científicos Descubrimiento Vidas salvadas
Maurice Hilleman (1919-2005) Ocho vacunas 129 millones
John Enders (1897-1985) Vacuna contra el sarampión 120 millones
Gaston Ramon (1886-1963) Vacunas contra el tétano y la difteria 60 millones
Grace Eldering (1900-1988) y Pearl Kendrick (1890-1980) Vacuna contra la tosferina 14 millones

 

Con el tiempo las vacunas para COVID-19 también darán cuenta de millones de vidas salvadas. Desarrollar rápidamente estas vacunas ha sido un reto científico enorme que se ha superado con la invención de al menos seis vacunas que ya están en fase de aplicación (Pfizer-BioNTech, Moderna, Sinovac, Janssen de Johnson y Johnson, AstraZeneca, Oxford), y de otros 200 candidatos a vacunas, de los cuales 60 ya están en fase de desarrollo clínico [4]. Ejemplos como el de Israel evidencian los efectos benéficos de la vacunación. Este país adoptó un plan de vacunación masivo de la población y en la actualidad las actividades sociales y económicas se encuentran ampliamente habilitadas con una tasa de contagio mínima. Según The Guardian, Israel puede estar llegando a un punto al que otros países tardarán meses o años en llegar: un escenario final para la pandemia [5].

 

Sin embargo, de nuevo, lo que comienza como un reto científico termina enfrentado a retos de otra naturaleza. Actualmente existen movimientos antivacunas que sin bases científicas sólidas promueven la no vacunación. El efecto de estos movimientos altera el plan de vacunación propuesto por la OMS que apunta a la generación de la denominada “inmunidad de rebaño” o “inmunidad colectiva”. La inmunidad colectiva es un tipo de protección indirecta de la sociedad hacia una enfermedad, ya sea por contagios previos o por la aplicación de una vacuna. La OMS resalta la conveniencia de lograr esta inmunidad a través de la vacuna para evitar al máximo los casos de contagio y muerte [6]. La capacidad de contener el nuevo coronavirus y sus variantes crece a medida que el porcentaje vacunado de la población también crezca. El éxito de los movimientos antivacunas limita este crecimiento.

 

investigación y vacuna
Imagen tomada de https://www.theatlantic.com/photo/2021/03/photos-great-vaccination-campaign/618462/.

 

Otro reto que ha develado esta pandemia es la inequidad en el acceso a las vacunas. Durante los últimos meses, las grandes farmacéuticas y los países más ricos del mundo han controlado la producción, distribución y aplicación de las vacunas, impidiendo incluso la posibilidad de que otros países produzcan vacunas usando las fórmulas descubiertas. Se han priorizado los intereses económicos de los países ricos por encima de la vida de las personas en los países pobres. El pasado 21 de marzo el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, resaltó varios puntos importantes [7]:

  • La brecha entre la cantidad de vacunas administradas en los países ricos y la cantidad de vacunas administradas a través de COVAX aumenta y se vuelve más grotesca cada día.
  • Los países que ahora están vacunando a personas más jóvenes y sanas con bajo riesgo de enfermedad lo están haciendo a costa de la vida de los trabajadores de la salud, las personas mayores y otros grupos de riesgo en otros países.
  • La distribución desigual de las vacunas no es solo un ultraje moral. También es económica y epidemiológicamente contraproducente.
  • Algunos países están compitiendo para vacunar a toda su población, mientras que otros países no tienen nada. Esto puede comprar seguridad a corto plazo, pero es una falsa sensación de seguridad.

 

En este sentido, la agencia de salud de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) todavía está luchando para persuadir a los países de que abandonen sus tendencias nacionalistas y ayuden a proporcionar vacunas donde más se necesitan.

 

De nuevo, lo que ha sido un reto científico enorme termina convertido en un reto de otra índole. Después de resolver el reto científico de producir una vacuna, aparece la pregunta de cómo lograr que la población mundial llegue a estar vacunada siguiendo las recomendaciones científicas y en el menor tiempo posible. Hasta el momento, la respuesta dada a esta última pregunta desnuda profundas falencias de la sociedad. El escritor Jason Hickel (@jasonhickel) lo puso en estos términos: “Una civilización que le prohíbe a las naciones más pobres la producción de vacunas para salvar vidas en medio de una pandemia global es una civilización que está en bancarrota moral”.

 

Retos futuros

 

La pandemia es un problema global que no tiene solución local. Ningún país, independientemente de sus recursos económicos, puede resolver la pandemia sin contar con los demás países del mundo. La ciencia ha jugado un papel fundamental en producir respuestas para enfrentar la pandemia, este papel no ha terminado y las investigaciones continúan. Por ejemplo, una de las preguntas que sigue abierta es acerca de mejores tratamientos para personas que enferman de COVID-19.

 

Sabemos casi con certeza que en el futuro vendrán otras pandemias; también sabemos que tenemos otros problemas globales como el cambio climático y la pérdida de  biodiversidad. Estos problemas tienen en común que comprometen la salud, el bienestar y la vida de los humanos, así como la supervivencia de nuestra sociedad e incluso, quizás, de nuestra especie. La ciencia seguirá jugando un papel fundamental en la búsqueda de soluciones a esos problemas, pero como en la pandemia actual, que esos aportes de la ciencia se traduzcan en soluciones dependerá de cuestiones nada científicas. La ciencia seguirá produciendo advertencias y recomendaciones pero al final de cuentas es la sociedad entera la que decide y dispone.

 

Imagen de Hands off my tags! Michael Gaida ía Pixabay

 

Como cita la UNESCO en su enunciado de Ciencia para la Sociedad, “ La ciencia es el mayor esfuerzo colectivo. Contribuye a asegurar una vida más larga y saludable, monitorea nuestra salud, proporciona medicamentos para curar nuestras enfermedades, alivia los dolores y molestias, nos ayuda a proporcionar agua para nuestras necesidades básicas, incluida nuestra comida, proporciona energía y hace la vida más divertida, incluidos los deportes, la música, el entretenimiento y la última tecnología en comunicación. Por último, pero no menos importante, nutre nuestro espíritu.” [8]

Referencias

[1] https://news.un.org/en/story/2021/01/1081392

[2]https://www.dane.gov.co/index.php/component/search/?searchword=PIB%20percapita&searchphrase=all&Itemid=109

[3] Cheng, V. C., Lau, S. K., Woo, P. C., & Yuen, K. Y. (2007). Severe acute respiratory syndrome coronavirus as an agent of emerging and reemerging infection. Clinical microbiology reviews, 20(4), 660-694.

[4]COVID-19 vaccines

[5][https://www.theguardian.com/world/2021/apr/02/really-good-place-israel-nearing-covid-endgame]

[6]https://www.who.int/news-room/q-a-detail/herd-immunity-lockdowns-and-covid-1?gclid=EAIaIQobChMInu2EiMjk7wIVDZezCh1bxAWuEAAYASAAEgIl3vD_BwE#

[7]https://www.who.int/director-general/speeches/detail/who-director-general-s-opening-remarks-at-the-media-briefing-on-covid-19-22-march-2021

[8]https://en.unesco.org/themes/science-society#:~:text=In%20other%20words%2C%20science%20is,societal%20needs%20and%20global%20challenges

 

Angela María Rendón Pérez.
Angela María Rendón Pérez.

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