Días después de conceder esta entrevista al proyecto Covering Climate Now, un grupo global de 400 medios de comunicación creado para informar sobre crisis climática, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, recibía las primeras imágenes de las devastadoras inundaciones en Alemania y Bélgica, así como ya lo había hecho con las fotografías sobre los devoradores incendios en buena parte de los Estados Unidos y Canadá.
Guterres está curtido de ver esas imágenes, pero no termina de acostumbrarse a aceptar una realidad que cada día desborda más la capacidad del planeta: la del cambio climático.
Su voz ya no sólo refleja la angustia global, sino que representa un grito ensordecedor a la comunidad internacional para actuar de una vez por todas y evitar el colapso planetario, pues según él, “no podemos seguir con la adicción al carbón y es urgente dar paso a una transición definitiva hacia las energías limpias”.
Hace casi un mes, Guterres habló claro ante la cumbre de líderes del G-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) y envió dos mensajes: uno, sobre la necesidad de que se garantizara la vacunación contra el COVID-19 a todos los habitantes del planeta y, dos, la obligación que tienen los países más desarrollados de cumplir con sus promesas económicas para que las regiones más pobres puedan combatir los efectos del calentamiento global.
“Es una cuestión de justicia”, aseguró por videoconferencia al grupo de medios del proyecto Covering Climate Now, y agregó que “si miramos los impactos actuales del cambio climático, ya son los países en desarrollo, los países africanos, las pequeñas islas Estado, los que están pagando un precio más elevado. Es justo que haya una compensación por los impactos que ya existen y que son dramáticos”.
Hay que cumplir los compromisos del Acuerdo de París
Tal como quedó aprobado por los países miembros del Acuerdo de París de 2015, las promesas de ayuda a las zonas en desarrollo buscaban que el ya irreversible aumento de la temperatura pudiera estar dentro de los márgenes menos catastróficos. El compromiso era que desde los países con más recursos se movilizaran anualmente 100.000 millones de dólares a partir de 2020.
“Eso no ha sucedido”, dijo Guterres. “Aún tenemos necesidad de incrementar los compromisos de financiación de los países desarrollados en la parte pública, sin hablar de la privada, en entre 20.000 y 30.000 millones de dólares”.
Las cifras son del tamaño de los desafíos climáticos y los compromisos están lejos de cumplirse. La OCDE, por ejemplo, estimó en su informe de fines de 2020 que se habían alcanzado los 78.900 millones de dólares de financiación climática en 2018, pero para conocer el balance de ese mismo año “habría que esperar hasta 2023”
Otro informe, esta vez de la ONG Oxfam, también de finales del pasado año, rebajaba mucho el valor real de estas ayudas (hasta los 20.000 millones de dólares), teniendo en cuenta solo las subvenciones directas y se eliminan los préstamos de ese balance.
El secretario de la ONU lo pone más claro: “el problema está en la clarificación de cómo es la contribución de la parte privada, pero el informe de la OCDE, que es una institución creíble, aunque es un club de los países ricos, demuestra que estamos aún lejos de cumplir lo que ha sido prometido y que es necesario clarificar la forma en la que el compromiso de París será cumplido”.
La ONU ha repetido hasta el cansancio en que no es suficiente con que los países desarrollados se comprometan a alcanzar las emisiones netas cero en 2050, como lo están haciendo, sino que las economías emergentes también lo hagan. Y para hacerlo, Guterres asegura que “es absolutamente esencial restablecer la confianza con esas economías emergentes y demostrar que el mundo desarrollado va a cumplir sus compromisos financieros”.
“Sin China, sin India, sin Brasil, sin Sudáfrica, sin Indonesia, sin estos países, no lograremos la neutralidad de carbono en 2050”, advierte la ONU.
Ahora, el retorno de los Estados Unidos al Acuerdo de París es un hecho en la dirección correcta, pues representa un desarrollo importante, debido a que ello equivale al 70% de las emisiones globales cubiertas por compromisos de emisiones cero netas. Aun así, para el secretario general, “EE.UU. debe hacer un esfuerzo mayor, precisamente, en financiación climática: Necesita ir claramente por encima, yo diría, más del doble de los compromisos que ya ha asumido”.
Las calves del precio al CO₂ y la financiación del carbón
Guterres cree que el pacto fiscal que se acordó en el G-7 es un paso en la buena dirección, aunque “es inaceptable verificar que algunas de las grandes empresas multinacionales, sobre todo en las áreas tecnológicas, prácticamente no pagan impuestos cuando sus beneficios han subido de una forma brutal con la pandemia”.
Además, cree, este pacto puede abrir la puerta para que se fije un precio al dióxido de carbono internacional, es decir, un instrumento que grave las emisiones. “Espero que sea posible un acuerdo internacional antes de la COP26 en Glasgow (la cumbre climática que se celebrara en noviembre en la ciudad escocesa). Y que en la COP26 sea posible un acuerdo sobre el artículo 6 del Acuerdo de París para permitir la creación global de un mercado de carbono”.
Guterres pidió poner en marcha medidas para que ese “precio al carbono, e incluso un impuesto sobre el carbono sean fiscalmente neutros.
“Es necesario crear un impuesto para el carbono, pero también reducir sobre todo los impuestos sobre la renta que tienen que ver con el trabajo, con los salarios. Si las dos cosas se hacen al mismo tiempo, es posible que haya una aceptación por parte de la sociedad. Si ponemos el precio al carbono y detenemos los subsidios a los combustibles fósiles, muchas de las inversiones que aún se están realizando con una perspectiva de recuperación vinculada a los combustibles fósiles, obviamente, no serán rentables”, dijo.
Como se acordó en el pleno del G-7, las potencias aceptaron de dejar de financiar con fondos públicos proyectos de generación de electricidad con carbón para finales de este año, tanto dentro como fuera de sus fronteras.
“El carbón sigue siendo el peor problema al que nos enfrentamos. Y muchos países siguen siendo adictos al carbón; tenemos que crear las condiciones para una transición del carbón a las energías renovables”, sostuvo Guterres y fijó plazos. “Nosotros apelamos a que la eliminación sea completa en 2030 para los países de la OCDE y en 2040 en el resto del mundo”.
No obstante, y sin cálculos, Guterres reconoció que no será suficiente y se necesita también poner en el punto de mira al petróleo y el gas natural, fuentes también de emisiones de gases de efecto invernadero.
“Estoy convencido de que el mundo no será capaz de utilizar todo el petróleo y todo el gas que ya están descubiertos. Continuar explotando nuevos proyectos, en mi opinión, no tiene ningún sentido”.
Reconociendo que las empresas y los colectivos ambientales avanzan a más velocidad que los propios gobiernos, el secretario de la ONU manifestó tristeza por la pérdida de vidas y la destrucción, y expresó su solidaridad a las familias de las víctimas y a los gobiernos y pueblos de los países afectados por las inundaciones en Europa y dijo que la Organización está lista para contribuir a los esfuerzos de rescate y asistencia en curso, si fuera necesario.